martes, 21 de noviembre de 2017

Es una reput (6 min.)


Recibí un llamado en mi casa de una compañera de la facultad de mi esposa, le dije que ella no se encontraba en ese momento, entonces ella me preguntó si le pasaba algo a mi esposa ya que hace más de seis meses que no iba a la facultad . Qué sería lo que sucedía, seguramente tenía alguna aventura con algún compañero o algún profesor. Ella esa noche llegó más tarde que nunca y como siempre me dio un beso y me dijo que estaba muy cansada de tanto estudiar, yo le dije que por favor se sentara que quería charlar con ella, pero me repitió que estaba muy cansada me contó que antes de conocerme ella tenía una vida sexual muy activa que salía con muchos chicos sin comprometerse con nadie, es que ella tal vez no se sentía querida por ellos pero en la cama se sentía toda una diosa siempre hacía todo lo que le pedían, hasta solía tener sexo con más de un hombre, hasta que comenzó la facultad y se encontró con un viejo amigo, él la invitaba a salir pero ella siempre la rechazaba hasta que un día, él le comento que se iban a reunir todos los chicos y chicas de la barra, ese viernes ella salió con el amigo y se dirigieron a un departamento, allí se encontró con viejas amigas de la noche y también con viejos amores, se sentía como si el tiempo hubiera vuelto como si tuviera otra vez 18 años. En la fiesta tomó unas cuantas copas de champagne de más y quedó totalmente desinhibida, en el departamento había varias habitaciones y ella era convidada por los chicos a ir a una ella primero se negó pero después se olvidó de todo y fue con un chico a una. Hicieron el amor de todas las formas posibles. Después salió de la habitación el chico y entró otro, al cabo de un tiempo ya se había cogido a todos los chicos que estaban en la fiesta, no salía de la habitación para nada, se quedó toda la noche hasta la mañana siguiente en la cama cogiendo con cuanto flaco entrara a la habitación . Al otro día se despertó con un fuerte dolor de cabeza y completamente desnuda no recordaba nada de lo que había sucedido . En el departamento solo quedaban seis chicos , las chicas se habían marchado hace tiempo , ellos le contaron lo sucedido y ella no lo podía creer les decía que todo era una mentira hasta que uno de ellos puso una cinta de video en una video casetera que había en la habitación y ella comenzó a observar todo lo que había sucedido esa noche con ella, como la penetraban por delante y por detrás como lamía esos penes hasta tragarse la ultima gota de esperma , como se turnaban los chicos para cogérsela . Ella por un momento quedó paralizada pero después comenzó a excitarse otra vez y sin darse cuenta ya estaba de cuatro en el piso bajándole el pantalón al chico que tenía de frente y comenzaba a besarle el pené que estaba muy erecto por ver la filmación. Al momento que ella hacía eso otro chico se acomodaba debajo de ella y comenzó a penetrarla con toda fuerza , mientras otro se acomodaba por detrás y comenzó a penetrarla por el ano. Ella no sentía dolor solo placer, estuvieron así todo el día ellos se turnaban para cogérsela entre todos y ella estaba insaciable. Ellos le acababan en la boca la vagina y el ano todo dentro de su cuerpo estaba lleno de ese néctar tan hermoso llamado semen.

Decidió ir al baño y ducharse pues todo su cuerpo estaba invadido de semen y chorreaba por todos los huecos de su cuerpo, cuando salió del baño en la habitación habían tres chicos nuevos viendo la grabación ya estaban cada uno con unas deliciosas trancas gruesas y grandes en su mano acariciándolas , la que más me llamó la atención era la de un chico negro, era grandísima nunca había visto una tan grande y tan gruesa, yo salí envuelta en una toalla pues no imaginaba que estos chicos fueran a estar allí, cuando me vieron salir del baño me saludaron y me dijeron hemos venido a ver el video unos amigos , nos han dicho que eres fabulosa con la vergas y hemos venido a probar, yo no me hice de rogar y de ver la verga del negro sentí nuevamente una ganas inmensas de tener sexo, la ducha me reconfortó y me dejó con más ganas , yo les dije quiero empezar contigo y señalé al negro, él me dijo ven hasta acá mira lo que te esta esperando y dejando caer la toalla quedé totalmente desnuda , el negro estaba sentado en un sofá con su verga bien erecta , impresionantemente parada y dura, me arrodillé en medio de sus piernas y con mi mano empecé a acariciar esa hermosura, después de haberla acariciado, la recorría con mi lengua desde la punta hasta sus enormes y gordas güevas, depuse de haberla recorrido la empecé a chupar y con mi mano seguía acariciando sus güevas, era algo delicioso tener una verga de ese tamaño en mi boca, el negro me decía seguí mamando así que me encanta, acaríciate el coño y con la otra mano acariciaba mi vagina, me metía dos dedos y sobaba mi clítoris, uno de los chicos no aguanto las ganas y me dijo que me acomodara mejor que iba a probar mi culo, yo paré mis nalgas sin sacarme de la boca la verga , por el contrario me estaba excitando cada vez más con sólo acariciarme yo misma y me tragaba más y más ese pedazote de carne y lo recorría con mi lengua, el chico con sus manos abrió mis nalgas y con su lengua me lamía el ano el cual estaba mojado ya que no alcancé a secarme, yo seguía acariciándome la vagina y mamando, el otro chico mientras tanto veía el video y miraba lo que sus amigos me estaban haciendo. El chico que me lamía el culo cada vez medaba más y más yo hacía movimientos insinuantes, de pronto el negro me dijo ven perra siéntate encima de mi verga ,enseguida me paré y acomodando la verga dentro de mi cuca le dije al otro chico que me cogiera por el culo porque me lo había calentado muy bien, cuando sentí la verga en mi coño grité de placer fue algo delicioso pues a pesar de tener mi coño tan abierto por los otros chicos que me habían dado sentí como entró forzadamente pero como ya estaba lubricada esto facilitó la entrada el negro me tomó por las nalgas con sus manos que eran igual de grandes a su verga y me hacia brincar de una manera ... sentía con su verga me tocaba el útero y al tiempo que brincaba encima de su verga yo gritaba de placer y mis tetas grandes brincaban al mismo ritmo y él trataba de llevárselas a la boca yo le ayudaba a que las chupara los dos estábamos demasiados excitados, de pronto le dije que parara un poco para que me dieran por el culo y acomodándome de forma tal que el chico pudiera clavarme su verga gorda en mi ano sin sacarme la deliciosa verga de mi coño quedamos acomodados los tres, yo llamé al otro chico para chupar su verga él se paró detrás del negro y de esa forma quedamos los cuatro juntos mientras el chico me daba por el culo y se movía de una forma que mi culo nunca había sentido yo me movía encima de la verga del negro y a la vez le daba una buena mamada al otro muchacho , este decía, ah muchachos esta perra mama delicioso y el negro me decía muévete así gran puta sigue moviéndote así que mi verga nunca había estado en una cuca tan arrecha , el otro chico a su vez me gritaba qué culo tan rico tienes perra y yo les decía : sigan hablándome así que esas palabras me excitan y chupaba con más ganas la verga que tenía dentro de mi boca, los muchachos siguieron gritándome toda clase de vulgaridades, quiero sacarte hasta la mierda de este culote perra, cómo mamas de rico zorra hideputa y de tanto oírlos llegué como nunca había llegado mi leche se chorreaba por la verga del negro y este les dijo miren cómo esta puta perra se ha derramado el chico que me estaba dando por el culo sacó su verga y el negro me dijo tiéndete en el suelo que te vamos a bañar con nuestra leche así como me bañaste con tu rica leche , así lo hice me acosté en el suelo y los tres hombres apuntaron sus tiesas y grandes vergas a mi cara y me decían los tres chicos queremos que te tragues nuestra leche así como te tragaste nuestras vergas y pajeándose todos tres empezaron a bañarme en semen yo me tragaba lo que más podía mientras acariciaba mis tetas y mi vientre y chupaba la punta de las tres vergas, cuando acabaron se vistieron y yo volví nuevamente a ducharme me vestí y regresé a mi casa, al llegar mi marido me preguntó dónde había estado, yo le dije que estudiando en casa de una amiga él trató de acariciarme pero yo lo rehusé y le dije que estaba muy cansada pues toda la noche había estudiado para un exámen y quería descansar un poco que tal vez cuando me levantara podríamos hablar de lo que él quisiera, me fui a mi cama y dormí soñando con todos los hombres que me habían comido toda la noche y el día y como era de rutinario las relaciones con mi esposo.

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El regalo de cumpleaños (6 min.)


Esta historia que les relataré es real, sucedió hace aproximadamente un mes, el día de mi cumpleaños.

Les cuento que soy trigueña, mido 1.75 cms., mis amigos dicen que tengo un cuerpo fenomenal (98-58-95). Ese día, estaba yo en mi trabajo cuando recibí una llamada de uno de mis amigos, el cual me dijo que me pasaría a buscar para celebrar mi cumpleaños, y que me tenían una gran sorpresa, yo le dije que bueno pero primero tendría que pasar a la casa a cambiarme de ropa ya que no quería andar en uniforme de trabajo.

Mi amigo llegó a las 19 hrs. a buscarme, fuimos a mi casa, me duché y me cambié de ropa, mi amigo me había dicho que me vistiera bastante sexy, cosa que no me costó mucho ya que me encantan las mini y los top, nos fuimos a un Pub, y ahí nos juntamos con mis otros amigos, éramos 8 en total, 5 hombres y 3 mujeres, luego de unos tragos, y decidimos ir a bailar.

En la disco yo ya estaba medio mareada, y como a mí me gustaba unos de mis amigos, me puse a bailar con él, estaba en eso cuando pusieron los discos lentos, con lo cual dije, esta es la mía, bailaba con él de una manera bastante erótica, acercándome a su entrepierna para poder sentirla, ya que me habían dicho que la tenía bastante grande, luego ya más atrevida empecé a acariciarlo y besarlo, mi vagina chorreaba de la calentura que tenía, pero él se separó de mí y me dijo tranquila que todavía falta tu regalo, yo lo único que quería era sentir su verga dentro de mí, pero él se fue a sentar, así que me quedé con las ganas (al menos eso creía yo).

Cuando llegaron los demás, me dijeron, que ya era hora de recibir mi regalo, uno de ellos se paró, fue a otro lugar de la disco, y luego llegó con un moreno, y me dijeron que este era mi regalo (creó que tuve un orgasmo de sólo ver ese tremendo pedazo de hombre), mis amigos sabían que esa era una de mis fantasías, poder coger con un moreno, para poder salir de la duda si la tenían tan grande como lo había visto en varias películas porno.

Decidimos irnos a mi casa, a seguir la fiesta y poder disfrutar de mi regalo, llegamos pusimos música, y saqué a bailar a mi regalo, con la calentura que tenía, empecé a realizar movimientos sumamente eróticos, para que mi amigo entrará en calor también, luego de un rato y como estaba tan caliente, empecé suavemente a acariciar su paquete, el cual empezó a reaccionar, luego, con mi otra mano le levanté la camiseta que llevaba, y comenze a besarle las tetillas, él me agarró el culo y levantando un poco la mini, comenzó a frotarlo, y con la otra mano me meneaba las tetas, yo estaba en la gloria, miré alrededor y mis amigas estaban solo en ropa interior chupando las vergas de mis amigos. Yo no quise ser menos y me agaché y suavemente saqué la verga de mi regalo, casi me viene otro orgasmo al ver ese tremendo pedazo de carne, que me iba a comer, me acerqué a mi cajonera que tenía en el living y saqué una huincha para medirla, y aunque ustedes no lo crean medía 33,5 cms. de largo, por 10 cms. de espesor.

Me arrodille delante de él y empecé a realizar una mamada, me caía solo la mitad, y eso que según mis amigos son una tragadora de vergas, intenté metérmela entera pero no pude, seguía con mi mamada, mientras mi morenito, me sobaba las tetas, luego de un rato, me levantó, me sentó en el sillón y me dijo que ahora gozará como nunca. Empezó suavemente a recorrer con su lengua cada parte de mi cuerpo, mientras pellizcaba mis pezones con sus tremendas manos, legos bajó hasta mi vagina, y comenzó a lamérmela, con una maestría única, me hizo tener varios orgasmos, pero él seguía lamiendo desde mi clítoris hasta mi culo.

Luego del enésimo orgasmo, y observando a mis amigos que se daban con todo. Mi regalito se sentó en el sillón y comencé nuevamente a mamar esa gran verga hasta que la puse a su máxima expresión, y me senté en ella, pude sentir como ese tremendo pedazo de carne se abría paso dentro de mi vagina, hasta que estuvo toda adentro, me quedé quieta un momento para que mi vagina se acostumbrara a ella, y luego empecé a cabalgarla como si en eso se fuera mi vida, mientras mi morenito me mordía mis pezones, y con su manos jugueteaba en mi culito, mis amigos entretanto festejaban que yo me hubiese podido comer todo ese pedazo de carne, seguí montada, y mi morenito se paró y empezó a cogerme parado, ahí me vino un nuevo orgasmo, que creo que perdí el conocimiento, ya que de un momento a otro estaba en cuatro patas, y mi morenito estaba dándome a lo perrito, cómo gozaba, menos mal que vivo una parte campestre donde mi vecino más cercano está como a 500 mts. de donde vivo ya que si no hubiesen escuchado todos los gritos que daba.

Luego de que nuevamente me hiciera llegar a un nuevo orgasmo, éste se sentó en el sofá, cosa que aproveche para realizarle una mamada de campeonato, hasta que lo hice venirse, me tomé todo lo que pude de su rica leche, pero la mayoría cayó en toda mi cara, tetas, y cuerpo, ya que jamás había visto tanta leche junta, creo que fue como medio litro.

Nos sentamos un rato, para descansar, y ahí mis amigas aprovecharon de jugar un rato con mi regalito, le realizaron tremendas mamadas, que a los pocos minutos lo pusieron listo de nuevo para la pelea, lego de esto dejaron a una sola ahí y empezaron a realizarme una lamida de vagina, culo y tetas que me llevaron al cielo de nuevo, cuando estuve bien lubricada sacaron un frasco de vaselina, y empezaron a pasármela por el culo metiendo sus dedos también, cuando ya mi culito se encontraba dilatado y la verga de mi morenito bien parada, me llevaron ellas, y me pusieron de espaldas a él, luego lentamente me sentaron sobre su verga, pero para sorpresa mía no estaba dirigida sobre mi vagina, sino que sobre mi culito, les dije que pararan ya que con esa tremenda verga me lo iba a partir en dos, pero ellas hicieron oídos sordos a esto. Bueno les dije que lo haría con el pero primero tenía que acostumbrar mi culito a una verga más normal, para lo cual llamé a uno de mis amigos (con el que estaba caliente en la disco), le dije que me la metiera por el culo, él ni corto ni perezoso me acomodó de cuatro patas y suavemente empezó a metérmela, el dolor que sentía era tremendo, ya que no conocía tampoco el tamaño de la verga de mi amigo, ya que no tuve tiempo de verla, hasta que pasado unos minutos ese dolor pasó a convertirse en placer, yo estaba gozando como una puta, luego de unos minutos mi amigo las sacó, y otro ocupó su lugar, este la tenía más normal que las otras, estuvimos así unos minutos hasta que acabó en mi culo, yo ya estaba súper caliente nuevamente y quería más verga, así que decidí probar con mi morenito, ya estaba bien lubricado mi culito con la corrida de mi amigo así que me senté en la verga y empezó suavemente a penetrarme, hasta que de un momento a otro la tenía toda en mi culito, sentía sus bolas tocando mis nalgas, paramos unos segundos para que se adaptara mejor, y comenzamos un sube y baja que nuevamente me hizo tener varios orgasmos a la vez (o la mejor fue uno solo muy intenso), luego se acercó mi amigo y me puso su verga en la boca, ahí pude ver el tamaño de ésta (creo que era de 28 cms. y 8 de ancho) con razón me produjo tanto dolor al entrar, luego de ponérsela a tono éste se ganó delante de mí y me la introdujo completa en mi vagina, ahí me encantaba yo con dos tremendos pedazos de vergas, que entraban y salían de mis agujeros hasta que me hicieron acabar en un orgasmo que creo jamas volver a tener, luego de esto fui rodeada por todos mis amigos incluido mi morenito y me bañaron en leche, desde la punta del pelo hasta mis pies completamente mojada, luego mis amigas se encargaron de sacármela a puros lametones.

Espero que les haya gustado, y de sólo recordarlo ya estoy mojada nuevamente, así que usaré uno de mis juguetitos para bajarme esta calentura.

Lo que pasó con mi morenito y mis amigas que también lo disfrutaron lo cantaré en una próxima historia.

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De la piscina del hotel a su habitación (8 min.)



Hola, me presento. Me llamo Jose, vivo en Madrid, España. Soy de tez morena, mis ojos son verdes, 1,75 de altura y complexión normal. Mi edad es 29 años. Esta historia empezó en la piscina de mi hotel y acabó en la habitación. Por motivos de mi trabajo como ingeniero electrónico en una importante consultora he de hacer frecuentes idas y venidas a una fábrica de tecnología situada en el sur de la península. Siempre me muevo al mismo hotel por comodidad ya que me reservan la misma habitación en cada una de mis visitas. Mi estancia nunca baja de tres días así que como solo he de permanecer en mi lugar de trabajo en horario de mañana las tardes las aprovecho para ir a la piscina del hotel a bañarme si es época.

En mi última visita me pasó algo sorprendente. Era un jueves, sobre las cinco de la tarde, acababa de bajar apenas hacía media hora a la piscina del hotel cuando apareció una chica morena preciosa de aproximadamente 25 años. No era muy alta, apenas llegaría al 1,65. Sus ojos eran marrones y su mirada helaba el corazón. Me fijé en su cuerpo echando un vistazo atrevido sin llegar a ser descarado. No me demoraré en detalles, todo normal, ni exagerado ni escaso. No era 90 60 90 ni mucho menos, pero tenía algo que hacía que me fijara en ella. Fui bajando la mirada hasta posarla sobre sus pies, la uñas las tenía perfectamente pintadas de color rojo, sus pies rozaban la perfección, ni una sola dureza, parecían ser suaves y se veían muy cuidados. Pasó por delante de mí y se paró a aproximadamente a un metro a mi derecha, extendió cuidadosamente la toalla y me miró preguntándome: -¿Molesto?- Me quedé unos segundos sin reacción, mi mente estaba en blanco. Al final conseguí sacar un fino hilillo de voz que dijo algo así como -¿Eeh? ¿Qué? ¡Aaaah! No, no, que va, todo lo contrario.- Me sonrió, sacó un libro titulado "El ocho" y se puso a leer.

Estuve un rato tomando el sol boca arriba, cuando me aburrí de esa postura me di la vuelta, ella seguía leyendo, me armé de valor y le dije: -Un libro muy interesante, una autentica obra maestra.- Giró su cabeza y me miró a los ojos. Con una calida voz suave me respondió: -Sí es muy interesante, la verdad es que se agradece tener un libro entre manos cuando se pasa tanto tiempo sola de aquí para allá.- Le pregunté que como es que pasaba tanto tiempo sola y me respondió que se debía a que trabajaba como ejecutiva de una multinacional y se pasaba el día de viaje. Poco a poco la conversación se fue animando. Me dijo que se llamaba Laura. Mientras hablábamos no podía evitar que mi mirada se dirigiera de continuo a sus pies, eran preciosos. Nos levantamos y nos dirigimos al bar de la piscina. Seguimos nuestra conversación, ella se dio cuenta de que me fijaba en sus pies. En un momento dado me miró a los ojos fijamente y cruzó las piernas sobre la banqueta del bar de tal manera que su pie descalzo pegaba sobre mi muslo interior. Seguí la conversación como si nada, intentando evitar su mirada porque me dejaba el alma congelada. Estuvimos toda la tarde hablando, cogimos confianza. Nos caímos tan bien que decidimos quedar para ir a cenar por la noche. Le dije que iríamos a un restaurante que conocía de cuando tenía reuniones de negocios, era del estilo de la nueva cocina, pertenecía a un destacado alumno de la escuela de Ferrán Adriá. Quedamos a las nueve y cada uno se retiró a su habitación a ducharse y vestirse.

Eran las nueve y cinco. Me encontraba en el hall del hotel, esperando pacientemente. Iba vestido con un traje de chaqueta de lino, el más cómodo y fresco que tengo. Bajando por las escaleras vi a mi acompañante. Lo primero que vi fueron sus pies, engarzados en dos zapatos abiertos de color rojo, apenas un leve tacón, talón desprotegido y tres finas tiras, una que bordeaba el tobillo y otras dos cerca de los dedos que servían de sujeción del pie al empeine. Seguí mi recorrido por las piernas de la que sería mi acompañante. Llevaba una falda corta, roja como los zapatos. Remataba su vestimenta una blusa del mismo color que el resto del conjunto, con un escote ni tímido ni desbocado. Movía sus caderas en dirección a mi y sentía una arritmia desorbitaba en mi pecho. Se acercó y me dio dos besos, pude oler un perfume que me resultaba excitante, más tarde pude saber que se trataba de "amor amor" de Cacharel.

Llegamos al restaurante sobre las nueve y media. Nos sentaron en una zona discreta, apartada casi del resto del restaurante, una zona íntima y romántica. Nos pusieron en una mesa con un bonito mantel blanco que colgaba a media altura y sobre la que se posaba un candelabro con dos velas. Nos trajeron la carta, ella pidió de primero gazpacho de bogavante y yo parrillada de verduras. De segundo una dorada a la espalda y yo un entrecot de solomillo. Para beber pedimos cava. Comíamos tranquilos, charlábamos amigablemente y el efecto de la segunda botella de cava se iba dejando caer en nuestras palabras. Insisto en que su mirada me hipnotizaba, me paralizaba. De repente clavó sus ojos en mi, se hizo el silencio y sentí un pie descalzo subir por mi entrepierna. Sólo fui capaz de decir -¡Laura!- Me miro con una sonrisa. –Me duelen algo los pies por las tiras de los zapatos y como vi que te fijabas mucho esta tarde en ellos pensé que antes de que nos sirvan el postre no te importaría hacerme un masaje.- Bajé mis manos y tomé uno de sus pies. Le cogí suavemente el talón con una mano mientras que con el pulgar de la otra masajeaba la planta del pie. No me equivocaba, tenía unos pies muy suaves, estaban muy fresquitos, seguí masajeando unos minutos. Subió el otro pie, el izquierdo, hasta ponerlo junto al otro. –Creo que este otro pie tiene envidia.- lo dijo con un tono de niña ingenua, tenía una cara preciosa que mezclaba términos tan contradictorios como la inocencia y la perversidad. Dejé su pie derecho y le agarré el izquierdo dispuesto a hacer lo mismo que con su hermano. Pero no podía concentrarme porque tan pronto como solté su extremidad alargó esta hacia mí posándola suavemente sobre mi ya abultado miembro. Comenzó a moverlo hacia arriba frotando a fondo, yo no podía aguantar apenas. Era de lejos la situación más morbosa de mi vida.

Mi gozo se vio truncado cuando se acercó el camarero. Me dio un susto de muerte. Me recompuse como pude y pude ver en sus labios como se dibujaba en su comisura una mueca maligna que dejaba ver que sabía lo que hacíamos. Laura pidió de postre fresas bañadas en champán y yo pétalos de flor bañados en chocolate blanco. Terminamos lo más rápido que pudimos porque a ambos las ganas de sexo nos podían. Pagué con mi tarjeta de crédito. Salimos a la calle y a apenas dos metros de la puerta del restaurante la agarré por la cintura acercando su cuerpo al mío y besando sus rojos labios. Estuvimos mucho tiempo besándonos, pasaron muchos taxis por delante de la puerta del restaurante. Paramos a uno y nos dirigimos al hotel aguantando las ganas de besarnos y tocarnos por aquello de mantener la corrección.

Llegamos a la recepción del hotel, pedimos las llaves de su habitación porque era la que quedaba más cerca. Volamos por las escaleras con tal de no esperar el ascensor, al fin y al cabo era la primera planta. Entrar por la puerta y fundirnos en un abrazo y beso apasionado fue todo uno. La cogí entre mis brazos y me la llevé hasta la cama, allí la tumbé quedándome yo al final del lecho. Levantó las piernas ofreciéndome un pie, lo cogí y acerqué mis labios. Respiré y me vino un imperceptible aroma fresco procedente de ellos. Besé brevemente los pies pasando a meter sus dedos en mi boca. Lamí todos y cada uno de sus diez deditos, los tuve en mi boca el tiempo que quise mientras observaba la cara de satisfacción que tenía Laura. Empecé a subir por el empeine muy lentamente recorriendo con mi lengua cada recoveco de su piel, llegué a su muslo interior pasando por su rodilla. Ella estaba abierta de piernas con las rodillas dobladas y yo tenía mi boca junto a su ingle, podía oler su sexo a escasos centímetros. Subí mi cabeza para ver su cara y buscar su consentimiento. Ella se terminó de subir la falda que estaba ya casi subida y levantó la cadera invitándome a quitarle las preciosas braguitas negras que llevaba. Se las quité poco a poco, deleitándome en la visión su pubis, no se depilaba pero tenía su coñito arreglado perfectamente. Le bajé hasta los tobillos y sacó uno de los pies para poder abrir las piernas. Nada más hacerlo me abalancé con ansia sobre su vagina. Chupé con voracidad sus labios mayores buscando con mi lengua la entrada de la vagina. Ella de mientras se quitó la parte de arriba quedando completamente desnuda, yo lo intentaba pero con mi cara hundida entre sus piernas no podía apenas quitarme una sola prenda. Casi me asfixiaba pero me moría de placer, solo escuchar como suspiraba Laura me llevaba a empujar mi lengua lo más dentro posible, separé mi cara para tomar aire y me desnudé como pude.

La miré y me volvió a invitar a perderme entre sus piernas separando las rodillas levemente. Me volví a acercar a su preciosa fuente de placer para beber de ella. Esta vez busque su clítoris con ansia y lo encontré, jugué con él poniéndolo entre mis labios, sintiendo su dureza mientras le metía dos dedos por su vagina. A Laura se le ahogo un pequeño grito, se estaba viniendo sobre mi. Su raja estaba húmeda, sus fluidos se repartían entre la cama, mi boca y mis manos. Me separé de ella y subí mis labios hacia sus pezones. Sus pechos eran firmes y turgentes con forma de perita, tenía las aureolas claras y los pezones duros como piedras. Me metí uno de ellos en la boca y lo chupé con fuerza. Succione fuerte como si fuera un bebé hambriento. Ella cogió mi miembro que estaba ya que no podía más y me lo agarró con firmeza. Movía su mano arriba y abajo con fuerza masturbándome con ritmo pausado pero electrizante. Subí mis besos hacia su cuello, le besé la cara y la boca. –Sabes a mí- me dijo. Estuvimos un rato así, nos besábamos mientras ella me masturbaba. Me coloqué encima de ella y con la punta de mi pene empezó a masturbarse, se lo frotaba contra el clítoris. Estuvimos mucho tiempo así, estaba a punto de correrme y como si lo hubiera intuido me soltó.

Me empujó para dejarme boca arriba. Se sentó sobre mí, dejando su culo contra mi boca. Agarró con su boca mi miembro y empezó a lamerlo. Introdujo el glande mientras con la mano me masturbaba. Yo tenía su ano frente a mí, pasaba mi lengua entre el final de sus labios mayores y su precioso agujero, iba y venía con mi lengua, metí un dedo en su culito y noté como se contraía. –Por favor no, sólo con la lengua.- le hice caso, para mi primaba su disfrute. Me olvidé de mis dedos y use mi lengua para acariciarlo. Ella me estaba proporcionado un placer inmenso. Notada como su pelo caía sobre mis piernas alrededor de su cabeza que estaba hundida sobre mi pene erecto. Al poco se levantó y alejó su culo de mi cara mientras decía: -Penétrame.- Dicho esto se sentó sobre mí, dándome la espalda, clavándome en su ser. Su vagina se amoldaba a mi miembro. Lo envolvía dándole cobijo y protección, haciendo que mis piernas empezaran a temblar de placer. Cabalgó sobre mí, notaba como sus músculos se tensaban. Se movía con rapidez moviendo su cadera mientras yo lo único que hacía era intentar concentrarme para no venirme. Mientras le acariciaba sus pies que habían quedado a ambos lados de mi, los sujeté fuerte y los apreté. Me estaba llegando un torrente de placer y no era el único. Su vagina se aferraba con numerosas contracciones que delataban que ambos estábamos en un orgasmo conjunto. Me vacié dentro de ella, la habitación olía a sexo.

Cayó sobre mí. Su espalda contra mi pecho. Se desplazó dándome la espalda y se dejó caer sobre un costado. El silencio invadía la habitación del hotel. Alcancé a coger la sábana para tapar nuestros cuerpos desnudos. Ella seguía dándome su espalda, la abracé por detrás y le besé tiernamente en el cuello y la nuca. Mi mano se desplazó por su vientre hacia arriba hasta coger un pecho. Ella besó mi otro brazo que le ejercía de almohada. Nos dormimos.

A la mañana siguiente desperté junto a ella tal cual nos habíamos acostado. Era tarde, mi reunión de la mañana estaba echada a perder. Cogí mi teléfono móvil y llamé a la empresa diciendo que me encontraba mal y que aplazaría la reunión para el lunes siguiente. Ella despertó. Me miró marcando una sonrisa en su preciosa boca. –Me has despertado.- lo pronunció con un tono suave y melodioso, no de reproche. Alargó la mano hasta su teléfono móvil y se dispuso a poner la misma excusa a su compañía. Después de cinco minutos de charla con su secretaria colgó el teléfono. Para entonces yo me encontraba a su lado dispuesto a pasar el mejor fin de semana que jamás haya tenido persona alguna.

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Fantasía en el tren (13 min.)


"Estrella destino Irún, vía 8", repetía la megafonía mientras me abría camino por la estación de trenes. Yo me dirigía a Barcelona, así que arrastré mi mochila por el pasillo en dirección a mi andén, cansado de un largo día. Eran las 10 de la noche y mi cuerpo empezaba a pedirme descanso; menos mal que tenía billete en coche-cama, podría dormir del tirón. Pero antes de bajar a los andenes me paré un momento en el bar a repostar. Un pincho de tortilla hizo las veces de aperitivo para la cena que sabía me esperaba en el tren. Pagué y con mis últimas fuerzas bajé por las escaleras mecánicas al andén, que empezaba ya a llenarse de viajeros. Saqué el billete y seguí andando en busca de mi vagón. Esquivando maletas alcancé mi puerta. Antes de subir mostré mi billete al revisor:

- Vamos a tope hoy, señor, ya sabe, el Barça-Madrid de mañana. Pero no se preocupe, en primera clase apenas lo notará. ¿Viaja usted solo? Lo digo porque su compartimento es para dos personas...

- Sí, es que no encontré uno individual y tenía que viajar esta misma noche.

- De acuerdo. Su puerta es la segunda a la derecha. La cena se sirve hasta las 12 de la noche. Le avisaré por la mañana cuando nos acerquemos a Barcelona.

Apoyé el pie derecho en el vagón (mind the gap) y me metí por el pasillo, seguido de cerca por mi mochila.



El camarote consistía en un par de camas, una encima de la otra, una ventana enorme con unas cortinas bastante feas, una minúscula ducha con mampara de plástico y un lavabo con espejo. Todo esto, en un espacio de más o menos 2x3 metros, increíble, qué aprovechamiento. Bajo la ventana había una pequeña mesa plegable, donde encontré unas toallas y el menú para la cena. Estaba ya descalzándome sentado en la cama de abajo cuando llamaron a la puerta. El tren seguía parado en el andén, así que supuse que no sería la cena todavía.

- ¡Caballero!, soy el revisor, ¿puede abrir un momento?

Abrí la puerta, descalzo, y pregunté qué pasaba.

- Tenemos un problema. Como le dije el tren va lleno esta noche y me preguntan desde taquilla si no habrá un hueco para un pasajero más, de última hora. Por lo visto es muy urgente, esta persona tiene que estar sin falta mañana en Barcelona y me preguntaba si podríamos contar con la litera libre de su compartimento. Por supuesto la compañía le devolvería el importe de su billete por las molestias.

- ...umm, bueno, en principio no tengo inconveniente.

- De acuerdo, avisaré en taquilla Gracias por su ayuda.

El revisor se dio la vuelta y yo cerré la puerta. Decidí calzarme de nuevo para no causar una mala impresión a mi compañero de viaje cuando llegase y me senté en la cama, debían quedar menos de cinco minutos para la hora de salida. Volvieron a llamar a la puerta.

- ¿Quién es? - pregunté.

- El revisor, señor, tenemos un problema.

Abrí la puerta de nuevo.

- ¿Qué ocurre?

- Pues que el pasajero de última hora resulta ser una señora. Ya les he dicho a los compañeros de taquilla que no podía ser.

- Ahh, es eso... si a ella no le importa yo no tengo inconveniente.

- ¿Está usted seguro?

- Sí, no hay problema, pregúnteles. Yo estaré aquí.

- Iré a ver qué pasa y ahora le aviso. Hasta ahora.



Por vez tercera cerré la puerta y volví a estar solo. Estaba como impaciente por ver con quién iba a viajar. De repente no pensaba en lo cansado que estaba ni en que el tren salía con retraso, sino que sentía curiosidad por conocer a mi posible acompañante. No sabía qué hacer, así que decidí lavarme la cara en el lavabo, me miré al espejo un momento y finalmente, me tumbé de nuevo en la litera de abajo.

El tren empezó a moverse, muy despacio, nos íbamos. Inmediatamente me sentí defraudado, me había hecho ilusión la aventura, pero en seguida encontré escusas para alegrarme un poco. "Estas cosas sólo pasan en las películas", pensaba. "Además, qué mejor manera de viajar que ir solo". Me rehice en un momento, para olvidar lo más pronto posible que una ilusión estúpida, con una desconocida, me había hecho por momentos sacarme del aburrimiento de mi vida. "Volvamos al aburrimiento".



Me levanté y abrí las cortinas un poco, para ver pasar las luces de Madrid. Parecía que el cansancio se volvía a apoderar de mi, sentía hambre otra vez. De repente, llamaron a la puerta otra vez, y de nuevo abrí.

- Señor, - reconocí la voz del revisor - perdone por molestarle otra vez. Como convenimos, esta señorita ocupará la otra litera de su compartimento, si no tiene inconveniente

- Claro, claro - repliqué mientras la miraba por primera vez. - Hola, soy Pablo.

- Hola, Celia. No sé cómo agradecerle...

- No te preocupes. Pasa.

- Por la mañana le reembolsamos su billete, señor. Ya saben que la cena se sirve hasta las 12, en el restaurante de primera clase. Que tengan buen viaje.



Salí al pasillo para dejar espacio y vi como el revisor se alejaba. Celia pasó al compartimento, no llevaba equipaje, sólo un bolso. La observé de espaldas un segundo. Llevaba pantalones y chaqueta oscuros, una camisa clara y unas sandalias muy elegantes.

- He cogido el tren por los pelos, no he tenido tiempo ni para hacer la maleta.

- Bueno, ya estás aquí, tranquila. Mañana por la mañana estarás en Barcelona.

- De verdad no sé cómo agradecerle el favor.

Yo le hablaba desde la puerta, todavía abierta, sin reaccionar. Su melena rubia caía sobre sus ojos al hablar y ella repetía el gesto de sacarse el pelo de los ojos. No llevaba maquillaje. Pasábamos por un tramo sin luces, pero podía ver reflejada en la ventana su silueta y sus curvas, escondidas bajo sobrios colores. "Nada mal", pensé.

- Ponte cómoda, yo ya había cogido la litera de abajo, pero si la prefieres me voy arriba.

- No pasa nada, me cojo la de arriba, es lo menos que puedo hacer.

- Había pensado ir a comer algo, ¿te apetece?

- Vale, perfecto, tendré que invitar yo. Espera un segundo que me refresco un poco.

- Fale.

Cerré la puerta y avancé un poco por el pasillo, mirando por la ventana.

- Vamos - escuché por detrás.

- ¿Has cogido la llave?

- Sí, ya cierro yo.

- Creo que es por aquí - dije mientras avanzaba hacia el siguiente vagón. Ella me seguía. Se había perfumado un poco.



El vagón restaurante consistía en dos hileras de mesas pegadas a las ventanas con un par de sillas fijas mirando una frente a la otra. Celia, viajera de última hora, eligió una mesa en el centro del vagón y tomó asiento.

- ¿Te parece bien este sitio?

No tenía nada que objetar, así que me senté frente a ella. Un camarero trajo un par de cartas y pedimos el menú, agua y vino, Rioja. Dada la estrechez de la mesa apenas tenía sitio para las piernas, pero estaba a gusto, emocionado.

- Enfín, Pablo, ya sentados, tranquilos, te doy oficialmente las gracias por tu favor, me has salvado el pellejo. - me tutueaba.

- De nuevo te digo que de nada, no tenía sentido dejarte en tierra con un sitio en mi compartimento. Además, cuando me lo preguntó el revisor, me entró la curiosidad por conocer al misterioso viajero, tú. Luego me dio un poco de morbo pensar que mi compañero de viaje sería una mujer.

- Pues era yo, aquí me tienes. Qué quieres saber de mí que satisfaga tu curiosidad, dime.

- Uff, pues no sé por dónde empezar. Ahora mismo ni siquiera sé si quiero que esta historia siga su camino en el mundo real o en el imaginario.

- No entiendo, ¿a qué te refieres?

- Pues que todo esto se parece demasiado a historias que he leído y que siempre me han parecido imposibles, ya sabes, personas anónimas que se cruzan por el camino - yo pensaba en Emmanuelle - y hacen locuras que nunca intentarían en su vida diaria.

- Bueno, de momento en lo único que nos parecemos es que no nos conocemos de nada, ¿no? - y me sonrió. - Además, seguro que tenemos vidas de lo más convencionales. Yo, por ejemplo, trabajo todos los días de 9 a 7 en una empresa a la que, como ves, tengo que ir disfrazada con esta ropa. Después suelo ir a casa a tener un poco de vida.

Yo la miraba ya de frente, mientras el camarero nos servía el vino y yo cogía un trozo de pan. Cuando trajeron el primer plato se habían esfumado nuestras vergüenzas iniciales y la verdad es que yo estaba cada vez más a mis anchas. Me sentía naturalmente atraído por esta chica.

- ¿A qué te refieres con tener un poco de vida?¿Tienes familia, vives con amigos, sola?

- Ahora mismo vivo sola, tras un matrimonio fracasado. No soy la persona más feliz del mundo pero voy tirando, hay que ir tirando.

- Me parece bien esa actitud, mirar adelante.

- Precisamente vengo a Barcelona a terminar con esto, a firmar el último papel. Mañana todo será pasado.

- Vaya, yo con mi impertinente curiosidad y tú me sales con una historia de verdad, la tuya. Espero no haberte molestado.

- Hombre no, callarse las cosas no arregla nada. Por cierto, he oído que los hombres les tienen respeto a las mujeres separadas. ¿Es verdad eso?

No sabía qué quería decir, pero seguí.

- ¿Miedo? No sé, nunca he oído nada parecido, pero supongo que de todos modos tendrá sus ventajas. Quiero decir que las personas separadas, por muy dolidas que estén, tienen una experiencia de la vida que os puede hacer de hecho más atractivas. Ya sabes, si os volvéis a enamorar igual os entregáis del todo por volver a experimentar las sensaciones perdidas, o en temas sexuales, por ejemplo, seguro que no tenéis los miramientos que teníamos antes, más jovencitos. Yo que sé, igual no, igual es justo lo contrario.

- No sé qué pensar respecto a lo de volver a enamorarme, me da miedo, pero sí que es verdad que ahora mismo le he perdido el miedo a las relaciones liberales, incluso a los rollos, porque no me quiero implicar demasiado. Pero es que los tíos os asustáis fácilmente.

- Quizás, pero no todos somos iguales. Yo creo que a estas alturas de mi vida sería difícil asustarme, a menos que atenten contra mi espacio mínimo vital.

- Te recuerdo que compartimos un cubículo con dos literas - se reía por primera vez - y te informo de que en casa suelo dormir desnuda. ¿Te asusta eso? Pero tranquilo, hoy no. -se volvía a reír- Aunque no sé con qué voy a dormir, he venido con lo puesto.

- La litera de arriba es tu territorio, -nos trajeron los solomillos de segundo y llenamos las copas con más Rioja- puedes hacer lo que te plazca, intentaré no molestarte. A todo esto, tanto preguntarte a ti y no te he dicho que soy fotógrafo; no me importaría nada hacerte fotos. Esta es una de esas situaciones extrañas a las que me refería antes, no le suelo proponer estas cosas a la gente, yo trabajo con modelos. Mejor me callo.

- Sí, mejor déjalo.

Se hizo como un silencio espeso y seguimos comiendo lo que nos quedaba, aunque a mí poco, la verdad. En cuanto dejé los cubiertos levanté la mirada y descubrí que Celia me estaba mirando.

- ¿Qué pasa, al final te has asustado?

- ¿Yo? - típica respuesta de gilipollas - No, me he cortado un poco, nada más.

- Sólo te he dicho que no quiero fotos, no te conozco de nada. Aunque si realmente eres fotógrafo profesional estarás acostumbrado a retratar mujeres sin mostrar tus emociones. Esto estaría dispuesta a ponerlo a prueba, puro método científico. Igual así se nos pasa la noche antes y me evito pedir un pijama prestado. ¿Qué te parece?¿Es este un plan suficientemente retorcido para tus fantasías?

El camarero se acercó para llevarse los platos, interrumpiendo su chorro de preguntas. Ninguno queríamos postre, así que pedimos un par de cafés. Yo no le quitaba el ojo de encima a Celia; me había pillado totalmente desprevenido.

- Tengo que decir que has estado cerca de asustarme, pero soy fotógrafo profesional de verdad. No te conozco de nada, en eso estamos de acuerdo, precisamente por eso podría fotografiarte sin demasiados aturdimientos. Así que hacemos lo que quieras, pero tampoco me importaría que tuviéramos un viaje más convencional: tú duermes arriba y yo mientras sueño que me despiertas para hacer el amor. Los sueños son gratis y no enganchan, nada más liberal que un sueño. Por lo mañana te doy un beso de despedida y nos separamos en el andén tranquilamente, con la conciencia entera. La realidad siempre vuelve más tarde a ponerte en tu puto sitio.

Celia sonrió sin decir nada. Pagó, como había prometido, y entre bamboleos del Talgo dejamos atrás el restaurante, en dirección al compartimento. Por el camino aproveché para mear; la oscuridad era total al otro lado del cristal, debíamos andar por Cuenca.

Ella tenía la llave, así que abrió la puerta. Yo pasé primero para encender la luz de la litera de abajo y luego entró ella. Al cerrar la puerta sólo se oían las vías debajo de nosotros. Fui directo al lavabo a lavarme la cara y los dientes, no sabía qué iba a salir de aquí y necesitaba hacer algo. Celia, según pude ver por el espejo, se había apoyado en la escalera para subir a la litera de arriba. Se había descalzado y por vez primera no llevaba chaqueta. Cuando se dio cuenta de que la miraba se desabrochó un par de botones de la camisa. "Madre mía, madre mía". Esto amenazaba con superar años de sueños acumulados, no podía ser verdad, pero por otro lado no podía ser una película porque yo salía y tenía la boca llena de pasta de dientes. Me enjuagué bien y me lavé la cara por última vez, pero no encontré toalla para secarme. Me giré y Celia me la pasó, con la camisa totalmente abierta. Mientras me secaba no pude dejar de mirarla, y ella se lo estaba pasando muy bien, tenía la situación bajo control absoluto.

- ¿Te gusto? ¿De verdad no sientes nada?

Al hablar cogió mi mano y la dejó sobre el botón delantero de sus pantalones. No pude negarme a desabrocharlo, dejando a la vista un lacito negro de sus bragas.

- Ha sido un largo día, Pablo. Me voy a duchar.

De un gesto se bajó la cremallera y los pantalones cayeron sobre sus pies, mostrándome sus piernas sin ningún pudor. El lacito negro dio paso a unas bragas bajas negras, muy ajustadas, transparentes. La camisa no tardó en caer sobre mi cama, y luego se giró insinuándome que le desabrochase el sujetador. No me costó mucho soltarlo, pero sí tuve que contenerme para no acariciar sus hombros. El sujetador también aterrizó sobre mi cama, tras lo cual Celia se metió en la diminuta ducha. Al otro lado del cristal vi como la mancha negra de las bragas bajaba y volvía a subir, de pronto, en su mano. La puerta se abrió de nuevo y las bragas volaron con las otras prendas, a la cama. El agua empezó a correr y Celia me mostraba su culo mientras gritaba de placer:

- Mmm, el agua está muy buena, ¡qué bien me sienta esto!

Su cuerpo se fue cubriendo de espuma y su pelo empapado se amontonaba sobre sus hombros. El compartimento empezaba a oler a jabón y sentí que esto me empezaba a gustar, ya pasado el acojone. El agua volvía a correr y ella se giró para que pudiera verla mejor, de frente. Sus pechos pequeños brillaban a través de la ducha y sus muslos no podían ocultar lo evidente, la falta de vello púbico, al menos yo no lo veía. "Esto ya lo había vivido yo en sueños, pero no recuerdo como terminaba". Cesó el agua y la puerta se abrió.

- ¿Me pasas la toalla?

- Aquí tienes.

Afortunadamente la toalla era muy pequeña y no tapaba mucho, pero a ella no parecía importarle. Cuando estuvo seca se puso la toalla al pelo, sacó del bolso un bote, y empezó a echarse crema por los brazos, pero se paró de golpe:

- ¿Me la echas tú?

- ...Venga, mejor túmbate, ¿no?

- No, da igual, mejor de pie, la cama está llena de cosas.

- Espera, no quiero pisarte. -Me quité los zapatos y los calcetines en un momento. Qué estampa. - A ver.

Cogí la mancha de crema blanca, que olía a almendras, y la esparcí despacio por el brazo derecho. Subí al hombro y la giré, para echarle por la espalda. Su piel suave y olorosa se extendía frente a mí como un mapa. Bajé a la cintura, pero no me atreví a seguir bajando y volví al hombro izquierdo, pasando luego al brazo.

- Ahora por delante.

Celia me miraba con sus manos apoyadas sobre mis hombros. Me eché más crema en las manos y empecé por el escote y las axilas, pero la parada siguiente tendrían que ser las tetas. Cogí aire y con mucho cuidado las amasé con mis manos; parecía gustarle pero no dijo nada. Hubiera seguido, a tenor de mi incipiente erección, pero discretamente bajé a la cintura y luego a las caderas, tomándome mi tiempo. Tenía las manos pegajosas.

- Pablo, échame ahora por las piernas y lista.

Cogí un poco más de crema, la puse en mi mano y me agaché, empezando por el muslo izquierdo. No podía dejar de mirar su sexo arrogante, sin tapujos, alzándose frente a mí. Muslo, cadera, muslo, luego rodilla y pantorrilla. Yo me calentaba por momentos. Al cambiar de pierna la besé, por vez primera, sobre sus labios, y pude sentir como se estremecía. La segunda pierna ya no fue igual, sentía como urgencia por terminar. Pero mis dudas se esfumaron en un momento.

- ¡Qué a gusto me he quedado! Pues al final sí que voy a dormir como una reina. Estoy casi como en casa, así que no creo que a estas alturas te importe que duerma desnuda, ¿verdad?

Yo estaba totalmente atontado, sin saber si recurrir a mis hormonas para acabar lo que en realidad acababa de empezar. Hasta las palabras me faltaban.

- Claro, ya te dije que en tu litera podías dormir como te diera en gana, yo no te molestaré.

- ¿Ves cómo es fácil entenderse? Hasta con desconocidos. Me caes bien Pablo, me siento cómoda contigo.

Acto seguido se puso a recoger todas sus ropas y las quitó de mi cama.

- Gracias, eres un cielo.

Me dio un beso en la cara y se encaramó a las escaleras, subiendo a su litera. Mis ojos acompañaron sus movimientos, desnuda era muy ágil. Se tumbó en la cama boca arriba y entre ronroneos y suspiros se quedó dormida, sepultada bajo una manta ferroviaria.

“Esta tía es increíble, cómo lo maneja todo”. Dormía o eso parecía, a pierna suelta, mientras el tren traqueteaba por tierras igual de negras que antes. Y yo tenía un lío corporal, mental y hormonal que no me aguantaba, hasta que me vi dentro de la ducha, con el agua primero fría y luego caliente, y me despaché yo solo. Cuando cerré el grifo todavía me duraba la erección y creí escuchar a Celia gemir, pero cuando abrí la puerta ella seguía inmóvil bajo la manta. “Imaginaciones mías”. Acaricié un momento su pelo rubio, pero al fin me rendí, al cansancio y a Celia; me dormí. Me había cautivado.

Desperté ya en la estació de Saints, lejos de los brazos de Celia. El revisor me avisó, apresurándome a dejar el vagón y me dio un sobre. "Un billete abierto, para cuando usted quiera". Debía ser ya el último pasajero a bordo, y no tardé en darme cuenta de que ella ya tampoco estaba. Me vestí decepcionado, pero guardé fuerzas para lavarme la cara, recordando los dos besos. Su litera estaba vacía, con la manta amontonada, aunque todavía olía a jabón. Recogí mis cosas, las metí en la mochila y salí al pasillo, cabizbajo. Pisé el andén, tierra firme, y eché a andar, la estación era gris. Salía ya al sol de la calle cuando metí la mano en el bolsillo. Había un trapo o algo; no recordaba llevar pañuelo. Me paré, saqué la mano y descubrí sus bragas negras, dobladas, y una nota: "Mejor me marcho sin decir nada, te debo un beso, tú unas fotos. Hoy empieza mi nueva vida. Llámame, necesito comprar ropa ¿me acompañas? Celia ”.

El corazón me bombeó hacia Barcelona y en mi cabeza resonaba “...las vueltas que da la vida y el destino se burla de ti...". Otro día empezaba. Cuánta razón, Yosi, somos balas perdidas, trenes sin destino.

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