martes, 13 de marzo de 2018

Serenata maullada


Esta es una historia que me ocurrió hará cosa de una semana y la verdad es que aún ni yo mismo soy del todo consciente de ella, por lo inverosímil que me resulta. Yo pensaba que estas cosas solo pasaban en las películas o en esas casposas novelas de sexo barato, iluso de mi, ya que me convertí en protagonista de algo que aún hoy me cuesta creer. Al menos para un tío tan normal como yo.

Me llamo Víctor y tengo 28 años. Estoy trabajando en una empresa de construcción y la verdad es que vivo bastante bien, no me puedo quejar. No me considero feo, pero tampoco soy un sex-simbol, entre otras cosas porque me sobran unos cuantos kilos. Sin embargo suelo ligar de vez en cuando. Será por mi carácter. Vete tú a saber.

Vivo solo, en un piso alquilado, en plena Castellana de Madrid.

Y tengo un gato.

"Pues mira tú qué emocionante, tío", me diréis.

Bueno, si, y qué pasa!?. Me encantan los animales, y en particular los gatos. El mío se llama "Casimiro", porque como el pobre animalito está tuerto, pues le puse ese nombre.

Estamos en el mes de octubre y Casimiro está en celo, así que el jodio minino se pone todas las noches en el balcón a maullar como un descosido para ver si consigue atraer a alguna hembra, pero lo cierto es que no tiene mucha suerte. Sin ir más lejos, el otro día se acercó una gatita totalmente negra, preciosa... el caso es que se tiraron casi 20 minutos maullándose lastimeramente, sin dejar de mirarse el uno al otro... ¡¡¡Si hasta me emocioné y todo!!! YO!!! Un tiarrón con los huevos negros ya y con un lagrimón al ver a mi gato ligando!!! Me asomé mejor al balcón para ver mejor la escena, pero Casimiro me miró con cara de mala leche y pensé que no sería mala idea dejarle salir a la calle, porque desde el balcón amenazaba con saltar (y yo vivo en un primero).

En esto estabamos, cuando la gata empezó a moverse sinuosamente alrededor de una farola, mirando a un punto indeterminado entre dos coches y cual no sería nuestra sorpresa (la de Casimiro y la mía), cuando de repente apareció en escena un gato enorme, un Van Danme gatuno al lado de mi gordo y tuerto Casimiro.

Total, el esto os lo imagináis, no? Que la gata, que yo sospecho que más que gata era una buscona disfrazada, se largó calle abajo tonteando con el Van Danme y mi pobre Casimiro se quedó sumido en una profunda depresión gatuna, mirando melancólico cómo se alejaban los futuros amantes. No, pero no creáis que mi gato se dejó vencer así como así, no... que el tío se tira el resto de las noches maullando para quitarse la pena y, de paso, para ver si cae otra buscona disfrazada de gata... o viceversa, que a estas alturas creo que el "Casi" ya no le hace ascos a nada.

En fin, que no os voy a aburrir con las desventuras amatorias de mi gato. Solo quiero que tengáis en cuenta que está en celo y que se pasa las noches maullando en el balcón y dándole la serenata a todos los vecinos. Y estoy acojonado, porque como alguno me llame la atención por culpa del gato, se me cae la cara de vergüenza, pero qué leches, yo, como que me llamo Víctor Sánchez, que no capo a Casimiro. Menuda embarrada. Sin embargo esto no me ha quitado de estar varios días esperando a que algún vecino – bien con problemas de insomnio, bien alguna marujona con ganas de fastidiar- viniera a pedirme explicaciones.

El jueves serían las 10,30 de la noche cuando me tocaron a la puerta de la casa. Yo estaba preparándome la cena, dispuesto a ver una película en el DVD, mientras Casimiro ronroneaba en el sofá, medio atontado por su libido. La verdad es que me estuve pensando si abrir o no abrir, porque aquella noche no esperaba a nadie y tenía ganas de estar solo, pero ahí que llegó Casimiro, alarmado por la insistencia del timbre y se puso a maullar como un loco, por lo que me puse nervioso y se me cayó la fuente de patatas fritas, delatando así mi presencia en la casa.

Me dirigí malhumorado a la puerta y la abrí bruscamente. Sin explicaciones, se me coló en el recibidor una chica guapísima, aunque un poco rellenita, vestida con unos anchos pantalones negros de deporte, una sudadera de marca y unas zapatillas de Snoopy.

Yo no conocía aquella chica, aunque no me era del todo desconocida, ya que la había visto en varias ocasiones en el portal el edificio. Calculé que no tendría más de 20 años.

"Hola, verás... soy tu vecina del 2ºH y es que anoche vi a tu gato en el balcón y...pues que me encantan los gatos, ¿sabes? Y... esto, ¿me dejas verlo? Es que me gustan mucho los gatos y...".

"Si, si, vale, eso ya lo has dicho. Pasa, anda".

Extendí el brazo hacia el pasillo, indicándole por dónde debía pasar y dejé que fuera delante de mí para verla mejor. Al llegar al salón mi vecinita se tiró en plancha (bueno no, pero casi) sobre el bueno de Casimiro, que, al verla venir, comenzó a bufar, con los ojos como platos y con las uñas hundidas en el sofá. No obstante ella supo camelarselo y al rato tenía al animal panza arriba y dejándose acariciar la barriga.

Para que luego digan que la vida de los gatos es una porquería.

A todo esto, yo había estado observando la escena, de pie en medio de la SALITA y con las manos apoyadas en el respaldo de uno de los sillones. Y no sé por qué, pero cuando llevaba ya un rato viendo cómo aquella muchacha le dedicaba tantos mimos a mi gato, tan tranquilamente y sin dirigirme la palabra, me sentí como idiota.

"¡¡Qué escena tan kafkiana!!".

"¿Perdona?"

"No, digo, que si quieres un café o algo. Por cierto, ¿cómo te llamas?"

"Sandra".

"Ah, yo Víctor".

Y ni me contestó. Siguió haciéndole carantoñas al gato. Desde luego... ¡¡ encima que me invadía mi casa!!

"Que te decía que si quieres algo...".

"Ah, si... ¿tienes leche condensada? Para el gatito..."

Me di la vuelta sin contestarle y me dirigí a la cocina. Agarré el bote de leche condensada y se lo llevé, dejándoselo en la mesa auxiliar el salón. Luego regresé a la cocina para abrirme una lata de berberechos, ya que lo de las patatas fritas no tenía remedio (se quedaron todas esparcidas por la mesa de la cocina). No estaba dispuesto a quedarme sin cenar solo para ver cómo ella acariciaba al gato.

Cuando volví al salón me encontré con que Sandra le estaba dando la leche condensada a Casimiro. Ella dejaba caer un poco del bote a la palma de la mano para que el gato le lamiera. AL sentarme a su lado, ella, sin decirme nada, me cogió una mano y me echó también crema para que Casimiro me lamiera. Fue una sensación muy agradable, la verdad. Y entonces... fue comenzamos a hablar de gatos. Y hablamos de la época de celo, cuando las gatas les ponen a los gatos los cuartos traseros delante para que los machos las huelan.

Sandra me hizo una demostración. De pronto se puso de pie, y dándome la espalda se agachó hasta que su trasero (es un decir, porque el suyo más bien se asemejaba a una plaza de toros... como a mi me gustan) se quedó a la altura de mi cara y a menos de medio metro.

Y eso bastó para excitarme como un toro dispuesto a torear en su plaza...

Sandra intento entonces alejarse pero rápidamente la agarré con ambas manos por las caderas para que se quedara en la misma posición y, para mi gran sorpresa, pude comprobar a través de la tela del chándal que en lugar de braguitas llevaba un tanga, esa prenda a mi me pone a 1000. Y como vi que ella no hacia amago de separarse, empecé a masajearle con las dos manos aquel precioso y potente trasero. Ella echó hacia atrás sus manos y fue bajándose lentamente el elástico de los pantalones para que yo pudiera notar el tacto firme y suave de la piel de su hermoso trasero , que fui recorriendo poco a poco muy despacio y medio hipnotizado, notando cómo Sandra, temblorosa, se estremecía y su piel se erizaba. Seguí así deslizando mis dedos lentamente hacia su sexo y entre la goma de su pequeño y empapado tanga los introduje, explorando, hasta tocar el vello púbico.

Ella entonces se giró e hizo que me reclinase en el sofá, mientras se desprendía de los pantalones y el tanga y se inclinaba sobre mi cuello, que comenzó a rozar levemente con los labios. Yo por mi parte, le introduje el dedo índice de mi mano derecha en su cocoy... y Sandra comenzó a moverse con él dentro. En esa posición Sandra tuvo por lo menos dos orgasmos. Mi excitación era brutal pues me volvía loco ver una mujer tan entregada al placer sexual. Luego me liberé de mis pantalones (nunca llevo ropa interior) y, al ver que ella estaba tan lubricada, procedí a metérsela y empecé a menearme con embestidas firmes, sujetándola de la cintura para impulsarla mejor, a lo que Sandra respondía moviéndose ella también, jadeando y mojando mis huevos con sus líquidos que no paraban de aflorar con cada movimiento, así le llegó el tercer orgasmo y antes de que yo me pudiese correr, se levantó de mi enhiesto miembro y me pidió con un entrecortado suspiro que se la metiera por detrás.

Yo jamás había enculado a nadie, así que me quedé un poco parado. Casi tuve que pellizcarme pero reaccioné. Cogí el bote de leche condensada. Ella se puso a cuatro patas en el sofá. Yo me eché un poco de crema en una mano y le embadurné el esfinter, metiéndole el dedo para que estuviera bien lubricado, mientras que ella se agarraba las dos nalgas con ambas manos y las abría para facilitarme la tarea. Todo aquel trasero abierto ante mi y para mi.

Me agarré el miembro y le puse la punta del glande justo en la abertura de su ano. Comencé a empujar muy despacio hacia adentro, sintiendo cómo mi miembro se deslizaba con una facilidad pasmosa. Es un placer exquisito meter el miembro en un ano. Y lo siento si peco de vulgar con mis palabras, pero es la verdad. Cerré los ojos y me dejé llevar, escuchando los leves quejidos de Sandra, sintiendo cómo mi miembro se abría camino y poco a poco iba entrando, visualizando en mi mente la imagen de mi vecina a gatas y reclinada, con su enorme trasero en pompa, mi miembro taladrando por vez primera aquel ano, que recibía encantado mi enorme miembro desconocida, los gemidos de Sandra mordiéndose los labios, ensimismado en esa visión. Cuando aproximadamente la mitad de mi miembro estaba dentro de aquel trasero, noté cómo una de las manos de Sandra me agarró con fuerza el trasero y empujó de golpe hacia ella, haciendo que mi miembro se introdujera de un golpe seca en ella, al tiempo que yo soltaba un ahogado grito de asombro... me quedé quieto solo un momento para empezar a moverme lentamente, para pronto ir cada vez más rápido, ya habituado a una dinámica de movimientos, oyendo el ruido de nuestros cuerpos al chocar, notando en cada empujón cómo mis testículos rozaban la piel de Sandra...

Ella entonces movió su trasero con más fuerza, moviéndose como una salvaje, golpeando constantemente mi bajo vientre y mis testículos con su trasero, metiéndose en cada golpe mi enorme miembro hasta las entrañas y ... y yo creí que me moría de placer... hasta que en una de aquellas embestidas me corrí, y ella, Sandra, mi dulce Sandra amante de los gatos, recibió todo mi fluido dentro de sus intestinos con un suspiro de placer.

Al separarnos nos tumbamos muy juntos, abrazados. Yo la besé hasta que me dolieron los labios (qué le voy a hacer, soy un romántico empedernido)... y entonces, cuando estaba más tranquilo y relajado, pude oír a Casimiro maullarle a la luna desde mi balcón. No me había dado cuenta de que mi gato nos había brindado una serenata maullada mientras yo sodomizaba el trasero de Sandra.


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Como fui tan tonta?


Hola

Quiero contarles lo que me paso. Por confiada e ingenua, creo yo. Conoci a un chavo por internet, en uno de tantos chats que frecuentaba.

Platicamos un rato y me cayo bien, era agradable, super divertido y me decia cosas que me hacian sentir bien. Yo estaba pasando por la tipica etapa de que nadie me queria en mi casa, y necesitaba unas palabras de aliento.

El se porto muy lindo conmigo, me envia cartas muy bellas y tiernas; y una vez me envio flores a mi casa. Todo esto fue antes de conocernos frente a frente, asi que imaginense lo emocionada que estaba. Cada dia esperaba con ansias su correo, leer sus palabras, escribirle mis anecdotas, en fin... Creo que me enamore de un fantasma.

Un dia, despues de varias semanas de platicar por estos medios, me dijo que queria conocerme, que nos vieramos en algun lugar para ir y tomar un cafe o quiza cenar.

No cabia en mi de gozo. Estaba feliz, contenta, radiante, solo contaba las horas para que se diera la cita. Me arregle lo mejor que pude, con mi mejor vestido y mis mejores zapatos. Nunca me habia esmerado tanto en maquilalrme, con excepcion quiza de mis quince.

Cuando nos encontramos, a las afueras de una estacion del metro, me sorprendi.

No era tan apuesto como me lo habia imaginado, pero no era feo. Sin embargo, supe que era el por que de inmediato reconoci su alegria y su forma tan cariñosa de platicarme.

Subimos a su carro, en medio de la platica, y me dijo que llevaria a un lugar muy especial. Recuerdo que me dijo que esa seria una noche que nunca olvidaria.

Mientras platicabamos, salimos de la ciudad. Yo no me di cuenta si no hasta que observe que ya no habia nada mas que la carretera a nuestro alrededeor como simbolo de civilizacion. Le pregunte, algo asustada, que a donde iriamos.

El se me quedo mirando un momento y me dijo: "ya lo veras". Estaciono el carro en uno de los libramientos, y de alguna parte saco una pistola y me dijo directo: "Si te resistes, te mato."

No podia creerlo. No sabia como reaccionar. Mi mente se negaba a que eso estuviera pasando.

Me ordeno que saliera del vehiculo, no me quedo mas que obedecerle. El se bajo tambien, me miro de arriba a abajo. De forma lujuriosa, supe en ese momento lo que me iba a pasar. Empece a llorar, a pedirle que no me hiciera nada, que olvidaramos todo y que regresaramos. Que yo lo queria de verdad...

Pero el no me escucho, se acerco a mi y me dio un fuerte bofeton, que me tumbo sobre el capo de su carro. Se acerco a mi, senti su miembro presionando mis nalgas, me jalo del cabello y me obligo a levantarme. Me puso su pistola a un lado de mi boca y me ordeno que la saboreara. Yo no podia ver, me lo impedian las lagrimas. Mientras tenia su pistola en mi boca, sentia como su mano izquierda recorria mi cuerpo, mis piernas primero, mis nalgas despues y al final mis pechos, apretandolos y estrujandolos, como si quisiera ordeñarlos.

Me dio la vuelta con brusquedad, y se apoyo contra mi. Senti nuevamente su miembro contra mi cocoy. Sus manos me apretaban con fuerza el trasero, levantandome la falda hasta dejarla casi a la altura de la cintura. Me monto sobre el capo de su carro. Me solto un momento y me acaricio ligeramente la barbilla... Para despues darme un golpe en el estomago que me dejo sin aire, casi me caigo, si no me detiene el. Con una mano me arranco las medias, en medio mi forcejeo me hizo a un lado mi braga, dejando la entrada a mi concha libre. Me dio otro golpe, y otro mas hasta que quede tendida sobre su carro, llorando y suplicandole que no lo hiciera...

Nadie escucho el alarido que solte cuando senti su miembro dentro de mi. Seca y cerrada como estaba me produjo un dolor inmenso. No tuvo miramientos, entro de un solo golpe, senti su palo como un fierro ardiente en mis entrañas. Y luego le martirio de sentir entrar y salir, rasapandome con cada embestida. Nunca imagine que la introdujiera pudiera lastimar tanto. Mi llanto era abierto, y mis gritos pidiendo ayuda y rogandole que se detuviera no cesaban.

Se detuvo por un instante, muy breve, pero volvio a inciar su ritmo, con mayor frenesi. Supe que estaba cercano a descargar su leche dentro de mi, por lo que sacando fuerzas hice lo imposible por que no lo hiciera. Lo rasguñe, intente patearlo, me intente safar, sacarme su miembro, me revolvia como loca, atenazada y ensartada por ese monstruo. De nada me sirvio, note como su rostro cambiaba de color y como se tensaba todo su cuerpo, al mismo tiempo que sentia un liquido muy caliente que invadia mis entrañas.

Quede rendida, exhausta de tanta lucha inutil. Ademas, ya todo habia acabado, no tenia caso que luchara mas.

cuan equivocada estaba!! Sorpresivamente, me jalo de mi cabello y me tumbo al suelo, grite por el golpe y el susto. Crei que me iba a matar en ese momento. Le rogue que no me matara, que no le diria a nadie lo que habia pasado, que tuviera piedad. Me abrace a sus pies, temblando de miedo. El me tiro nuevamente del cabello, obligandome a quedar mi cabeza frente a su flacido miembro. Comprendi lo que queria. Y ya no me resisti.

Tome entre mis manos ese pedazo de carne que tanto daño me habia hecho, y empece a lamerlo y a introducirlo en mi boca, poco a poco al principio, en cantidades mayores despues. Sentia arcadas, pero temi que si vomitara me pegara un tiro. El comenzo a moverse con mas fuerza, apretando mi cabeza contra su vientre, violandome por la boca ahora. No me dejo retirarme cuando termino por segunda ocasion. Quede con el fluido escurriendo por los labios, y me trague un poco.

Me solto, se acerco a su coche y tomo un pañuelo, me lo alcanzo para que me limpiera el fluido de la cara y las lagrimas.

Incada como estaba, ya sin llorar, vi como paso a un lado de mi. Crei que me iba a abandonar, en medio de la nada. Intente levantarme cuando senti que me levantaba completamente la falda y me arrancaba en definitiva mis bragas. Supe lo que vendria despues, pero aun asi mi grito fue desgarrador cuando me ensarto por el trasero y se quedo un momento sin moverse, dejando que mi ano se ajustara a su miembro. Sentia que estaba sangrando. Casi le agradeci que fuera gentil en esta otra violacion. Volvio a bombear, pero a no tan fuerte. Quiza estaria cansado, quiza se apiado de mi. Sus embestidas no fueron tan firmes ahora, pero aun asi me lastimaron horriblemente. Nunca me habian enculado antes. Unicamente me habian acariciado por fuera del ano. Duro poco, termino muy pronto. Senti que me lleno los intestinos con su esperma. Se salio y se vistio rapido.

Me ordeno que me acomodara la falda y que me arreglara la blusa y el maquillaje. Al parecer tenia prisa por irnos (seria casado?) me indico que me subiera al coche, que no tuviera miedo, que no me iba a matar.

En el regreso, me decia que la habia pasado muy bien conmigo, que habia sido una noche estupenda y que ojala nos pudieramos ver de nuevo. No podia creerlo!

Hablaba como si nada hubiera pasado! hablaba como si en vez de haberme violado en medio de la nada, hubieramos pasado una noche de amor! Senti ganas de gritar, de patearlo y de golpearlo. Llore de rabia e impotencia .

Al llegar a la ciudad, se detuvo en una calle aledaña a una avenida principal, estaba sola (eran cerca de las 2 de la mañana). Ahi me bajo del auto. me metio varios billete de 200 pesos en el sosten, y me dijo que me enviaria un taxi para que me dejara en mi casa. Y asi fue, al rato llego un taxi y me subi en el. Fui llorando todo el camino...

Todavia, cuando me acuerdo, me dan ganas de llorar y de gritar... No les dije a mis papas, ni a nadie mas, pues me siento como una tonta. Como pude caer en sus manos? Y lo peor de todo, es que yo realmente lo amaba...


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La Fiesta


Me había sumergido completamente en los preparativos para la fiesta.

De alguna manera, todo este tráfago, que me imponía voluntariamente, era un simple escape para tener algo que hacer en medio de mis vacaciones veraniegas.

Por primera vez en varios años, había renunciado al clásico viaje hacia algún rincón del caribe porque, al final de cuentas, todo se reducía, siempre, a las mismas rutinas, más o menos elegantes y más o menos vulgares, en medio de las cuales, algunas aventuras galantes, me habían brindado momentos de placer con algo de locura, que al final resultaron demasiado estereotipadas como para que valiera la pena recordarlas.

Y así, de pronto, llegué a la conclusión que necesitaba, como un paréntesis de reflexión, algo de aislamiento que me brindara la oportunidad de "replegarme sobre mi misma".

Esta frase me gustaba mucho y a todos los conocidos que encontraba y me preguntaban porque no había viajado, les respondía lo mismo empleando la famosa frase y eso me hacía sentir superior.

Total, tenía todo lo necesario y suficiente para asegurarme un retiro cómodo, plácido y seguro. Una casa amplia con un jardín acogedor, todas las comodidades en las cuales había invertido el dinero que generaban mis remuneraciones en el instituto y lo que día a día me entregaba mi consulta privada de psiquiatra, lo que hacía una suma importante considerando que no tenía un marido que se la gastara.

Así las cosas, cuando mi hermana Beni, me contó todos los problemas que tenía para la fiesta de graduación de su hijo mayor, le ofrecí de inmediato todo mi apoyo y puse a su disposición toda mi infraestructura y mis recursos para que la citada fiesta se realizara en mi casa.

De ese modo logré también cortar la perorata de quejas y lamentaciones de mi hermana que, francamente me irritaban, de modo que feliz recobré mi tranquilidad cuando la vi marcharse contoneando ese hermoso trasero que tanto le envidio y cuya evocación a menudo me sume en tentaciones que me hacen dudar seriamente de mi condición he hembra cien por ciento.



Había llegado por fin el día y me sentí orgullosa del trabajo realizado, pues mi casa lucía espléndida. Ningún detalle había quedado al asar y todo estaba dispuesto para recibir cerca de cuarenta personas que deberían consumir un cóctel monumental y luego soportar la música de los muchachos hasta altas horas de la madrugada.

Beni y yo, habíamos hecho lo posible por quitarnos unos diez años de encima y lucir sin gran diferencia con el promedio de las invitadas femeninas que debería estar cerca de los 18. Seamos sinceras y digamos que bien miradas no podrían calcularnos mas de 28 cuando en realidad yo tenía diez mas y Beni uno menos que yo.

Beni, que estaba muy consciente de lo que ya he dicho de su trasero, había elegido un modelo que se lo delineaba en forma perfecta y además lucía un escote que habría de permitir que todo el mundo, sin excepción, apreciara sus melones perfectos en forma completa, pezones incluidos. Diciéndolo claramente, mi hermana Beni parecía una verdadera buscona. Una buscona elegante cierto, pero buscona, y he de reconocer que su imagen era excitante, al menos a mí me excitó desde el momento que la vi.

A medida que avanzaba la noche me fui dando cuenta que esta fiesta de graduación creaba un ambiente ambivalente de acercamiento entre generaciones. Los muchachos parecían dar por sentado que a partir de este momento se adentraban en el mundo de los adultos con todos sus derechos, al paso que los adultos parecían asumir, al ritmo de las evocaciones, que aún estaban en plena juventud, de modo que se fue configurando un grupo homogéneo y permisivo que hacía que la fiesta resultara muy entretenida.

Así las cosas no me sorprendió en absoluto ver a mi hermana Beni agitándole descaradamente su trasero de lujo a un muchacho, que animado por unos cuantos grados de alcohol, movía su pelvis tan cerca de las gloriosas nalgas de mi hermana que el contacto parecía inevitable.

Yo bailaba cerca de ellos y lo que veía me era tan provocador que ni siquiera me inquieté al sentir como mi joven pareja introducía con dedicación uno de sus muslos entre los míos con tal presencia real que podría haber definido detalladamente las dimensiones y contornos de su erección.

En un simple recorrido por los distintos lugares de mi casa y de mi jardín coquetamente adornado, me fue posible, a esas alturas de la noche, observar parejas en todas las etapas de progreso del cortejo galante de la raza humana, desde el romántico coloquio inicial, pasando por la canción susurrada al oído durante un baile lento, llegando a la caricia prohibida a la sombra protectora de una planta estratégicamente elegida, para terminar en el abrazo entre un muchacho y su bella semi desnudos y a punto de consumar una introducida que a esas alturas parecía ya inevitable.

El recorrido fue perturbador y muy excitante. Una cosa es imaginar, leer, o ver en la pantalla las diversas fases del erotismo humano, pero otra mucho mas impactante es verlo en la realidad y más aún apreciarlo en tu propia casa. Es como meter todas las intimidades ajenas en tu propia intimidad.

Mi cuerpo había ido reaccionando a cada uno de los estímulos observados y por momentos me sentí acosada, amada, acariciada o violada haciéndome partícipe de besos intensos y caricias inauditas, de insinuaciones audaces, de consumaciones dolorosas, y de gritos ahogados , de modo que cuando llegué a la sala principal mi anatomía se disgregaba en cada una de sus partes íntimas cada una de las cuales vibraba a su propio ritmo en medio de una calentura endemoniada como nunca la había experimentado .

La sala estaba en penumbra porque ya casi toda la gente se había marchado y prácticamente me derrumbé en un sillón para esperar que mi fenomenal excitación se me fuera disipando antes de encaminarme a mi dormitorio y fue en ese momento que vi a la solitaria pareja que formaban Beni y su elegido, deslizándose suavemente, conscientes de su soledad.

No supe si me habían visto llegar y estoy segura que de ser así nada les habría impedido continuar en esa ausencia total del mundo que significa el estar sumidos hasta el alma en la fuente misma del deseo carnal.

El macho juvenil, estaba adherido a la anatomía provocadora de Beni englobando en su mano derecha una de los melones monumentales de la mujer casada que acariciaba lentamente, pero con la firmeza de la pasión madura, el sexo grandioso del muchacho que, completamente liberado fuera del pantalón, lucía su piel brillante cada vez que la mano de Beni subía o bajaba por su longitud provocadora.

Era tan excitante la imagen, que yo, en un gesto espontaneo, me enrollé sobre mi misma recogiendo mis piernas, como queriendo desaparecer para no romper el hechizo. Pero al doblarme, no hice sino aumentar la superficie de contacto de mis muslos, ya ardientes, presionando mi sexo, que ahora si latía como un reloj infernal a punto de romper su mecanismo regulador.

Porque me había convertido en una participe activa del encuentro y deseaba con toda mi alma y sobre todo con mi cuerpo que el muchacho la extendiese sobre el piso y luego la montara atravesándola con su lanza candente, arrancándole gritos de dolor y de placer, que la girara sobre el suelo y la introduciera por todas sus entradas, que mordiera sus pechos y que la inundara hasta lo mas profundo de su ser, con su liquido espeso amarillento y pegajoso para dejarla convertida en un montón de carne ardiente en el centro de la sala.

Porque era eso lo que esta hembra desbocada estaba necesitando desde tiempo, porque no podía contener sus deseos dentro de su cuerpo y yo lo sabía ,porque ella me lo había contado muchas veces mientras se contoneaba en mi cuarto agitando ante mis ojos sus pechos diabólicos y su trasero divino.

Estos pensamientos hacían que mi cuerpo fuera recorrido por corrientes, que naciendo en la parte posterior de mi cabeza descendían entre mis pechos inflamados, para girar como un torbellino loco en el triángulo de mi vientre donde sentía abrirse mis labios para inundar la base de mis muslos y entonces para no gritar de placer sujetaba mi sexo con mis manos casi incapaces de contenerlo.

Ellos se habían detenido allí a un metro de mí sin que se hubiesen percatado de mi presencia y entonces la falda de Beni rodó lentamente hasta el suelo cediendo a los empeños del chico y apareció ante mí el trasero enloquecedor de mi buscona hermana.

Era el clímax para mi . Allí, en medio de la penumbra, sus hemisferios me parecieron mas blancos, mas perfectos y mas deseables, a tal punto que estiré mis manos para tocarlo en el preciso momento en que se escucharon voces en la entrada.

El muchacho saltó como electrizado hacia atrás volviendo a la realidad y ante el temor de ser sorprendido semi desnudo corrió a ocultarse en el baño cercano, al paso de Beni, totalmente desnuda, se escabulló hábilmente por el pasillo hacia mi cuarto.

Me había quedado sola en medio de la oscuridad en la cúspide de mi calentura, sudando intensamente, con mis manos empapadas por mis jugos y mis sentidos invadidos por mi intenso perfume de hembra en celo. Momentos después, cuando se hizo el silencio, caminé lentamente por el pasillo hasta llegar a mi cuarto -. Mi corazón latía apresurado, mis manos ardían y mi sexo se agitaba neurótico.

En mi cuarto, sobre la cama, con la cabeza entre los almohadones, el cuerpo desnudo de Beni boca abajo me exponía su mayor tesoro. La tenia allí, seguramente con su calentura intacta en su cúspide, como la mía.

Me escuchó llegar, pero no se movió, solamente respiraba rítmicamente mientras yo me desnudaba.

Me deslicé calladamente, sobre ella, la abracé reteniendo sus melones conmigo y la monté sintiendo la masa de sus nalgas prodigiosas bajo la presión de mi sexo mojado y palpitante, moviéndome para humedecerlo entero para entregarle mi líquido mensaje, mientras mis manos se alternaban para introducir la intimidad de su sexo donde mis dedos recibieron el mensaje rítmico de las contracciones de su orgasmo mientras el mío inundaba su trasero y luego se extendía por la noche.

Abajo, la fiesta de graduación había terminado.

Aquí arriba, en mi cuarto, nuestra fiesta recién comenzaba.


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Serrana


Las gotas de lluvia golpeaban en el cristal de la ventana incesantemente, el viento doblaba las ramas de los árboles y el frío era tan intenso que se iba colando por las paredes.


Me serví una copa de cognac y me conecté a internet mientras esperaba a Martín.


Abro mi correo y había recibido un e-mail de mi amiga Serrana invitándome a chatear.


Entro a la sala y estaba esperándome, luego de saludarnos decidimos abrir una sala privada, a fin de conversar más cómodas.


Paula - Hola que tal como has estado todo este tiempo?


Serrana - Algo complicada, pero ahora estoy mejor y vos?


Paula - Yo bien, sigo con Martín y nuestras aventuras como siempre...


Serrana - La verdad que te envidio, encontraste al hombre ideal, que te sigue la cabeza, no te censura, es más te apoya en todo.


Paula - Es recíproco, también yo lo continento, con relación a la sexualidad cuando decidís atravesar la frontera tenes que tener las cosas muy claras y alguien al lado que te sostenga.


Serrana - Es verdad en lo que decís, en cambio yo, aquí estoy con mis frustraciones y mis fantasías, nada más.


Paula - Porque fantasías, está en vos en llevarlas a cabo.


Serrana - Puede ser, pero ...no sé, no me animo.


Paula - A que le temes?


Serrana - No sé si es temor, o pudor, o como llamarlo.


Paula - No me digas que no te gustaría sentir las caricias de una mujer en tu cuerpo, su lengua recorriéndote, sus dedos explorándote y descubriendo sensaciones nuevas, diferentes.


Serrana- Paula, por favor, no escribas esas cosas que me siento incómoda.


Paula - Incómoda, o te gustan? Creo que más bien te excitan, o me equivoco?


Serrana - Bueno, no sé..... en realidad me excitan...


Paula - Si te excitan, porque mejor no las disfrutas, relájate.


Serrana - Es fácil decirlo, pero hacerlo...


Paula - Imagínate que mis manos van acariciando tu cabello, te lo retiro de los hombros y comienzo a hacerte un suave masaje para que vayas aflojándote.


Estas muy tensa, mis manos se mueven despacio en tu nuca y tus hombros, para que te sientas mejor te quitare el sweater.


Mis manos tibias acarician tu piel suave, cerras los ojos y empezas a sentir.


Serrana - Paula, por favor, no sigas, no seas malita....


Paula - Voy masajeando tus vértebras una por una, tenes muchos nódulos en tu espalda, trataré de que te aflojes.


Poco a poco te vas relajando, ya parece que no estas tan tensa, te gustan mis masajes?


Serrana - Tus palabras actúan como tus manos, realmente me siento mejor, menos tensa, ni quiero pensar lo que sería sentirlas de verdad.


Paula - Hace de cuenta que son reales. Mis manos siguen bajando por tu espalda, ahora los masajes se intercalan con caricias, besos suaves.


Te gusta, los estas disfrutando?


Serrana - Si me gustan...


Paula - Te quito tu ropa interior y paso mis manos por tus nalgas, bajo un poco más y acaricio tu cocoy con las yemas de mis dedos, puedo sentir la humedad de tu sexo, tímidamente abres un poco más las piernas y así exploro tus hendiduras.


Serrana - Mmmmm, que placer.


Paula - Siente como mis labios rozan tu clítoris, como mi lengua se va abriendo camino en tu cueva húmeda, calurosa, tupida.


Mi lengua sigue internándose en tus agujeros, buceando en ellos, saboreando tus jugos.


Serrana - Por favor, Paula, para ya, detente, me estoy mojando en serio y me da vergüenza.


Paula - Ese es mi cometido, hacer que te mojes y me desees.


Ahora estas frente a mí, tus pechos me invitan a degustarlos, tus pezones están erectos se sienten suaves al tacto, los beso, los acaricio, te gusta.


Serrana - Si, me encanta, no pares, continúa.


Paula - Nuestros labios se encuentran por primera vez, tu tímida lengua busca la mía.


Nos besamos apasionadamente, ahora tus manos quieren conocer mi cuerpo, me tocas, me acaricias, me besas.


Serrana - Sigue, sigue....


Serrana - Paula, Paula, donde estas?? Contéstame por favor.


La tormenta cortó la luz y también los sueños.



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Mi Madrastra (III)


Mi contestación dejó un poco confusa a Úrsula.- Sí, dormiremos juntas pero tienes que consentir.- ¿En qué?-

-Bueno, tu me has hecho correrme dos veces ¿No?.- Sí - Pues ahora tengo que ser yo la que te haga correr.-

-Bueno, yo creía que...- Sí, tú creías que me hacías un favor o que me dabas el gusto ¿No?, bueno, pues ahora te voy a dar el gusto yo.- Le dije por fin.

Úrsula volvió a mirarme confundida cuando al avanzar la noche me besaba para llevarme a la cama y yo no me inmutaba y al final, subía a mi cuarto, mientras ella se dirigía al suyo.

Úrsula me vio aparecer por la puerta de su cuarto con un pantalón vaquero puesto, pero no pareció darse cuenta del bulto de la bragueta. De hecho, llevaba el pantalón vaquero desabrochado.

Me acerqué a ella sin hablar y de un tirón le quité la sábana que la cubría. Úrsula me esperaba desnuda, con unas bragas puestas que me eran familiares. -Mira, me he puesto estas bragas, seguro que la asistenta se ha equivocado.-

Eran unas de mis bragas. -Eres una chica muy mala, mala, mala y te vas a enterar.- Le dije con voz picarona. Me senté sobre la cama y le quité las braguitas, con la mano, y cuando estaban ya fuera de sus muslos, tiré de ella con la boca. Las olí y le dije.- Me las has ensuciado. Me lo tienes que pagar.- Aunque en realidad las bragas me olían a perfume

-Cóbrate de aquí.- Me dijo Úrsula abriendo sus piernas y mostrándome el conejo. Me acerqué a él y comencé a besarlo mientras introducía un dedo en su boca para que lo chupara y con la otra, le acariciaba los pelos de su sexo. Luego sobaba los melones y me afanaba en lamer su tesoro, el clítoris. Los perfumes comenzaron a mezclarse en su sexo y mi lengua saboreaba el dulce néctar de su flor, que se abría, al separar las piernas y me ofrecía como un par de frutas, la parte baja de sus nalgas, con su piel de melocotón, que se mostraba tan sensible ante mi lengua y las caricias de mis dedos.

Le separé las nalgas para que su agujero se abriera a mi lengua y en plena paranoia hasta acerqué mi pecho a su sexo y comencé a restregar mis pezones por su raja mojada, ayudándome con las manos. Podía ver su clítoris cada vez más desafiante, más chulo, como el chico que cuando le pegan se pone más recto.

Agarré su clítoris con los dedos, y luego con los labios y lo maltraté, mientras veía como Úrsula se agitaba debajo de mí. Había llegado el momento. -No te vayas ahora, cocoy mío.- Dijo Úrsula al ver que me incorporaba, y sintió primero una expresión de alivio cuando vio que me deshacía de los vaqueros, y luego de estupor al observar el miembro que llevaba atado a mi cintura.

- Eso... ¿Qué es?.- Ya ves... Lo he comprado con el dinero de tu asignación. Sí, lo he comprado pensando en ti.-

Me tiré sobre Úrsula sin perder tiempo y comenzamos a forcejear, como en los primeros tiempos, pero yo la tenía agarrada por las manos y no se podía escabullir, por lo que decidió cooperar ante mis palabras tranquilizadoras. Separó sus piernas y me cogió de la cintura. Yo coloqué el aparato entre sus piernas y agarrando el aparato con toda la mano, metí primero el prepucio de latex y luego todo el resto del aparato.

Me agité dentro de Úrsula, que desvariaba y decía palabras de amor que no podía creer. Tendió sus brazos hacia atrás, agarrando el cabecero de la cama y ofreciendo su pecho a mi boca, que mamaba de sus senos como si no fuera una madre postiza, sino la auténtica.

La agarré de las nalgas para acelerar y aumentar la intensidad de mi movimiento cuando Úrsula me advirtió de que le llegaba el orgasmo y se puso a gritar exageradamente, y luego se quedó jadeando, mientras retiraba poco a poco mi aparato.

Me quedé a dormir en la cama de Úrsula, y las caricias se prodigaron esa noche, llenando la habitación de un ambiente íntimo.

Desde aquel día, las relaciones madrastra-hijastra mejoraron considerablemente, para alegría de mi padre, que por otra parte, sintió bastante alivio cuando por fin parecieron que los apetitos sexuales de su mujer se calmaban. Pero yo no había olvidado un pequeño detalle y es que Úrsula me había mandado a tomar por trasero.

Ahora era Úrsula la que me buscaba, la que metía los pies por debajo de la mesa para acariciarme, la que, en fin, deseaba ser mía. Yo tomé una actitud bastante amable, pero distante, hasta que un día, Úrsula, medio llorando me dijo que cuál era el problema.

-Me mandaste aquel día a tomar por trasero.- Claro, Úrsula no se acordaba .- Estoy resentida por eso, y sólo hay una manera de solucionarlo.-¿Cuál?.- Que seas tú a quien den por trasero...

Úrsula me miró incrédula y durante unos días me trató un poco fríamente, pero al cabo de unos días, tuvimos la misma conversación. Bueno, no pasaron más que dos o tres días y una mañana, Úrsula se presentó en mi cuarto. Se acababa de bañar y llevaba una de mis bragas. Para nosotros, eso se había convertido en una declaración de intenciones.

Úrsula se me metió en la cama y comenzó a besuquearme todo el cuerpo. -¿Estas dispuesta?- Le dije.-SÍ- Me contestó.

Y después de algunos prolegómenos, me vi con Úrsula a cuatro patas sobre la cama, y yo metiéndole el aparato en el conejo, por detrás, frente a un espejo en el que nos veíamos las dos y nos mirábamos a los ojos.

Cuando el aparto estuvo suficientemente lubricado, y Úrsula suficientemente excitada, saqué el aparato y obligué a Úrsula a tenderse en la cama. Allí estaba aquel trasero perfectamente hecho. -Sepárate las nalgas.- Úrsula obedeció.- Mientras, unté la cabeza del miembro con vaselina

Agarré el nabo con la mano y empecé a presionar y vi cómo la cabeza desaparecía dentro del agujero, entre las dos nalgas sabrosas.

Estaba totalmente tumbada encima de ella y hacía fuerzas con las piernas contra la pared para introducir el miembro, mientras sujetaba a Úrsula de los hombros y sentía sobre mi vientre las nalgas frescas de mi madrastra y su dura espalda en mis pezones.

Úrsula recibía mis envites con estoicismo. Ya lo tenía todo dentro. - ¿Sabes por qué quería hacer esto? Porque estaba seguro que no habías dejado que nadie antes te lo hiciera. Al fin y al cabo, quería de alguna forma estar casada contigo. Quería desvirgarte de alguna manera.-

Sentí la mano de Úrsula sobre mi sexo y yo puse mi mano sobre su clítoris. Úrsula se corrió suavemente, moviendo sus muslos y su cadera, como queriendo repeler el cuerpo extraño incrustado por detrás, Yo arqueaba mi espalda en mi afán de introducirselo y al sentir a su mano intentar halarme , hasta que finalmente, Úrsula cedió y se abandonó al orgasmo, sintiendo la dureza del miembro por detrás, y el suave tacto de las sábanos acariciarle los pezones.

Úrsula está ahora embarazada. Mi padre me decía orgulloso que el niño parecería hijo mío. Úrsula y yo nos miramos cómplicemente. No se imaginaba mi padre hasta donde era eso cierto. No ya podía ser la madre de mi hermanito, sino también el padre.

Ahora dice mi padre que no quiere mantener relaciones con Úrsula, ya que está embarazada, así que Úrsula viene a buscarme muy a menudo.

FIN

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Mi Madrastra (II)


Al principio no me atrevía a meterlo mucho, pero conforme me fui lubricando, el aparato se me metía con más facilidad, lo que facilitaba mi excitación y provocaba una mayor lubricación El aparato colmaba todas las expectativas. Me llenaba totalmente y al agitarlo me causaba una fuerte excitación que no tardó en llevarme hasta el orgasmo. Una de esas mañanas que las dos estábamos solas, Úrsula dio muestras de estupor y de sobresalto al descubrir a su hijastra paseando con aquel miembro colgando por los pasillos del piso donde estaba su dormitorio. La miré lascivamente y me quedé cruzada en el pasillo, pero ella me rechazó como tantas veces. No cabe duda de que empezaba a desesperarme, pero me surgió pronto la oportunidad de conseguir mi deseo.

Mi padre y Úrsula habían planeado viajar hasta Madrid, para pasar un par de días de negocios, mientras mi madre hacía compañía a papá o se iba de compras. Misteriosamente, mi padre cambió de opinión y decidió ir solo, ya que de esta forma , le cundiría más el viaje. Así que Úrsula se quedaría a mi merced un par de días.

Mi padre se marchó y a Úrsula se le ocurrió la idea de ir de compras. Fuimos al cajero automático a sacar un poco de dinero en efectivo para hacer pequeños pagos. Nos metimos en el cajero y nos cerramos por dentro. Úrsula comenzó a teclear la clave y yo a meter la mano por debajo de su falda. -¡Chica!.- Me dijo la primera vez para apercibirme -¡Chica! Cuando le subía la falda y asomaban unas bragas negras escotadas que permitían que la cámara de seguridad recogiera el esplendor de su trasero. -¡Chica!.- Cuando las bragas se le metieron entre las nalgas y apareció todo su trasero delicioso.

-¡Joder!- dijo al fin, colocándose bien la falda, a lo que yo respondí con una sonrisa maliciosa y entonces me coloqué a su lado y comencé a darle besitos en el cuello y en el hombro y en el lóbulo de la oreja y la mejilla. -¡Hala! ¡Ya está!.- Me dijo recogiendo el dinero pero olvidando la tarjeta, que yo recogí advirtiéndoselo.- ¡Eh!, la tarjeta, que se te olvida la tarjeta!.- Pero me la guardé en el bolsillo.

Fuimos a comprar algunos trapitos, pero no encontramos nada que nos gustara. Para descansar del trabajo extenuante que es ir de compras, nos metimos en una cafetería y tomamos un café. Al acabar, me dijo que iba al servicio. Yo pagué la cuenta y la seguí. - Úrsula, abre, por favor.- Está abierto. Úrsula se acicalaba un poco en el lavabo. Entré y cerré la puerta tras de mí y me puse a pintarme los labios.

Úrsula entró en el apartado donde estaba el inodoro y se puso a mear con la puerta abierta, yo la vi, agachada pero haciendo esfuerzos porque su piel no rozara la tapa del inodoro. Me metí con ella cuando acabada de orinar, hacía un movimiento convulsivo para sacudirse todo el pipí. Me acerqué y le puse suavemente la mano en la boca y mi otra mano sobre su cocoy en el que aún podía sentir alguna humedad.

Ella estaba de pié, con las bragas a la altura de los tobillos y la falda a la altura de la cintura y le pilló de improvisto. Mis dedos comenzaron a hacerse paso en su sexo peludo, y mi boca sustituyó a mi otra mano y le di un beso largo que le costó aceptar al principio, y luego rechazarlo. De repente se separó de mí y poniendo una expresión de "No seas mala, niña" me alejó y se subió las bragas y se bajó la falda.

Salimos de la cafetería corriendo y fuimos a comprar como desesperadas, transformando nuestra excitación sexual en desenfreno consumista. Había un conjuntito que nos gustaba mucho. Me metí para probarme el traje. Me desnudé y me coloqué el traje. Me estaba un poco ancho. Le hice una seña a Úrsula para que se metiera y se lo probara. Se metió y le dije que se desnudara y que se lo probara pues a mí me estaba ancho. Volví a sentirme excitada al estar tan cerca de ella, desnuda, mientras ella a su vez se desnudaba. Luego me vestí mientras ella se probaba el traje. Se miraba en el espejo - ¿Me queda bien?.- Sí, pero... no lo puedes comprar.- ¿Por qué?.- Porque yo tengo la tarjeta y no te la voy a dejar... a menos que me beses. -

Úrsula se quitó el vestido rápidamente y susurró.- A tomar por su trasero el traje.- Pero al sacarse al traje por arriba la agarré de la cintura y le endosé un fuerte beso, que ella rechazó en cuanto pudo. Volví a besarla, esta vez en la cara mientras se abrochaba la camisa -¡Chica!.- De nuevo.

Fuimos a casa y después de cenar y ver un poco de tele, nos acostamos, pero yo no estaba dispuesta a dejar perder la oportunidad, así que a poco de empezar la noche, me quité el camisón y me presenté así, en bragas sólo en el dormitorio de Úrsula, que abrió la luz de la lamparilla al oírme llegar.

-¿Qué haces?.- Pues, ya ves...- Le dije, asomándome desnuda a su puerta y sintiendo su mirada clavarse en mis senos desnudos y en mi sexo cubierto por las bragas. Me metí en su cuarto y me metí en la cama. Descubrí que Úrsula también dormía en bragas.

Úrsula no sólo no me rechazó, sino que me dijo.- Me has puesto muy caliente esta tarde, ¿Sabes?.- Yo le respondí.- Bueno, no pasa nada si ahora te desahogas, ¿con quién mejor que conmigo?

Úrsula entreabrió sus labios al sentir acercarse los míos y abrió sus piernas al sentir mi mano deslizarse por su cintura. Mi lengua se introdujo en su boca y mi mano en sus bragas, buscando su sexo húmedo tal vez aún por el último pipí de la noche. Mis dedos se ensortijaron entre sus labios y su clítoris: Un muslo, el índice, un labio, el corazón, el clítoris, el anular, el otro labio, el meñique, y su otro muslo. Doblé el corazón para introducirlo en la raja de Úrsula, húmeda, dulce.

Metí mi pierna entre sus piernas y ella hizo lo mismo. -¿Qué tal si nos quitamos las bragas?- Me dijo y yo asentí y nos deshicimos de ellas. Pronto nos prodigamos el placer mutuo que aprendimos a prodigarnos en el jakuzzi. Luchábamos las dos por provocarnos antes el orgasmo procurando que la otra no nos arrancara antes el orgasmo. Eso sí, esta vez deseábamos prodigarnos un placer verdadero, y todo ello mientras nos besábamos.

Veía acercarse mi orgasmo y no estaba dispuesta a ser vencida otra vez, así que cambié de tercio, y comencé a comerme el pecho de mi madrasta. Su mano ya no alcanzaba mi sexo, pero su rodilla se me clavaba. Yo lamía sus pezones. Sintiendo endurecerse y sobresalir más aún la punta de sus pezones, que sostenía entre mis labios y lamía con la punta de la lengua y estiraba de ellos, para volverlos a lamer.

Bajé mi cabeza hasta su sexo y comencé a saborear el clítoris y los labios de su sexo, como antes lo había hecho con los pezones. Su sexo rezumaba humedad y yo sentía el mío muy mojado y un gran calor dentro de mí y un peso en mi sexo que sentía inundado de sangre.

Úrsula hizo un esfuerzo por llegar a mi sexo, y cada vez nos íbamos escorando más. Al final, mi sexo estaba tan cerca de su boca que me pidió.- Dame tu sexo, dame tu sexo, por favor .-

Coloqué mi sexo encima de su cara, que quedaba entre mis piernas y pronto sentí sus manos agarrarme las nalgas y su lengua lamer mi sexo como si de un helado se tratara. Hundí mi cara entre sus piernas y saboreé su sexo golosamente. Comencé a correrme silenciosamente, sintiendo clavarse su barbilla en mi clítoris y su nariz en mi sexo. Me afané en hacerla llegar al orgasmo, se me acababa el orgasmo y sentía la desazón de una segunda derrota hasta que empecé a sentir el vientre de Úrsula agitarse bajo mis senos. Su sexo comenzó a destilar deliciosa miel y ella abandonó su empeño ya conseguido de halarme y comenzó a gemir felizmente.

Aquella noche dormimos juntas, pero a primera hora de la mañana, volví a mi cuarto. Había obtenido una victoria. Había introducido a mi madrastra en las relaciones lésbicas, pero de ahí a que se cumpliera mi fantasía de hundirsela había un abismo, pero al día siguiente volví por mis fueros.

La saludé por la mañana, en la cocina, con un beso en la boca. Estábamos vestidas con unos pantaloncitos de hacer deporte y una camiseta, pues antes de desayunar, íbamos a hacer deporte. Corrimos. Hablamos de cualquier cosa, para romper cualquier remordimiento sobre la noche anterior. Me decidí, por primera vez desde que se instaló la sauna, en meterme con ella en la sauna, desnudándonos completamente antes de entrar allí. Ella entró envuelta en una toalla. Yo llevaba la toalla atada a la cintura.

Estábamos sudando de lo lindo y el vapor inundaba la pequeña estancia forrada de madera. Todavía era Úrsula un poco reacia a desnudarse delante de mí. Yo me deslié de la toalla que cubría mi cintura. Úrsula estaba sentada en el banco de madera con los ojos cerrados. Abrió los ojos al sentir que me sentaba encima de ella poniendo mis piernas a ambos lados de sus muslos. Mi pecho le quedaba la altura de la cara.

Arqueé mi cintura para llevarle mis pezones a la altura de la boca, rozando sus labios, que empezaban a sucumbir a la tentación. Poco a poco su boca se abrió para mamar de mi pecho y su mano se extendió entre mis piernas para acariciarme el sexo e introducir tiernamente su dedo dentro de mi cocoy.

Dejé hacer a Úrsula para que se creara una deuda conmigo. Úrsula parecía enloquecer con mis pezones entre sus labios y su mano introduciendomelo fuertemente. Yo disimulaba, haciéndole creer que me causaba más efecto del que en realidad me causaba. De todas formas, mi sexo estaba mojado, en la casa no había nadie y Úrsula me estaba provocando un orgasmo fenomenal. Comencé a chillar y a moverme contra su mano, -Ahhh Ahhh Ahhhhhh.- La verdad es que el calor de la sauna hacía que la sensación de asfixia hiciera que mis convulsiones orgásmicas fueran mucho más intensas.

Me corrí como si fuera una loca, permaneciendo así, sentada durante un largo tiempo después. Abrazada a mi madrastra y mezclando mis sudores con los suyos, con los cuellos pegados la una a la otra y las bocas fundidas, a veces.

Cogí a Úrsula de la mano y atravesamos corriendo la casa, en pelotas vivas para tirarnos a la piscina. Lo llaman a eso un "finlandés" o algo así. La sensación es bestial, y especialmente después de haberme corrido yo y en el caso de Úrsula, mantener el pulso acelerado. Jugamos en la piscina a atraparnos.

Una perseguía a la otra y no cambiaban los papeles hasta que no introducía lo levemente que las circunstancias requerían, el dedo en alguno de los agujeros de la otra. Así estuvimos jugando media hora entre ahogadilla y carrera y tenues metidas. Sentía introducirse su dedo en mi almeja anestesiada por el agua fría, lo mismo que sentía su carne rugosa en mi mano.

Salimos de la piscina y nos dirigimos al jacuzzi. Mi padre había ordenado instalar una ducha encima justo del jacuzzi. Era una ducha que cubría a quien se bañaba, completamente.

-Tú eras la que me cogía el agua .- Me dijo Úrsula, mientras recibíamos el agua templada en nuestro cuerpo. No le dije nada, pero enfrié el agua bastante. -Ahhh, ¿Qué haces?.- Me abracé a ella y ella se abrazó a mí fundiendo nuestro cuerpo y nuestra boca, buscando nuestro calor mutuo y permanecimos así abrazadas hasta que nos tiramos al jacuzzi que empezaba a llenarse.

Nos revolcamos la una en la otra, tomando la alternativa, sintiendo el agua fría sobre nuestra espalda, una vez una y otra vez otra, mientras volvíamos a acariciarnos nuestro sexo, y volvíamos a voltearnos, y a sentir el agua templada inundar ahora nuestro cuerpo.

M e quedé debajo de ella y ella se incorporó de rodillas, mientras continuaba metiéndome el dedo. Yo me agarraba los senos que me flotaban y miraba su expresión lasciva, mientras yo ponía carita de corderito sumiso. Arqueé la espalda y levanté mi sexo.

El agua fría empezó a caerme sobre mi vientre y mi sexo. Úrsula acercó su boca y comenzó a lamerme el clítoris mientras me seguía tirando con el dedo, mientras me asía de la cintura, ayudándome a mantener mi posición.

Sentía un cóctel de sensaciones sobre mi piel: El agua templada en mi espalda y en mis nalgas y la nuca, el agua fría sobre mis senos y mi vientre. Los pelos de Úrsula me rozaban el vientre haciéndome cosquillas. Los labios de mi madrastra sobre los labios de mi sexo, y su lengua sobre mi clítoris, y los dedos largos introducir. Me volví a correr.

El resto del día lo pasamos las dos muy enamoradas. Pegadas la una a la otra e intercambiándonos abrazos. Llegaba la noche y tenía que recuperar mi "deuda", ya que yo me había corrido dos veces. Úrsula me preguntó. -¿vas a dormir conmigo?-ya veremos-.

continuara....


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Mi Madrastra (I)


No me sentó nada bien el anuncio de mi padre de contraer matrimonio de nuevo, tras el divorcio de mi madre, que se había escapado con un fontanero cincuentón que vino a arreglar el fregadero, un viernes por la mañana de hace tres años.

Entonces yo tenía veintiún años y no aprobé en absoluto la actitud de mi madre, que se lió la manta a la cabeza y se escapó con aquel hombre, de aspecto varonil y pelo en pecho. Bueno, supongo que las cosas no irían bien entre ellos, pero apoyé a mi padre y me quedé con él.

El hecho no es que reprobara que mi padre, cercano a los cincuenta años quisiera rehacer su vida, sino el hecho de que quisiera hacerlo con una chica de veintiséis años, que podía ser mi hermana, y no precisamente mayor. No lo achaco a que soy hija única y que podría tener un poco de celos de Úrsula, como se llamaba la pretendida de mi padre, sino al hecho de que siendo ésta de veintiséis años de edad, pensaba que buscaba en mi padre sólo buena vida y posición económica.

Para colmo de males, Úrsula, aunque no era de mis íntimas, era de mi círculo de amistad y de hecho, habíamos ido a más de una fiesta . Tengo que reconocer que en mi animadversión influían dos factores: Por un lado los continuos mimos y detalles de todo tipo que mi padre tenía con su novia. Por otro lado cierto miedo a las repercusiones económicas que el matrimonio de mi padre, casado en régimen de gananciales con aquella señorita podría producir sobre el montante de la herencia.

Este segundo extremo lo solucionó mi padre optando por la separación de bienes, pero todavía podía la recién casada ir convenciendo a mi padre para cambiar el régimen matrimonial o que le fuera poniendo algunas "cosillas a su nombre" Quedaba, no obstante mi indignación por el regalo de aquel collar de 750.000 pesetas (Unos 4.300 US$).

No pude ocultar desde el principio, a pesar de mis deseos, la hostilidad que sentía hacia la usurpadora, pero por no "joder" a mi padre y por que pensaba que muy bien podía ser yo la que saliera perjudicada en una lucha frontal, le ponía buena cara e intentaba hacer de tripas corazón.

Estaba bellísima Úrsula el día de la boda. No pararé a aburriros con los detalles del traje carísimo que mi padre le había comprado, como tampoco los detalles del magnífico banquete. Me sentía como una hermanastra de la cenicienta, que, naturalmente era ella. Me acerqué a la feliz pareja para felicitarles y ¡Ay!¡Qué mala pata! Tropecé y el champagne calló sobre su vestido.

¿Queréis creer que la tiparraca me acusó de haberme tropezado a cosa hecha. Bueno. No me acuerdo, creo que algo así se me pasó por la cabeza. Pero imaginaros, en lugar de callarse y sonreír, la que se armó y en el aprieto que puso a papá.

Me fui enfadada de la boda y no volví a ver a mi madrastra hasta dos semanas después que volvían de la luna de miel en un crucero por el Ártico para emprender un crucero de otras dos semanas, al día siguiente por el Mediterráneo.

Quieras que no, aquella escenita que armó en la boda supuso para mí toda una declaración de guerra y ya no disimulaba mi animadversión hacia ella, aunque siempre, de espaldas a papá, al que le guardaba la cara y delante del que siempre lucía una sonrisa limpia y alegre como si de un anuncio de dentífrico se tratara.

El colmo de mi depresión llegó el día que hicieron en casa el amor por primera vez, ya que oí cómo la guarra se tiraba a mi padre, pues era ella la que lo calentaba y la que estrujaba de mi padre hasta la última gota de su fluido, dejándolo exhausto, casi al borde del ataque al corazón.

Al día siguiente me cambié de habitación, yéndome, desterrándome a una habitación olvidada del tercer piso que apenas usábamos. Era la habitación que habíamos usado para el servicio cuando la empleada dormía en casa, hacía años. Lo bueno era que podía disfrutar así de mayor libertad. Pero aún así, hasta el día de mi victoria, no pude quitarme de la cabeza los jadeos de esa perra calentorra al borde del orgasmo.

Inicié desde ese momento una serie de operaciones que tenían como objetivo sacar de quicio a Úrsula, que era lo que precisamente odiaba mi padre en una mujer. Una de mis actividades favoritas era robarle el agua caliente mientras se duchaba. En efecto, cuando ella se duchaba, abría el grifo del lavabo y la cocina y el agua le salía fría. Luego los cerraba y daba al agua fría y ella, en su ducha se quemaba. La oía quejarse, suplicar que no tocaran el agua. Me la imaginaba tiritando de frío en uno de los extremos de la ducha y luego, la expresión de dolor provocada por la caída del agua muy caliente sobre su piel.

Esto no duró mucho tiempo, porque tras unas cuantas quejas, un día aparecieron unos fontaneros con un paquete enorme que resultó ser un jakuzzi. ¡Y yo, en el tercer piso, con un cuarto de baño que no tenía más que una cutre ducha!.

Una cosa que no le perdonaba a Úrsula es que se pusiera aquel suéter de color verde plátano que le quedaba, para colmo de la infamia, mucho mejor que a mí. Bueno, imagínate que la recriminé por ponerse mi ropa y me dice que bueno, que la tratará bien, pero que al fin y al cabo, la ropa me la había comprado papá, así que era de la familia. Me cabreé mucho, pero la solución de mi padre me cabreó más. Bueno, dijo que lo lógico era que yo también me pusiera la ropa de Úrsula. ¡Qué bien!

Pero entonces se me ocurrió que la podía fastidiar usando las prendas que más quería, así que comencé a ponerme el abrigo de pieles que mi padre le había regalado, y como eso no le fastidiaba bastante, me ponía su ropa interior. Además, comencé a pasearme en bragas por la casa, cuando estaba sola con ella, por si le cabía alguna sospecha. Se cabreaba pero no me decía nada.

No sé por qué me excitaba ponerme las bragas de Úrsula, sentía una sensación de hacer algo que no debía hacer pero que me gustaba. Aquello duró algún tiempo, hasta que un día noté los cajones de la ropa de mi cuarto removidas y sospeché que iba a responderme de la misma forma. Efectivamente, bajé al piso de abajo y allí me la encontré, preparándose un zumo de naranja con unas de mis bragas más sexys puestas. A decir verdad. El cuerpo de Úrsula le hacía honor a mis bragas, pues tenía un trasero gordito y bien hecho.

Me encontré mis bragas usadas por la tarde, en la puerta de mi cuarto. Me puse roja de ira, las cogí y no sé por qué tuve la tentación y el deseo de olerlas. Aquello debería haberme parecido una cochinada, pero al recibir su perfume marítimo, que se mezclaba con el olor de esencias de baño, me alegré de haberlo hecho. Me obsesioné con ese olor a sexo femenino. Me preguntaba si olería el mío de la misma manera, y sí. Era igual, pero al mismo tiempo diferente. El olor de Úrsula tenía algo de delicada esencia almizclada. Nuestros celos mutuos eran tantos, porque creo que ella también me tenía celos, que llegó incluso en lo deportivo. Las dos hacemos deporte. Tal vez ese sea el secreto de nuestro tipo excelente. Era cuando únicamente realizábamos junta alguna actividad, ya que salíamos las dos a correr, pero siempre disputábamos por llegar una antes que otra e incluso nos dábamos hombrazos y codazos.

Una vez le entró ganas de hacer pipí y me dijo que la esperara. Bueno, pasaban unos chicos por allí y se me ocurrió la travesura de decirles que por favor le dijeran a mi amiga que estaba en el bosquecito de árboles que me tenía que ir. Los chavales fueron un poco incrédulos, pero salían corriendo y riéndose a carcajada limpia. Salía Úrsula de muy mala leche y se puso a correr sin decirme nada, pero ambas sabíamos lo que había sucedido.

Mi padre le instaló a Úrsula, aunque él decía que era para las dos, un pequeño gimnasio con una sauna. Yo me propuse no utilizar la sauna, pero me entraba una envidia tremenda verla disfrutar a ella, enrollada en la toalla, al principio, pero conforme avanzaban los días, iba desnudándose y mostrándome impúdica su cuerpo maravillosamente esculpido cuando me asomaba para contemplarla. En una actuación más de rivalidad, le alteraba la temperatura de la sauna, provocándole una irritación más profunda que cuando le alteraba la temperatura del agua de la ducha.

Un día, Úrsula estaba tan cabreada que me estaba comiendo un yogur en la cocina, después de haber puesto la temperatura de la sauna a un nivel parecido al del infierno. Venía colorada como un salmonete y comenzó a encararse conmigo, yo me hice la sorda y le dije que me dejara comer tranquila. Ella abrió la nevera y cogió un bote de leche y me lo echó por encima, diciéndome - ¡Toma un poco de "esto" a ver si se te mejora la mala leche, mamona!.-

Me quedé blanca, por lo blanco de la leche, porque no me lo esperaba, porque estaba muy fría, pero reaccioné a continuación y cogí la jarra de agua fría. Así que la perseguí y cuando estaba en el jardín, con la toalla alrededor del cuerpo, me coloqué detrás y le grité -¿Has pasado calor?- Se dio la vuelta sorprendida.- ¡Pues toma!- y le tiré toda el agua encima.

Salí corriendo a mi cuarto y ella me persiguió, pero le di con la puerta en las narices. Úrsula se chivó a mi padre y éste me castigó sin salir. ¡Qué coraje me dio verlos salir cogidos del brazo, con la expresión de arpía de mi madrastra aquel sábado!

Pero no me salió mal del todo la noche, pues descubrí que en el canal de pago ponían todos los sábados unas películas eróticas de lo más divertidas. Me llamó la atención las escenas heterosexuales y de tríos, pero descubrí que lo que más me gustaba eran las escenas de lesbianas. Tenían una sensualidad especial que me excitaban poderosamente. Antes de que me diera cuenta me había metido la mano en las bragas de Úrsula, porque en venganza a mi castigo me las había puesto, y comencé a halarme al ver cómo una morena era tirada por una rubia estupenda y luego ella le hacía otro tanto. Me llamó en especial la atención aquellas bragas de las que pendía un miembro ortopédico que la morena se empeñaba en introducir dentro de la rubia y viceversa.

Una de las escenas era especialmente divertida, ya que, ambas mujeres portaban su miembro artificial, pero una de ellas le daba a la otra por detrás y pensé inmediatamente que podrían ser un par de travestidos. El miembro de goma de la chica ensartada se movía balanceado por los envites de la otra chica.

Mira por donde comencé a aficionarme al sexo lésbico, pero no me atrevía a salir del armario. Me comencé a correr pensando en alguna amiga, pero inmediatamente, la estrella favorita de mis películas fue mi madrastra, a la que ensartaba con un miembro de goma gigantesco una y otra vez mientras ella me pedía que no lo hiciera, al tiempo que me miraba con expresión de "no quiero pero quiero".

Después de mi castigo y mi descubrimiento, las relaciones con mi madrastra cambiaron. Decidí no ser tan arisca y me interesaba acercarme a ella para empaparme totalmente de cada gesto que luego intentaba reproducir en mis sueños.

Comencé a cambiar mi relación con mi madrastra, pero entonces mi madrastra comenzó a tratarme como si tuviera veinte años más que yo, con una prepotencia y un paternalismo que me molestaba bastante, pero recibía la compensación del contacto con su cuerpo sudado cuando realizábamos los ejercicios en el pequeño gimnasio que nos habíamos montado en la cochera, o el tacto de su piel suave cuando le extendía la crema por su espalda, cuando tomábamos el sol en la piscina.

A pesar de todo, la convivencia no era fácil. Un día se quitó la parte de arriba del sostén para hacer top less, me animaba pero a mí me daba vergüenza, ya que mi pecho era bastante más pequeño que el suyo. En efecto, sus pechos eran de una exhuberancia tropical. Sus pezones eran grandes y bien definidos, con una punta que desafiaba a todo mirón.

Un día nos bañábamos en la piscina, y jugábamos a ver quién cogía a quién. Úrsula me perseguía me estiró del bañador, bajándomelo hasta la rodilla, me cabreó bastante, pero bueno, lo dejé pasar. Yo cuando la cogía a ella, le tocaba el trasero, o los muslos. A la siguiente vez, Úrsula me tiró de la cinta del sostén y me hizo mucho daño. Me volví y le di una torta. Ella me respondió de la misma manera. Comenzamos a pelear.

Yo le di una ahogadilla y ella me cogió de abajo para tirar de mí hacia el fondo. Luego me arrancó la parte de arriba del bikini. Me lié a ella para que se hundiera conmigo hasta el fondo, mientras le ponía el brazo contra la cara. Sentía llena de rabia y de sensual excitación su cuerpo enrollado alrededor del mío, sus pechos a la deriva rozarse con los míos, sus muslos hincarse en mi sexo desinteresadamente, lo mismo que los míos en los suyos.

Salimos a la superficie casi ahogadas -¡Guarra! - ¡buscona! - ¡Vete a la mierda! -¡Y tú a tomar por trasero!- Úrsula me había mandado a tomar por trasero. Aquello se me quedó grabado y me dolió casi más profundamente que la pelea que habíamos tenido.

Me dediqué a joder de nuevo a mi madrastra. Un día tenía que presentarme a una entrevista de trabajo a las diez, mi padre entraba a trabajar a las 8 y media. Lo ideal era que mi madrastra me llevara, si no, que me dejara el coche. No me lo quiso dejar, señalando que había quedado con Kity, una amiga suya cuarentona a la que mi padre y yo odiábamos. Me fui con mi padre a las ocho, pero le quité las llaves del coche.

Tuve muy mala leche, ya que sabía que Úrsula se había negado a llevarme para fastidiarme, sabía que Kity estaría en su casa, así que me dediqué a ponerle la cabeza a mi padre como un bombo. Mi padre llamó a Kity , quien le dijo que habían quedado, pero a las once, y que no se había presentado pues no encontraba las llaves del coche, lo cual era lógico, pues Kity vivía a cuarenta kilómetros.

A mi padre le entraron unos ataques de cuernos. Llamó a Úrsula a casa, y suponiendo que estaba con otro hombre, se presentó allí. Cuando llegué a casa, lo primero que hice es dejar las llaves del coche en su bolso. La verdad es que el distanciamiento entre mi padre y mi madrastra duró hasta la noche, pues la muy buscona, con sus artes de bruja, utilizó el sexo para aplacar toda la furia de mi padre.

Otro día hice lo mismo, pero con las llaves de la casa Le quité las llaves del bolso y cuando volvió a las once de la mañana, se tuvo que quedar en la puerta, ya que la asistenta había llamado diciendo que en lugar de ese día vendría el siguiente. Cuando llegué de la facultad a las tres de la tarde estaba negra. Para colmo, abrí con su llave, y al verla y preguntarme cómo tenía sus llaves, no supe darle una explicación. -Un error humano, supongo - le dije.

Un día se preparaba el jakuzzi para bañarse. Salió un momento del cuarto y aproveché para meter en el jakuzzi a una tortuga que tengo desde que era niña del tamaño de una mano. Mi madrastra gritó espantada, la muy tonta, al ver la tortuga. Me llamó desesperada e histérica. Yo me reía al ver la "ocurrencia" de mi tortuga y ella me gritaba diciéndome que había sido cosa mía. Yo le aseguré que no que era cosa de la tortuga.

Cogió la tortuga del jakuzzi y la tiró contra la pared. Se me saltaron las lágrimas. Menos mal que no le pasó nada a "Marisol", como llamaba a mi tortuguita. Pero de primeras pensé que la había matado. Úrsula se preparaba para bañarse por lo que sólo llevaba puesto alrededor una toalla y yo acababa de levantarme, así que estaba en ropa interior con un sostén y unas bragas, por supuesto, de Úrsula.

Le pegué a Úrsula un empujón y ella me lo devolvió. Le agarré de la toalla y se la tiré al suelo. Se quedó desnuda. Ella entonces, en lugar de taparse, me arrancó el sostén y pegó un tirón a las bragas que las desgarró, causándole unos daños irreversibles. Le pegué con toda la mano lacia en los melones. Inmediatamente ella me respondió de la misma manera. Sentí un dolor intenso que me puso más furiosa, así que de un empujón la eché al jakuzzi y me fui tras ella y le eché mano al cuello y le di una ahogadilla, mientras ella terminaba de arrancarme las bragas del todo.

La tenía cogida del cuello con una mano y la veía, con su pelo rubio mojado en su cabecita redonda. Fue un gesto mecánico que no sé cómo me atreví a hacerlo. Le eché manos al cocoy mientras la sujetaba del cuello. Quería hacerle daño, así que no dudaba en agarrarla del cocoy con toda la malicia que podía. Su cocoy mojado se endurecía entre mis manos. Ürsula no se amilanó y pronto sentí su mano sobre mi sexo, intentando hacerme el mismo daño que yo le hacía a ella.

Al cabo del rato de sufrir mutuamente los ataques, noté que Úrsula estaba relajada. La muy buscona había tomado una actitud de disfrute, y todo para soportar mejor mis ataques y salir triunfante. Inmediatamente tomé la misma actitud y entonces la pelea cambió de reglas, pues las dos sentíamos el placer en nuestro sexo, y ahora la pelea consistía en prodigar a la enemiga el máximo placer posible y no correrse antes que la otra.

Sentí que Úrsula introducía su dedo en mi sexo. Yo no me quedé atrás y le metí, no uno, sino tres dedos. Mi clítoris sentía todo el calor del agua del jakuzzi. Úrsula, para aumentar el efecto de sus tres dedos, que ella ya había introducido también, me clavó el muslo entre las piernas, con lo que no me podía escapar de su mano. Me estaba haciendo efecto su ataque. Sentía un calor subírseme a la cabeza, especialmente, cuando ella, por estar debajo de mí comenzó a morderme los melones.

Me comencé a correr y ya sólo me preocupé de sentir mi orgasmo y abandonarme al placer de mujer conquistada. Junté la cabeza de Úrsula, que no paró de correrme hasta que no había terminado de consumar mi orgasmo.

Había perdido una batalla, pero no la guerra. Úrsula se preocupó pro el estado de mi tortuga mientras se ponía la bata, después de salir del jakuzzi como una ninfa de piel brillante. Me decepcionó que Úrsula no siguiera metida en el jakuzzi y se aprovechara de su victoria.

No volvimos a hablar del tema, pero sabía que aquella situación estaba anidada en su cabeza, con cierto recuerdo de satisfacción y culpabilidad. Para convencerse de que no era lesbiana, tuvo una semana de pleno sexo con mi padre, que se levantaba agotado por las mañanas, una hora más tarde que lo que debía.

No conseguía, a pesar de mis intentos disimulados, arrastrar a mi madrastra hacia otra situación como la del jakuzzi. En una ocasión, puse delante de mi madrastra una cinta porno de las que a mí me gustaban. No creáis que le hizo ascos, al revés, se divirtió mucho al ver las escenas heterosexuales y de tríos, pero al llegar a las escenas de lesbianas que a mí me gustaban, se le puso la cara de mil colores, y tras un largo rato, se levantó y se fue, no sin antes mirarme con expresión dura que fue respondida por mi parte con una mirada todo lo lasciva que podía.

Como era absurdo seguir fastidiando a Úrsula y tampoco podía, por el momento, seducirla, me dediqué a tomar una postura intermedia. La acosaba descaradamente cuando mi padre no estaba y disimuladamente cuando mi padre estaba. Así, cuando comíamos los tres juntos, yo me sentaba en frente de ella, y tras descalzarme, extendía mi pierna en busca del calor de su entrepierna. No paraba en mi camino hasta no llegar al tope, si ella antes no cerraba las piernas, antes de que mi pié estuviera en medio, pues si no, mi pié seguía avanzando entre sus muslos estrechados.

Mi padre sentía cierta complicidad entre ambas y ello le hacía feliz, pues pensaba que las diferencias entre las dos habían o estaban empezando a desaparecer. Había, no obstante, algo que no se me olvidaba, y era el día que me mandó a tomar por trasero.

Un día llegó hasta mis manos, tal vez como consecuencia de una revista o de un folleto de compra por correspondencia un anuncio de esos que te venden cincuenta tipos de consoladores y vibradores distintos. Me enamoré de uno que se ataba con unas correas al torso y que era parecido al de aquella escena porno de dos chicas que parecían dos travestidos.

Me daba vergüenza pedirlos, así que los pedí a nombre de Úrsula, usando su cuenta corriente, cuyo número aparecía en todos los papeles donde guardaba la asignación que le daba mi padre, mucho mayor que la mía, a pesar de que estaba tirando continuamente de la tarjeta. El paquete llegó por correo urgente. Estuve pendiente quince días para recogerlo yo misma. Me subí a mi habitación con el paquete y lo abrí para verlo. Era una maravilla. Lo traté con más cariño que a mi tortuga "Marisol".

Era rosa, de tacto suave pero fuerte, se doblaba un poco, sí, tenía cierta flexibilidad. En seguida lo escondí, pero quería saber el efecto que tal instrumento proporcionaría sobre mi víctima, por ejemplo: Úrsula, mi madrastra. Así que esa misma noche me acosté y me quité las bragas mientras colocaba el consolador suavemente entre mis piernas y luego, comencé a introducirme con el aparato.

continuara....


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