
Mi contestación dejó un poco confusa a Úrsula.- Sí, dormiremos juntas pero tienes que consentir.- ¿En qué?-
-Bueno, tu me has hecho correrme dos veces ¿No?.- Sí - Pues ahora tengo que ser yo la que te haga correr.-
-Bueno, yo creía que...- Sí, tú creías que me hacías un favor o que me dabas el gusto ¿No?, bueno, pues ahora te voy a dar el gusto yo.- Le dije por fin.
Úrsula volvió a mirarme confundida cuando al avanzar la noche me besaba para llevarme a la cama y yo no me inmutaba y al final, subía a mi cuarto, mientras ella se dirigía al suyo.
Úrsula me vio aparecer por la puerta de su cuarto con un pantalón vaquero puesto, pero no pareció darse cuenta del bulto de la bragueta. De hecho, llevaba el pantalón vaquero desabrochado.
Me acerqué a ella sin hablar y de un tirón le quité la sábana que la cubría. Úrsula me esperaba desnuda, con unas bragas puestas que me eran familiares. -Mira, me he puesto estas bragas, seguro que la asistenta se ha equivocado.-
Eran unas de mis bragas. -Eres una chica muy mala, mala, mala y te vas a enterar.- Le dije con voz picarona. Me senté sobre la cama y le quité las braguitas, con la mano, y cuando estaban ya fuera de sus muslos, tiré de ella con la boca. Las olí y le dije.- Me las has ensuciado. Me lo tienes que pagar.- Aunque en realidad las bragas me olían a perfume
-Cóbrate de aquí.- Me dijo Úrsula abriendo sus piernas y mostrándome el conejo. Me acerqué a él y comencé a besarlo mientras introducía un dedo en su boca para que lo chupara y con la otra, le acariciaba los pelos de su sexo. Luego sobaba los melones y me afanaba en lamer su tesoro, el clítoris. Los perfumes comenzaron a mezclarse en su sexo y mi lengua saboreaba el dulce néctar de su flor, que se abría, al separar las piernas y me ofrecía como un par de frutas, la parte baja de sus nalgas, con su piel de melocotón, que se mostraba tan sensible ante mi lengua y las caricias de mis dedos.
Le separé las nalgas para que su agujero se abriera a mi lengua y en plena paranoia hasta acerqué mi pecho a su sexo y comencé a restregar mis pezones por su raja mojada, ayudándome con las manos. Podía ver su clítoris cada vez más desafiante, más chulo, como el chico que cuando le pegan se pone más recto.
Agarré su clítoris con los dedos, y luego con los labios y lo maltraté, mientras veía como Úrsula se agitaba debajo de mí. Había llegado el momento. -No te vayas ahora, cocoy mío.- Dijo Úrsula al ver que me incorporaba, y sintió primero una expresión de alivio cuando vio que me deshacía de los vaqueros, y luego de estupor al observar el miembro que llevaba atado a mi cintura.
- Eso... ¿Qué es?.- Ya ves... Lo he comprado con el dinero de tu asignación. Sí, lo he comprado pensando en ti.-
Me tiré sobre Úrsula sin perder tiempo y comenzamos a forcejear, como en los primeros tiempos, pero yo la tenía agarrada por las manos y no se podía escabullir, por lo que decidió cooperar ante mis palabras tranquilizadoras. Separó sus piernas y me cogió de la cintura. Yo coloqué el aparato entre sus piernas y agarrando el aparato con toda la mano, metí primero el prepucio de latex y luego todo el resto del aparato.
Me agité dentro de Úrsula, que desvariaba y decía palabras de amor que no podía creer. Tendió sus brazos hacia atrás, agarrando el cabecero de la cama y ofreciendo su pecho a mi boca, que mamaba de sus senos como si no fuera una madre postiza, sino la auténtica.
La agarré de las nalgas para acelerar y aumentar la intensidad de mi movimiento cuando Úrsula me advirtió de que le llegaba el orgasmo y se puso a gritar exageradamente, y luego se quedó jadeando, mientras retiraba poco a poco mi aparato.
Me quedé a dormir en la cama de Úrsula, y las caricias se prodigaron esa noche, llenando la habitación de un ambiente íntimo.
Desde aquel día, las relaciones madrastra-hijastra mejoraron considerablemente, para alegría de mi padre, que por otra parte, sintió bastante alivio cuando por fin parecieron que los apetitos sexuales de su mujer se calmaban. Pero yo no había olvidado un pequeño detalle y es que Úrsula me había mandado a tomar por trasero.
Ahora era Úrsula la que me buscaba, la que metía los pies por debajo de la mesa para acariciarme, la que, en fin, deseaba ser mía. Yo tomé una actitud bastante amable, pero distante, hasta que un día, Úrsula, medio llorando me dijo que cuál era el problema.
-Me mandaste aquel día a tomar por trasero.- Claro, Úrsula no se acordaba .- Estoy resentida por eso, y sólo hay una manera de solucionarlo.-¿Cuál?.- Que seas tú a quien den por trasero...
Úrsula me miró incrédula y durante unos días me trató un poco fríamente, pero al cabo de unos días, tuvimos la misma conversación. Bueno, no pasaron más que dos o tres días y una mañana, Úrsula se presentó en mi cuarto. Se acababa de bañar y llevaba una de mis bragas. Para nosotros, eso se había convertido en una declaración de intenciones.
Úrsula se me metió en la cama y comenzó a besuquearme todo el cuerpo. -¿Estas dispuesta?- Le dije.-SÍ- Me contestó.
Y después de algunos prolegómenos, me vi con Úrsula a cuatro patas sobre la cama, y yo metiéndole el aparato en el conejo, por detrás, frente a un espejo en el que nos veíamos las dos y nos mirábamos a los ojos.
Cuando el aparto estuvo suficientemente lubricado, y Úrsula suficientemente excitada, saqué el aparato y obligué a Úrsula a tenderse en la cama. Allí estaba aquel trasero perfectamente hecho. -Sepárate las nalgas.- Úrsula obedeció.- Mientras, unté la cabeza del miembro con vaselina
Agarré el nabo con la mano y empecé a presionar y vi cómo la cabeza desaparecía dentro del agujero, entre las dos nalgas sabrosas.
Estaba totalmente tumbada encima de ella y hacía fuerzas con las piernas contra la pared para introducir el miembro, mientras sujetaba a Úrsula de los hombros y sentía sobre mi vientre las nalgas frescas de mi madrastra y su dura espalda en mis pezones.
Úrsula recibía mis envites con estoicismo. Ya lo tenía todo dentro. - ¿Sabes por qué quería hacer esto? Porque estaba seguro que no habías dejado que nadie antes te lo hiciera. Al fin y al cabo, quería de alguna forma estar casada contigo. Quería desvirgarte de alguna manera.-
Sentí la mano de Úrsula sobre mi sexo y yo puse mi mano sobre su clítoris. Úrsula se corrió suavemente, moviendo sus muslos y su cadera, como queriendo repeler el cuerpo extraño incrustado por detrás, Yo arqueaba mi espalda en mi afán de introducirselo y al sentir a su mano intentar halarme , hasta que finalmente, Úrsula cedió y se abandonó al orgasmo, sintiendo la dureza del miembro por detrás, y el suave tacto de las sábanos acariciarle los pezones.
Úrsula está ahora embarazada. Mi padre me decía orgulloso que el niño parecería hijo mío. Úrsula y yo nos miramos cómplicemente. No se imaginaba mi padre hasta donde era eso cierto. No ya podía ser la madre de mi hermanito, sino también el padre.
Ahora dice mi padre que no quiere mantener relaciones con Úrsula, ya que está embarazada, así que Úrsula viene a buscarme muy a menudo.
FIN
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