lunes, 19 de febrero de 2018

Cena de negocios


Un día al llegar Arturo de la oficina me dijo que su papá quería que lo acompañara a una cena de negocios, yo dije que sí, Arturo me dio todos los datos del lugar donde sería la reunión. Varias veces acompañaba a mi suegro o a mi esposo a cerrar negocios, cuando iba con mi esposo usaba todas la técnicas aprendidas en la universidad, cuando iba con mi suegro usaba mi cuerpo para convencer a las personas. Mi esposo ni idea tenía para que me quería realmente mi suegro, a Eduardo le encanta compartirme.

Llegó el viernes, para verme bien me puse una tanga negra, también de ese color un brassier, una minifalda negra de cierre al frente, una blusa tejida blanca y botas negras de tacón. Planche mi cabello, me veía bien, Ese día mi esposo vería a sus amigos y yo sería como tantas veces la puta de mi suegro.

Llegué al hotel donde se hospedaba la persona del negocio, nos veríamos en el restaurante, mi suegro me cita siempre un poco antes para decirme como estaba todo, llegué al restaurante mi suegro ya estaba ahí, al verme me saludó y me dijo lo rica que me veía, me dijo que el señor se llamaba Abraham, que era un empresario de Jalisco, el señor tenía 73 años, que seguramente al verme así le iba a dar un infarto, los dos nos reímos mientras platicábamos mi suegro me dio una pastilla de viagra para que después se la diera a Abraham.

P –Tú sí que eres un suegro malo, no solo me coges, también me haces coger con otros.

Tomábamos un poco de vino cuando llegó el señor, nos saludó, mi suegro nos presentó, el señor me desnudó con la mirada. Al principio le hablé de usted pero él me tuteaba y me pidió que hiciera lo mismo.

Durante la reunión mi suegro, me acariciaba las piernas discretamente. En algún momento Eduardo sacó unos papeles que Abraham debía de firmar, Abraham no se veía muy seguro, mi suegro le preguntó que que pasaba, Abraham le dijo que el punto dos no le parecía muy bueno para su empresa, mi suegro le explicó porque ese punto estaba hecho así, Abraham estaba por firmar, cuando mi suegro le dijo.

E –Además de todo lo que te daremos podrás cogerte a esta puta.

Abraham sonrió y firmó, mi suegro le preguntó qué cenaríamos, Abraham se disculpó y le dijo que lo único que tenía en la mente era llevarme a la cama. Mi suegro le dijo que si necesitaba algo para el sexo, Abraham preguntó que algo como que, mi suegro le dijo que si viagra, Abraham dijo que sí. Mi suegro le dijo que ya me había dado una pastilla, yo se la entregué.

P –Toma papi, para que podamos coger bien rico.

Mi suegro se rió, Abraham se la tomó. Estuvimos un rato más con mi suegro, a Abraham se le notaba que ya no aguantaba las ganas, mi suegro también lo notó.

E -¿Qué pasa Abraham no aguantas las ganas de darle a esta puta?

A –Sí ya no aguanto.

P –Sí no te importa Eduardo quiero subir ya con Abraham, quiero ver que sabe hacer.

Mi suegro dijo que subiéramos que él nos esperaba ahí. Abraham me tomó de la mano y así me llevó hasta el elevador, al entrar en él, Abraham comenzó a besarme y a agarrarme las nalgas y las piernas. Nuestras lenguas jugaban, me calentaba mucho estar a subiendo a un cuarto con un hombre viejo por orden de mi suegro, me sentía la mujer más puta y eso me excitaba mucho.

Cuando llegamos a su cuarto, me ordenó ponerme en cuatro sobre la cama, me levantó la falda hasta mi cintura y comenzó a nalguearme.

A –¿De dónde saliste puta? ¿de dónde te sacó Eduardo?

P –Soy una persona que le da este servicio, se lo doy desde hace tiempo.

Abraham desconocía que Eduardo era mi suegro, él me seguía nalgueando.

A -¿Cuándo venga a la ciudad me puedes atender?

P –Claro papi te daré mi número al rato.

Él se empezó a desnudar, yo me iba a levantar pero él me ordenó que me quedara así, cuando se desnudó todo, me paró frente a él, y poco a poco me desnudó. Estando completamente desnuda me acostó en la cama. Primero me chupó las tetas, su lengua daba pequeños golpes en mis pezones. Después de un rato bajó por mi cuerpo dándome besos, se saltó mi vagina y llegó a mis piernas, después subió a mi vagina, le pasó la lengua unas veces, después me chupó muy rico el clítoris, yo comencé a gemir.

P –Sí que rico, así, chúpame así.

Él seguía con su lengua en mi clítoris, no aguanté más y tuve un orgasmo.

P –Me vengo que rico.

Después de que me vine el siguió chupando, me tenía muy caliente.

P –Métemela, quiero sentirte dentro de mi concha.

Él se puso sobre mí y me la metió.

P –Aaaahhhh que rico.

Abraham comenzó a moverse, entraba y salía, él me gemía en el oído, sus manos me tomaban las nalgas y me cogía más duro, yo sentía como entraba muy adentro.

A –Que rica puta me consiguió Eduardo.

P –¿Te gusto? ¿soy una buena puta?

A –Eres la mejor.

Se quitó de mí y me hizo ponerme en cuatro, la apuntó a mi concha y me la metió otra vez, lo hacía muy rico este señor.

P –Así más, que rico lo haces.

Me tomaba por la cintura, la sacaba casi por completo para después meterla toda, yo gemía. Los dos nos movíamos primero lento pero poco a poco nos empezamos a mover más rápido, en un momento Abraham grito y me lleno de leche la vagina, me sacó su verga y me hizo limpiársela con la boca.

A –Como buena puta límpiamela con la boca.

Cuando acabamos regresamos con mi suegro, quien al vernos nos preguntó cómo nos había ido.

A –Excelente.

P –Él coge riquísimo.

Tomamos una última copa y nos despedimos, mi suegro y yo salimos, me acompaño a mi carro y me dijo que lo esperara y que lo siguiera en mi carro, así lo hice. Llegamos a una calle sola y muy oscura, él se bajó del carro y fue al mío, me ayudo a bajar, me llevó junto a un árbol, me bajo el cierre de la falda, me quito la tanga, se la guardo en la bolsa del pantalón, el cual se bajó. Como sabía que él no iba a querer meterme la verga por la concha cuando hace poco más de una hora otra había estado ahí, por lo que mi culo lo tendría que recibir, cosa que me encanta.

Se escupió en los dedos, me metió dos en el culo, yo sentí como me abría.

P –Ya méteme la verga.

Él se la agarró y poco a poco me la metió, cuando estuvo bien adentro, me tomó de la cadera y comenzó a moverse muy rápido.

P –Sí así que rico me llenas.

Él entraba y salía muy rápido, sentía el frió en mis piernas pero mucho calor en el culo, escuchaba los gemidos de mi suegro.

P –Así suegro cógete a tu puta.

Mi suegro me apretaba muy fuerte la cadera, se escuchaba el golpeteo de su cuerpo contra mis nalgas.

E –Que rico culo tienes nuerita.

P –Disfruta este culo que es tuyo.

Eduardo comenzó a venirse, sentí como su leche me llenaba el ano, cuando acabo la sacó, se la limpió con mis nalgas. Se acomodó el pantalón, yo recogí la mini falda y me la puse. Me sacó de esa zona y nos fuimos a mi casa, me vio meter el carro y se fue.


Mi esposo ya estaba ahí, me preguntó que como había estado todo, le dije que el negocio había resultado muy bien, mientras hablábamos sentí como de mi ano salía el semen de mi suegro, le dije a Arturo que me bañaría y que después me dormiría. Mientras me bañaba me saque todo el semen de mi suegro, como disfrutaba ser la puta de ese macho, y mi esposo creyendo que tengo una relación tan inocente con su papá, espero que Arturo nunca se entere de lo que realmente pasa entre nosotros.

Vengándome de Sara 2


Cierro los ojos un instante y revivo en mi mente lo que hizo la otra vez, cómo me cautivó e hizo conmigo cuanto quiso, convirtiéndome en una mierda de hombre. Este último pensamiento basta para recobrar la cordura momentáneamente perdida. Por dentro sonrío; se acabó la inseguridad, soy un hombre hecho y derecho; no me dejaré atrapar por los fantasmas del pasado.

—¿Te han gustado mis cartas, los poemas que te he dedicado, las canciones? –pregunto para desviar su atención.

—Me han encantado –dice con voz melosa–, de eso precisamente quería hablarte...

—Bien, pues... ¿qué te parece si venimos aquí después de que te enseñe la sorpresa que te he preparado? Si te han gustado mis poemas, esto te fascinará.

—Oh, Dani, ¡pero qué mono eres! –es increíble cómo soy capaz de captar la ironía ahora, antes me hubiese derretido ante ese comentario.

Sara me sigue hacia la otra habitación con aire prepotente, la dejo entrar primero y luego lo hago yo. Una vez estamos dentro, cierro la puerta y escondo la llave mientras ella mira a su alrededor, intentando encontrar la sorpresa que le he prometido.

—¿Y bien? –pregunta extendiendo los brazos y girándose en mi dirección.

No pierdo tiempo, lo cierto es que hace un rato que me muero de ganas de hacerlo, de liberar mi venganza sobre ella. Así que me lanzo en picado hacia sus labios que se cierran automáticamente tras recibir el efusivo impacto de los míos.

—¿¿¿Qué estás haciendo??? –pregunta sorprendida y alarmada a la vez.

Retengo sus manos cuando intenta apartarse de mí y la acerco hasta sentir la presión de sus senos sobre mi torso.

—Lo que debí hacer hace mucho tiempo –sentencio.

Saco toda mi fuerza y la empujo contra la pared con brusquedad, la acorralo para seguir besándola pese a su reticencia.

—Te estás pasando, Dani, ¡suéltame!

—Todavía no hemos acabado, Sara, ¿no era esto lo que querías? ¿Llevarme a esa habitación para hacer esto?

—No sé de qué hablas, yo no... no...

No la dejo terminar. Trabo mi boca a la suya invadiendo su interior con mi lengua mientras mi mano derecha asciende por sus prietos muslos desnudos y se cuela por debajo de la falda.

Sara se yergue rígida, intenta rehuir mi contacto, pero sus intentos son en vano. Empleo todavía más fuerza para retenerla.

Una de sus manos detiene la mía a mitad de camino entre sus muslos. Cojo con fuerza su muñeca y la pego contra la pared, hago lo mismo con la otra mano y, para evitar que me dé una patada, meto una de mis piernas entre las dos suyas mientras todo el peso de mi cuerpo sigue aplastándola contra la pared.

—Será mejor que me sueltes o...

—¿O qué? –la reto– ¿llamarás a tus amigas que esperan en el armario de la otra habitación con una cámara de fotos?

Sus ojos confusos se abren por la sorpresa.

—No sé de qué hablas...

—Yo creo que sí.

Estiro de sus muñecas y le doy la vuelta, estampando su cara contra la pared. Aprovecho la maniobra para pegar sus dos manos a la espalda y seguidamente conducirla hacia la cama. Con un movimiento veloz, la tumbo sobre el colchón boca arriba, extiendo uno de sus brazos hacia el cabezal de la cama y cojo los extremos de las cuerdas que previamente he preparado.

—Me estás asustando, ¿por qué haces esto? Para, por favor...

—Sara, Sara, Sara... –chasqueo la lengua con fastidio–. No sé por qué te resistes tanto, no creo ser el primero.

En cuanto termino de atar su mano derecha, repito la misma maniobra con la izquierda. Su pecho sube y baja preso del pánico, además respira con dificultad. Puedo sentir su miedo y confusión. Jamás pensé que fuera capaz de hacer algo así, de pensarlo siquiera. El odio y el resentimiento cultivado durante años, me ha conducido irrefrenablemente hacia esta situación. Por primera vez, no soy capaz de reconocerme. 

Tras inmovilizar sus manos, decido continuar con mi plan de venganza, simplemente no dejo que los remordimientos intervengan ¿qué sentido tiene no dar rienda suelta a tus deseos en un sueño?

Bajo su falda con delicadeza y asoman sus braguitas de encaje rosas, que se ciñen a su cuerpo como un tatuaje. Me fijo en su vientre plano y esos hermosos muslos prietos, sin un ápice de grasa. Sin ropa es todavía más hermosa.

La miro atentamente a los ojos, parece asomar un atisbo de súplica en ellos, pero en este momento es el deseo el que me guía y me insta para arrancar su camiseta, dejando al descubierto unos perfectos senos ocultos tras el sujetador. Ignoro sus protestas y amenazas mientras me deleito con su cuerpo semidesnudo, ese cuerpo del pecado capaz de hacer perder la cabeza a cualquier hombre.

Su errática respiración es indicio del miedo que siente al intuir mis intenciones, y lo cierto es que la visión que ahora tengo de ella me hace sentir, en cierto modo, culpable de mis actos: sus ojos de cervatillo dilatados, su alterada respiración, el leve temblor de su cuerpo cada vez que percibe el calor de mi proximidad... Pero solo soy culpable a medias, no olvido que tengo acorralado al mismísimo diablo personificado.

—¿Vas a violarme? –pregunta con lágrimas en los ojos– ¿Eres un violador?

Su pregunta me pilla desprevenido. Hago una pausa para pensar en la respuesta sin dejar de mirarla. Finalmente suspiro y trazo una línea sobre su cintura con el dedo índice. Ella se mueve para evitar mi contacto.

—No soy un violador, Sara, soy un hombre despechado, el primer hombre que ha descubierto tus intenciones y ha decidido pararte los pies.

—De acuerdo –interviene ella rápidamente–. Pues ya me los has parado. ¿Dejas que me vaya?

Me echo a reír presionándome el puente de la nariz con los dedos al mismo tiempo. No puedo creer que me siga tratando como a un estúpido. ¿No entiende que no voy a parar? Estoy viviendo una fantasía, y ya que he llegado hasta aquí, sobrepasando todos los límites de la moralidad, no pienso dar marcha atrás sin más. 

—Tampoco voy a soltarte.

Su labio inferior tiembla un instante.

—Entonces... ¿Qué vas a hacer?

—Ahora lo verás –sentencio colocándome cuidadosamente encima de ella.

Su piel se torna de gallina en cuanto percibe el calor que irradia mi cuerpo. Separo decidido sus piernas con una de mis rodillas y me dispongo a acariciar su piel temblorosa.

—No quiero que sigas, lo cierto es que tengo que irme, me están esperando mis amigas y...

—Shhhh... –la silencio e inicio el masaje, acercando mis labios ligeramente húmedos a su piel expectante.

Desciendo suavemente mis labios por su cuello, guiándome por los huesos de su clavícula hasta alcanzar el centro de su pecho. Mis manos se aferran al cierre delantero del sujetador, que con un ligero "clic", se desata para descubrir unos pechos redondos y turgentes, la piel que los recubre es tan suave como la seda. La acaricio con los dedos mientras mi boca no deja de besarla.

Miro de vez en cuando hacia arriba para estudiar su reacción. Ha ladeado la cabeza con resignación, sus ojos parecen tristes y ahora no se ve ni un ápice de amenaza en ellos. Se ha rendido.

Mis manos siguen el recorrido pincelando su cuerpo, memorizando cada curva, cada lunar, cada pequeño rincón recubierto de piel. Mis besos se centran ahora en su vientre, que se agita con irregularidad. Puedo sentir como pese a su resistencia, su piel reacciona estremeciéndose sutilmente al contacto de las yemas de mis dedos. Es un pequeño indicio de excitación que me afano en aprovechar para despertar su interés.

Repaso sus infinitas piernas, desciendo hacia los pies sin dejar ni un pequeño rincón de su cuerpo por invadir. Lo quiero todo para mí, sin reservas.

En cuanto acabo de explorar todo lo que hay a mi alcance, asciendo lo justo para situar mi cara frente a su pubis.

Sara reprime el llanto, resistiéndose a mostrarse vulnerable. Puede que sí tenga algo de conciencia después de todo, y aunque se me brinda la oportunidad de hacer frente a mis demonios de una vez por todas y llevar a cabo mi castigo, no me parece bien hacerla sufrir. Después de todo, a mis ojos sigue siendo una niña.

Es curioso como una parte de mí quiere dar rienda suelta a mi "yo" salvaje y simplemente utilizar ese cuerpo divino para darme placer sin censura, obligarla a realizar todas mis perversiones oscuras, pero otra, en cambio, busca despertar también su deseo para disfrutar de algo bueno juntos, sin rencores. ¡Dios! Esta dualidad de pensamiento, y el choque de emociones, hace que me detenga un instante, llegando a la conclusión de que no soy tan malo. Puede que ella no dude en destrozar la vida de los hombres, pero yo no soy así. Recorro con la mirada su cuerpo perfecto y la cordura regresa nuevamente a mí. Aparto la sed de venganza por la persona que me destrozó la vida, sólo me apetece disfrutar del cuerpo de una mujer como ella, después de todo, no siempre se nos presenta la oportunidad de poder hacer realidad parte de nuestros sueños.

Beso con suavidad su monte de Venus cubierto de fino vello adolescente. Sonrío para mí al pensar que es la primera vez que voy a follar con una mujer que no está completamente depilada. Tiro tímidamente del pelo movido por la curiosidad, y ella da un respingo en respuesta. De sus labios brota un sofocado gritito que hace que mi miembro palpite de excitación.

Con decisión, abro lentamente sus labios con mis manos y me inclino lo suficiente para recibirlos con mi lengua. En cuanto siente el húmedo contacto de mis besos vuelve a estremecerse, incluso me parece intuir que su resistencia disminuye. Sigo besándola, lamiendo su clítoris, jadeando de gusto cada vez que sus caderas ascienden de forma involuntaria impulsadas por el placer que se abre paso en su perfecto cuerpo.

Mi dedo índice inicia la marcha hacia el interior de su vagina, sus caderas se balancean mientras expando su agujero. A medida que su deseo crece, sus jadeos me indican que busca más profundidad, por lo que decido meter dos dedos al tiempo que mi lengua sigue esforzándose por arrancarle más gemidos.

—Dani para... –suplica con la voz entrecortada.

—¿Por qué? –susurro con la boca pegada a su piel.

—No quiero seguir, no quiero...

Adentro un poco más los dedos en su orificio moviéndolos rítmicamente mientras mi boca se afana en recoger los jugos que su cuerpo destila.

—Estás muy excitada, Sara...

—No quiero correrme.

Su comentario me confunde, pero pronto se convierte en mi principal objetivo. Le falta muy poco para alcanzar el clímax, quiero que llegue para poder hacer más cosas con ella.

Me arrodillo en el colchón frente a Sara. Su respiración sigue entrecortada, pero en esta ocasión no es producto del miedo. Me desabrocho el cinturón, bajo los pantalones, los calzoncillos... me quedo desnudo de cintura para abajo y vuelvo a pegarme sobre su caliente e inmóvil cuerpo adolescente. El contacto, piel con piel, nos produce a ambos un ligero cosquilleo que nos cuesta ocultar.

Presiono mi miembro erecto sobre su pubis. Aprovechando la fricción entre sus jugos me balanceo de arriba abajo sin llegar a penetrarla, manteniendo los brazos extendidos para evitar que mi cuerpo aplaste el suyo.

—Dani... –suspira al borde del colapso.

—¿Qué? –pregunto jadeante mientras aprieto el miembro un poco más.

Mi presión aplasta su clítoris y ella se balancea tímidamente bajo mi cuerpo rígido.

—Oh... –dice volviendo la cabeza para huir de mí.

—¿Quieres que pare?

—¡No! –responde sorprendiéndome– Bueno... –rectifica–, si tú quieres...

Sonrío y vuelvo a moverme, me restriego contra ella siguiendo su ritmo, imitando los movimientos de sus caderas, a veces más lentos, otras más rápidos, y dejo que se corra a gusto sintiendo el duro contacto de mi herramienta. Aguanto estoicamente las ganas de entrar en su sexo y poseerla, espero, paciente, a que disfrute de su orgasmo.

Se muerde el labio inferior y libera un grito ahogado al tiempo que cierra los ojos. Su cuerpo se agita espasmódicamente, incluso puedo sentir la presión de su abultado clítoris pegado a mi miembro junto a la fuerza de sus caderas restregándose contra mí para darse placer. En cuanto sus movimientos se ralentizan, observo su piel perlada de sudor evidenciando que ha terminado.

—¿Has disfrutado, Sara? –pregunto aguantando las ganas de embestirla.

Ella emite un largo gemido en respuesta.

Sonrío y giro su cuerpo sobre la cama con movimientos más bruscos de lo que pretendía. No le he soltado las manos, por lo que siguen atadas al cabezal, con lo que al ponerla de espaldas a mí, sus brazos se cruzan. Observo su cuerpo a cuatro patas. Sus nalgas me resultan tan apetecibles que no puedo reprimir el impulso de darle un sonoro azote.

Su cuerpo cede hacia delante por la inercia y emite un grito, pero nada me detiene.

Cojo su largo cabello castaño con fuerza y tiro de él para alzar su cabeza.

—Me haces daño –se queja.

—Créeme, es menos que el daño que tú me has hecho a mí.

Beso su cuello y la cuadro delante de mí. Sujeto su cabello en una fuerte cola que enrosco a mi muñeca para tirar a mi antojo. Oigo sus gritos, puedo sentir la mezcla de placer y dolor que se abre paso en su interior, algo que posiblemente no ha experimentado hasta la fecha.

Sin pensármelo demasiado, acomodo su trasero a mi entrepierna y la penetro de una sola estocada. Su cuerpo cede hacia delante y grita por la impresión de sentir toda la fuerza de mi miembro invadiendo su vagina de golpe.

Tiro de su cabello para volver a escuchar un grito y empiezo a bombear con fuerza, a follarla sin miramientos. Percibo el caliente abrazo de su interior alrededor de mi falo. Está muy estrecha, y en esta postura de sumisión me parece aún más sexy. Saco la lengua para acariciar su espalda sin dejar de perforarla, solo escucho sus gemidos y los sonoros chapoteos de nuestros sexos en perfecta sintonía mientras me muevo una y otra vez con fuerza. 

Una, dos, tres, cuatro...

Vuelto a tirar de su cabello y sigo penetrándola tan fuerte, que el cabecero de la cama choca contra la pared siguiendo un ritmo constante. Querría que este momento no acabara nunca, que pudiera prolongar estas embestidas mucho más tiempo, pero mi miembro está a punto de explotar y la visión de su cuerpo perfecto y las nalgas firmes y sonrosadas no ayudan a poder prolongar más el momento, solo deseo liberar ya toda la carga dentro de ella. 

En un momento de lucidez, reúno la fuerza necesaria para sacar mi miembro de su interior, deslizándolo suavemente entre sus nalgas para acabar corriéndome sobre ellas.

Abrazo a Sara desde atrás con fuerza, no me importa sentir la calidez de mi semen deslizándose por su trasero y muslos hasta perderse entre las sábanas, quiero sentir una vez más las perfectas curvas de esta mujer, retener cada detalle de su anatomía antes de volver a la brusca realidad.

¿Qué pasará a partir de ahora? Mi destino es incierto. ¿Me denunciará? ¿Volveremos a repetir? ¿Me odiará? ¿Tendremos más encuentros similares? Por primera vez, no tener respuesta a esas preguntas me hace feliz.

Me visto con prisa, tal vez la sensación que tengo en este momento sea arrepentimiento, pero no me permito pensar demasiado en ello.

Cuando estoy preparado desato las manos de Sara. Ella permanece callada, pensativa tal vez. Su rostro sigue reflejando una infinita confusión y contradicción, agradezco que no tenga nada qué decir.

La miro una última vez más, está recogiendo tímidamente su ropa mientras se cubre los pechos, como si tratara de recomponer su dignidad, preservar ese tesoro que ya he degustado.

Cierro los ojos y me voy. La dejo allí sola, recién follada, en la lúgubre habitación de un motel cualquiera.

Por increíble que parezca, mientras emprendo el camino a casa rememorando lo ocurrido, cesan los remordimientos. En realidad me siento nuevo, pletórico por haber dado su merecido a una niña malcriada. Tengo la certeza de que a partir de ahora se lo pensará dos veces antes de utilizar sus encantos para destrozar la vida de los chicos que tengan la mala suerte de cruzarse en su camino.



...



Me acomodo en la butaca de mi despacho sosteniendo una taza de café en la mano; esta sensación es gloriosa, me encuentro tan bien... y sé el porqué. Miro a través de la ventana los altos edificios que nos rodean, y por primera vez, me siento el hombre más afortunado del mundo: tengo todo lo que quiero. Inspiro profundamente y me llevo el café a la boca. El teléfono de mi oficina suena y acciono el botón de manos libres mientras pongo los pies en alto sobre la mesa; lo cierto es que siempre he querido hacer esto...

—Señor Tarner, su secretaria personal ha llegado.

Suspiro con resignación; hay que volver al trabajo.

—¿Me dejasteis su currículum sobre la mesa? No lo he visto.

—Sí señor, dentro de una carpeta amarilla.

Echo un vistazo sobre la mesa y ahí está. Lleva en el mismo sitio una semana, no he tenido tiempo de ojearlo como es debido.

—Está bien, Gloria, muchas gracias. No he podido mirarlo aún, pero confío plenamente en vuestro criterio.

—Ha sido la mejor candidata, señor, además, tiene un máster en el extranjero y habla cuatro idiomas.

—De acuerdo, hazla pasar entonces.

Vuelvo a llevarme el café a la boca, antes de dar un sorbo inspiro su embriagador aroma, y como un niño, vuelvo a sonreír.

Llaman a la puerta y contesto de pasada, estoy concentrado al máximo en la mágica sensación de sentirme el ganador de una batalla que me venció hace años.

La puerta se abre y Gloria hace las presentaciones:

—Señor le presento a su nueva secretaria, Sara Álvarez.

Inevitablemente ese nombre me hace dar un respingo. Retiro los pies de la mesa con rapidez, y sin querer, la taza se tambalea en mis manos y acabo manchando mi camisa de café. Me pongo en pie de un salto, mientras intento limpiarme con torpeza y miro con timidez al pedazo de mujer que hay frente a mí; sí, es ella.

Gloria abandona mi despacho, dejando a la peor de mis pesadillas dentro.

—Oh Dios mío, ¡Dani! –Sara se acerca sensual hacia mí–. Hace siglos que no nos vemos, no sabía que las cosas te habían ido tan bien, ¡mírate!, eres todo un triunfador...

Carraspeo modesto intentando recuperar parte de la dignidad perdida, pero algo me dice que es demasiado tarde y que he vuelto a hacer un ridículo espantoso. No, ¡esto no puede ser! ¡Me niego a que el pasado vuelva a torturarme! ¡Hace menos de veinticuatro horas que he soñado con esta mujer y en mi sueño era ella la que sucumbía a mis deseos! Pero eso es todo lo que ha sido: un sueño. La realidad sigue siendo la misma. La miro de arriba abajo, constatando, para mi gran desgracia, que es mucho más guapa de como la recordaba, señal de que la vida la ha tratado bien... hasta ahora... Sonrío para mis adentros con maldad. Tal vez no sea tan malo que trabaje para mí, pienso hacérselas pegar de otra forma, la avasallaré a órdenes, le daré los peores trabajos que se me ocurran, haré que odie haber nacido, la obligaré a pedir la cuenta por no poder soportar la presión profesional a la que la someteré. Ahora yo soy el jefe y estoy por encima, pienso cobrarme todo lo que me ha hecho y esta vez el sueño va a hacerse realidad.

Sara se acerca y sonríe (es aún mucho más guapa cuando lo hace, esto es frustrante). Extiende su mano y la estrecho, haciéndole percibir toda mi fuerza, volviendo al puesto que me corresponde. Si ella supiera cómo la follaba en mi imaginación...

Vuelve a reír, esta vez su risa es acompañada por una pequeña carcajada. Achino los ojos.

—¿Ocurre algo? –pregunto con superioridad.

—Verás, por un momento pensé que eras muy diferente al chico que recordaba en el instituto...

Arqueo las cejas sin entender por dónde va a salir ahora.

—¿Es que sigo aparentando diecisiete años? –le pregunto con sarcasmo, a sabiendas que el tiempo juega a mi favor.

Vuelve a sonreír, y yo, no hago más que pensar en lo mucho que me gustaría cerrar esa estúpida boca de zorra a pollazos, agarrarla del pelo, tirarla al suelo y obligarla a...

—Pues de hecho no has cambiado tanto –dice retirándose el pelo de la cara con los dedos– Sigues siendo igual de desastre, pero tranquilo, ahora estoy yo aquí para salvarte...

—¿Cómo dices? –pregunto boquiabierto. ¿Quién se cree que es para hablar así a su jefe?

—Toma –me entrega un pañuelo que extrae de su bolso–, límpiate, tienes un moco.



Y ya estamos otra vez.

Han pasado varias semanas y me he convertido en un completo gilipollas. Qué iluso fui al pensar que había cambiado. Lejos de eso, soy aún más patético que antaño: tartamudeo en presencia de esa dichosa mujer, me ha vuelto a salir un grano, tropiezo en cada baldosa y las piernas me tiemblan. Ese sueño que tuve tiempo atrás, no fue más que una premonición edulcorada de lo que estaba por venir. Intento ser fuerte e imponerme para recuperar mi posición, ¡por el amor de Dios, soy el jefe! Pero, para qué negarlo, esa arpía está varios metros por encima de mí.

Sara Álvarez ha sido, es, y será siempre mi talón de Aquiles.

FIN

Vengándome de Sara 1


Aparentemente soy un hombre que lo tiene todo, pero si me conocierais, enseguida os daríais cuenta que hay algo que no acaba de encajar.

Mirándolo en retrospectiva, debo admitir que los errores fueron la pauta que marcaron mi adolescencia. Escenas bochornosas, incómodas, en las que me invadía la vergüenza ajena. Como dirían los psicólogos "toda conducta tiene su origen" y la mía empieza y acaba con un nombre de mujer: Sara Álvarez, la única capaz de hacerme sentir como una de esas estúpidas moscas que quieren posarse sobre el tarro de miel que hay al otro lado de una ventana y no hacen más que chocar contra el cristal una y otra vez sin conseguir su objetivo... Sí señor, si tuviera que elegir un apelativo que me definiese, sin lugar a dudas sería "moscón torpe y estúpido".

Pero como casi todo en esta vida, esa etapa pasó –por suerte–, y ahora, puedo afirmar que soy un hombre de éxito: Acabé mis estudios con matrícula, vivo en un lujoso apartamento en el centro de mi ciudad y tengo un trabajo a tiempo parcial bien remunerado, además, soy un as de las finanzas y dispongo de más dinero del que puedo gastar. Mujeres no me faltan, no quiero pecar de presuntuoso, pero tras la adolescencia, mi aspecto físico mejoró notablemente; se fueron los granos, salió la barba y gané un par de palmos de altura.

Después de mucho sacrificio puedo confirmar que la suerte por fin me sonríe; sin embargo, no consigo ser completamente feliz, algo oscuro se interpone, un eco del pasado que resuena sin cesar en mi cabeza, una espina que se clava despiadadamente en lo más profundo de mi corazón, una soga en el cuello que me estrangula a cada paso que doy; por más que me cueste, reconozco que no pasa un solo día sin que piense en la tediosa mujer que hizo mi vida imposible cuando era un chaval, ¿cómo olvidar a quién destripó mi mundo de arriba abajo, haciéndome sentir inferior en mi momento más vulnerable?

Cierto es que ha llovido mucho desde entonces, pero por algún motivo mi ira no ha hecho más que aumentar, convirtiéndome en un ser carente de emociones, frío, distante y calculador.

Aún hoy me pregunto qué pasaría si tuviese el poder de volver atrás en el tiempo, si pudiese regresar a aquél momento que tanto me marcó y actuar de forma diferente. Seguramente mi experiencia actual marcaría la diferencia, no me comportaría como uno más de los estúpidos babosos que solían rondar a esa mujer con cara de ángel y mente perversa.

Sé que es inútil e infantil pensar eso, pero si tan solo tuviese una mínima posibilidad de regresar a ese instante y hacérsela pagar, sería un hombre completamente diferente, estoy seguro; tal vez intentaría intimar con una mujer más allá de la cama, sería más confiado, tendría más amigos, y todo eso junto, me haría lo feliz que no puedo aspirar a ser en la actualidad, ¡quién sabe! Cada una de las acciones que emprendemos a lo largo de nuestra vida, cada una de las decisiones, experiencias, cada una de las personas con las que tratamos, nos cambian y nos convierten en quienes somos; no hay nada que podamos hacer para evitar eso.



Dejo a un lado esos dañinos pensamientos y me desnudo frente al espejo del baño, a continuación, paso lentamente la mano por mis abdominales perfectamente esculpidos. Las horas de gimnasio también han dado sus frutos y ahora no hay nada en mi físico que pueda ser criticado.

«Sara Álvarez, maldita seas... Lo que daría por volverte a ver, puedo asegurarte que esta vez te acordarías de mí, al menos una tercera parte de lo que yo lo hago de ti cada puñetero día de mi vida...»

Después de asearme me meto en la cama sin dejar de pensar en ella, en mí, en mi pasado, mi presente... todas las imágenes se amontonan, se entremezclan, me impiden relajarme... Hoy estoy más susceptible que cualquier otro día, y esa pequeña mancha en mi historial, ha decidido salir a la superficie con toda su fuerza.

«Sara Álvarez, arpía sin compasión, bruja, zorra desalmada...»

Cierro los ojos y me abandono, dejo que poco a poco el sueño me venza, aunque una parte de mi subconsciente sigue torturándome con escenas del pasado que no puedo controlar.



...



—¿Qué hora es? ­¡Joder llego tarde! –me levanto de la cama de un salto y corro hacia el baño.

Abro la puerta y busco el interruptor con la mano. No lo encuentro. Decido entrar a tientas, pero choco contra algo, no sé qué es y eso me aturde. Retrocedo sobre mis pasos y me giro nuevamente hacia la cama.

—¿Qué coño pasa? –susurro rascándome la cabeza.

Me froto los ojos e intento enfocar la vista más allá de la colcha de cuadros azul y beige. Reconozco la habitación, el escenario, pero nada me cuadra...

—¿Cómo he llegado aquí?

Enciendo la luz de la habitación y me quedo absorto. No recuerdo que ayer saliera hasta tarde y viniera aquí por error, es más, no recuerdo haber dormido en casa de mis padres desde...

Abro la puerta lentamente y observo todo lo que hay a mi alrededor. ¡Hay que joderse!, parece que el tiempo no haya pasado. Las fotos familiares decoran las paredes de color limón, el parqué del pasillo está recién encerado y, al fondo, el único baño de la casa. Un baño para cuatro, ¡prehistórico! Me dirijo hacia allí con parsimonia, mirando cada pequeño detalle que hay por el camino con desconcierto. Antes de entrar, la puerta se abre y sale mi hermano mayor.

—¿Emilio? –pregunto boquiabierto, parece haber hecho un pacto con el diablo, ¿dónde está su pelo canoso y esas arruguitas alrededor de los ojos?

—¿Qué quieres enano? –dice mientras se acaba de abrochar el cinturón.

—¿Enano? ¡Te saco dos cabezas! ¿De qué coño hablas?

Emilio desciende sutilmente los párpados y cruza de brazos en actitud chulesca.

—¡Más quisieras! Por cierto, te he dicho un millón de veces que no salgas de tu habitación sin camiseta, ¡pareces un espárrago, joder! Me das grima.

—¿Pero qué...? –me miro desde arriba y empalidezco– ¡Me cago en la puta!

Aparto a mi hermano de la puerta de un brusco empujón para mirarme frente al espejo. Reconozco el reflejo que se proyecta, ¡cómo olvidarlo! Pero esto debe ser una pesadilla. No puedo creer lo que estoy viendo, es... es... imposible.

Me pellizco intentando despertar, pero con ello solo consigo hacerme morados en los brazos.

—¡La hostia, soy un puto engendro! –exclamo compungido, mirando atentamente las cuatro espinillas que decoran esta mañana mi rostro, y no mi rostro de siempre, no, ¡el de un niño de diecisiete años!: imberbe, desgarbado, desproporcionado, tembloroso y torpe.

—Muy bien, Dani, el primer paso es reconocerlo –comenta mi hermano desde el pasillo sin perder detalle de mi expresión.

Le dedico una mirada de odio infinito y cierro de un portazo.

«Esto no es real, no puede estar pasando, ¿por qué estoy aquí?»

Miro el baño con atención y reparo en el calendario que hay detrás de la puerta. Me fijo en la fecha (mi madre siempre se encarga de tachar los días) y descubro con asombro que estamos en mil novecientos noventa y ocho, para ser más precisos, diecisiete de junio de mil novecientos noventa y ocho. ¡Joder, no tengo ni teléfono móvil! ¿Qué voy a hacer ahora?

Respiro hondo y vuelvo a centrarme. Estoy aquí y soy real. Estoy en casa de mis padres, con veintiún años menos. El pelo a capa –¡putos Back Sreet Boys! Ni siquiera copiando sus loocks me como un rosco–, la frente salpicada de espinillas a punto de reventar, en la barbilla cuatro pelos de mierda que incluso podría eliminar con una goma de borrar, tez de color blanco nuclear y, la guinda del pastel, mi larguirucho y completamente enclenque cuerpo de pardillo.

«¿Cómo demonios puedo sostener mi propio peso con estas piernas de alambre? Dios mío...»

Me miro de perfil y profiero un suspiro de asco infinito. «Esto no tiene arreglo, al menos, no por ahora. Harán falta años de autismo inducido, cursos de meditación y un gran entrenamiento físico para volver a ser el que era... o el que seré, no sé qué tiempo verbal es correcto emplear en estos casos».

Salgo del baño y me visto con mi ropa habitual, intento no mirar demasiado las prendas de mercadillo que acostumbra a comprarme mi madre, ya es lo bastante duro sin eso.

En cuanto bajo a la cocina no sé si reír, llorar o correr hacia las vías del tren para poner fin a mi patética existencia. Todo está igual que siempre, nada ha cambiado salvo yo. Por alguna razón soy un hombre adulto atrapado en un cuerpo de niño, en el fondo de mi ser sigo pensando que estoy dentro de un sueño, que mañana volveré a despertar y seguiré siendo un hombre respetado e intimidante, pero hoy no me queda otra que aguantar las burlas de mi hermano, las collejas de mi padre y los frenéticos besuqueos de mi madre mientras cojo aire y pienso: «esto no será para siempre, gracias a Dios. Mi vida mejorará en el futuro, sólo debo tener paciencia...».



En el instituto tampoco había ninguna novedad: la gente, la música de moda, la ropa... Ser nuevamente testigo de lo que estaba de moda en los noventa resulta escalofriante, me hace sentir ridículo...

—¡Dani, tío! –se acerca Víctor, mi mejor amigo de la infancia, y mi cara se ilumina de repente. Es la única persona que me apetece ver.

—¡Joder, qué alegría verte! ¿Cómo estás?

Víctor hace una mueca con la boca, dejando al descubierto su aparatosa ortodoncia, y me doy cuenta de que no ha entendido el porqué de tanta efusividad, seguramente para él sólo hace unas horas que no nos vemos.

—¿Estás bien? Te noto raro –dice achinando los ojos.

—Sí, claro –me obligo a disimular–. He tenido una pesadilla esta noche y... en fin –hago un gesto evasivo con la mano– ¿qué tal, algo nuevo?

—Pues ahora que lo dices, sí, hay una novedad muy buena.

—Adelante –le animo sonriente.

—Hoy es tu día de suerte, tío.

Le miro extrañado.

—¿Yo tengo de "eso"?

Víctor sonríe y me pasa la mano por el hombro mientras me obliga a caminar en dirección a la escuela.

—He escuchado que van a hacerte una proposición muy especial.

Alzo una ceja incrédulo.

—Una proposición... –repito escéptico.

—Sí. El sueño hecho realidad de todo hombre.

—¿Angelina Jolie me espera desnuda en la cama?

—¿Quién? –pregunta frunciendo el ceño.

Inevitablemente me echo a reír.

—Nada, nada. Dime, ¿qué es tan especial?

—Sé de buena tinta que Sara Álvarez va a pedirte una cita esta tarde después de clase.

Escuchar ese nombre, ese dañino nombre de mujer, hace que se erice el vello de mi cuerpo. Mi actitud cambia y se esfuma todo el buen humor que me acompañaba esta mañana, nadie sabe mejor que yo lo que esa cita significa, lo que va a suceder y la transcendencia que ese suceso tendrá en mi vida adulta; solo de pensarlo me duele. Inevitablemente mi semblante serio confunde a Víctor, no es la reacción que esperaba. No le culpo, años atrás habría actuado diferente, pero ahora, simplemente no puedo.

—¿Qué pasa? ¿Es que no estás contento? ¡Es la tía más buena del instituto! ¡De la maldita ciudad! Y tienes la suerte de que quiere citarse contigo a solas... ¿Has olvidado la de veces que le has ido detrás, las cartas que le has escrito, los poemas que le has dedicado...?

—¡Calla, por favor! –le interrumpo presionando el puente de mi nariz con los dedos, ¿Cómo olvidarlo? El problema es que no quiero tener que revivirlo–. Sé lo que he hecho, pero francamente no estoy contento en absoluto.

—¿Y eso por qué? –Demanda confuso. 

—Porque sé lo que pasará en esa cita.

Víctor arquea las cejas, incrédulo.

—¿Qué? –pregunta con autosuficiencia.

—Me citará en el Tiki Post, el motel cutre de las afueras, en la habitación 114. Yo iré ilusionado y le compraré unas malditas flores, como un gilipollas. Ella abrirá la puerta y me hará pasar. Hablará de todas las cosas humillantes que he hecho por ella, incluso mencionará esas dichosas cartas y me hará creer que he llamado su atención y le gusto. Me besará y yo perderé el sentido. Seguidamente me desnudará, y de forma sutil evitará que yo la desnude a ella. Luego, cuando esté completamente desnudo y empalmado, sus amigas saldrán del armario y me harán una fotografía. Sus risas serán lo último que escucharé tras cerrar la puerta de ese triste motel, que por cierto, pagaré yo. Mi vida quedará marcada pasa siempre; las burlas, los chantajes, las caricaturas hirientes en las paredes... No volveré a ser alguien hasta que no vaya a la universidad, pero para entonces, estaré tan sumamente jodido que no volveré a mirar a ninguna mujer a la cara sin pensar que es una zorra.

—Sinceramente, Dani, hoy no te reconozco. ¿Estás enfermo? ¡Eso no va a pasar! ¿Por qué tienes que ser siempre tan derrotista? ¡Es Sara Álvarez! ¡Joder, yo me cambiaría por ti sin dudarlo!

Me quedo absorto un par de minutos, analizando la situación. Mi amigo tiene razón en una cosa: «Eso no va a pasar». No sucederá porque ya lo he vivido, por algún motivo inexplicable, tengo la oportunidad de cambiar el rumbo de mi historia porque estoy inmerso en esta extraña realidad paralela, y eso es justo lo que voy a hacer: voy a vengarme de esa arpía porque sé lo qué hará antes de que lo haga.

Como había anunciado Víctor, Sara vino a hablar conmigo esa misma tarde y me comunicó el día de nuestra cita. Analizándolo desde una perspectiva diferente, es curioso revivir ese momento, pero sin lugar a dudas, una de las cosas que más me impacta es volver a estar frente a la chica que, sin saberlo, marcó mi futuro. Sara era diferente a cuantas había conocido en mi vida (y no me refiero únicamente a mi vida hasta los diecisiete): Su penetrante mirada felina, combinada esos ojos color miel que parecen atraparte, esos carnosos labios sonrosados, tan perfectos que todavía no he visto unos iguales. Su largo cabello castaño con reflejos cobrizos, tan brillante que puede llegar a hipnotizar, y todo eso sin mencionar su cuerpo. Sara era una chica exuberante, se había desarrollado por completo y parecía una de esas mujeres de las revistas para adultos que guardaba mi padre en el desván. No había ropa que no le quedara bien, y, por descontado, tampoco había chico que pudiera apartar los ojos de sus interminables curvas. Recibir tantas atenciones por parte del sexo opuesto fue lo que la hizo crecer, hasta el punto de permitirse el lujo de jugar con los sentimientos de los demás. Ella poseía el don de manipular a su antojo y da lo mismo que fuera una niña, alguien así no cambia nunca, su poder crece conforme sus deseos y aspiraciones aumentan.

No he sabido nada de ella desde que terminé el instituto, pero podría apostar, sin temor a endeudarme, que ha conseguido todo cuanto se ha propuesto sin apenas esforzarse.



Estoy nervioso, ¡para qué negarlo! No importan todos los años que llevo a mi espalda, soy igual de inseguro que hace veintiún años y sigo teniendo los nervios a flor de piel, ¿será por las hormonas?

Me preparo frente al espejo con una sensación de insatisfacción y nostalgia a la vez, es como si volviera a decepcionarme por lo que sé que esa arpía va a hacer, y ahora, no puedo permitirme el lujo de flaquear. Inspiro profundamente y vuelvo a repasar el plan en mi mente; esta vez, todo acontecerá de forma diferente.

«Sinceramente no es para tanto, no debo estar nervioso, voy a hacer lo que quiero porque ésta es mi oportunidad, ésta es mi fantasía y no habrá remordimiento que me impida vivirla plenamente».



Llego antes al Tiki Post y reservo la habitación contigua a la 114. Una vez dentro preparo todo a conciencia. El corazón me va a mil por hora, por lo que vuelvo a repasar el plan una y otra vez, asegurándome de que lo tengo todo bien atado para no quedarme en blanco. Incluso hago uso de las terapias de autoayuda recibidas durante años y me aplico eso de: "sé decidido", "puedes conseguir cualquier cosa que te propongas si eres lo suficientemente valiente como para creer en ti", "todo va a salir bien, no temas, incluso si te equivocas recuerda que cualquier error se puede enmendar", "hazlo u otro lo hará por ti"... Frases que ahora cobran todo su significado y me impulsan a hacer cuanto tengo en mente. Y me da igual que sea moralmente incorrecto, estoy reviviendo esto por algún motivo, debo hacer algo al respecto.

Salgo de la habitación a la hora indicada y espero escondido en la acera de enfrente. Tal como esperaba, Sara llega minutos antes a la hora del encuentro, entra en la habitación 114 con sus amigas y durante el camino no dejan de reír. Están urdiendo también su plan, salvo que en esta ocasión, soy yo quien juega con ventaja y tengo las de ganar.

Miro la hora en mi reloj y suspiro. «Vamos allá».

Me dirijo hacia la puerta, en esta ocasión prescindo de las flores. Llamo con seguridad y espero a que ella me abra. En cuanto aparece frente a mí, mi mente se bloquea.

—Eres puntual –comenta exhibiendo una cautivadora sonrisa–, eso me gusta –concluye mordiéndose el labio inferior.

Mis piernas tiemblan y mi voz se atasca, necesito un momento para encauzar la situación, actuar de forma distinta a como lo hice la otra vez, pero por alguna razón, esa chica me bloquea y despierta en mí sentimientos que tenía olvidados. No sé cómo consigo reaccionar a tiempo y, antes de cruzar el umbral de la puerta, me detengo en seco.

—Tengo algo que enseñarte –digo cogiendo su mano con suavidad.

—Oh, vaya, Dani, no es necesario...

—No, quiero hacerlo –insisto mientras tiro de ella con delicadeza hacia la habitación de al lado.

—Creo que debemos quedarnos aquí –continúa, y esta vez, es ella quien tira de mí en dirección opuesta. Lo hace con tanto ímpetu que nuestros cuerpos se pegan, y con ello, toda mi entereza se tambalea. La electricidad recorre mi cuerpo, dejándome la piel de gallina mientras un sudor frío desciende por mi espalda.

CONTINUARA....

Hoy se cumplen dos años


Mi esposa y yo hemos fantaseado mucho con hacer un trío, pero no pasaba de ser solo un calentón al momento de tener sexo, pues pasaba el momento y no se volvía hablar nada. Gabriela tiene 32 años y es una mujer muy atractiva, ella es blanca con pelo castaño con destellos rojizos, de tetas regulares pero muy bien puestas a pesar de nuestros dos bebes, (cuatro y dos años) sus nalgas son preciosas, muy redondas y respingonas, con una cinturita muy breve unas piernas largas muy bien torneadas.

En mi caso soy un tipo normal de cabello castaño, de 1.78 mts. Con 88 kgs. Medio panzón y casi cuarentón, con una pija de 15 cts. Muy bien hecha con circunsición. Soy bastante caliente pues me fascina ver películas porno, leer relatos de esposos calientes, y todos los temas de matrimonios en trío me vuelven loco, siempre lo mejor del repertorio se lo muestro a mi señora que se estremece y acabamos cogiendo como locos.

Resulta que el Sábado pasado tuve la comida navideña de la compañía donde trabajo, coincidió que también era el día que habíamos planeado poner el árbol de navidad pues lo habíamos comprado un día antes, y dentro de los planes también estaba tener un encuentro romántico de sexo con unas copitas (Cuando mi esposa anda ganosa se disfraza con ropa muy sexy tiene su colección; de caperucita roja, de conejita del play boy, de niña porno, una cena afrodisíaca con unos buenos tragos y disfrutar del sexo)

Bueno; fui a la comida no muy contento pues nos avisaron el día anterior, interfería con los planes que tenía para ese día. Al calor de las copas el mal humor se me fue bajando, y las pláticas picosas con un amigo de la oficina con sus comentarios de las nalgas de fulanita, que buenas las tetas de menganita y como le gusta hacerlo a Tere la vendedora que da unas mamadas deliciosas, (él ya se la tiró) me tenía más caliente que una plancha con sus pláticas, además que las mujeres le dan mucho jale, pues tiene unos ojos azules es alto y bien parecido.

Luego vino la rifa de varios regalos para todos los empleados, y ¡sorpresa!!... que me voy ganando una enorme canasta navideña con dos botellas de champaña, una de wisky muy fino, varias de vino de mesa y algunas de coñac y ron, con un buen surtido de embutidos y latería fina. Abruptamente después de la rifa nos cortaron el servicio de tragos pues ya había varios compañeros bastante pasados de copas, y como mi canasta peligraba seriamente, mejor nos despedimos y salimos.

Mi amigo me invitaba un trago en una taberna pero le dije; que tenía planes de ayudar a mi esposa para poner el árbol de navidad, pues mis hijos tenían mucha ilusión de verlo. Él me comentó que si nos podía ayudar, el es divorciado y se sentía solo, pero la verdad es que la quería seguir con las copas, así que nos fuimos a casa casi eran las ocho de la noche.

Al entrar a casa vi a mi mujer usando un vestidito muy corto con mucho vuelo lleno de flores estampadas, es el disfraz de "niña porno", pues es uno de los atuendos sexy que usa mi esposa cuando vamos a tener "fiesta", peinada como niña con dos coletitas en su pelo muy bien maquillada con chapas rojas en las mejillas, cuando nos vio su colores subieron por su cara y nos comentó:

¡Que pena!!.... miren en que fachas me encuentran, me voy a cambiar de ropa.

Pero se quedó un momento viendo la canasta navideña que cargábamos entre mi amigo y yo. Le comente; ¡me la gané en la rifa! Está muy buena me respondió Gaby, la llevamos a la mesa de la cocina mientras ella caminaba por delante para despejar la mesa, su vestidito le queda a medio muslo o sea que con cualquier movimiento en falso se le ven las nalgas y no quería ni imaginar que usaba abajo. Me calentaba la idea que mi amigo la encontrara vestida así pues involuntariamente los ojos se le iban a las piernas de Gaby.

Abrí una botella de ron y prepare tres cubas en lo que mi esposa revisaba a detalle el contenido de la canasta, por momentos se inclinaba hacia delante y su vestidito subía a la parte alta de sus muslos, notaba de nuevo como se desviaba la mirada de mi amigo a sus muslos y pronto la recomponía, les exclamé; bueno vamos a enfriar una botella de champaña. Pero vamos a la sala, la cocina no es lugar para tener a Toño.

¡Huyyy que pena!!.... tengo la sala hecha un tiradero pues estaba poniendo el árbol de navidad y está llena de cajas.

Comentaba mi amigo: Por mi no te apenes, sirve que les ayudo a poner el arbolito…. si estamos en confianza ¿verdad?...

¡Si claro!!... Le comenté a mi esposa, Toño es de confianza si ya lo conoces desde hace mucho tiempo.

Pues sí, ya tengo de conocerte como tres años, pero que vas a pensar que soy una fodonga con este tiradero de casa, y estas fachas que me puse para jugar con mis hijos, pero es lo más cómodo para estar subiendo y bajando de la escalerilla para poner los foquitos.

Solo de imaginar a mi esposa subiendo la escalerilla con ese atuendo se me puso dura la verga, pues el arbolito mide como 2.50 mts. Y creo que a Toño le pasó lo mismo pues soltó una sonrisa idiota. Mi mujer se iba a la recámara a cambiarse de ropa pero la detuve, le dije; pero si así estás bien y además es más cómodo para subir la escalerilla, con Toño no hay problema, ¿verdad Toño que a ti no te importa?

No…. no para nada, si te queda muy bien el vestido, por mi no hay ningún problema, esbozando una nerviosa sonrisa.

Apuramos la cuba, me fui a la cocina a preparar las siguientes cubas y cheque la temperatura de la botella de champaña que metí al congelador. Mi esposa me alcanzo en la cocina y me preguntó; ¿Que onda con tu amigo?... Me vestí así para hacer nuestra fiesta pero con tu amigo aquí mejor me cambio… ¿o que hago? Me da pena andar así, disfrazada de niña se me ve todo.

No te preocupes le respondí; tu sigue como si nada, si lo tienes loco no te fijas como se le van sus ojitos de gato a tus piernas, dale un calentoncito a ver que pasa.

Y ¿si pasa?... Tu amigo no está nada mal, es guapo tiene unos ojos preciosos y es muy simpático. Luego no te vallas a enojar y me eches la culpa de que yo le coquetié.

Mi amor; cuantas veces hemos fantaseado con que otro cabrón te meta la verga, vamos a ver como se dan las cosas, o apoco ¿ya te volviste ratoncita?... Gaby me volteó a ver con ojos de plato con cara de lujuria y me exclamó; ¿me estás retando cabrón?... No pero lo deberías de seducir y tal vez te la meta. Jejeje. Y yo encantado de ver a mi esposa con una verga de carne adentro. Mi esposa me estrujó la verga y se sorprendio que la tenía bien parada. ¿Estas seguro de lo que me dices?... Claro que sí mi amor.

Regresamos a la sala con un plato con botanas y las cubas. Mi amigo estaba acabando de acomodar las series con los foquitos en el árbol, le di su vaso y brindamos los tres, él seguía acomodando los contactos mientras mi mujer ponía música en el estéreo. Toño me comentaba que la escalera estaba muy floja y que no lo aguantaba, por eso los focos de la parte de arriba no estaban bien acomodados, le comenté que efectivamente esa escalerilla de madera era muy vieja y a la única que aguantaba era a mi señora que es muy ligera, así que pedí a mi esposa que acomodara los focos de arriba, ella me volteo a ver con cara de traviesa y comentó; bueno pero me sostienes bien la escalera. Sí sube, tu no te preocupes yo te la sostengo.

Mi amigo muy respetuoso se fue a sentar a un sillón a mis espaldas, pero que tenía muy buen ángulo para ver a mi esposa sin que yo lo pudiera ver a él. Gaby más desinhibida subió tres escalones y empezó a acomodar los focos. ¡Santo Dios!! Traía unas pantaletitas de red negras se le veían magníficas sus nalgas envueltas en esa trama de hilos, la verga se me puso súper tiesa, las nalgas las tenía a centímetros de mi cara, despedían un delicado aroma a hembra caliente con un suave perfume. Gaby volteaba a preguntarle a Toño si estaban bien acomodadas las luces, y mi amigo tartamudeaba para decirle que parecía que sí pero déjame darme la vuelta para ver las del otro lado.

No, falta estirarlas un poco más le indicaba Toño. Haber Toño sostén la escalera para revisar, mi amigo de dos zancadas estaba listo para sostener la escalera, desviando su vista hacia el piso, pero cuando me fui atrás del árbol estaba metiendo sus narices en las nalgas de mi mujer, las saboreaba y se mordía los labios, mi mujer me volteaba a ver de frente y me guiñaba un ojo, mientras yo le hacía una seña de OK.

Gaby bajaba de la escalera y mi amigo la sostenía de la cintura, sí hay que girar la escalera por el otro lado, Toño la movía con gusto, mientras mi mujer le daba un gran sorbo a su cuba. Moviendo sus nalgas en una forma muy sexy mi esposa caminaba junto a mi amigo y subía lentamente los escalones, disfrutando de la cara de caliente que ya tenía Toño. Gaby se estiraba hacia delante subiendo el vestido a la parte baja de sus nalgas, y le dijo a Toño sostenme bien por que voy a subir otro escalón. Yo me fui a la cocina a descorchar la botella de champaña y de inmediato me regrese a un punto donde los pudiera ver sin que ellos me vieran, mi amigo la sostenía de una pierna, luego giro su mano y la “sostenía” por la parte interna de su muslo, sus ojos estaban clavados en el culo de mi esposa, y su mano estrujaba los muslos de Gaby que no se inmutaba de lo que le hacía Toño seguía colocando foquitos.

Al momento que Gaby empezó a bajar un escalón las manos de Toño se fueron a sostener las nalgas de mi mujer pues no resistió la tentación de acariciarlas. Fingí que salía de la cocina y les comenté; quedaron perfectas las luces, ellos afirmaban con la cabeza, los ojos de mi esposa estaban rasgados síntoma de que está muy caliente y Toño trataba de ocultar su bulto, descorché la botella de champaña y serví tres copas, yo sabía que eso es veneno para Gaby pues con la champaña se desinhibe totalmente y es capaz de hacer cosas impensables sin importarle nada; como una vez que veníamos de una boda le dieron ganas de hacer pipi en el auto, se quito las pantaletas se bajo corriendo y lo hizo en un camellón de una importante avenida, mientras los taxis le tocaban el claxon ella solo reía mostrando sus nalgas a todo el mundo.

Brindamos por la navidad, Gaby abrió una caja de esferas y las empezó a colocar en el árbol. ¡Primero las más altas! nos exclamó; subía a la escalerilla tres escalones y se estiraba de puntas su vestido subía a media nalga, se veía preciosa con su atuendo de niña puta, a Toño ya no le importaba si yo lo veía, él estaba feliz viendo sin parpadear a mi esposa, y sin darse cuenta me comentó: Está buenísima ¿verdad?... Le respondí sí está muy rica y vieras que rico coge. Entonces le cayó lo que me había dicho y mi respuesta lo avivó.

¡Me imagino!... Jejeje. Con la mirada perdida en las nalgas de mi esposa que seguía colgando esferas sin inmutarse de la presencia de Toño, mostraba hasta el chipote de su panocha cuando se agachaba a recoger una esfera. Volteo y nos preguntó; ¿Qué no me van a ayudar?.... Sí, pero primero vamos a tomar una copa de cruzadito le comentó Toño.

¡Bueno sírvanlas! que me estoy muriendo de calor. Nos respondió con voz muy sexy.

Llenamos las copas entrelazamos los brazos y las tomamos a fondo, mi amigo y yo ya estábamos ebrios pues además traíamos las copas desde la comida, Gaby estaba entre nubes con la champaña con sus mejillas rojas, y que se la suelto a mi esposa; ¿por que no te quitas el vestido?... tienes mucho calor, Toño brincaba de gusto y aplaudía, Síii Gaby… Es como si te quedaras en traje de baño, quítate el vestido.

Mi esposa me dice con voz muy sexy: Pues si quieres, quítamelo tú mi amor, adelante.

Entonces le bajé el cierre y ella subió los brazos retandome para ver si me atrevía, entonces empezé a jalarlo por arriba de su cabeza mientras ella movía sus nalgas de lado a lado mientras se lo sacaba, los ojos azules de mi amigo se abrían como platos, mi esposa solo quedó con zapatos, pantaletitas de red y un micro sostén negro. Como nos quedamos pasmados con la boca abierta mi amigo y yo, Gaby nos comentó; Bueno… si les incomoda mejor me pongo el vestido.

¡Me fascinas!! gritaba nerviosamente mi amigo, date una vuelta lenta para verte bien.

Toño aullaba cuando mi esposa giraba, y le decía por que no te quitas otro trapito para ver el paisaje completo.

Mi esposa jugaba con las esferas colgándolas en la red de sus pantaletas y en el sujetador, y nos decía parezco arbolito ¿verdad?... giraba bailando con las esferas colgadas, mientras disfrutábamos de otra copa. Toño no le quitaba los ojos y le suplicaba; no seas malita quítate otro trapito.

Me quito otro trapito si mi maridito me da permiso, pero antes ayúdenme a quitarme las esferitas que me están picando los pinches ganchitos.

Toño feliz le quitaba apresuradamente todas las esferas, y me insistía ¿verdad que se quite otro trapito?...

Pues solo que me prometas no contarle a nadie lo que pase esta noche, que todo quede entre los tres.

Te lo juro por esta, hacia una cruz con sus dedos y la besaba, te juro que no abro la boca de veras, se los juro por mis hijos.

Si Gaby quiere por mi no hay problema. ¿Quieres que Antonio te quite otro trapito?... Mi esposa me miraba con una excitación tremenda…… ¿te parece bien mi amor?...

Ella asentía con la cabeza, entonces mi amigo se fue a sus espaldas y le desabrochaba el sujetador, aprovechando para restregar su verga en las nalguitas respingonas de mi esposa, cuando se lo sacó la giro hacia él y le decía ¡están bellísimas tus chichis!!, se las acariciaba delicadamente y le preguntó a mi mujer ¿puedo darles un besito?... Y se las empezó a besar y a mamar con ternura, mi esposa le acariciaba la nuca apretándolo más contra sus pechos mientras gemía, yo le acariciaba las nalgas y metía mis dedos entre la red de sus pantaletas estaba empapada su entrepierna, y yo tenia mi verga que reventaba.

Mi amigo subió besando su cuello y le plantó un besote de lengüita, que mi esposa disfrutaba intensamente sus lenguas se trenzaban, por momentos me daban celos de la chingada pero era tan esperado este momento que mejor los convertía en un disfrute muy raro pues estaba a punto de venirme. Toño la abrazaba mientras le acriciaba suavemente las nalgas intentando bajar las pantaletitas de mi mujer, las bajó hasta sus rodillas y de pronto calleron al suelo, mi esposa saco los pies de la prenda y giraba totalmente desnuda ante nuestros ojos. Yo no lo podía creer que esto estuviera pasando realmente, me sentía como si estuviera viendo una película porno con mi esposa como primera actriz con su panocha totalmente depilada, y sus pezones super duros.

Mi esposa lucía su desnudez caminando como modelo porno, movía sus nalgas de lado a lado y se inclinó con las piernas separadas sin doblar las rodillas a recoger del piso sus panty. Nos mostro sin ningún recato su culo y raja completitos. Toño no daba crédito a lo que veían sus ojos. Mi esposa nos dice con toda tranquilidad. Yo creo que ya las vieron bastante ¿verdad?...

¡Están muy ricas!!! Gritaba Toño emocionado entonces se hincó por el frente quedando su panochita en sus narices sin decir más mi amigo le abrió las piernas y le empezó a dar una mamada de pronóstico mientras sus manos estrujaban con fuerza las nalgas de Gaby. A mi esposa le temblaban las piernas, no la sostenían del orgasmo tan fuerte que tenía, yo la sostenía por atrás acariciando sus pechos y besando su cuello y orejas mientras Gaby gemía a gritos y me volteaba a ver con ojos de lujuria extrema. Un momento después mi amigo se ponía de pie gritando que rico sabor tienes estás deliciosa, la hacia girar escudriñando cada centímetro de su cuerpo, mi esposa aprovechaba los giros para rozar sus nalgas en la verga de Toño que reventaba su pantalón.

Mi amigo y yo nos arrancábamos la ropa, él muy prudente se quedó en boxers mientras yo estaba totalmente encuerado con mi verga como nunca de grande tiesa; Gaby nos miraba con los ojos de plato mientras le daba un trago a su copa. Mi esposa con la voz más sexy que le he escuchado me pregunto; ¿puedo coger con Tony?... claro que sí hoy puedes hacer todo lo que te plazca.

Entonces se acercó lentamente a Toño y le acariciaba la verga por arriba de la tela de sus boxers yo sentía que se me salía la leche de ver como su mano se perdía en la bragueta de mi amigo, luego le bajó los calzones al piso y brincó una verga larga y curva con la cabeza roja mojada bañada de líquidos que escurrían, mi esposa la pajeaba lentamente mientras pasaba la punta por sus labios oliendo el manjar que se iba a cenar.

Abrió sus labios y empezó poco a poco a tragar la verga de mi amigo, la mamaba con locura mientras mi amigo gemía, ¡Mi mujer la pajeaba con el glande en la garganta!! Toño se estremecía estaba a punto de reventar pues sus piernas le temblaban, después de unos minutos de mamadas súbitamente empezó a gritar ¡me voy a correr!! ¡Haaggh!! Cuando el primer chorro cayó en la garganta grito; ¡Me estoy viniéndoo!! ¡Ayy que rico mamas!! Mi esposa lo sacaba de su boca y la pajeaba a toda velocidad, los chisguetes de leche pegaban en las mejillas y narices de mi esposa, le puñeteaba y le mamaba de nuevo, mi esposa me volteo a ver y me dijo:

¡Cojéeme Papi estoy muy caliente!! Necesito que me cojas me senté en un sillón y Gaby brincó sobre mi ensartándose mi verga de un certero sentón, subía y bajaba a toda velocidad, su cara aún escurría leche de Toño y me gritaba con cara de lujuria ¡que grande la tienes mira como me roza!! ¡Ayy que rico me estas cogiendo Papacito chulo!! … ¡Me voy a veniiiirr!!! ¡Métela toda mi vida!! Mi esposa tenía un orgasmo como nunca lo había visto en los tres años de novios y en los siete de casados, las punzadas en su coño eran tremendas me jalaba la verga por dentro, me besaba trenzando su lengua con la mía yo sentía el sabor de la leche de mi amigo pues todavía le quedaban rastros en sus mejillas, ¡aaayy me sigo viniendo que ricoo!! Sus nalgas se movían de un lado al otro no pude más y me corrí como nunca, le solté más de diez chorros de leche al fondo de su papayita, Toño se pajeaba su pija sin perder detalle de la cogida que nos estábamos pegando. Cuando mi mujer se desmontó corrió al baño.

Toño me comentaba; que buena está tu esposa es una mujer impresionante, se ve que coge riquísimo, ¿me dejas echarle un palito?

Por mi no hay problema siempre y cuando te pongas un condón, pero mejor pregúntale a ella.

Tan pronto como salió mi esposa Toño brincó a su lado diciéndole mil piropos, y que si le daba oportunidad de hacer el amor con él, ¿que dices? Y Gaby respondió: ¡Claro que síii!!... ¡Si me muero de ganas de coger contigo!!.

La respuesta de mi señora me paró la verga con un respingo, nos fuimos a la recámara, Gaby se sentó en la orilla de la cama y nos empezó a dar una mamada de campeonato alternaba sus mamadas como cinco para el invitado y como dos para mi, estaba loca con su nuevo juguete, le pase un condón a Toño se lo puso mientras mi mujer se acostaba a media cama con sus piernas ligeramente abiertas se le veía el clítoris bien parado y con una mano se lo acariciaba, la verga de mi amigo se veía impresionante pues es más larga y gruesa que la mía además la tiene curva.

El corazón se me salía cuando se acostó sobre mi esposa la besaba en la boca, la muy golosa de Gaby inmediatamente le tomaba la verga y se la centraba en su coñito rojo y mojado, ¡la cabeza de la verga de mi amigo empezó a desaparecer!! ¡Gulp!! se me atragantó la lengua. ¡Mi esposa estaba cogiendo con otro cabrón!!... Mis ojos no daban crédito, sus nalgas se movían de un lado al otro. ¡Huyyy que sensaciones tan tremendas! el corazón me latía a mil pulsaciones por minuto, la verga se me reventaba. Toño la bombeaba profundamente, mientras le pellizcaba los pezones, la sacaba casi toda y se la metía hasta los huevos, mi esposa gritaba; ¡ayy Tony que ricoo me estás cogiendo!! Déjamela hasta adentro ¡haaggh que ricoo!!! ¡Me estoy viniiiendo mucho Tony que ricoo me haces!!! Los celos me subían y bajaban, como hipnotizado me asomaba por todos los ángulos posibles para ver como mi amigo le metía verga a mi mujer. Mientras me hacia una riquísima puñeta.

Gaby levantaba sus piernas abriéndolas lo más que podía para que Toño se la clavara más adentro, le enterraba las uñas en las nalgas de mi amigo como para que no se le escapara se movía todo su cuerpo, ¡Haaaggh Tony dame máaas!! Toño la bombeaba a toda velocidad los gritos y jadeos de los dos eran tremendos, ¡las nalgas de mi mujer se convulsionaban con un orgasmo muy fuerte!, jadeaba y gritaba como si la estuvieran matando, mi amigo gritaba ¡ya me voy a veniiiirr!! Sus piernas y nalgas se le acalambraban de la corrida que se estaban dando trenzaban sus lenguas y jadeaban. Mi leche estaba a punto de salir

Un rato después mi amigo se levantaba con el condón colgando del glande de su pito repleto de leche, se disculpaba y corrió al baño, mi esposa me llamaba con los brazos me acerque a ella y la besaba con mucha pasíon, estaba muy sudada del estomago y su pecho, con besos largos y apasionados me acomode sobre ella y se la metí poco a poco, ¡su panocha estaba hirviendo y abierta!, nos empezamos a mover lentamente, cerraba los ojos y veía las imágenes de Gaby y Toño cogiendo, la verga la tenía durísima los gemidos de mi esposa se hacían cada vez más fuertes, cada vez le daba más rápido.

Le preguntaba al oído; que tal te gusto coger con dos vergas diferentes, Gaby sonriendo me decía ¡es riquísimo gracias Papi por darme la oportunidad!! jadeaba muy fuerte y tenía un violento orgasmo, Toño nos estaba observando por todos lados viendo con deleite como se deslizaba mi pija en la vagina de mi esposa, le puso una mano en la teta y le pellizcaba el pezón, la verga semi dura se la pegó en la boca de inmediato mi esposa la engulló de un sonoro chupete, cuando sale la verga de mi amigo bien dura de su boca mi esposa me da un lujurioso beso de lengua, a mi eso me provocó que me corriera instantaneamente se la clavé hasta el fondo y me empecé a correr aventando chorros y chorros de leche en lo más profundo del coño de mi mujercita.

Luego de un momento me separé de mi señora pues la verga de mi amigo la tenía a centímetros de mi cara, mi mujer le puñeteaba la verga a toda velocidad y luego se la tragaba toda, el glande de mi amigo le friccionaba las anginas, de pronto Toño se acostó sobre mi esposa y se la metió de una sola estocada hasta el fondo, y le daba una tremenda cogida a toda velocidad, en eso me di cuenta que el muy cabrón no tenía puesto el condón, solo me quedé callado observando que forma tan sabrosa de coger de mi señora pues gritaba con todo; ¡que rico me estas cogiendo!! Toño se la dejaba encajada hasta el fondo mi leche salía por los labios de la vagina y le mojaba los huevos de mi amigo, que no perdía el tiempo pues le pellizcaba los pezones y le estrujaba las tetas, gritandole a mi mujer; ¡eres la mejor puta que me he cogido!! ¡Tienes unas nalgas deliciosas y coges riquísimo!! las palabras de Toño tuviero un efecto increible en mi esposa, pues se empezó a retorcer en la cama movía sus nalgas como baile de Lambada y tenía un orgasmo tremendo se le convulcionaban las nalgas, ¡Uff que verga tan rica tienes!! ¡metela todaaa que soy tu puta!!! ¡Haaaghhgg me estoy viniendo mucho!!!... Toño se acalambraba todo su cuerpo con la verga encajada lo más adentro de mi esposa, jadeaba y resoplaba. Gaby le gritaba; que ¡caliente está tu lechita me quemaa!! Los dos se quedaron como desmayados.

Cuando Toño se levantó le grité: ¡Pinche Toño que cogida le metiste a mi mujer!!... soltó una sonrisa y se fue al baño. Mi esposa estaba adormilada con las piernas abiertas, y yo de curioso viendo muy de cerca como le escurría la leche de Toño fuera de su coñito, le metía un dedo y sentía lo rico que se deslizaba en su panocha por la leche depositada. En eso salio mi amigo del baño ya vestido y me dijo me marcho ha sido un placer enorme estar con ustedes. Se acercó a mi esposa y le dió un beso muy tierno en la boca mientras sus manos recorrian los pechos y la panocha, lo acompañé a la puerta. Le comenté no vayas a abrir la boca cabrón.

Como crees me respondió molesto y se fué. Regresé a la recámara y mi esposa seguía profundamente dormida así que la cubrí con la cobija y me acosté junto a ella, mi mano le acariciaba la panocha recogiendo bastante leche de mi amigo y se la untaba en las piernas de mi señora.