domingo, 25 de febrero de 2018

Horas extra


Hola a todos quienes lean este relato que me atrevo a publicar por primera vez. Mi nombre es Juanita pero me dicen Ana o Anita. Tengo 22, soy delgada, rubia de cabello corto, blanca, 1.72, busto normal, piernas fuertes porque hago ejercicio seguido... y la verdad me gusta mucho pasarme la bien con el tema del sexo. La historia que les contare sucedió hace muy poco y pasó con mi actual jefe de sección. Yo trabajo como diseñadora gráfica en una empresa de software y diseño interactivo en una ciudad capital americana. Aunque todavía estudio me logre colar y laborar en esta compañía de lo mejor en este país. Bueno llevo aquí como 3 meses y tengo un jefe bastante malgeniado y patán. Es un hombre maduro de 35 a 38 años. Alto fuerte y de aspecto normal, aunque agresivo sobre todo la mirada).

Desde que empecé a trabajar el jefe ( que diremos Daniel) me puso el ojo para sacarme, pues dice que los estudiantes y recién egresados no sabemos nada de nada, así que me tocó bastante duro los primeros días con la presión de él. A mis otros compañeros (todos hombres) les agradó sobremanera mi compañía. Todos hicieron casi una fila durante las primeras semanas para coquetearme y tratar de que ocurriera algo de movimiento conmigo, pero yo nada de nada. Me adapté rápido y puse a trabajar muy fuerte de día y de noche para que el jefe no molestara más. Cada día uno de mis compañeros de sección y de otras me entraba a coquetear, todos me molestaban y no quería nada con nadie, el único que me hacía sudar un poco, y no sólo era por la presión sino por que era el único que me ignoraba desde el plano sexual, era Daniel. El jefe. A pesar de ser un hombre maduro y todo, me gustaba cómo se veía de fuerte y ese ceño fruncido me agradaba muchísimo.

Comencé a vestirme un poco provocativa para ver cómo le hacía para que el jefe se fijara en mí. No sirvió de nada más que para calentar a mis compañeros que no dudaron en hacerme ofertas indecentes para salir. Una noche en la que trabajé horas extras diseñando un logo para una empresa importante Daniel salió de su oficina y pasó a un lado de mi cubículo. Me vio atareada y se acercó a ofrecerme su ayuda. En la sala de diseño sólo estábamos él y yo pues todo el personal había salido desde hacía una o dos horas atrás.

-¿Cómo va eso Ana? -Bien, bien, creo que lo termino en un rato -¿Segura? porque veo que falta bastante. -Pues yo lo termino hoy así me quede toda la noche acá jefe.

Él se sonrió por primera vez conmigo. Así que aproveché la oportunidad y le devolví la sonrisa un tanto coqueta.

-¿Por qué no me muestras algo para ver si me inspiras?

Le dije y él puso cara de sorpresa. Al tiempo bajé la mirada hacía mis piernas que se veían libres pues llevaba una mini azul turquesa y blusa azul de tiras y botas altas negras. Él me miro con algo de calentura y lanzó su brazo sobre mí. Yo alcancé a cerrar los ojos para sentir su brazo fuerte sobre mí, pero no, el tipo tomó el mouse y me empezó a mostrar ejemplos sobre el trabajo. Yo me desilusioné y seguí en el trabajo, escuchando atenta las instrucciones de él. El jefe de seguridad del edificio pasó haciendo ronda y nos vio. Preguntó sobre la hora en que dejaríamos de trabajar y Daniel le dijo que yo me quedaba un rato más. El de seguridad nos dijo que estábamos los tres solos en el edificios pues el turno de impresión no trabajaba esa noche. Seguimos trabajando y un rato después me dijo que se iba ya, que estaba tarde. Acepté. Él salió y yo seguí en el trabajo.

De pronto, tiempo después, sentí unas manos que me tocaban la espalda haciéndome un masaje. Me asusté y gire. Era Daniel.

-Hola ¡qué susto me has dado! -Me regresé porque creo que necesitas más ayuda ¿o no? -Sí creo que sí... -¿Un masaje? -Ok

Entonces empezó a tocar mi espalda y mis hombros haciendo que me relajara sobre el asiento. Sus manos eran muy buenas. Me concentré en el placer del dolor por la tensión de mis músculos. Luego sentí que una de las manos bajaba y rozaba mis senos sobre la blusa. Abrí los ojos pero seguí quieta. Ahora me tocaba a fondo y yo estaba en shock. Pues aunque esperaba algo de Daniel nunca creí que fuera en ese momento.

-¿Hace cuánto no te dan un buen masaje? -Hace bastante jefe... -Creo que te llegó la hora de hacerte uno completo -¿En serio?

Al decir esto bajó su cabeza y me dio un beso súper húmedo, al tiempo que bajaba mucho más su mano y la metía por mi falda, tocándome los muslos y llegando hasta mi interior. Yo le hice la tarea más fácil girando la silla y quedando frente a él. Daniel se arrodilló frente a mí, levantó un poco mi falda, hizo a un lado mis interiores y comenzó a chupar y lamer mi genital. Yo no paraba de gemir y suspirar. Rápidamente tuve un orgasmo enorme. Le tomaba la cabeza y la apretaba fuerte sobre mi órgano. Él sólo paraba para darme una mirada y seguir paladeando su lengua en mi clítoris. Comencé a tener otro orgasmo más fuerte que el anterior y lo hice a gritos. Daniel era excelente con la lengua. Tras ese orgasmo caí sobre la silla dichosa, entonces él se puso de pie frente a mí.

-¿Te gustó? -Ajá (contesté como tonta) -Baja mi cremallera y saca mi verga. (me dijo un tanto vulgar)

De inmediato lo hice. Su cambio de ser un hombre caballeroso a ser uno vulgar me excitó demasiado. Bajé el cierre y sin quitarle el pantalón saqué un pene enorme, era largo, un poco grueso. Lo tenía en mis manos.

-Métetelo a la boca putica...

Como si estuviera sonámbula o algo así obedecí. Abrí la boca y empecé a comerme su aparato. Él lo disfrutaba al máximo. Hizo que bajara de la silla y quedara de rodillas. Seguía chupando esa verga grande y hermosa, repleta de venas que palpitaban en mi boca.

-Eso es putica, muy bien, muy bien...

Mientras se la chupaba Daniel se quitó el saco y la camisa. De un momento a otro me tomaba de la cabeza y me daba empujones dentro de mi boca con su pene, como si me follara así.

-Detente un momento putica. Quítame el pantalón.

Lo hice de inmediato. Quedó desnudo. Me levantó y sacó mi blusa bajó mis interiores y la falda la arremangó sobre mi cintura, me dejó con las botas. Me tomó del cabello, jalándolo, y me puso de rodillas nuevamente para que siguiera chupándolo.

-Sigue con tu trabajo oral puta...

Continué mamándole la verga por un rato más. Me sentía muy bien así. Me encantaba su pene. Llevábamos más de media hora así, cuando él mismo sacó de mi boca su aparato. Me hizo levantar y me llevó hasta la sala de espera frente a su oficina.

-Ven que te voy a follar como se lo merece una puta como tú.

Me acostó boca arriba sobre el sofá de la sala de espera abrió mis piernas que tomó con sus manos y puso su vergota en mi entrada. Yo la tomé y la fui metiendo de a poco. Me quejaba y a él eso le gustaba. De improviso avanzó y la metió toda. Hasta el fondo. Grité. Se acomodó y empezó a meter y sacar su pene dentro de mí. Lo hacía a una velocidad enorme y con una fuerza gigante.

-Te gusta así ¿no puta? ¿te gusta?... perra...

Yo no paraba de gemir y de agarrarme de sus brazos fuertes. Sus embates eran tremendos. Unió mis piernas para apretar así su verga en mí. Y con una sola mano las tomaba y con la otra se apoyaba del espaldar del sofá. Me la metía y sacaba como una maquina sexual. Luego la sacó repleta de líquidos míos, pues ya había tenido un orgasmo durante la faena.

-Ponte en cuatro perra que me gusta penetrarlas así, a las putas como tú... Lo hice. Él me dio una palmada en las nalgas. Metió uno de sus dedos en mi coñito, lo sacó e intentó meterlo en mi trasero. Yo se lo impedí y él me abofeteó en la cara.

-¡Quédate quieta perra, que voy a hacer lo que yo quiera!

Me quedé helada y quieta. Insistió metiendo uno de sus dedos en mi trasero. Nunca lo había hecho por ahí. Su dedo me molestaba sobremanera y cuando ya lo tenía dentro comenzó a meter otro en mi coñito el movimiento de ambos me fue excitando cada vez más. Fui moviendo mis caderas al ritmo de sus dedos. Entonces los sacó de su interior y se acomodó para penetrarme. Primero de forma normal por mi coño. La metió toda de una y comenzó a penetrarme fuerte. Yo tenía la cabeza enterrada en el espaldar del sofá. Sus embates me apretaban contra él.

Me tomaba de la cintura y me atraía hacía su verga que salía y entraba como un taladro. Sus huevos golpeaban mis nalgas y estaba a punto de un nuevo orgasmo. Se detuvo.

-Ahora vas a saber lo que es coquetear conmigo perra.

Puso su pene en mi entrada posterior y empezó a avanzar. Me dolía muchísimo. Él se veía experto en estos menesteres y esperó a que me relajara. Cuando el glande estaba dentro, comenzó nuevamente a empujar hasta tenerlo todo dentro. Allí mismo me tomó del cabello y me alzó la cara, al tiempo que me penetraba sin compasión. Se apoyaba de mi cadera y de mi cabello como si cabalgara a una yegua. Yo estaba en otro mundo sintiendo de todo: dolor, placer, lujuria, éxtasis, etc.

Me metía su pene con todo poder. Sentí que estaba por acabar pues se apoyó sobre mi cadera y su ritmo se aceleró. Dio varios embates más y sentí cómo inundaba mi traserito. Fue enorme la cantidad de esperma que salía de él. Sacó su miembro y lo limpió con mis nalgas y con mi falda enrollada a la cintura. Se sentó a mi lado y me besó.

-¿Te gustó, perrita? -Sí, sí me gustó jefe...

Él me sonrió y me invitó a que le limpiara la verga. Lo miré y me fui encima de su hermoso pene a lamerlo hasta dejarlo limpio. Mientras lo hacía sentí a alguien detrás mío. Gire y se trataba del jefe de seguridad que miraba la escena con una cara de vicio increíble.

-¿Qué tal la vista José? Preguntó Daniel -Excelente...

Respondió el hombre mientras me miraba. Yo estaba congelada sentada desnuda a un lado de Daniel que me sobaba el cuello y se sonreía con José.

-Bien rica esta puta ¿cierto? -Pues yo la vi muy bien puestecita don Daniel... -Ya sabe que de noche esta empresa es suya con todo lo que tiene dentro...

Al decir esto miré a Daniel y éste me sonrió. José se acercó hasta mí al tiempo que se bajaba el pantalón, sacando un pene gruesísimo y empalmado a más no poder, pues había visto todo desde el inicio. Lo tomó en sus manos y me lo ofreció para que lo chupase. Daniel me presionó del cuello y no hice más que abrir la boca e intentar tragarme el paquete del vigilante.

Su verga era más pequeña que la del jefe pero mucho más gruesa. Comencé a lamerlo y darle pequeñas mordidas.

-Eso sí, mamita, así. Mírame a los ojos mientras lo chupas... me gusta ver la cara de putas cuando lo maman...

Me decía el tipo mientras tocaba mis senos y se iba quitando la ropa. Daniel se sentó frente a nosotros a disfrutar de la escena.

El vigilante era un hombre de unos 45, bajito, pero acuerpado, blanco y calvo. Me detenía en la mamada para quitarse su ropa, hasta quedar completamente desnudo. Seguí mamándolo hasta que él me detuvo, se sentó en el sofá y me invito a sentarme sobre su verga gruesa. Así lo hice, sentí esa verga abriéndome un poco mi conchita pues el tamaño del grosor era inédito en mi cueva de sexo.

Cuando pude ensartarlo todo él mismo me daba el ritmo para que subiera y bajara. Mientras me chupaba y tocaba los senos. La fricción con esa nueva verga hizo que me excitara mucho y que intentara llegar a un nuevo orgasmo. Aceleré el bajar y subir. Sentía cada vez más esa verga dentro. Abracé al vigilante y comencé a hablar:

-Sí, sí, qué verga hermosa, me gusta sentirla dentro, dentro... sí, sí...- y me corrí de una forma inusual. Gritando fuertísimo. Arañando al vigilante de tal forma que violentamente me levantó y me puso acostada sobre el sofá. Entonces comenzó a meter y sacar su pene con violencia. Yo le pedía más y más. Parecía que estaba incómodo en el sofá, así que sin sacarme su pene de dentro me puso en el suelo y allí montó mis piernas con las botas sobre sus hombros y me penetró con furia. Luego se apoyó de mis senos y me daba con total violencia. Yo estaba en otro mundo mientras me penetraba. Daniel se acercó y me ofreció su verga para que se la chupase mientras tanto. La tomé y la mamé mientras era follada.

El vigilante sacó su pene. Me puso en cuatro y volvió a meterla fuerte. Yo seguía chupando a Daniel entonces sentí el ritmo a punto de acabar del vigilante decidí ayudarle moviendo mis caderas, también Daniel parecía acabar. Ambos se vinieron al tiempo. Daniel bañándome la cara y la boca y el vigilante bañándome la espalda. Ambos se pusieron frente a mí y los limpié a fondo.

Después de esto se vistieron. El vigilante siguió en su guardia y Daniel me llevó a su oficina.

-Mira Ana, esto que pasó aquí es entre nosotros. Pueda ser que no te agrade lo que pasó, pero pasó. Así que ojalá y no lo estés divulgando por ahí. Tú estás grabada en vídeo y todos sabemos que tú querías esto desde hace un tiempo. Ya te enteraste porque no hay mujeres en esta sección. No aguantan las horas extras. ¿me entiendes?.

Yo me quedé mirándolo con rabia y algo de morbo ante lo sucedido y ante su confesión. No contesté nada y fui al baño a lavarme y cambiarme. Desde dentro escuché cuando Daniel salió.

Ya vestida, con la falda hecha un desastre, fui hasta mi cubículo, apagué el computador y salí. Al llegar a la puerta el vigilante no paraba de mirarme lleno de lujuria.

-¿Te gustó lo de arriba?

No le contesté nada e intenté salir.

-¿Te gustó o no? -Sí, sí me gustó pero no quiero hablar de eso... -Pues nadie quiere que hables -No lo voy a hacer. Simplemente pasó y ya. -Eso es así nos gusta a nosotros... -¿Lo hacen seguido? -Sólo cuando toca... y con una mamacita así en la oficina toca...

Intenté salir de nuevo, pero el hombre me jaló del brazo y me arrastró hasta la silla de su despacho, me sentó allí. Sacó su verga y me la puso en los labios.

-Entonces no hables y termina de chupar que todavía estoy lleno...

Lo miré y abrí al boca y comencé a comerme esa verga gruesa. Le miraba a los ojos tal como a él le gustaba. Salivaba muchísimo para que se resbalara suave en mi paladar. Bajé su pantalón y me apoyaba de sus caderas para ir y venir con más soltura. No paraba de insultarme y gemir. Lo pajeé mientras chupaba sus huevos y volvía a lamer y chupar su verga. Me detuve y sin dejar de mirarlo le dije:

-¿Quieres meterlo de nuevo?

Él dijo sí con un gesto. Me levanté y me apoyé en la pared ofreciéndole mis agujeros de espaldas. Tomé su verga y la apunté a mi coño. Él entró con facilidad. Yo estaba mojadísima. Me tomó de las cadera y comenzó a embestir fuerte. Me estaba partiendo. Me apretaba los senos y seguía metiéndolo. Me encantaba el grosor de esa verga. Yo estaba por reventar en un nuevo orgasmo cuando él lo sacó y me jaló del cabello para que me arrodillara. Lo hice y me obligó a abrir la boca y recibir su descarga en la boca. Abrí la boca y la recibí con agrado. La tragué toda. Luego lo limpié y salí de allí.

No volví a trabajar tres días. Luego aparecí, di mi carta de disculpas por no haber ido a trabajar. Daniel me trataba normalmente igual el vigilante. Ya sabía yo que no podía volver a tomar horas extras de noche, a no ser que quisiera pasarme la de fiesta. Así ha sido hasta ahora. Cuando deseo hacer horas extras ya saben lo que pasa.

Creo que voy a dejar el empleo. Igual estoy por graduarme y seguro encontrare otro mejor...

¿Qué creen ustedes?

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Emborraché a Magnolia


Tenía 2 meses en mi nuevo empleo cuando ella entró a trabajar a la empresa, era la mujer más hermosa que jamás había visto, desde la primera vez que la vi me calentó, supe que se llama Magnolia, es edecán promotora y la verdad es que esta muy buena, no como las anteriores que habían trabajado ahí, debido a su empleo siempre viste de manera muy atractiva, me encantan sus cortas y ajustadas minifaldas que dejan ver sus largas y torneadas piernas, le gusta usar vestidos cortos de tipo primaveral, sin medias y con zapatos tipo sandalia de tacón alto, pero cuando hace frío usa mini faldas con pantimedias negras y zapatos de tacón alto. Siempre usa escotes que dejan ver sus jugosos senos, algunas veces usa jeans que cuando le ves el culo te para la polla en un instante.

Nunca había hablado con ella pero la veía siempre en la puerta dando información y propaganda a los clientes que iban a comprar algo, yo miraba las lujuriosas miradas de los hombres que la recorrían de arriba abajo y de regreso. Cuando yo pasaba por ahí ella me miraba con una sonrisa en el rostro, yo supuse que era debido a su trabajo en el que todo el día debe estar sonriendo.

Siempre me han excitado mucho las promotoras, yo creo que es debido a que yo veo a una edecán como una especie de prostituta, básicamente son los mismos principios, una mujer recibe dinero y a cambio enseña las piernas, el cu?o y los senos.

El jefe organizo una fiesta ese fin de semana para conmemorar un aniversario de la empresa e invitó a todos los empleados. Yo llegué muy bien vestido y perfumado, saludé a mis compañeros y busqué a Magnolia pero como no la encontré, supuse que no había asistido a la fiesta, cuando de pronto la vi entrar, llevaba puesto un corto vestido negro, muy ajustado, sin medias y con unos zapatos que hacía que su culo se viera muy paradito. 

Entró y saludó a algunas personas, cuando la vi me calenté tanto que tuve que ir al baño para disimular la erección que tenía, comencé a chaquetearme la verga cuando me miré en el espejo y pensé que yo no soy tan feo, soy joven, tengo trabajo y un buen carro, entonces merezco algo más que una pinche paja, una mujer buena es lo que merezco, así que me decidí a conseguirme a una chica atractiva y salí del baño dispuesto a conseguir algo con Magnolia.

Le estuve observando y esperando el momento para atacar, ella terminó su bebida y fue al bar por otro drink, yo aproveché y también fui al bar por una bebida, cuando estuve junto a ella la saludé y me presenté como todo un galán, hice todas las payasadas que hacen los actores de Hollywood en sus películas y asombrosamente ella se interesó en mi y comenzamos a platicar, no nos separamos en toda la noche y estuvimos riendo y bebiendo, sobre todo bebiendo pues yo me aseguraba de que su copa estuviera siempre llena. 

Ocasionalmente mis manos rozaban "por accidente" su cu?o o sus senos, al principio noté que se incomodaba un poquito pero conforme el nivel de alcohol en su sangre iba subiendo, ella parecía no darle importancia a mis contactos físicos. Ya avanzada la noche y ella avanzada en tragos, no pude resistir y le puse la mano en su bello culo, ella ni cuenta se dio debido a todo lo que había tomado, brandy, whiskey, coñac, tequila y todo lo que yo le había ofrecido.

Magnolia estaba muy ebria y como ya era tarde me ofrecí a llevarla a su casa y ella aceptó, nos despedimos de los demás invitados y subimos a mi coche, le pregunte donde vivía y nos dirigimos ahí.

Era una noche obscura y la lluvia comenzó a caer, Magnolia estaba casi dormida y yo miraba como su vestido estaba tan arriba que yo podía mirar en sus totalidad sus hermosos muslos bronceados, y por su escote, sus senos que parecían iban a explotar, tomé un camino que pasaba por un parque totalmente desierto a esas horas de la madrugada, paré el automóvil y me lancé sobre ella, besé sus carnosos labios mientras mis impacientes manos recorrían sus piernas de arriba abajo. 

La apreté contra mí y le lamí el rostro con mi lengua como si fuera yo un perro, ella se sobresaltó y trató de alejarme pero estaba tan ebria que no tenía fuerzas, mis manos y mi boca recorrieron todo su cuerpo y yo estaba calentísimo de tener a la mujer de mis sueños indefensa ante mí, levanté su pequeño vestido y mis manos le quitaron su pequeña braga negra, mi mano acarició su coñito y mis dedos empezaron a jugar con su clítoris, ella aflojó el cuerpo y comenzó a gemir, su respiración iba en aumento y ella murmuraba algunas palabras que yo no podía entender, su volumen aumentó y yo escuché lo que decía "sí, sí, así" yo no podía creerlo, ella se estaba excitando y nos besamos, después de acariciar todo su cuerpo ella me pidió que se la metiera, yo le dije "te la voy a meter porque eres una pu?a" me bajé el pantalón y mi dura ver?a salió a relucir, bajé el respaldo de su asiento y me acosté sobre ella, "ahora te voy a coger pinche zor?a" dije y le introduje mi duro fierro de un solo golpe hasta el fondo, ella soltó un alarido que me puso más cachondo, seguí follándola mientras la insultaba diciéndole lo pu?a que era y cómo disfrutaba cogérmela, mis manos recorrían su cuerpo y mi boca mamaba sus pechos y ocasionalmente la daba mordidas que ella parecía no notar. 

Seguí dándole chorizo a mi borracha amante hasta que sentí que iba a venirme y como dentro de un carro es difícil cambiar de posición decidí explotar adentro de ella y así lo hice, un potente chorro de tibio semen salió de mi polla e inundó su cavidad vagi?al, salió tanta leche que escurrió por todos lados, saqué mi lechoso miembro e hice que ella me lo limpiara con la boca, ella lo hizo no sin mucho esfuerzo, ambos estábamos exhaustos, así que nos vestimos correctamente y la llevé a su casa donde ella se bajó después de darnos un prolongado beso y quedando de vernos en el trabajo el lunes siguiente.

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La profesora de piano


Soy Lorena, tengo 19 años, vivo en Montevideo, (Uruguay), y quiero compartir con ustedes los relatos de mi vida sexual, que como verán a continuación, ha empezado maravillosamente bien a diferencia de otras chicas que no tuvieron tanta suerte.

Producto de tal situación hoy puedo decirles a ustedes aquí en privado que soy lesbiana y que lo seré por el resto de mis días.

Fui criada por mis padres bajo estrictas normas de educación, dado que ambos son un tanto antiguos.

Siempre fui bien parecida porque soy rubia, alta, tengo ojos verdes, mis medidas son 92 - 62 - 92, y aunque suene feo que lo diga yo, soy una mujer atractiva.

Me he dado cuenta de ello porque soy permanentemente hostigada por ambos sexos.

Además cuido muy especialmente mi femineidad vistiéndome con ropa de marca, arreglándome permanentemente el cabello, así como cuidando mi maquillaje y demás.

Soy cien por ciento mujer, aunque me gusten con locura las mujeres.

De chica fui "obligada" a estudiar muchas cosas, por ejemplo: inglés, la secundaria hasta Facultad, y Piano.

Estudiando piano descubrí mi sexualidad.

Estudiaba piano y me preparaba para el examen de sexto año en la casa de mi profesora, a quien llamábamos la Srta. Elsa.

Elsa en aquel entonces tenía 32 años, era morocha de ojos marrones, con un cuerpo espectacular dado que era soltera, (con novio), y aún no tenía hijos, lo que le permitía conservarse muy bien físicamente.

Además, era una persona que se preocupaba mucho de broncearse y de tener una actividad de gimnasia a diario.

Como Elsa vivía frente a mi casa, en un barrio muy tranquilo, sólo debía cruzar la calle para ir hasta su casa. Mi madre se quedaba parada en la puerta hasta que me veía entrar a estudiar. Las clases eran de las 3 a las 5 de la tarde, los días lunes, miércoles y viernes.

Elsa casi siempre a esa hora estaba tomando sol en el fondo de su casa cuando yo llegaba, y me recibía con su traje de baño de dos piezas, y mientras se cambiaba de ropa, yo empezaba a practicar las lecciones.

Yo era la mimada de todas sus alumnas; siempre me recibía muy bien y me decía que yo era la reina porque era la más bonita de todas.

Una tarde que hacía un calor tremendo, crucé a clase con una mini de tela fina, una remera (camiseta) corta y sandalias.

Elsa me recibió quejándose del inmenso calor que hacía ese día, (cerca de los cuarenta grados), y vi que la parte de arriba de su traje de baño estaba desatada.

Solamente se había tapado los pechos, (que hoy puedo decir que eran hermosos), para abrirme la puerta.

Me sorprendió cuando me preguntó si no me moría de calor con el sostén puesto, a lo que le respondí que no.

Me aconsejó no usar sostén a ese edad porque era malo, y más con mis pechos que estaban crecidos un poco más de la cuenta, (según mi madre y algunas de mis amigas).

La verdad es que me apretaban un poco, mi madre no concebía que siendo yo tan chica tuviera el cuerpo de una señorita más grande, pero me obligaba a usar sostén y no dejaba que usara remeras (camisetas) escotadas. Incluso, hasta el día de hoy algo me dice si me ve mostrando mucho de arriba, (o mucho de abajo).

No le di importancia al comentario de Elsa, y como en todas las clases me senté en la butaca del piano a practicar las partituras que luego de memoria debía tocar en el examen.

Esa tarde Elsa no se cambió y no puso su silla al lado de la butaca del piano para corregirme posibles errores como lo hacía siempre. Tampoco se sentó al lado mío, sino que se tiró a escuchar mi práctica en un sofá que tenía en el living.

Como me equivoqué un par de veces porque tenía las manos sudadas por el inmenso calor, me rezongó, y me pidió que me concentrara más en la lectura de la partitura.

Como me volví a equivocar, vino hasta el piano y me pidió que me sentara más delante de la butaca, (casi en el borde), y ella se sentó atrás mío separando bien sus piernas.

Evidentemente que no había lugar para las dos, así que Elsa quedó con su sexo pegado a mis nalgas, incluso me dijo que me sentara más atrás que iba a caerme.

Lógicamente yo no quería tocarla, pero terminé prácticamente sentándome en su pubis. Recuerdo que mis nalgas encajaban perfectamente en su entrepierna. Pasando sus brazos por debajo de los míos, se puso a tocar la partitura y me dijo que estuviera atenta y que lo hiciera luego igual que ella.

Yo la miraba atentamente porque quería seguir el ritmo de la música que ella me enseñaba a tocar. Prácticamente me tenía abrazada.

En cuanto terminó de tocar unos acordes, rozó mis pechos con sus antebrazos, y sin yo darme cuenta, estaba mirándome los senos y los pezones se me habían puesto duros y se notaba.

Allí me dijo: "Lorena, cómo has crecido, mira qué senos que tienes, ¿qué te ocurre que tienes los pezones tan duros?.

Yo me quedé muda, estaba concentrada en la partitura y además no sabía qué decirle. La verdad es que no sabía por qué se me habían puesto los pezones así, hoy supongo que fue porque me los rozó. Es una de las partes de mi cuerpo más débil. Yo a lo único que atiné fue a tapármelos con ambas manos, con un poco de vergüenza lo confieso.

A todo esto tomé conciencia de que estaba sentada en su pubis, prácticamente mi sexo estaba casi incrustado en su hueso pélvico. Con voz de estar dándome una orden me dijo que el sostén me quedaba chico, y que así no podía estar tocando el piano, por lo cual me levantó la remera (camiseta) por detrás, me lo desabrochó y me lo quitó.

Me llamó la atención cómo había empezado a respirar agitadamente, me estaba respirando fuerte en la nuca y yo sentía el viento de su aliento que me producía una cosa extraña en el cuello.

Me levantó la remera (camiseta) y me quitó el sostén e inmediatamente puso sus manos entre mis pezones que estaban verdaderamente duros. Me preguntó si me dolían y le dije que sí. Era verdad, parecía que algo iba a salir por ellos. Me dijo que no me asustara, que era porque estaba creciendo y ya era toda una mujer. Apoyó sus manos en mis senos, y empezó a acariciarme los pezones. Respiraba cada vez en forma más agitada. Su aliento en mi cuello me hizo erizar, mi piel era la piel de una gallina.

Yo no sabía entonces qué me ocurría, (hoy lo sé), pero me sentía estremecer cuando corrió mi pelo largo hacia un costado y empezó a pasar la punta de su lengua en mi nuca y en el cuello.

Se sentía fresca, yo estaba traspirada y empezó a gustarme esa frescura que no sabía de qué se trataba, pero al fin y al cabo, era mi profesora de piano y la conocía no solo toda la gente del barrio, sino prácticamente toda mi familia que iban a verme a los exámenes.

No conforme con pasar su lengua, empezó a darme pequeños mordiscos en el cuello, y me pedía por favor que siguiera tocando. Yo a esa altura entre la confusión, el calor, y la partitura no sabía si estaba tocando el piano o el violín. Empezó a masajearme los pechos más fuerte, y empecé a sentir como refregaba su sexo entre mis nalgas. Yo ya no podía tocar porque me estaba moviendo ella y le estaba errando a las notas que tenía que tocar.

Dejó mis pechos y llevó sus dos manos a mis muslos, y su mano derecha la empezó a meter entre mis piernas. Yo apoyé mis dos manos en el teclado porque estaba sintiendo cosas muy parecidas a las que sentía cuando me masturbaba en casa.

Entonces sentí como toda su mano se apoderaba de mi entrepierna y casi naturalmente y sin darme cuenta, apoyé con firmeza mis piernas en el suelo hasta quedar casi parada. Se sorprendió al sentirme tan mojada.

Es cierto, estaba empapada, pero me daba un poco de vergüenza porque mi madre siempre me decía que una mujer cuando se moja debe lavarse enseguida con jabón igual que cuando se va a hacer pis.

Luego de pasar unas cuantas veces su mano por entre mis piernas y empezar a lamerme la espalda haciendo que se me pusiera la piel más erizada todavía, metió el dedo por debajo del elástico de mi bombacha y empezó suavemente a recorrer mi sexo.

Llegó a ese lugar que yo había descubierto que si me lo tocaba sentía muchas cosas lindas hasta llegar un momento de placer indescriptible, y ya no pude seguir sentada sino que me paré delante de ella de cara al piano sintiendo lo mismo que sentía cuando me acariciaba.

Yo no sabía lo que me estaba pasando, pero la realidad era que estaba teniendo un orgasmo impresionante. Con su mano izquierda me levantó la mini y empezó a besarme en las nalgas, mientras su dedo de la mano derecha seguía jugando en ése lugar que ella había descubierto que me desmoronaba en una catarata de placer.

Elsa se paró, me dio vuelta en forma brusca y me metió la lengua en la boca mientras me tomaba las nalgas con ambas manos acariciándolas, a veces con las dos, y a veces una se desviaba y se me metía entre las piernas como si quisiera levantarme por el aire, cosa que casi logra. No tuve más remedio que abrazarla por el cuello, sino corría el riesgo de caerme. Recuerdo que se me salió una sandalia.

Me llevó a su cuarto, siempre abrazada a mí mientras me tocaba todo lo que me pudiese tocar y ya no me besaba sino que me lamía la cara, el cuello, los pechos, todo lo que pudiera lamer en el camino. Me tiró en la cama, recuerdo que caí de espaldas y vi cómo se quitaba la parte de arriba de su traje de baño, que estaba suelta, y cómo se bajaba el bikini, hasta quedar totalmente desnuda frente a mí.

Me tomó de la remera (camiseta), me la quitó fuertemente haciendo que mi pelo quedara enredado en la misma, pero no llegó a sacármela porque empezó a lamerme desde el cuello hasta los pechos.

Terminé sacándome yo misma la remera porque estaba tirándome del pelo, y Elsa con ambas manos apretó mis pechos como si quisiera juntarlos y empezó a lamer mis pezones en forma frenética. Los lamía en círculos recorriendo la aureola y dándome pequeños mordiscos en los pezones que parecían que iban a salirse de su sitio.

Yo sentía pequeñas convulsiones entre mis piernas, estaba tremendamente mojada y estaba bañada en sudor por el calor que hacía, y por el calor que me transmitía el cuerpo de Elsa arriba mío.

Dejó de chuparme los pechos, y fue con su lengua lamiéndome la barriga, el ombligo y me tiró de la mini hacia abajo, la que pudo sacarme sin problemas porque sólo tenía un elástico.

Empezó a darme besos sobre la bombacha, que para variar y por consejo de mi madre era blanca para que no se trasluciera, y corriendo el elástico de la misma a la altura de mi entrepierna, empezó a jugar con su lengua recorriéndome el sexo como podía. Me dijo que ya era hora de depilarme, (mi madre nunca me lo había dicho), y me bajó la bombacha y la tiró al piso.

Yo seguía en la cama boca arriba y tenía mis manos apretando las sábanas en una posición defensiva, de miedo. Debo confesar que lo que me hacía Elsa me gustaba pero me daba mucho miedo. Mi corazón latía a mil por hora, y sentía como me golpeaba el pecho.

Pero mi sexo estaba empapado, ya había tenido dos orgasmos sin saber exactamente que era lo que me estaba ocurriendo. A esa edad no sabía lo que era un orgasmo, pero sabía que era una sensación de placer hermosa que cuando se me producía quería sentirla más y más veces.

Siempre fui de masturbarme mucho y de hecho a esa edad lo hacía con frecuencia. Cada oportunidad que tenía, intentaba tener de esas sensaciones más de una vez. Por cierto, las oportunidades nunca eran muchas.

Elsa se puso de rodillas al borde de la cama, levantó mis piernas arqueando las rodillas, y empezó a lamerme los muslos. Los mismos golpes que sentía en el pecho, los sentía en la parte superior de mi sexo. Yo entonces no lo sabía, pero era mi clítoris que estaba hinchado y pronto para recibir su merecido tratamiento. Elsa fue bajando con su lengua por mis piernas, hasta que llegó nuevamente a mi sexo.

A esta altura mis jugos vaginales corrían por mi vagina hacia abajo, se paraban en mi ano y empapaban la sábana. Realmente estaba dejando un verdadero charco en la cama. Elsa separó con mucho cuidado mis labios vaginales. Con su mano izquierda separó los labios que recubren el clítoris y empezó a darme pequeños toques con la punta de su lengua. Recuerdo que yo saltaba de placer. Tanto que Elsa me pidió que me quedara quieta. Que no me moviera tanto. Es que yo no sabía qué era lo que tenía que hacer.

Tomó mi clítoris con el labio inferior de su boca mientras que con la lengua lo levantaba y lo acariciaba. Lo tenía aprisionado. Tres veces seguidas sentí esos espasmos tan lindos, espasmos a los que después les llamaría orgasmos. Luego tomó mi clítoris entre ambos labios y los apretó, como si quisiera mordérmelo, y en forma frenética empezó a mover su lengua de izquierda a derecha a una velocidad alucinante.

Empecé a retorcerme en la cama, sentía mi vientre como si estuviera hinchado, y lo que tenía en la vagina eran verdaderas convulsiones. Sentía además dolor en los ovarios, que luego Elsa me explicaría que eran normales porque me había excitado mucho.

Cada vez que sentía los espasmos, Elsa seguía jugando con su lengua y me hacía pegar saltos en la cama, y luego violentamente ella me acomodaba a su gusto y antojo para seguir chupándome. El calor era insoportable, la sábana estaba empapada con mi sudor y mi jugo, así que Elsa decidió que me pusiera de rodillas, mirando hacia la pared.

Esta vez fue Elsa la que se acostó en la cama boca arriba, y metió nuevamente su cabeza entre mis piernas. Me tomó de la cintura y me dijo que bajara mi sexo hasta su boca. Nuevamente me tomó el clítoris entre los labios y empezó a jugar con su lengua.

Esta vez me tenía agarrada de las nalgas y tiraba hacia los costados abriéndomelas, lo que me producía un fuerte dolor, pero gustoso. Sentí como con su dedo mayor de la mano derecha acariciaba en círculos mi ano como si quisiera meterme el dedo pero sin hacerlo, hasta allí había llegado mi jugo, y esa zona era una rara mezcla de sudor y jugo.

Me tenía aprisionada, cada orgasmo que me dejaba dando saltitos promovía que Elsa me sujetara con más fuerza como para no dejar de lamer mi sexo en forma ensañada. Mi pidió que me cambiara de lugar, y a su vez me pidió que empezara a hacerle las mismas cosas que ella me hacía a mí. Me incorporé, me di vuelta, apoyé mi sexo nuevamente en la cara de Elsa, y ella con sus manos empujó mi cabeza hasta su sexo.

Con su mano izquierda pude ver como se separaba la carne para que su clítoris quedara al descubierto. Con su mano derecha empezó a acariciarse y me dijo que así debía hacerle yo con mi lengua. Pude ver que su jugo era blanco y espeso. Estaba tanto o más mojada que yo.

Torpemente puse mi cabeza tratando de tomarle el clítoris con mi boca, y recuerdo que hundí mi nariz en su sexo lo que me aterró porque con sus jugos se me tapó la nariz y no podía respirar. Sé que Elsa tuvo un orgasmo, y lógicamente yo tuve otro. Sorprendentemente sonó el teléfono. Ambas saltamos espantadas.

Eran las 5:10 de la tarde, y era mi madre que llamaba para ver por qué no llegaba a casa. Elsa le dijo que hoy me quedaría una hora más a practicar, porque había estado fallando. Yo aproveché a ir al baño a hacer pis y Elsa vino conmigo y ambas nos higienizamos. Me pidió encarecidamente que no le contara a nadie nada de todo eso.

Me explicó que cumpliría en un mes los 17 años y que ya era toda una mujer, y que entre mujeres siempre había secretos que no se les contaban a nadie. Ni siquiera a nuestras propias madres. Elsa me dijo que estaba fascinada con mi cuerpo.

Aún en el baño, empezó a masajearme las nalgas. Luego se puso de rodillas en el suelo, y con su lengua recorría la raya que separa las nalgas, mientras me las mordisqueaba por momentos.

Me llevó nuevamente para el cuarto, y luego de hacer a un costado la sábana húmeda, me dijo que me acostara boca abajo. Me preguntó si ya había empezado a masturbarme, y yo recuerdo que tímidamente le dije que no. Entonces tomó una almohada y la puso a la altura de mi pelvis. Me dijo que metiera mi mano entre mis piernas y que me tocara, hasta sentir lo que ella me había hecho sentir. Yo sabía bien lo que tenía que hacer, sólo que me dio vergüenza de que ella se diera cuenta de que le había mentido.

Yo metí mi mano entre la almohada y mi vientre y empecé a masturbarme, mientras sentía como Elsa me separaba las nalgas y empezaba a jugar en círculos con al agujero de mi culo. Elsa dobló la almohada a la mitad para que mi culo quedara aún más arriba, y cada vez hacía más presión, por un lado separando mis nalgas y por el otro con su lengua, la que totalmente recorría mi parte trasera más íntima y de a poco se metía dentro de mí.

Lo cierto es que me gustaba mucho, y estaba por venirme ese espasmo que yo quería que me viniera cuando sentía como perfectamente Elsa metía y sacaba su lengua de adentro mío. Me estaba penetrando con la lengua, y yo a esa edad no tenía idea de lo que me estaba haciendo.

A todo esto, la hora se nos pasó.

Elsa espantada mi dijo que fuera al baño a higienizarme rápido y juntó mi ropa, luego en el baño me ayudó a vestirme y me peinó. Volvió a decirme que lo que había ocurrido era un secreto que debía guardar bien, y que ni siquiera mi madre debía saberlo.

Esa misma noche Elsa le habló a mi madre y le dijo que debía empezar a ir todos los días a practicar, y que no nos cobraría más por eso, dado que yo era su mejor alumna pero estaba un tanto floja.

Pese a que mis padres se enojaron mucho con eso, nos vino bien porque era nuestra oportunidad de estar juntas.

Elsa me ha marcado para toda mi vida, y como ésta es una historia real, quiero compartirla con todos ustedes.

La he separado en capítulos, porque hemos tenido encuentros realmente increíbles, como por ejemplo la noche de mi cumpleaños, en plena fiesta.

O el día que di el examen...

Pero eso se los contaré luego.

Espero que hayan disfrutado parte de ésta historia que, insisto, es real, y por sobre todas las cosas sucedió aquí en Montevideo, Uruguay.

Hasta luego...

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La Ladronzuela


Mi novio y yo hacía unos meses que estábamos saliendo cuando me ocurrió la historia que les voy a contar. Me llamo Adela y tenía 19 años. Iba con mi novio a comprar a unos grandes almacenes, de esos que venden de casi todo y tienen dos o tres pisos. Bueno quería comprar un poco de ropa ahora que llegaban las rebajas y mi novio me acompañaba.

Bueno, me cuesta mucho decidirme, y después de estar un buen rato mirando esto o aquello me dispuse a probarme en el probador los trapos que había seleccionado. Me quedé en ropa interior frente al espejo del probador antes de probarme todo aquello. Me gustaba mirarme frente al espejo. Soy entre rubia y castaño claro, tengo bastante buen tipo, soy un poco alta y delgada, aunque tengo unos muslitos gorditos y las pantorrillas carnosas. Mi cu?o es redondo y soy bastante ancha de caderas y estrecha de cintura. Mi piel es de un color rosa blanquecino que toma una apariencia de marfil donde el sol nunca llegó. El escotado sostén dejaba al descubierto la canal de mi pecho, a cuyos lados se levantan como colinas perfectamente cónicas mis senos coronados por dos pezones rosas inmensos cuyos bordes se funden y se difuminan. Mis labios son largo y carnoso el de arriba, mientras que el de abajo es delgado.

Bueno. Me probaba todo y me miraba una y otra vez al espejo, y una, y otra. Al final salí convencida de que al menos dos de los vestidos me gustaban pero sólo tenía dinero para uno. Se lo comenté a mi novio. En seguida se acercó la dependienta.

La dependienta era una chica alta y delgada, de pelo corto, que llevaba el uniforme con una sobriedad que no pegaba en una tienda de ropa de señoras. Le calculé unos treinta años. Morena, seria aunque agradable. No me decidía por lo que la dependienta se fue a atender a otros clientes.

No debí de hacerle caso a mi novio, que me convenció de algo que por mí misma jamás habría hecho. Me convenció para que me fuera al probador y me pusiera uno de aquellos trapos debajo de mi ropa y saliera muy convencida diciendo que compraría aquel otro traje que llevaba en la mano.

Me metí en el probador y así lo hice, disimulando todo lo que podía el volumen de aquella prenda que pretendía robar bajo mi ropa de siempre. La dependienta se extrañó desde el principio de mi nerviosismo, hasta que asustada, le confesé que no compraría ninguno. Mi novio me miró estupefacto y nos dirigimos hacia la salida decididamente.

Nuestros pasos delataban nuestra intención de escapar. La puerta estaba cercana pero al llegar, nos dimos cuenta que una mujer, vestida con un azul uniforme de guardia de seguridad, que me parecía infranqueable como un castillo y fuerte y enorme como un caballo, estaba cruzada en la puerta, evitándonos el paso. Mi novio salió corriendo y pudo zafarse de la cancerbera, pero yo, asustada por las voces de la dependienta, ordenando a la mujer que guardaba la puerta como un Hércules guardando el estrecho de Gibraltar que me atrapara con sus manos que me abrazaron sin dudarlo y me estrecharon en un abrazo que me parecía el de un oso.

Me intenté zafar pero era imposible, ya que la profesionalidad de aquella mujer era indiscutible. Además, me convertí en el centro de atención de todos, de mujeres mayores y jóvenes, de chicas y chicos, de clientes y trabajadoras... No opuse resistencia cuando me condujeron a una sala interior del establecimiento, a través de un recorrido en el que se podía apreciar el desorden dentro del orden del almacén, la cara de sorpresa de los operarios que veían a el terceto improvisado romper la monotonía del trabajo. Llegamos a un despachito. Una mesa, una silla, una televisión y un video.

En la pantalla de la televisión, después de que la dependienta manipulara el vídeo, seleccionado al fin una película que le convenía pude ver unas estanterías de ropa que me eran familiares, así como, en uno de los extremos, a una chica que, aún siendo yo, no me podía sentir del todo identificada con ella. No tardé en recordar la escena. Mi novio esperaba al otro lado de la pantalla. Sí, pude verle coger unas de aquellas braguitas preciosas que tanto nos habían llamado la atención y hecho reír y llevársela al bolsillo de la chupa . El muy cabrón había salido corriendo y me había dejado allí, sola entre aquellas dos víboras sedientas de mi escarmiento que parecían dos "Frauleines" de las SS.

Luego yo salía y hablaba con él, luego venía seria pero amable, fría, calculadora la mujer que ahora tenía frente a mí, clavando sus ojos de fuego y luego ella se alejaba y se veía a mi novio seducirme con la idea de poseer lo que no me pertenecía, y yo, vacilar y por fin, sucumbir a la tentación.

Y me veía desnudarme, y se apreciaban en la televisión mi torso desnudo cubierto bajo aquel sostén que permitía una desnudez que le pensaba dedicar como una nocturna fragancia a mi novio.

No tuve más remedio que reconocer que, efectivamente, llevaba puesta como una segunda piel la prenda de ropa que me obligaron a entregar y que aquella Hércules policial agarró como si del mismísimo vellocino de oro se tratara. Y me sentí desnuda, con el torso sólo cubierto por el minisostén, Y las dos mujeres se echaron una mirada cómplice y me obligaron a desprenderme del sujetador para mirar la etiqueta y cerciorarse de lo que ya sabían y era que aquel sujetador no sólo no pertenecía a esa tienda, sino que, en justicia, era poco para mí, que estaba infinitamente más bella como una Venus del renacimiento recién parida, que se esforzaba en cubrirse los senos con los brazos.

Un gesto despectivo dio con mi sostén en el suelo y las inquisidoras siguieron cómplices con mi interrogatorio y me preguntaron que dónde estaban las bragas que mi acompañante, pues por aquel entonces ya había dejado de ser mi novio, se había llevado. Y mi falda cayó al suelo desabrochada por sus manos que pretendían arreglar la economía de la empresa, arruinada sin duda por el hurto de aquella prenda por la que se había interesado Fulanita de Tal, casada con Cetanito de Cual.

Me alegré de haberme puesto aquellas braguitas blancas, nevadas, cuyo blancor hería a los ojos de mis interrogadoras, a pesar de lo cual, su mirada se clavaba en mi cuerpo. Sentía como unos rayos fríos rozarme y ponerme la piel de terciopelo por donde ellas miraban. Y finalmente vino lo que me temía que pudiera suceder pero esperaba que sólo fueran morbosas ilusiones mías. La dependienta me agarró de las nalgas, por encima de la tela suave, casi de seda de aquellas bragas, y profanó mi boca, metiendo su lengua húmeda y resbaladiza todo cuanto pudo, mientras yo me debatía y la guardiana observaba extasiada .

No me sirvió de mucho responder violentamente, pues, como ya les he dicho, la guardiana conocía bien su profesión y antes de que me diera cuenta, tenía las manos esposadas a la espalda, con un artificio metálico que la chica se sacó de detrás de su cazadora azul. Perdió, eso sí, la gorra en el forcejeo y cayó por su cuello una caballera rubia, en la que los pelos de oro corrían paralelos a otros que recordaban el color de la madera de haya. Sus ojos eran verdes en una cara redonda y con unos labios colorados como dos cerezas. Sentí una mano fuerte aunque delicada.

Y su mano experta en reducciones me obligaron a postergarme sobre la mesa y a continuar de aquella manera mientras la fenicia comerciante se agachaba y bajaba mis bragas de un tirón, convenciéndose, al igual que en el caso del sostén, de que ni las bragas eran de la tienda ni estaban hechas para mí. Y así, ante la tentación de mis nalgas rosadas delante de su boca, comenzó a clavar su faz en mi sexo y a lamer y mordisquearlo, ayudándose con las manos, que recogían mis nalgas para robarme todo cuanto podía de mi tesoro, mientras mis nalgas se oprimían contra la tabla fría de la mesa

Se me ocurrió cambiar mis sordos lamentos por chillidos de socorro, pero sólo sirvió para desatar las iras de la guardiana, que me tomó del pelo y me tiró sobre la mesa. Me inmovilizó la cabeza con la porra y me la sostuvo con sus manos, finas pero fuertes. Sentí la silla moverse para colocarse justo en frente de mis piernas, y en ella se sentaba la dependienta, admirando mi sexo como un reino de la que fuera la reina. Volví a sentir su boca, pero más sosegadamente, con más malicia, transportándome poco a poco a una sensualidad inimaginable por mí, humedeciéndome todo mi ser, deseando robar alguna prenda en ese establecimiento todos los días del año.

La dependienta me lamía el clítoris y me lo agarraba entre los dedos y movía la mano y me transportaba al dulce oleaje de una barca a la orilla del mar, mientras mis piernas quedaban laxas, y luego su dedo se fue introduciendo en mí hasta clavarse, y se dedicaba a recorrer la profundidad de mi sexo, de dentro a fuera, mientras su lengua cálida hacía remolinos con los pelos que cubrían aquel tesoro que yo había guardado para mi novio fugitivo. Aquel tesoro que se desperdiciaba y se dilapidaba por aquella mano femenina que introducía sus dedos para follarme tiernamente.

La guardiana me introdujo el dedo en la boca mientras me corría, quería sentir cómo se lo succionaba, pero yo no estaba dispuesta a que me consideraran una vencida, no quería que me vieran humillada, así que como signo de rebeldía la mordí. La guardiana gritó y sacó su dedo marcado por los dientes. Hizo ademán de pegarme pero la dependienta la detuvo, pues podía causar tal revuelo que hubieran cerrado el almacén pero le sugirió algo mejor.

La dependienta se desabrochó la camisa y se deshizo del sostén. Pude apreciar sus tetitas picudas y delgadas, como de adolescente, en la que sobresalía un pezón oscuro y desafiante y cómo, de debajo de la falda ajustada aparecían unas bragas iguales o más hermosas que las que mi ex novio había robado.

Se puso a gatas y empezó a lamer mi cuerpo con sus labios, mi ombligo, mi costado, mis senos, primero circularmente, luego acercando el calor húmedo de su boca a mi pezón, que lamía, que besaba con sus labios, que trataba de arrancarme a besos, a base de poseerlos entre sus labios, y yo podía ver sus teti?as colgar y rozarme con sus erizados pezones que me arañaban de sensualidad.

La guardiana se había colocado frente a mí, apartando la silla de una patada y pronto comencé a sentir algo que presionaba contra mi sexo, algo fuerte. Era... la porra que trataba de introducirse en mi sexo rehumedecido, la porra que salvaba los primeros obstáculos y se introducía ya inexorablemente mientras la dependienta colocaba sus teti?as juveniles en mi cara y se dedicaba a jugar con ellas en mi boca que pretendía atraparlas como una uva, y ella a veces la apartaba y a veces me la ofrecía, y yo deseaba beber su leche mientras sentía aquel falo introducirse sin compasión dentro de mí y moverse rítmicamente.

La dependienta se alzó la falda al colocarse encima de mi cara y pude oler su sexo y ver aquella maraña de pelos en medio del que podía ver algo que me parecía, desde aquella perspectiva, simpático. Luego, probé su sabor salado, el sabor que la dependienta se esforzaba en derramar por mi boca y por mi cara, como queriendo marcar con el olor de su sexo lo que era suyo, mientras que yo me debatía entre la necesidad inminente de desahogarme en un fenomenal grito por la llegada del orgasmo más grande que había tenido nunca y el deseo de evitar que mis forzantes amadas supieran que aquello me producía un placer que sobrepasaba la sensación de lo físico.

La dependienta siguió embadurnando mi cara con su líquido viscoso incluso después de que la guardiana hubiera retirado su falo improvisado de mi sexo. El movimiento alocado me hizo presagiar un orgasmo al que contribuí lamiendo todo su sexo con más gana de cómo ella se movía.

A pesar de todo, la dependienta no estaba dispuesta a soltarme aún y me advirtió, con la respiración entrecortada y abrochándose el uniforme y recomponiéndose, que si me volvía a ver robar, me meterían la próxima vez la porra por ahí. -¡Por ahí! ¿Entiendes?

Me hice la tonta, y eso fue un error o un acierto, según se mire, pues la guardiana me puso de nuevo de cara contra la mesa y pude sentir el dedo de la dependienta introducirse, pero esta vez lo hizo no en el sexo, sino en el oscuro agujero cuyo virginidad acababa de ser rota. Sentí que metía el dedo como la porra se había metido antes, peor en realidad sólo había metido hasta la primera falange, pero fue lo suficiente para sentir los labios de mi sexo contraerse por mi nueva excitación. Fue suficiente para comprender.

La dependienta le quitó el trapo que la guardiana sostenía y me lo tiró sobre la mesa mientras yo me vestía , ordenándome que lo tomara como un personal regalo. La guardiana me acompañó solemnemente hasta la puerta y me miró son una expresión de macho, de hombre que me hubiera recién follado.

A tres manzanas del establecimiento me esperaba el maricón de mi novio, que al verme llegar me enseñó las bragas sonriendo. Yo le dije que se las pusiera a... un familiar muy querido suyo. Y ya no nos volvimos a ver más.

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La Crema bronceadora



Mi mujer y yo llevamos casados dos años, pero antes habíamos estado saliendo durante casi 5. En verano siempre íbamos a casa de una amiga de mi mujer y su hermano, ya que tenían piscina y nosotros no. Ellos son amigos desde la infancia de mi mujer, y siempre han estado juntos mucho tiempo. 

A mí siempre me pareció que al hermano (Andrés) le gustaba mi mujer (Sonia) desde que yo les conocí, pero nunca le di importancia. En la piscina a mi mujer le gusta estar sin la parte de arriba, sobretodo por la amistad que tiene con ellos y la confianza. A mí no me importa en absoluto. Ella tiene un cuerpo precioso y unas te?as grandes y redondas que hacen que todo el mundo se de la vuelta por la calle cuando pasa. 

Además le gusta mucho provocar a los tíos, y siempre va con camisetas muchas tallas menores de lo que le correspondería. A mí me encanta cuando va con camisa ajustada y sin sujetador. No es muy alta, más bien tirando a bajita, pero tiene una cara de lo más sensual. Siempre se ponían a jugar Andrés y ella en el agua cuando se bañaban. Primero empiezan con los típicos jueguecitos de tirarse el uno al otro al agua y cosas de esas. Yo notaba como él la sobaba todo lo que podía aunque yo los mirara, agarrandola por la cintura e incluso la base de las tetas a la mínima oportunidad. 

La verdad es que me gusta ver cómo sus enormes te?as se frotan con todo el cuerpo de él, que las mira con deseo y con ganas de morderlas. La verdad es que más de una vez me ha parecido que por debajo del agua le tocas las te?as todo lo que puede, a lo que ella no parece poner ningún reparo. 

Cuando Sonia sale del agua le gusta que le de crema, pero la verdad es que a mí me da bastante asco porque me parece muy pringoso, así que él siempre accedía gustoso a darle la crema claro. Ahí si que la intentaba meter mano todo lo que puede. Ella se tumba bocabajo y con el minúsculo tanga que siempre lleva deja a relucir todo su cuerpo. 

Él le da crema por las piernas hasta llegar al cu?o, metiendole la mano todo lo que puede por debajo del bañador, a lo que mi mujer nunca pone ningún reparo. Le amasa las nalgas como si fuera las primeras que toca, y estoy seguro que a mi mujer se le empapa el conejo cada vez que nota como sus manos van subiendo por los laterales de los muslos hasta acariciar su hermoso potorro. Luego cuando sube por la espalda intenta meter las manos por los lados todo lo que puede, subiendo desde las costillas hasta los laterales de las te?as, pero cuando más se soban es cuando Sonia se da la vuelta. 

Sonia se pone con su cuerpo boca arriba mostrando sus preciosos pezones, y él arrima tanto la cara que parece que le va a morder. Empieza de nuevo desde abajo, intentando tocarle los labios del conejo a la mínima ocasión, subiendo luego por la tripa hasta llegar a su zona preferida de las te?as.

Ella accede hasta que el sobeteo de te?as es exagerado (por mucha confianza que haya). De hecho al final de que le de crema tiene las te?as tan grasientas que se nota que sólo le ha faltado chuparselas.

El caso es que lo que tenía que pasar pasó, algo que ella me contó mucho después de que pasara. Un día estando yo de viaje en verano ella se fue a la piscina como muchos otros días. Empezaron a beber y a fumar hasta que ya estaban bastante borrachos y se subieron a la terraza. 

La hermana de Andrés decidió que se iba para dejarlos solos y allí empezaron a hablar de sus cosas. Mas tarde, él empezó a hacerle masajes hasta que ella estaba manejable. Completamente borracha y suelta, empezó a besarla por el cuello y se fue acercando hasta la boca hasta que se besaron. Al principio ella no quería pero, como me confesó luego, siempre le había atraído la idea de follárselo.

Así que se pusieron manos a la obra. Después de besarse apasionadamente él empezó a meterle la mano por debajo de la camiseta. Al principio mi mujer le decía que no hasta que se dio cuenta de que realmente le apetecía. Entonces se dejó llevar. Se quitó la camiseta y dejó que él le amasara las te?as como siempre había querido, incluso hasta hacerle daño. 

Se levantaron y se fueron a la habitación de él donde Sonia se quitó el bikini. Él empezó a sobarle las te?as a la vez que arrimaba su boca para chuparle las te?as por primera vez. Le chupaba los pezones mientras ella daba pequeños gritos de placer. Él cogía la mano de mi mujer y se la puso en el paquete, que para entonces ya estaba a punto de explotar. Le agarraba la polla con fuerza y le tocaba los huevos. 

Ella estaba empapada, sobre todo porque nunca lo había hecho con otro hombre. Andrés le metió la mano por la parte de abajo del bañador y le metió los dedos en el coño, que lo tenía empapado. Mientras ella empezaba a bajarle el pantalón hasta que ambos quedaron completamente desnudos. Después de frotarle la polla por todo el cuerpo empezó a subir hacia la boca de mi mujer, que estaba tumbada boca arriba mientras se hacía una paja y Sonia le acariciaba las pelotas. 

A medida que se acercaba más cachonda se ponía la muy pu?a y con más fuerza le apretaba los cojones. Andrés se inclinó mientras se agarraba la polla y le metió sólo la punta del capullo en la boca, pero le encantó. Mi mujer le chupaba el capullo con dulzura, sacando la lengua y pasándola por todas partes para darle el mayor placer. 

Mas tarde mi mujer decidió que era momento de darle gran placer y, dándole la vuelta, se puso ella encima para tomar las riendas. Después de un leve sobeteo de polla y de huevos decidió darle la mejor mamada que hubiera recibido nunca. Según me contó su polla no era muy grande, de manera que se la podía meter hasta la misma base, los huevos le daban en la barbilla cuando llegaba abajo. 

Ella subía y bajaba la cabeza como una autentica profesional, mientras el le agarraba la cabeza y se la apretaba contra su polla con fuerza para que no parara. Él estuvo a punto de correrse. Cuando se canso el se puso encima y empezó a acariciar el clítoris de mi mujer hasta que este estaba a punto de estallar. 

Despacio fue bajando la cabeza mientras sacaba la lengua y le comió el coño incluso mejor que yo, como me contó más tarde. Poco después subió un poco para follaresela como un animal. Se agarró la polla y se la metió en el conejo hasta el fondo, mientras ella gritaba de placer y le agarraba el cu?o para sentir su paquete hasta el fondo. 

Estuvieron follando cerca de una hora hasta que él se hubo corrido dos veces, una dentro y la segunda en las tetas de mi mujer. La sensación de la lefa caliente sobre sus pezones era increíble, sobre todo pensando que esa lefa no era la mía. Mas tarde mi mujer decidió mamársela otra vez hasta que se corrió en su boca y se lo tragó entero, describiéndomelo como un sabor algo mas agrio que el mío. 

He de reconocer que cuando mi mujer me lo contó años después, al principio estuve a punto de morirme pero poco a poco lo superé y ahora adoro que me cuente cómo se comía la polla de su amigo cada vez que vamos a follar, y tampoco hemos descartado que se lo vuelva a tirar alguna vez más. 

Desde ese día la muy pu?a es más guarra que nunca, así que si alguna vez os cruzáis con ella no dudéis en proponerle cualquier cosa...

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La vecina de mis padres



Lo que aquí les cuento fue real y verídico y no diré el lugar para no omitir los nombres pues si no le pierdo el sabor a esta historia.

Esto pasó hace ya 2 años, mis padres viven en un complejo de apartamentos y yo regularmente los visito ya que almuerzo allí todos los días, y una vecina de ellos que se llama Ana Maria es una mujer muy hermosa a la cual yo no me atrevía más que al saludo y ya.

Para el cumpleaños de mi hermana ella quería un mini componente de sonido y mis papas se lo iban a regalar pero no sabían cuál, entonces mi hermana les dijo que Ana María tenía uno bien bonito y que no había salido muy caro, entonces me pidieron a mí que lo viera y les dijera si valía la pena o no comprar uno igual.

Entonces llegó el día en que fui a su casa que es a cuatro pasos de la de mis padres a pedirle si podía ver el equipo a lo cual ella me dijo que por supuesto que pasara adelante.

Déjenme describirla antes de seguir, ella es rubia, ojos azules, mide como 1.70 m, no es muy delgada pero nada gorda, su pelo es corto y sus pechos son pequeños algo pecosa y tiene unas nalgas preciosas para su edad, 41 años, de verdad era fenomenal, y ella muy blanca y muy agradable.

Pues bueno ese dia llegó y al entrar fuimos a la sala y vimos el aparato y estuvimos hablando un ratito de que por qué estaba sola, pues es madre soltera,y que si quería que le presentara a alguien,y me dijo que estaba bien ,y yo le pregunté que cual era su tipo y me contesto así como Ud. esta bien,en ese momento me empezó a cosquillear el estomago y le dije que si era en serio y me dijo por supuesto así como Ud. estaría buenísimo, lástima que sea casado,a lo cual yo dije ya veremos.

Paso eso y al llegar a la oficina quedé de llamarla para que me diera el numero de la persona que le había vendido el equipo, pero estaba con unos nervios que ni se imaginan.

Llamé a su casa y no dije nada y colgué, luego volví a llamar y al ella contestar solo dije "me gusta mucho"

Ella contestó:

-Ud. también me gusta mucho

-¿En serio lo dice?

-De verdad para que le voy a mentir

-Pero Ud. sabe que soy casado

-Eso no importa para hacer el amor

En ese momento me quería morir ya que mi fantasía siempre ha sido una mujer mayor que yo y yo tengo 32 años entonces hablamos un rato y quedamos de seguir hablando hasta que un dia yo tenía que recoger a mi papá del aeropuerto y llevarlo a su casa como a las 7:00 pm, cuando lo dejé salí de allí pero la llamé al celular y le pregunté:

-¿Quieres que entre un rato?

-Está bien te abro la puerta y entras sin que te vean.

Yo enseguida entré y al tenerla allí no sé qué me pasó que no hice nada,nos fuimos a la sala y me dio un whiskey, ella llevaba vaqueros negros y un jersey negro apretado ¡¡¡Qué cu?o tenía!!!

Empezamos a platicar en la sala y de repente me le acerqué a la boca y ella no hizo nada, entonces la besé muy suave a lo que ella respondió abriendo la boca y sacando la lengua para empezarnos a besar cada vez más apasionados, yo le metí la mano y toqué su estómago, estaba calentísimo y al subir pude comprobar que no llevaba sujetador,y como las te?as son pequeñas ni se notaba, empezamos a calentarnos más y me dijo :

-No aquí no vamos arriba.

Como podrán comprender la dejé guiarme hasta que subimos las gradas, para lo cual ella iba adelante y yo tocando ese cu?o parado y duro, llegamos al cuarto y yo creía que estaba soñando allí estaba ella desnuda para mí,me acosté en la cama y ella se acercó a mí y empezó a besarme el cuello en eso siento su coño húmedo en mi muslo y me empieza a mamar la ver?a como solo una mujer experimentada sabe, qué exquisito fue aquello, ella mamaba y yo la puse de manera que el coño me quedara en mi boca y empecé a mamar de una forma muy sensual,lentamente pero poniendo mucho enfasis en su botoncito de placer, ella me dijo métemela por favor y yo ni lento ni perezoso la hice subirse a mí y sentí como un horno entre mis piernas al ella ponerse justo encima en la entrada de su coño,muy despacio empezó a metersela y yo sentía lo mojada que estaba y ella gemía muy profundo hasta que estuvo toda adentro y empezó a follarme como una loca sin parar,mis manos agarradas de sus nalgas que estaban durísimas y al mismo tiempo chupaba sus pechos al compás del sube y baja,en eso se corrió como una mujer que lleva rato sin hacerlo y yo lo que hice fue ponerla boca abajo y ver ese cu?o precioso lleno de carne y me le monté por detrás, ella acostada y yo por su coño entrando y saliendo como un desquiciado sin parar hasta que al fin me llegó el turno a mí y acabé de una forma que ni en mis mejores pajas ,la llené de mi se?en y ella quería más pero ya no pude, me recosté a su lado y descansamos un rato.

Ella empezó a mamarmela de nuevo y se me puso tiesa enseguida me le subí y puse sus piernas en mis hombros y la penetré despacio para volver a sentir ese calor que tenía dentro.

La empecé a bombear cada vez más rápido y ella se ayudaba sobándose el clíto?is como loca hasta que los dos acabamos,y quedamos tendidos en la cama.

Ya eran como las 9:00 pm y le dije que me tenía que ir entonces me dijo que me la iba a limpiar,se agachó y me la dejó limpia como nueva y me dijo:

-Esto se tiene que repetir.

A lo cual hasta la fecha todas las semanas nos tiramos un polvo de película.