domingo, 28 de enero de 2018

Infiel, tres veces (7 min.)


Cuando Ernesto me dijo que venía Juan Luis, su inseparable amigo en la universidad, no le di la menor importancia al asunto. Cierto es que mi marido me había contado de las aventuras que pasaron juntos en aquellos años y del éxito que solía tener su amigo con las mujeres, pero eso ya se me había olvidado. Tampoco le recordaba de cuando asistió a nuestra boda, en esos días lo último en lo que se fija la mente es en los rostros de tanta gente que asiste a la fiesta.

Él venía a una cita de negocios y Ernesto le había ofrecido nuestra casa, aprovechando que tenemos un cuarto para huéspedes.

La situación se tornó peculiar cuando intempestivamente mi marido tuvo que salir a Chihuahua un día antes de la llegada de su amigo. Por tal motivo, me encargó que recogiera en el aeropuerto a Juan Luis y lo trajera a casa. Tuve que hacer el papelito ese que siempre me pareció ridículo, de escribir en un cartón el nombre de la persona que se tiene que recoger, y exhibirlo a todos los pasajeros que arribaban, esperando que el susodicho se aparezca. Después de un buen rato por fin apareció. ¡Qué guapo era! Me sorprendí mucho porque me lo imaginaba más normal, pero su 1.90, sus ojos claros y su sonrisa encantadora me hicieron olvidar el mal humor que moverse desde Santa Fe hasta el aeropuerto provoca a cualquiera.

Nunca entendí por qué me puse tan nerviosa al verle. Él me saludó como si me conociera de toda la vida, de beso y abrazo, pero se cohibió un poco al notarme nerviosa. Seguramente en esos momentos le parecí una retrasada mental, creo que le contesté "bien" cuando me preguntó si tenía largo rato esperando y "no, voy llegando" cuando me dijo que cómo estaba. Ni siquiera un "cómo te fue en el viaje" se me ocurrió. Había quedado en calidad de idiota, pero pronto me sentí mejor; su plática amena me sacó tres carcajadas en el trayecto al estacionamiento.

"Es una lástima que Ernesto haya tenido que salir a Chihuahua", me comentó mientras enfilábamos hacia la casa. "Me había prometido que iríamos a recordar los viejos tiempos", continuó en tono de broma pero con cierto aire de invitación. "Pues si quieres te llevo a cenar", le contesté un poco comprometida pero al mismo tiempo con muchas ganas de ir a dar la vuelta.

El camino fue todo risas. Cuando me platicó la anécdota de que él y mi marido habían pasado una noche en la delegación por andar borrachos en la vía pública cuando estaban en la universidad, no pude contener mi risa al imaginarme el cuadro patético.

Cuando llegamos al restaurante me preguntó si no tenía inconveniente en que nos sentáramos mejor en la zona del bar, a lo cual accedí gustosa. ¡Hace tanto no salía con Ernesto en ese plan! Cuando pasó amistosamente su brazo por mi espalda para conducirme, sentí una emoción indescriptible, "¿estoy teniendo un affaire?" me preguntaba mientras caminaba hacia la mesa. La música, un poco alta de volumen, hizo que nos mantuviéramos muy cerca para poder escucharnos; cada vez que acercaba su aliento hacia mi oído para poder hacerse escuchar, sentía que mi corazón latía más rápido. Platicamos un rato y a la tercera copa se animó a tomarme de las manos. Yo sabía lo que tenía que hacer: quitar mis manos y pedirle que ya nos fuéramos; pero no sé qué me paso, no quise hacerlo. En cambio, le sonreí aceptando su juego. Él entonces se acercó, me abrazó y me empezó a besar el cuello. En ese momento yo ya me sabía entregada. Luego llevó su boca a mis oídos y me preguntó "¿quieres ir a un hotel?". Excitada al máximo asentí con mi cabeza mientras mi cuerpo se llenaba de nerviosismo. "¡¿Qué estaba haciendo?!... ¡y con el mejor amigo de mi marido!"...

Él pidió la cuenta y salimos abrazados del bar. Una vez en la camioneta, nos comenzamos a besar. La oscuridad del lugar nos invitó a llevar nuestras caricias más allá de lo que la prudencia ordenaba. Pronto me vi con sus ansiosas manos bajo mi falda, procurando retirarme las pantimedias. Yo me levanté un poco para que lograra su propósito. "Vámonos a los asientos de atrás" me indicó. Yo obedecí aprovechando la amplitud de mi camioneta. Él a continuación desabotonó mi blusa, retiró mi sostén y comenzó a besarme los senos de una manera en verdad deliciosa. No hacía falta que yo cerrara los ojos, porque la oscuridad del lugar era total. Tomó mi mano y la llevó a su entrepierna. Supe entonces lo que quería; desabroché su pantalón, saqué su paquetito y empecé a acariciarle suavemente mientras él seguía besando mis senos. Poco a poco fue descendiendo sus labios hasta el punto de llegar a mis pantaletas, las cuales retiró con suavidad... abrió entonces mis piernas y condujo su lengua hacia mi sexo frotándome con ella como jamás nadie lo había hecho. "Sigue, por favor" le hubiera dicho, si el temor a parecerle demasiado impura no me hubiera gobernado; en cambio, callé cuando retiró su boca de entre mis piernas para llevarlas a la mía, para continuar su movimiento dentro de mi boca. Dirigió entonces con exquisita puntualidad su deliciosa carne hacia dentro de mí. "Ponte un condón, por favor" debí decirle, pero el temor a que no tuviera me inhibió, preferí correr el riesgo. Su ingreso en mí me hizo sentir morir de placer. Sus exquisitos balanceos se apoderaron del lugar, y pronto los naturales ruidos de un auto que alberga a dos amantes en entrega, aparecieron. Pero la oscuridad era nuestra aliada y pudimos seguir el baile del placer... hasta que por fin llegué. Puedo decir con toda seguridad que hacía mucho tiempo no sentía un orgasmo tan delicioso... me atreví a gritar de placer. En ese momento no me importó que alguien nos oyera. Él, caballeroso, paró unos instantes para dejarme disfrutar el momento. Después continuó meciéndose sobre mí hasta satisfacer sus ansias... Descansamos unos instantes. No atiné qué decirle cuando llegó el momento de decir algo. Él en cambio dijo algo así como que ya no necesitábamos el hotel, y estallamos ambos en risas. Como pudimos, nos vestimos en la oscuridad y enfilamos hacia la casa sin mayores remordimientos.

Más tarde le mostraba el cuarto de huéspedes, donde dormiría. Él me dijo que tomaría un baño antes de dormir y me despidió con un beso en la boca, el cuál rechacé por el temor a ser sorprendidos por Ofelia, la sirvienta de toda la vida que había sido nana de mi marido. Me retiré a mi cuarto e igualmente decidí darme un baño. Esa noche fue de insomnio. Los remordimientos que se habían ausentado, ahora empezaron a aparecer. "¡Qué hice!" me recriminé por varias horas, hasta que quedé profundamente dormida.

A la mañana siguiente desperté con un sabor amargo en la boca. El temor a las consecuencias de mis indecencias se apoderó de mí. No sabía ni cómo vería a la cara a Juan Luis... ¡y a Ernesto! En eso Ofelia tocó a mi cuarto para llevarme el desayuno a la cama. Cuando le recordé que teníamos un invitado y que desayunaría en el comedor, me informó que Juan Luis había salido temprano a sus asuntos y que había dejado dicho que me llamaría más al rato. Ello me tranquilizó un poco. Por lo menos no tendría que verle inmediatamente.

Cerca de la hora de la comida recibí su llamada. Quería que nos viéramos en un restaurante de la zona "Rosa". Obviamente me negué y le pedí que me disculpara, porque estaba un poco desconcertada con lo que había ocurrido. Me comentó que no había problema y antes de transcurrida una hora estaba a la puerta de la casa. Ofelia le hizo pasar. Él me saludó como si nada y con un gesto gentil me pidió que le acompañara. Tomó dirección del cuarto de huéspedes. Yo no quise que cerrara la puerta para no inquietar a Ofelia.

Me pidió que me sentara junto a él en la cama y me ofreció un estuche. Al abrirlo descubrí una hermosa gargantilla de oro, con unas bellísimas incrustaciones de diamantes. "Es muy bonita, tu esposa se va a poner muy contenta" le comenté. "¿Por qué?, si es para ti", me contestó al tiempo que la tomaba en sus manos para colocarla en mi cuello. "Bien sabes que no puedo aceptar este regalo, Juan Luis, por muchas razones", le dije, pero sin dar respuesta a mi comentario, simplemente acercó sus labios a los míos y me tomó entre sus brazos con gran ternura. De nuevo me encontré entonces ante el reto de vencer a la tentación; de nuevo me vi derrotada por ella.

Sin dejar de besarme, me recostó suavemente en la cama y con sus manos comenzó a recorrer deliciosamente mi cuerpo. Yo sabía que no debía ocurrir aquello, pero una fuerza mayor a mi voluntad me obligaba a seguir disfrutando de aquellos momentos. Sólo atiné a pedirle que cerrara la puerta, a lo cual obedeció diligentemente. Poco a poco fue desprendiéndome de mi atuendo, una a una, cada prenda fue sucumbiendo ante su ansiedad, hasta que ambos quedamos completamente desnudos. Besó entonces cada centímetro de mi piel, mi boca, mis oídos, mi cuello, mis senos, mi vientre... Mis muslos... abrió entonces mis piernas con desmedido anhelo... recorrió la parte interna de mis muslos y finalmente lo tuve aquí... su lengua se movía con fervoroso ánimo regalándome momentos exquisitos de verdad. Poco a poco, pero sin dejar de beberme, fue desplazándose hacia mí, como para formar eso que llaman el sesenta y nueve. Me estaba pidiendo correspondencia y en esas condiciones no podía negársela. Le besé con cautela en un principio, pero poco a poco tomé la confianza necesaria para ofrecerle reciprocidad. Nos entregamos entonces al delicioso favor de nuestras bocas... llegamos casi juntos. Nunca antes había probado el sabor de la miel del hombre. Honestamente, no me gustó la sensación de flemas en mi garganta, pero el rostro de satisfacción de mi pareja en turno lo valió todo.

Se recostó junto a mí y descansamos un rato. Los ruidos de Ofelia me volvieron a la realidad. "¿Pero qué hice?" me pregunté de nuevo. Aquella había sido una imprudencia mayor que la del día anterior. Me paré, me vestí y salí del cuarto para huéspedes tan pronto como pude. Él me despidió momentáneamente con un guiño socarrón. En el trayecto hacia mi recámara me topé con Ofelia, pero preferí no mirarla a los ojos... no podría resistir su mirada inquisidora...

Ya en mi cuarto, me lavé la boca y me quedé meditabunda sentada en la cama... por largo rato me atormenté con el reproche de mi conciencia. Había oído historias de infidelidad de gente conocida, pero nunca imaginé que a mí me tocaría saber de eso. Sonó la puerta entonces. Mi corazón se aceleró. ¿Ofelia se atrevería a reclamar mi actitud? "Adelante" dije con voz entrecortada. Al instante siguiente veía el rostro de Juan Luis, quien se despedía porque tenía que regresar a sus asuntos del trabajo. "Llévate la camioneta", le dije ofreciéndole las llaves de mi auto. Las tomó agradecido, me dio un beso en los labios y partió.

Toda la tarde la pasé en mi cuarto; meditando sobre lo ocurrido y sobre lo que podría ocurrir al rato. Esa sería la segunda y última noche de Juan Luis en la casa, pues venía sólo por dos noches. ¿Qué es lo que debía hacer? No encontré respuesta. Llegó la noche y con ella Juan Luis con un hermoso ramo de rosas rojas para mí. ¡Hacía tanto que Ernesto no me regalaba uno! Cenamos normalmente y acudimos al salón de TV para escuchar las noticias. Él se sentó junto de mí, como si fuera mi marido, abrazándome, y de nuevo no hice nada para impedirlo. Al poco tiempo me desvistió y ahí mismo me hizo suya de nuevo... Dormimos juntos en mi recámara, y al día siguiente lo llevé rumbo al aeropuerto. "¿Arreglaste tus asuntos?" le pregunté en el trayecto. "Todos" me respondió al tiempo que colocaba su mano cariñosamente en mi entrepierna.


Ernesto nunca me preguntó sobre las rosas ni la gargantilla. Poco tiempo después descubrí que Ernesto en realidad no había ido a Chihuahua, sino a Monterrey, donde vive Juan Luis. Varios cargos en su tarjeta de crédito me lo hicieron saber. Entre ellos, uno de una joyería y otro de una florería. ¿Acaso estos granujas habían intercambiado a sus esposas sin que nosotras lo supiéramos? Creo que eso fue lo que pasó... y me gustó.

Trio inesperado (8 min.)

He de reconocer que me siempre me había excitado la idea de formar un trío, con dos mujeres o una pareja hombre / mujer (mis gustos son heterosexuales, pero no me importaba la idea de que fuéramos dos hombres para una misma mujer ). El hecho era que me encantaba, y aún me gusta, leer los relatos que en Internet publicaban parejas, chicas y chicos, contando sus experiencias, pero no me los llegaba a creer ya que mi vida era lo que se suponía normal y nunca había tenido ni conocido alguien con esas experiencias.

Alguna vez había comentado con mi novia el hecho de que una tercera persona (mujer u hombre ) se uniera en la cama, pero siempre ha rechazado la idea por desagradarle. De modo que la ocasión de poder disfrutar de mis fantasias sexuales se veía reducida a la posibilidad de pagar por ello, pero siempre lo he visto muy artificial, de manera que esa opción la descarté también. Lo había intentado alguna vez contestando a algún anuncio en Internet sin obtener ningún resultado, bien porque no puedo mandar foto o porque directamente no me contestaban ( tampoco soy Quasimodo ¿he?). Aunque desistí, no quise renunciar a mi fantasía. , y fue una noche de Agosto la que me dio la ocasión de poder realizarla.

Salía del piso de Madrid en donde vive mi novia, serían sobre las 23:30, y en vez de tomar el ascensor decidí bajar por las escaleras, de modo que abrí la puerta de acceso, encendí la luz y comencé a descender. Al llegar al descansillo del segundo piso escuché unos ruidos de ropa y respiración, que en un primer momento no identifiqué, que provenían del pasillo de acceso a los pisos de la planta segunda. Como es un mes en el que se dan muchos robos, pensé que podía ser un ladrón, de manera que decidí averiguar qué era eso. Soy un chico de 29 años que mide 1m86, de complexión fuerte, de manera que tenia un poco de confianza en poder intimidar al posible ladrón.

Me acerqué lentamente a la puerta y me asomé discretamente para observar y, cual no sería mi sorpresa cuando el ladrón en cuestión era en realidad el matrimonio del piso 2B dándose el lote. La verdad es que nunca había estado tan cerca de una situación así y, como no parecía que se hubieran percatado de mi presencia decidí quedarme a disfrutar del espectáculo. El matrimonio no tiene hijos, ella ( la llamaremos Laura ) debe medir aproximadamente 1m70, es de pelo negro, liso y corto. Como ya me había fijado en ella en la piscina de la urbanización, su cuerpo es delgado, sus caderas estrechas, sus pechos pequeños y muy redondeados, con unos pezones pequeñitos, de cara normal, con labios finos y sus ojos castaño oscuros ( la verdad es que era una mujer que agrada la vista ). Él ( al que llamaremos Juan ) es de estatura media, 1m80, pelo negro corto y de complexión normal – delgada. Aquella noche Laura llevaba una falda fina roja con dibujos étnicos estilo hippy y una camisa lisa de color violeta. Juan le había abierto la camisa por completo, desabrochado el sujetador ( que estaba en el suelo ) y le estaba lamiendo los pezones, mientras con sus manos jugaba bajo la falda de Laura, quien tenía sus ojos cerrados y el rostro hacia arriba, jadeando a cada caricia de Juan.

Él le fue bajando las bragas hasta quitárselas y dejarlas en el suelo, continuó descendiendo por su vientre, subió la falda levemente y se metió debajo. Sólo podía apreciar el bulto de su cabeza a la altura de su pubis, pero por la expresión y los gemidos de Laura, le estaba comiendo el coño a conciencia. De pronto, en un movimiento de cabeza, Laura se giró su cabeza justo hacia mí y me pilló de lleno. Instintivamente, me retiré como un chaval, pero me quedé tras la puerta, bloqueado, sin saber si salir corriendo o quedarme a ver que pasaba. Escuché cómo Laura musitó algo y Juan le debió preguntar algo. Un silencio, que se me hizo eterno, se apoderó del pasillo, hasta que volví a escuchar un leve cuchicheo de la voz de Laura y a continuación a Juan diciendo claramente ¡vale!. Nuevamente ruido de ropa, pero esta vez Laura habló en voz alta : -¡Pasa! ¡No te quedes ahí fuera hombre! -. La verdad es que el corazón casi se me sale por la boca del susto, me daba cuenta de lo que estaba pasando y de lo que implicaba el entrar en ese pasillo, así que me decidí a entrar.

Laura se había abotonado ligeramente la camisa, de manera que aún se podía ver la piel de su cuerpo, y llevaba en su mano el sujetador y las bragas. Juan tenía su polo por encima del pantalón y aún se le notaba el bulto de su erección. -¿Te ha gustado lo que hacíamos? – me preguntó Juan, mientras Laura me sonreía. - Pues la verdad es que sí, que me ha gustado, Laura es una mujer que me gusta bastante -. Me temblaba un poco la voz por los nervios y el pecho me temblaba como un terremoto. En ese momento Juan comenzó a abrir la puerta de su piso, Laura se acercó a mí y me cogió de la mano. – Ven, podrás verme mejor -.

Tiró de mi mano suavemente y nos metimos en su piso. Juan dejó las llaves en un mueble y le dijo a Laura que nos fuéramos a la habitación. Nos quedamos Laura y yo a los pies de la cama de matrimonio, Juan, sentado junto a las almohadas. Ella se acercó a mi, notó que estaba nervioso. - ¿Has hecho algo así alguna vez? – preguntó. - La verdad es que no, pero es algo que he querido probar -.

Juan se dirigió a Laura : - No te prives, Laura -. Fue decir esto y Laura me empezó a acariciar el cuello suavemente, se acercó a mi y me dirigió hacia sus labios. Me besó muy suavemente, muy despacio, su lengua lentamente fue entrando en mi boca en busca de la mía hasta que ambas se rozaron y enlazaron al mismo ritmo que nos besábamos.

Metí mis manos bajo su camisa y acaricié sus caderas, subiendo mis manos hasta rozar sus pechos. Nuestras respiraciones eran mas fuertes, Laura me besaba el cuello y me comenzó a subir la camiseta hasta quitármela. Me acarició la espalda y nos volvimos a besar, esta vez nuestras lenguas se enlazaban más profundamente en la boca del otro, mi cabeza estaba como embotada, sólo seguíamos lo que nuestros cuerpos nos iban pidiendo. Le desabroché la camisa y me fijé fugazmente es sus pequeños y redondos pechos, sus pezones estaba duros. Se los acaricié con las yemas de los dedos, ella me cogió la manó y me la presionó aún más para que se los manoseara con fuerza. Me desabrochó el pantalón y éste cayó al suelo, dejándome en calzoncillos.

Tenía la polla como una piedra y así lo delataba el bulto de mis modestos 16cms. Era mi turno, terminé de quitarle por completo la camisa, pero cuando me disponía a bajarle la falda ella me detuvo, se la quiso bajar ella, - quiero que me veas bien- me dijo, y bien que la ví. Su cuerpo estaba completamente desnudo frente a mí, cruzó sus brazos tras su espalda y me sonrió con mirada de niña mala, estaba absorto disfrutando del panorama.

Ví que su bello púbico estaba cortado y reducido a una fina línea que bajaba hacia su entrepierna. Se volvió a acercar a mí y nos volvimos a besar. Con una mano le acariciaba la espalda y con la otra le acariciaba sus nalgas, Laura, por su parte comenzaba a bajarme el calzoncillo, me cogió la polla con su mano y comenzó a masajearla, se me escapó un gemido, estaba en la gloria. Entonces, Juan decidió participar. Me había olvidado completamente de él pero cuando se colocó desnudo a espaldas de Laura y comenzó a besarla el cuello y acariciarle sus caderas, nuestras manos y cabezas coincidían en el cuerpo de Laura, quizás por torpeza o inexperiencia mía. Mi primera reacción fue la de apartarme un poco de Laura, no sabía cómo continuar. -Déjate llevar por nosotros, no te preocupes- me indicó Juan. Laura me empujó levemente hacia la cama y me tumbé boca arriba. Ella se colocó a cuatro patas sobre mí hasta que su cara quedó sobre mis caderas, me agarró suavemente la polla y comenzó muy muy lentamente a metérsela en su boca y a succionarla fuerte. Estaba a mil, me estaba haciendo la mejor comida de mi vida, desde luego sabía muy bien cómo hacerme disfrutar. Juan, después de observar cómo Laura me hacía la felación se colocó detrás de ella y le fue metiendo su polla por la vagina. Laura daba pequeños gemidos y su boca soltaba saliba por la excitación.

Las sacudidas de Juan eran más fuertes y Laura comezó a jugar con su lengua en la punta del mi capullo y a succionar aún más fuerte. No pude aguantar más y me corrí como hacía mucho que no lo hacía. Mi semen se quedó en la boca de Laura, notaba el calor de mi fluido dentro de su boca, y ella siguió succionando y moviendo su lengua sobre mi capullo, sus gritos nos indicaron que Laura estaba en pleno orgasmo. Juan estaba también a mil y se corrió dentro de Laura. Entonces ella, reteniendo mi semen en su boca, se incorporó sobre la cama, se giró hacia Juan y le propino un beso profundo y largo. Mi semen se dejaba escapar por la comisura de ambas bocas, pero Laura y Juan se encargaron con la lengua de no dejar nada. Aquello me volvió a poner la polla dura, me excitó la manera en que se besaban y Laura le pasaba mi semen a Juan. Laura, después de besarle, se puso sobre mí. Aún estaba excitada, su rostro así lo delataba, y me besó con fuerza.

El sabor de mi semen aún se notaba, era la primera vez que lo probaba, y aquello me excitaba aún más. Me tomó la polla con la mano - ¡métemela, la quiero dentro de mi coñito!, y me la colocó en la entrada de su vagina. Su coño estaba chorreando y la polla me entró como una bala. Sus caderas comenzaron a agitarse y sus músculos vaginales me aprisionaron la polla y a cada golpe de cadera. Nuestros cuerpos sudorosos temblaban y nuestros jadeos eran cada vez más fuertes. Juan se colocó a nuestro lado, pude ver su polla por primera vez. Nunca había tenido una tan cerca y, además, empalmada. Era más gruesa que la mía y más o menos de la misma longitud. Laura la tomó con la mano y se la fue metiendo en la boca, cada embestida de sus caderas era cada mamada de la polla de Juan. Me corrí dentro de ella, mi semen se escapaba de su sexo y el sonido del chapoteo de sus coño excitó aún más a Laura y a Juan, quienes se corrieron casi a la vez. Pude ver cómo Juan le bombeaba a Laura dentro de su boca y cómo ella succionaba hasta asegurarse la ultima gota. Una vez que Juan terminó, ella se vino a mi y me besó.

Nuestras bocas se abrieron y el semen de Juan fue pasando a mi boca, impulsado por cada lengüetada de Laura. Aquello me excitó de nuevo, aunque soy hetero, me volví a empalmar por el morbo que aquello me daba. Los fluidos de Juan, con la saliba de Laura, su lengua reptando sobre la mía y moviendo aquel líquido semi-biscoso y un poco amargo me produjo de nuevo una erección. Ambos tragamos los fluidos y, terminado el beso, Laura me acarició la cara con ternura. Se giró sobre la cama y me invitó de nuevo a ponerme debajo, -quiero que me lo comas despacito, no tengas prisa, y no te preocupe acabar antes que yo -. Dicho y hecho, me puse bajo su coño. Sus labios estaban estaban húmedos y como su bello era muy cortito no fue ningún inconveniente pasar mi lengua por su coñito húmedo.

Mi polla volvió a entrar en su boca y Laura me la succionaba má lentamente que antes. Con la punta de mi lengua recorrí muy lentamente su rajita y, endureciéndola, busqué su clítoris como quien busca el último gramo de un tarro de mermelada. Ella se agitaba más, gemía a cáda pasada de mi lengua y cuando le succioné su clítoris como si de una fruta se tratara, lanzó un pequeño grito y, seguidamente, me succionó la polla mucho más fuerte y me volvió loco con la lengua por lo que me corrí nuevamente dentro de su boca. Noté cómo lengua tragaba mi semen y me esmeré aún más en mis succiones. En estas, Juan se posicionó tras de Laura y acercó su polla a su coño.

Decidí retirarme, y Juan le metió la polla lentamente. – ¡No pares de lamerme, no pares!- me girtaba Laura mientras su marido la follaba. Me lo pensé un poco, pero decidí probar. Los labios, ahora separados por la polla de Juan, me dejaron el clítoris aún más descubierto y se lo empecé a lamer a lenguetazos. La dureza de la polla de Juan chocaba com mi lengua, pero Juan logró que su polla no se saliera de la vagina de Laura. Los fluidos de Laura emparon su polla y mi boca, Laura se se corrió y su cuerpo se quedó rígido por el placer y Juan le descargó su semen. Ambos fluidos se juntaron en mi boca y aquel tacto le provoco a Laura otro orgasmo, esta vez más corto, pero que sacudió su cuerpo como una descarga. Me aparté de debajo, y los tres nos tumbamos exhaustos sobre la cama. Había sido la mejor sesion de sexo de mi vida.


Pude comprobar que nos habían dado las 3 de la mañana. Aquello significaba llegar al trabajo con cara de muerto viviente. Me despedí de Laura y Juan, y Juan me dijo que aunque no suelen montarse trios, habian disfrutado mucho con éste y que posiblemente repetiríamos la velada.

Las pocas veces que coincidimos en la escalera, nos cruzamos una sonrisa cómplice aunque por ahora no hemos vuelto a repetir la experiencia.

Trío en Noche vieja (5 min.)

Hola:

Os queríamos contar lo que hicimos esta última noche vieja. Pero, para empezar por el principio, os diré que somos una pareja joven (Laura 25, y yo –Lucas- 30) que vivimos juntos desde hace poco más de un año en una gran ciudad española. Disfrutamos mucho del sexo y solemos alimentar las fantasías de ambos, imaginando y contándonos lo que nos gustaría hacer con otras personas. Así ha sido, sólo fantasía, hasta la pasada noche vieja en la que decidimos quedarnos en casa a tomar unas copas e invitar a un amigo que también huye de las fiestas y demás compromisos que, más de una vez, resultan una obligación más que un placer.

Sin más, nos reunimos los tres en nuestra casa sobre la una de la mañana, tras la copiosa cena y las consiguientes campanadas. Javier, nuestro amigo, lo es desde hace muchos años y la confianza que tenemos con él nos permitió ponernos cómodos desde el principio. Laura se puso un camisón blanco que le cubre hasta la mitad de los muslos y que, fácilmente, deja ver más en cuanto ella se mueve por una habitación. A mi me encanta verla así. Javier nos ha visto desnudos decenas de veces ya que en muchas ocasiones hemos ido juntos a playas nudistas, así que no fue nada raro que yo me desnudara frente a él y me pusiera un pantalón de pijama y una camiseta. Él, simplemente, se descalzó y se repantingó en un sillón con una copa de whisky en una mano y un canuto de marihuana en la otra.

Tras una hora y media, en la que bebimos, fumamos y nos congratulamos de haber escapado, una vez más, de las aburridas fiestas propias de la fecha, la conversación giró hacia el tema del sexo. No sé muy bien cómo empezamos a hablar de los gustos de cada uno en la cama pero supongo que fue Javier el que comenzó ya que llevaba más de dos meses sin acostarse con una chica y anda bastante cachondo desde entonces. Los vinos de la cena, el cava de las doce campanadas sumados a las copas y los porros nos acabaron de desinhibir por completo y los relatos de cada uno fueron siendo cada vez más explícitos, entrando en detalles que, pese a la gran confianza, no solemos mencionar.

Laura, que se emborrachaba por minutos, se había tumbado en un sofá tapada por una manta y escuchaba, con cierta mirada viciosa que conozco muy bien, como Javier contaba con todo lujo de detalles cómo la primavera pasada folló con una pareja de franceses que habían venido a visitarle y que pasaron unos días en su casa. Cuando empezó a contar cómo desnudaron a la francesita y ésta se agarró a sus pollas lamiéndolas alternativamente, vi como Laura bajaba una mano hasta su conejito y empezaba a acariciarse bajo la manta, disimuladamente.

No me sorprendió especialmente ya que, muy a menudo mientras follamos, le cuento fantasías parecidas en las que dos o más hombres la desnudan, manosean y penetran de mil maneras. Esto es de las cosas que más cachonda la ponen y se suele correr cuando le relato cómo tres pollas se derraman en sus tres agujeros. Cuando Javier terminaba de contar cómo se corrió en el culo de su amiga, se incorporó en el sillón en el que estaba y, sin duda, se dio cuenta de lo que pasaba bajo la manta de Laura. Yo miré para otro lado y me hice el sueco aunque me daba perfecta cuenta de lo que pasaría a continuación.

Efectivamente, Laura no tardó un minuto en decir que todo lo que acababa de escuchar era la mismísima realización de una de sus fantasías más recurrentes y que le encantaría hacerlo con dos tíos, que también me compartiría con otra chica pero que se masturbaba a menudo soñando con que la follaban el chocho y el culo a la vez. Javier me miró muy serio y dijo que si le queríamos a él para completar el trío estaba más que dispuesto. Por toda respuesta, me incliné sobre Laura y le pregunté en un susurro si era lo que realmente quería, ella vacilante articuló un breve "sí". La besé, metí mi lengua en su boca y deslicé una mano hacia sus duros pezones, los pellizqué fuerte como a ella le gusta.

Tras esto me incorporé ligeramente y tiré de la manta, descubriendo las abiertas piernas de Laura que llevaban hasta su diminuto tanga sobre el que todavía estaba posada su mano. "¿A qué esperas?" Le dije a Javier. Él miraba fijamente la entrepierna de mi chica y ante tal invitación se abalanzó como un rayo, metió su cabeza entre los muslos de Laura y comenzó a devorar su coñito apartando el tanga con dos dedos. He de decir que sentí una punzada de celos al ver que mi amigo le comía el coño y como ella se retorcía de placer, pero la excitación fue más fuerte y quitándome los pantalones me puse sobre Laura para que, de ESTA FORMA, alcanzase mi polla con su boquita. Inmediatamente comenzó una de sus maravillosas mamadas. Nunca he conocido a una chica que lo haga tan bien como ella, el secreto es muy sencillo: le encanta. Por un lado le gusta darme placer y por otro, que le follen la boca le sugiere cierto acto de sometimiento que es lo que más la excita.

También la pone muy cachonda que le diga guarradas, que la llame zorrita y cosas por el estilo. Así que, ni corto ni perezoso, le empecé a narrar a Javier cómo le gusta chupar pollas a Laura y lo bien que lo hace. Imagino que esto calentó a Javier definitivamente pero los efectos más inmediatos se produjeron sobre mi chica que me pidió hacérnoslo a los dos a la vez. Dicho y hecho: ambos nos pusimos de pie frente a ella que permaneció sentada en el sofá. Javier se desabrochó el pantalón y saco un rabo de dimensiones considerables mientras Laura se metía mi polla hasta la garganta y me masturbaba con su mano derecha.

Con la izquierda asió el cipote de Javi y en unos segundos lo introdujo en su preciosa boca. Comenzó así a chuparnos alternativamente, pasando su lengua y sus suaves labios por cada centímetro de nuestros rabos. Lo hacía despacio, deleitándose en las succiones, frotándose una polla en la cara mientras engullía la otra, mordisqueando nuestros huevos, recorriendo los glandes con la punta de su lengua. A los diez minutos la excitación reinante era tal que decidimos ir a la cama para terminar el polvazo.

Tumbé a Laura boca arriba y entre Javi y yo la cubrimos de lenguetazos. Le lamimos todo el cuerpo, deteniéndonos especialmente en sus tetas, su chochito y su precioso culo. La manoseamos, la llenamos de saliva, la pellizcamos, le dimos azotes en el culo y en la cara interna de los muslos. Laura estaba como loca, pocas veces la he visto tan cachonda y a los pocos minutos me pedía a gritos que la follasemos. Javi se tumbó boca arriba y yo ayudé a Laura a sentarse sobre su rabo, previamente enfundado en un condón, en pocos segundos cabalgaba sobre mi amigo metiéndose su polla lo más profundo que podía. La verdad es que era un espectáculo fascinante, ver el culo de mi chica dando saltos sobre el cipote de otro tío me estaba poniendo a mil. Lamí el agujero de su culito, lo embadurné de saliva e hice lo mismo con mi polla.

Apoyé la punta de mi glande en la entrada de su negra cuevecita y comencé a penetrarla lentamente. Me costó mucho más de lo que es habitual por el volumen de carne que ya había perforado su coño pero, poco a poco, cada centímetro de mi tieso cipote fue entrando en su culo. Laura gritó y se quejó al principio, pero cuando pasaron los primeros dolores no tardó en empezar a moverse como una loca, gimiendo y jadeando como pocas veces yo había escuchado. La mordí en la espalda, en su nuca, en los brazos mientras luchaba por clavar mi polla mas profundo. Notaba el rabo de Javi a través del flexible tabique que nos separaba y a los pocos minutos nos corrimos como pocas veces lo hemos hecho en la vida.


De mis cojones fluyeron cantidades increíbles de semen que rebosaban del culo de Laura que más tarde me confesó haberse corrido tres veces con orgasmos tan intensos que creía desmayarse. Javier quedó exhausto, tumbado en la cama con una sonrisa infantil que no se le borró de la cara ni al quedarse dormido.

Al día siguiente, Laura y yo hablamos del tema y hemos decidido volver a buscar experiencias parecidas pero tratando de evitar a los amigos para estos juegos ya que ambos creemos que podríamos sentir celos que, a la larga, nos harían daño.

Una tarde con Julia (5 min.)


Eran las 10 de la mañana de un sábado del mes de mayo del 2000, en un pueblo cercano a Madrid. Sonó el teléfono. Mi novia Sonia me llamaba, eufórica, diciéndome que había conseguido un trabajo como secretaria en una gestoría cerca de casa. Además de decirme una y otra vez lo contenta que estaba, me comentó que fuera ese mismo día a comer a su casa para celebrarlo. Yo dije que iría con mucho gusto y le recordé lo bien que me lo había pasado dos noches antes en su casa. Nos despedimos. Conocía a Sonia desde hace mucho tiempo, ya que vivíamos cerca uno del otro, pero sólo llevábamos saliendo dos meses. Ella es espectacular: rubia, ojos marrones, con unas tetas de tamaño normal pero con los pezones bastante grandes y mirando hacia arriba, caderas algo anchas con un culete redondeado. Es algo mayor que yo; tiene 26 años. Tardé casi un mes en convencerla de que follásemos, pero desde que la convencí lo hemos estado haciendo casi todos los días. Al principio pensé que era un poco tímida, pero en este poco tiempo me ha demostrado que es una verdadera putita: le encanta comerme la polla mientras ella se pajea con sus dedos; un día, mientras yo conducía, se subió la faldita que llevaba, se dio una crema que llevaba en su culo y empezó a meterse una zanahoria de las que habíamos comprado en el hiper, etc.

Llegué a su casa a las dos de la tarde. Me abrió la puerta Julia, su madre. Tiene unos 47 años y también está buenísima; de hecho, cuando era más pequeño no dejaba de hacerme pajas pensando en ella. Me cruzaba con ella por la calle, nos saludabamos, y cuando llegaba a casa se masturbaba como un bestia. Desde que salgo con su hija se me ha pasado un poco esa fiebre, aunque no del todo. Julia es más morena que su hija, siempre está perfectamente bronceada y tiene un cuerpo increíble: tetas más grandes que las de Sonia, curvas de escándalo y una boca enorme con labios muy sensuales que parecen pedir una polla para chupar. Está divorciada y en el barrio siempre ha tenido fama de puta. Me dio dos besos y me mandó pasar. Llevaba un vestido de verano con gran escote y tirantes. Pasé al comedor, donde estaba Sonia. Ella se levantó del sofá y me besó en los labios. Nos pusimos a comer; siempre que iba a su casa me sorprendía la naturalidad con que hablaban de cualquier tema, cosa que no pasa en mi casa: si salía algún tipo bueno en la tele, Julia comentaba sin reparos que "ya le podía hacer a ese un buen trabajito" y después se reía,... A las cinco de la tarde, Sonia me dijo que había quedado con Marta, una amiga suya inaguantable, para comentarle lo del nuevo trabajo. Yo dije que me iba a casa a echar la siesta, pero en ese momento Julia intervino diciendo que me quedase allí, que a ella no le molestaba. Miré a Sonia y asintió, así que acepté.

Me tumbé en la cama, con bastante sueño y un poco excitado por quedarme solo con Julia. Una hora más tarde me desperté. Se oían en el comedor un montón de gemidos. Me levanté, con la polla totalmente tiesa. Me asomé sigilosamente al comedor y vi que Julia estaba viendo una película porno en la que un negro con una polla enorme se la metía a una tía negra con unas tetas enormes y unos labios (superiores e inferiores) muy carnosos. Julia estaba con el vestido levantado hasta la cintura, bragas negras bajadas y con un vibrador metido en el coño. Movía las caderas ligeramente y con una mano se sobaba las tetas por debajo del vestido. Tenía el coño afeitadito, dejándose sólo unos pelitos en la zona central de su monte de Venus. Gemía algo, aunque mucho menos que los que estaban en pantalla. Unos segundos más tarde, se sacó el vibrador negro de la vagina y se lo metió en la boca, lamiéndolo completamente. Yo me había sacado la polla del chandal que llevaba y me la estaba meneando; estaba a punto de correrme. En ese momento supuse que lo estaba haciendo adrede sabiendo que yo estaba en su casa y estábamos solos. Así que me lancé. Me subí el chandal, pero se notaba un bulto impresionante en mi paquete y entré en el comedor. Nada más entrar, ella me miró sin hacer más.




Qué tienes ahí escondido- dijo señalándome el bulto. Qué haces tú con el coño al aire y chupando ese consolador- le respondí. Hace mucho que no me echan un buen polvo, y hoy que tengo un macho en casa no lo pienso desaprovechar. Sonia llega siempre muy contenta a casa después de estar contigo, así que también deberías contentar a tu futura suegra... Yo le dije que lo haría con mucho gusto. Me bajé el chandal y le mostré mi polla, no muy larga pero bastante gruesa. Ella sonrió y me dijo que me acercara al sofá. Agarró mi polla por la base y le dio un lengüetazo. Estaba a mil. Se la metió su gran boca y la succionaba, moviendo continuamente la lengua y exprimiéndome los huevos con la otra mano. Yo bajé las manos y empecé a sobarle las tetas; le bajé los tirantes y ella, moviéndose un poco en el sofá, se quitó el vestido por abajo. Saqué mi polla de su boca contra su voluntad para contemplar el espectáculo. Estaba ahí tumbada en el sofá completamente desnuda, con el coño y las tetas al aire; tenía unos pezones enormes, bastante más grandes que los de Sonia, al igual que las tetas, muy bronceadas y algo caídas, pero totalmente excitantes. Me acerqué otra vez a ella y volví a meter mi polla en su boca. Su excitante boca con gruesos labios la volvió a chupar; me masajeaba constantemente los cojones con su mano izquierda... Estaba a punto de correrme. Me sacó la polla de la boca, me la acarició con la mano y me corrí en su cara, llegándole la leche a la frente y al pelo. Me sonrió y siguió machacándomela hasta que se puso otra vez dura. Comentó que "ahora quería gozar de verdad". Me pidió que cogiera una loción solar que tenía allí al lado y que se la diera en su culito. Le abrí las nalgas lo que pude, dejándome ver su agujerito totalmente. Le aplique la crema en círculos; su agujero se fue dilatando y le metí un dedo; ella gimió de gusto. Saqué el dedo y le metí mi polla exultante. Me dijo que la dolía un poco y que hacía mucho tiempo que no se la metían por el culo. Me puse muy burro y empecé a encularla lo más fuerte que pude. Ella gritaba y echaba las manos hacia atrás agarrándome del cuello. Se corrió rapidamente y poco después lo hice yo. Nos quedamos en esa situación unos minutos, recuperándonos. Saqué el cipote de su culo y lo tenía lleno de mierda; le dije que se pusiera boca arriba y me limpié la mierda en su abdomen; ella se moría de gusto. Fue al baño y se limpió lo que yo le había ensuciado. Cuando volvió me propuso un juego que no pude rechazar. Me dijo que le encantaría que la follase mientras tenía yo un vibrador en mi culo. Estaba tan excitado que no me lo pensé ni un segundo. Me puso crema en el culo: me metió los dedos mientras yo gemía; retiró los dedos y metió el consolador. Me sentía como una puta. Ella lo puso a funcionar y empezó a moverse en mi interior. Estaba superempalmado; Julia me puso un condón con la boca, lo que todavía me excitó más. Se sentó encima mía y empezó a moverse arriba-abajo. Gemía cada vez más alto y sus tetas se bamboleaban de forma increíble; cogí una con mi mano y me metí el pezón en la boca. Lo lamía sin cesar. Ella dijo que se corría y metió un grito enorme. Al momento me corrí yo y me saqué el vibrador del culo. Nos quedamos tumbados en el sofá. Me quité el condón y eché toda la leche que tenía por sus tetas. Ella se la restregó por todo el cuerpo. Nos vestimos. Eran las nueve y media de la noche. La besé en los labios y la metí la lengua. Me despedí de ella hasta la próxima. Me dijo que lo repitiera cuando quisiera.

Qué mujer (6 min.)


Era jueves, estaba en casa aburrido, no sé por qué razón hoy no estoy de muy buen humor, así que decido dar un paseo para ver si me aireo un poco. La gente, como siempre, va por la calle rápidamente, no paseando, casi corriendo, así no se puede vivir, yo sin embargo como no llevo prisa por llegar a ningún sitio voy lentamente, observando a la gente y mirándome a las chavalas, mira allí va un grupillo de jovencitas, aquella de la minifalda tiene unas piernas de infarto y la del top rojo marca unos buenos pechos, ¡uf!, cada día voy más quemado. De pronto mientras atravieso uno de los puentes de mi ciudad al otro extremo, veo una mujer, sí, una mujer de verdad, unos cuarenta años, rubia, alta, pantalones tejanos ceñidos, zapatos de medio talón y una chaqueta verde sin botones que sólo cierra un cinturón alrededor de una cintura de avispa, Dios mío cómo se conserva esta mujer, pienso para mí, nos acercamos el uno al otro ella tampoco va deprisa, se nota que no tiene ninguna obligación miro su cuerpo de abajo a arriba, cuando llego a su cara la miro a los ojos y me doy cuenta que se ha percatado del repaso que le he dado, en este momento el viento se alía conmigo y de un golpe abre su chaqueta, el cinturón no puede aguantar la presión y una parte de la prenda se abre y deja al descubierto un pecho sujeto con un vaporoso sostén también de color verde, desvío la mirada de sus ojos y la poso en la fugaz visión, ha sido reflejo, no he podido evitarlo, la vuelvo a mirar a los ojos y veo que va a decirme algo, pienso rápidamente en un insulto o un reproche, sin embargo de sus labios sale un increíble - "Si quieres ver más puedo mostrártelo, veo que te has quedado con poquita cosa." No puedo dar crédito a mis oídos, paro a su lado y le digo que realmente no me molestaría aceptar su proposición. Ella me indica que la siga, tres calles más abajo hay un hotel, entramos en recepción y solicita una habitación con baño, esto es increíble, no nos hemos ni presentado, estoy entrando en un hotel con una mujer de bandera que ni siquiera conozco. Ya en la habitación me pide por favor vaya preparando el baño, sin más dilación enchufo el agua caliente y me propongo a llenar la bañera, oigo cómo llama por teléfono y al cabo de unos momentos entra ella en el baño, de infarto, 


se ha despojado de los pantalones y la chaqueta y sólo esta en ropa interior, el conjunto de color verde es maravilloso, sus sostenes aguantan unos pechos grandes y todavía erguidos, sus braguitas debido a su casi transparencia dejan adivinar un triángulo cuidado y cuando se vuelve, un maravilloso culo aparece ante mí. Se acerca a mí y sus manos comienzan a desabrochar mi camisa, acarician mi torso y logran que empiece en mí una erección cada vez más patente, ella se da cuenta y con movimientos lentos libera el botón de mis pantalones y baja la cremallera, su mano se introduce en mi entrepierna, por debajo del calzoncillo y poco a poco masajea mis huevos y mi polla, ya en un estado de hinchazón bestial. Llaman a la puerta, ¿quién puede ser? Ella se pone un albornoz del hotel y sale a abrir, poco después entra sin mediar palabra, se desviste de nuevo y agarra de nuevo mi herramienta, poco a poco mis manos también se deslizan por su cuerpo, su piel suave responde a mis caricias, noto cómo al pasar la mano su cuerpo se estremece, agarro sus pechos, no caben en mis manos y los masajeo suavemente, los pezones se endurecen y levantan desafiando la ley de la gravedad, aplico mis labios sobre ellos y un leve gemido sale de su garganta, me pide por favor que pare y me meta en la bañera a lo que atiendo solícitamente, me mantiene en pie y de espaldas a ella, noto como también entra en la bañera y se aprieta a mi espalda, sus pechos rozan mi espalda y mientras tanto con sus manos enjabona mi pecho, mi vientre, mi virilidad, estoy en la gloria, es una experta sensaciones placenteras recorren todo mi cuerpo, me abandono a sus suaves caricias y consigue llevarme a un punto de placer que antes no había experimentado nunca, poco después llena mis manos de jabón y me invita a que al igual que ha hecho ella conmigo la limpie, nervioso por la circunstancia comienzo un suave masaje en su espalda, que recorro de arriba a abajo, mis manos se desplazan a su pecho que aprovecho para estrujar y masajear con fuerza, me deslizo por su vientre y enjabono su cuidada mata de pelo, la espuma se desliza por su entrepierna y mis manos buscan su orificio, está mojado de sus jugos y el jabón, mis dedos se deslizan con facilidad, casi sin tocar su piel, abro sus labios y llego hasta su clítoris, grande y hinchado, suavemente acaricio el botón y noto cómo espasmos de placer hacen que su cuerpo tiemble un poco, mis dedos no se detienen y circulan por su cuerpo, los espasmos se suceden uno detrás de otro y finalmente llega al orgasmo, un orgasmo largo y profundo, gemidos de placer salen de su garganta, al rato se relaja y finalmente procedemos a finalizar nuestro baño. Salimos a la habitación sin secarnos, nuestros cuerpos húmedos brillan al sol que entra por las ventanas, la tarde es fantástica y promete mucho más, en la mesa veo el fruto de sus llamadas de teléfono, un bol de fresas con nata y una botella de cava, ella se tiende en la cama y me mira con ojos lujuriosos, no adivino sus intenciones hasta que llevándose una cucharada de nata hacia los pechos me dice, ahora te invito a merendar, llena sus senos y su sexo con la nata y yo me dispongo a comer ese delicioso manjar, mi lengua lame su piel comiendo y sorbiendo, sus pezones se ponen duros como piedras mientras los mordisqueo y chupo, recorro toda su anatomía y ella se retuerce de placer, mi boca no para de trabajar, llego hasta su sexo y hundo mi cara en la nata de su entrepierna y noto cómo en su delicado orificio ha colocado una fresa, intento cogerla con mis labios y con mi lengua, no lo consigo, lo que sí consigo es llevar a mi pareja a un estado de paroxismo que hacía tiempo no había visto en ninguna mujer, se retuerce y lanza grititos ahogados que me ponen a mil por hora, alcanzo su clítoris y lo muerdo y chupo, se excita aún más y finalmente lanzando un grito ahogado queda tendida en la cama casi sin sentido, rápidamente recupera el aliento y me manda echarme en la cama, se sienta encima de mí mientras abre la botella de cava, poco a poco vierte el liquido encima de mi pecho y lo chupetea ávidamente, se relame en mis pezones y sorbe el pequeño charco que se ha formado en mi ombligo, mi herramienta está en estado de máxima erección y notar el frío cava sobre ella me produce una agradable sensación, lentamente se dedica a recorrer con su lengua toda su longitud, abarcando con sus labios mi glande y dándome pequeños golpecitos con la lengua en su extremo, mi paroxismo llega al límite cuando se introduce todo el pene en la boca haciéndolo llegar hasta su garganta y comienza un lento movimiento de mete y saca que poco a poco va aumentando de ritmo, noto cómo mis testículos están a punto de soltar su carga, ella también se percata del hecho y apartándose un poco se dispone a recibir toda mi leche, esta sale en rápidos chorros que se esparcen por sus labios y su cara, traga el liquido que se introduce en su boca y se relame de gusto con mis fluidos, limpia mi herramienta con la lengua hasta dejarla brillante y quedamos los dos tendidos uno encima del otro, sin respiración. Ella solícita y dispuesta me invita de nuevo al baño para limpiar nuestros cuerpos, esta vez me coloco detrás suyo y soy yo el que enjabono y recorro todo su cuerpo con mis manos, lentamente mis manos se dirigen hasta su trasero, ella al notar mi mano abre las piernas y me facilita el acceso, introduzco un dedo en su interior, fácilmente gracias al jabón, ella cierra el esfínter lo retiro y entro varias veces, sus piernas cada vez más abiertas facilitan mi trabajo, cuando su ano se ha distendido la aprisiono por las caderas con mis manos y con mi falo restriego su raja, ella mientras tanto se manosea el clítoris y intenta con la otra mano colocar mi verga en su entrada trasera, cuando consigue que mi extremo esté ya en su entrada embisto poco a poco y centímetro a centímetro voy entrando toda mi herramienta en su interior, noto cómo mis huevos golpean en sus nalgas y comienzo un bombeo lento mientras mis manos soban sus pechos y ella sigue masajeando su almeja, me pide que no pare que siga toda la tarde dentro de ella bombeando lentamente y gime como una poseída, tengo que hacer esfuerzos sobrehumanos para no correrme dentro de ella y noto cómo mi pene se hincha cada vez más debido a la presión de su esfínter, finalmente debo claudicar y lleno todo su interior con mi leche, ella en el mismo momento alcanza el clímax y lanza un gemido casi animal, los dos rendidos caemos arrodillados en la bañera y en esta postura quedamos unos momentos, poco después nos duchamos y después de vestirnos salimos del hotel, veo envidia en la mirada del recepcionista y en ese momento me apercibo de lo raro que ha sido todo lo que ha pasado, mis pensamientos me tienen un momento despistado y cuando giro la vista me doy cuenta que ella ya no esta a mi lado, salgo a la calle y no la puedo ver ya, no conozco su nombre ni nada de ella sin embargo la tarde que me ha hecho pasar ha sido maravillosa, desde aquel día todos los jueves que me es posible salgo a pasear por mi ciudad esperando encontrarla de nuevo.

Especialista en impotencia (8 min.)


Hace un tiempo empecé a tener problemas de impotencia . En el momento preciso el aparato no respondía quedandosé dormido como si nada o despertandosé sólo un ratito mucho menor del necesario para ponerlo en su lugar.

Mi mujer me decía que no me preocupara pero al repetirse tres o cuatro veces fuí a consultar al médico.

Me hizo hacer análisis de todo tipo y con los resultados volví a verlo.

—Clínicamente esta diez puntos para su edad. —me dijo (aclaro que estoy a punto de clumplir los 64).— Posiblemente este un poco stresado. Tomesé estas vitaminas y seguramente se va a normalizar en poco tiempo.

Tomé las vitaminas pero no tuve ningún resultado. Si bien en general tenía más energías, en particular el amigo no conseguía levantarse de su letargo, y les aseguro que no era por falta de ganas... mías.

Fuí a ver al urólogo, el especialista de toda esa parte importantísima del cuerpo de un hombre.

Me metió el consabido dedo en el culo, me hizó hacer una ecografía y un psa y me dijo, en una segunda visita, que estaba todo bien y que no me hiciera problemas que seguramente era algo pasajero.

El problema persistía y ya me estaba inquietando. Más cuando nadie me decía nada concreto como, en el peor de los casos, –Pedro, su vida sexual ha terminado, de ahora en más sólo podrá usarla para mear.

Probé las flores de Bach, la homeopatía, la numerología, la acupuntura y alguna cosa más que no recuerdo.

Hasta fuí a una tarotista-vidente natural que lisa y llanamente me dijo que alguna mujer despechada me había hecho un daño y que hasta que no descubriera de quién se trataba y reparara la ofensa inflinjida no me iba a mejorar.

Como eso era una misión imposible comencé a resignarme a que en lo sucesivo mis organos genitales fueran la lengua y los dedos. Pero no era lo mismo, decididamente me parecía mejor la manera anterior de saciar mis apetitos carnales.

Un día charlando con mi amigo Alejandro salió el tema garche.

–Pausada, pero inexorablemente me estoy retirando a cuarteles de invierno. –le comenté

–¡Estas loco! Si sos menor que yo y mirame, todavía puedo levantar temperatura casi como en los mejores tiempos.

Le conté todas mis peripecias médicas y no médicas. Me escuchó atentamente y al finalizar me dijo:

–Vos tenés que ir a ver a la Dra. Spinelli, que es especialista en estos casos. Si ella te dice que no va más, no va más en serio. Pero si ve que hay esperanzas, te hace un tratamiento y te aseguró que se terminan todos tus problemas.

Entusiasmado ante la nueva posibilidad, le pedí los datos y la llamé inmediatamente para solicitarle un turno, lo más pronto posible.

Por suerte tenía uno para el día siguiente. Llegué puntualmente a las 19 horas. Una placa de bronce indicaba que en el departamento B del séptimo piso atendía la Dra. Spinelli pero no aclaraba la especialidad. Me abrieron con el portero eléctrico y subí al piso 7.

La puerta del departamento B estaba entornada. Golpeé y del interior me respondieron:

–Adelante, por favor cerrá al entrar, en un momento estoy con vos.

El departamento estaba muy bien puesto pero no parecía un consultorio.

–Hola –sentí a mis espaldas y al darme vuelta me encontré con la Dra. Spinelli, una mujer esplendida, de unos 35 años, morocha, alta con unas tetas infartantes y un culo de película que se me presentaba totalmente en bolas. –Disculpame que te reciba así pero me encanta andar desnuda y siempre que puedo lo hago.

–¿Dra. Spinelli? –pregunté desorientado y sin saber que decir ya que la visión de tremenda mujer me dejó totalmente confuso– ¿que especialidad tiene? –agregue para que no quedaran dudas de que soy un retrasado mental completo.

–Soy abogada, mi nombre es Julia ¿pero me imagino que no vendrás por ningún juicio? –me dijo sonriendo y esa sonrisa me devolvió parte de la poca coherencia que normalmente tengo.

–Si, por el mío, lo estoy perdiendo, estoy a punto de volverme loco.

–Algo me adelantó Alejandro, pero quedate tranquilo, seguramente no es nada para alarmarse. Ponete cómodo, desnudate que ya vuelvo, estoy preparando el baño.

No entendía nada pero me dije que no era momento para intentar comprender algo así que rapidamente me saqué toda la ropa, desnudo observé el adminículo que tengo entre las piernas y me dió la sensación de que estaba intentando despertar de su prolongado sueño. Me interrumpió la observación, la voz de Julia que estaba de vuelta

–¿Qué tomás? –me preguntó mientras se agachaba a sacar del mueble bar un par de vasos mostrandomé tan poderoso culo que mi corazón aumentó sus palpitaciones. Mirandolé el ojete me distraje y tuvo que volver a preguntarme.

–Whisky con hielo –contesté sin dejar de mirar ese punto negro que desde la zanja donde estaba me decía ¡¡¡comeme todo!!!

Nos sentamos en el cómodo sillón a tomar las bebidas. Ella mirandomé abiertamente la pija dijo:

–Si hablara, todo lo que tendría para contar, ¿no?

Traté de hacerme el modesto pero ella me interrumpió.

–No te hagas el humilde. Alejandro me contó que siempre fuiste muy atropellador con las mujeres. –me decía esto mientras disimuladamente me fregaba su teta izquierda en mi brazo. Era evidente que mi brazo tenía conexión directa con la pija porque esta suavemente dijo, ¡¡aquí estoy!!, asomando la cabeza.

–Me encantan los hombres grandes, porque tienen tanta sabiduría, siempre aciertan con lo que necesita una mujer. ¿Vos sabés que necesito yo? –dijo con tal grado de intención que sentí la estocada en medio de los huevos. Acercó su cara a la mía y yo la besé con pasión.

Metió su lengua en mi boca incitandome ha que hiciera lo mismo y prolongamos la unión por largo rato.

Al separarnos sentí, y ví, con agradable sorpresa que mi poronga decía, ¡¡¡eh aquí estoy de vuelta, ¿me perdí de algo?!!! Dura y esplendida se erguía orgullosa como en sus mejores épocas.

–Vení, vamos a darnos un baño calentito –dijo Julia agarrandomé de la pija como si esta fuera un tercer brazo, para guiarme hasta el cuarto de baño.

Nos metímos en la amplia bañera llena de agua a la temperatura justa y de aromáticas sales. Nuestras manos recorrieron nuestos cuerpos deteniendosé en los lugares apropiados. Las suyas alrededor de mis huevos, mi pija y el aro de mi ojete. Las mias tenían mucho más territorio que recorrer. Sus grandes tetas coronadas por rosados pezones erectos, su vagina cálida y profunda con el promontorio de su clítoris ansioso de ser masajeado y su negro ojete que suavemente llamaba a ser hurgado, tragando avidamente el dedo que se animaba a explorarlo.

Mi pija seguía erecta esplendidamente y yo, luego de unos momentos de incertidumbre donde pensaba que en cualquier momento se caía, disfrutaba la sensación dolorosa que me producía tenerla tan duramente parada.

Nos secamos frotandonos con una mullida toalla y fuimos al dormitorio. Se recostó y abriendo ampliamente las piernas me invitó con la mirada a que le chupase la concha.

Se la comí con todas las ganas, chupandolé los labios, metiendo mi lengua en su agujero y pasándola de abajo hacia arriba deteniéndome en ambos extremos. Su duro clítoris y su profundo ojete que ansiosamente se distendía para que pudiera saborearlo.

Nos acomodamos para que ella pudiera llevarse mi pija a la boca y su suave y húmeda lengua calmó un poco el fuego que despedía de tanta calentura. Su concha agradeció mis besos llenandomé la boca de jugoso placer producido por sus orgasmos.

Yo inunde su boca con la abundante leche que largó mi pija, sensible al intenso tratamiento que la boca de Julia, insaciable, le aplicó con implacable esmero.

Me largo toda la leche que había sacado de mis huevos sobre el pecho y la esparció refregando sus tetas sobre mi cuerpo. La abracé fuertemente y la besé con intensidad recibiendo los últimos restos de mi leche que quedaban en su boca. Las trague con felicidad.

–¿Como te sentís?

–Sensacionalmente bien. Nunca nadie me chupo la pija como vos, te lo digo enserio. ¡¡Sos una mamadora increible!!

–Lo que pasa es que hice un master de mamadas –me dijo sonriendo

–¿Enserio? ¿Donde? –pregunté siguiendo la broma.

–Viendo películas porno, me aprendí las técnicas de las pornostars de memoria.

–¿Te gustan las porno? ¡¡Es fantástico!! ¿Vos sabés que a mi mujer nunca le pude hacer ver una? Por lo general a las mujeres no les gustan.

–Ellas se las pierden. A mi me encantan, me recalientan. ¿Querés ver una que está buenisima?

–Claro –le contesté y fuimos al living donde estaba el televisor y la casetera. Nos sentamos y comenzaron a aparecer las imagenes de una de las giras del amigo Buttman y el inefable Rocco alrededor del mundo.

El poderoso italiano con su no menos poderosa herramienta hacía los deleites de dos jovencitas que se disputaban la tenencia de tan codiciada presa. El la repartía salomónicamente, un rato a cada una y un rato dentro de cada agujero.

Nos compenetramos tanto de la acción que impensadamente nos insertamos en ella pajeándonos en un principio y luego siguiendo el ritmo que marcaba el maestro desde la pantalla cual si fuera un profesor de aerobics.

Mi pija nuevamente erecta luego del suave manoseo de Julia fue a alojarse en la tibieza de su vagina exacerbada por lo que reflejaba el televisor. Frenéticamente comenzamos a cojer mezclando nuestros sonidos con los de la pantalla. Mi pija eufórica no paraba de decirme que estaba de vuelta para quedarse... ahí en la vagina o dentro del fabuloso ojete que ahora Julia me ofrecía imitando a la actriz que se disponía a recibir a Rocco en su culo.

Mi pija, nada que ver con la de Rocco, aclaro, se sumergió encantada en ese ojete que hacía todo por tragarsela rápidamente. Se calmó cuando mi vientre chocó con las nalgas indicandolé que ya no quedaba nada afuera. Las entrañas de Julia eran acogedoras como su utero y yo me encontraba tan a gusto que sólo salía para volver a entrar inmediatamente.

Desesperada Julia se pajeaba al ritmo de mis entradas y salidas en su culo. Cuando estuvo a punto de acabar me pidió ansiosamente:

–¡¡¡Llename el culo con tu leche, que no doy más, quiero sentir tu leche caliente, ahora, mientras acaboooo!!!

Su caliente pedido aceleró mis pulsiones y la pija comenzó a largar borbotones de leche acompañando cada paso de mi descomunal acabada. Luego de expulsar la última gota dejé la pija adentro, a su pedido, aún latiendo al unísono con los latidos de su aro anal.

Nos quedamos unidos mientras recuperamos la normalidad de nuestras respiraciones y en la pantalla Rocco seguía repartiendo pijazos a diestra y siniestra.

Normalizados nuestros pulsos, saqué lentamente la verga del ojete de Julia y este me retribuyó con el espectáculo de ver como mi leche salía lentamente de él. A medida que brotaba con mi mano la refregué esparciendolá por las amplias nalgas de Julia que sentía con placer las caricias de mis manos enlechadas.

Nos dimos una ducha y volvimos al living donde había quedado mi ropa. Me vestí lamentando tener que irme, con ganas me ubiera echado un polvo más.

—Es evidente que no tenes nada, la pija te funcionó a la perfección, te lo aseguro. Gozé un montón. Simplemente necesitas mayores estímulos que antes para lograr que se te pare. Tenés que aceptar que ya dejaste de ser un adolescente. —me dijo Julia con tono jocoso.— Tu mujer se va a tener que esmerar y hacerte muchos chiches, si quiere que te la cojas como antes.

Pensé que mi mujer, incapaz de hacer algo fuera de libreto para conseguir que le echase un polvo. En realidad estaba seguro que se sentía aliviada de no tener que cojer más, al menos conmigo. No se que pasaría si se topase con un especialista masculino de la calidad de Julia.


Me fuí contento, Julia seguiría de cerca mi recuperación, arreglamos para vernos al menos una vez por semana.

Era indudable que se trataba de una especialista en cierta clase de IMPOTENCIA, creo que la más común, la producida por la rutina y el aburrimiento.



Le dí un tremendo chupón en la boca, que respondió gustosa refregandomé la lengua adentro de mi boca, antes de salir del consultorio... digo del departamento.

Mi vecina Encarna (7 min.)


Me llamo pilar. Tengo 27 años y llevo tres saliendo con mi novio. Soy una chica muy normalita, más bien con algunos kilos de más, sin llegar a estar muy gorda, estoy rellenita. Mis mejores encantos son mi trasero y mis pechos, uso una 105-110, dependiendo de la marca.

Como se acercaba nuestro aniversario, decidí darle una sorpresa, ropa interior más sexy y atrevida. En mi edificio, Encarna vende ropa, útiles de cocina, libros.... de todo un poco, pero directamente en su casa, por lo que fui a hablar con ella.

Encarna tiene unos 45 años, está casada, dos crios, es delgadita y tiene un tipo de envidia. Es una mujer muy amable, y para nada demostraba ninguna tendencia sexual.

Un día que me la encontré sola en el ascensor, le comenté lo que quería comprarme. Dijo que me lo pediría y que en una semana podría ir, acordando un martes por la mañana que casualmente yo tenía libre.

Me abrió la puerta en bata. Una de esas finas, no transparente, pero muy sedosa. Los niños estaban en el colegio y su marido no vendría hasta la hora de cenar....

Pasamos al salón, tenía muchas prendas esparcidas por el sofà, y dentro de una caja. Me ofreció un café y empezamos a hablar.
- que tipo de lencería quieres,
- algo atrevido, provocativo, sabes
- ya veo, una celebración, dijo riendo
- sí, jajjaja, algo así, quiero algo que le alucine,
- pues venga vamos a ver si te gusta algo, he traído cosas muy interesantes, 
desnúdate en mi cuarto si quieres y dejas la ropa,
- me lo quito todo, no vendrá nadie, no?
- jajjaaj, sí hay un grupo dentro de una hora,
- jajajaj, vale, vale,

entré en su habitación. La cama aún estaba por hacer. Me acerqué a la mesita a dejar el reloj y vi un cajón medio abierto, por instinto miré dentro, había una cosa alargada, negra, abrí un poquito y lo vi. Era un consolador, anda pensé, con lo decente que parece la Encarna.

Salí al salón, ella estaba sentada mirando unas braguitas, más grandes, más pequeñas,.....
- niña, vaya atracón que se va a pegar tu novio, dijo mirando mis tetas
- mujer, enrojecí de golpe, tampoco hay para tanto,
- tranquila, no tengas vergüenza, ven acércate

ella seguía sentada, por lo que mis caderas quedaban a la altura de sus ojos,
- que olorcillo tan suave, te acabas de bañar me dijo,
- sí, uso un jabón con crema de avena, deja una suavidad y un aroma que me gusta mucho,
- sí, ya veo, y que suave, mientras con su mano me acariciaba la parte de arriba de un muslo.

Ese roce me provocó un escalofrío que me erizó.
- uy, que sensible estas, dijo Encarna riendo
- es que no siempre me toca una chica, jajajajaj
- venga, vamos a probarte este conjunto,


eran unas braguitas negras de encaje, en forma de v, muy cerradas de atrás, con lo que todo mi traserazo quedaba bastante al descubierto. El sujetador era sin tirantes, con dos cazoletas muy separadas del pecho, muy independientes.

- a ver, muévete un poco, que tal se ve
- que hago, salto, dije dudando,
- no mujer, muévete un poquito, derecha izquierda,

empecé a moverme, y se me salió un pecho, Encarna se acercó
- uy, se me ha salido,
- es que hija con estos cantaros, creo que necesitarás un sujetador con tirantes, espérate a ver si te los coloco de otra manera ponte recta, con los brazos al lado

me cogió un pecho, con suavidad, al principio parecía que me lo iba a colocar dentro del sujetador, pero durante un instante lo sostuvo, como pesándolo, me lo metió en su sitio, subiéndomelo para que quedase más levantado.

No sé porque pero mi pezón se puso duro, y otro escalofrío me electrizó mientras me sacaba el otro seno de su sitio y me lo recolocaba.

- a ver que tal ahora,
- me muevo un poco?
- Sí, muévete, como si quisieras provocarle,
- Mujer,
- Hazlo, porque a ver si con él a la primera de cambio se te va a desmontar el chiringuito,

Empecé a contornearme, y parecía que la cosa iba bien.

- ven, sácatelo y póntelo tu, a ver que tal

me lo saqué, y me lo volví a poner, intentando repetir lo que había hecho ella

- vuelve a contonearte,

volví a moverme, y mis pechos parecía que aguantaban, pero en un momento me 
agaché,

- uy, una cosita, tendrías que depilarte un poco más tu pubis, las braguitas pequeñitas quedan mejor,
- me recorto con tijeras, pero depilarme, me da cosa,
- si quieres luego te enseño como lo hago yo,
- pero con cera?
- No, con una maquinilla
- Pero no dicen que luego salen más fuertes
- Deja, deja, que ya verás lo bien que queda. Sácate este conjunto


Me ofreció otro juego, las braguitas eran más grandes pero con una clara rajita en medio, y los sujetadores no tenían cazoletas. Me puse a reír, las braguitas sí, pero el sujetador
- ven, tienes que meter todo el seno dentro
- pero y queda así, colgando??
- Si, son muy sexy, estos les encantan, y más si tienes unos pechos tan bonitos como los tuyos
- Ay no sé, ayúdame


Me cogió un pecho y lo colocó dentro del aro, subiendo el aro poco a poco hacia arriba, para lo que me estiraba el pecho, masajeándolo sin ningún temor. Mi pezón se endureció, y su sonrisa me hizo enrojecer. El siguiente pecho fue tratado con el mismo cariño, masaje, estiramiento, incluso me lo apretó. Yo no es que estuviese caliente, pero la verdad es que me encontraba muy extraña. Ver como una mujer me sobaba sin vergüenza a su aire, me hacía sentir algo especial.

Con las braguitas pasaba lo mismo, me salían pelitos por los lados, y no quedaba demasiado estético.
- y lo de la rajita....
- pues la abres para que entre el cartero dijo riendo,

y alargó su mano y al abrir la tela, apretó mi sexo, sosteniendo esta posición durante unos instantes....

- venga, sabes que haremos antes de seguir,
- que?
- Arreglarte un poco estos pelitos,
- Pero como?
- Con mi secreto, dijo riendo.


Entramos al baño, me senté en el borde interior de la bañera, con la espalda en la pared. Encarna se arrodilló delante mío, pero fuera.
- abre bien las piernas, no tengas miedo
- pero cuidado, que si no puedo hacer nada con mi novio porque tengo una heridita, me mata, dije riendo.
- Tranquila, ábrete bien, que en un momento estamos. Apóyate con los brazos,

Me lanzó un chorro de agua templada, yo estaba con la piel de gallina, no por el frío sino por las sensaciones. Encarna cogió un bote de espuma de afeitar, se puso un poco en la mano, y fue directamente a mi sexo, estuvo un rato masajeando, teóricamente extendiendo la espuma, pero no puedo negar que me sentía relajada, y un poco morbosa.

Me lanzó agua de nuevo, aclarándome el sexo. Y se dispuso a afeitarme. Al principio casi ni me tocaba, pero poco a poco fue tocándome los labios para estirar la piel, y conseguir depilarme mejor.

- date la vuelta, que voy a hacerte el culito
- el culito también?
- Vamos, mujer, ya puestos....
- Bueno,


Me puse a cuatro patas, totalmente apoyada en la bañera, sentí un chorro templado mojándome el trasero, volvió a ponerme espuma y me masajeó de nuevo, llegando incluso a meterme un trocito de dedo.
- ay, que haces
- tranquila, tu relájate, que vas a quedar divina,
- tu crees
- sí, mujer, relájate y déjame hacer

al salir de la bañera, me trajo un espejito. Se me veía un sexo impresionante, tengo los labios grandes, y brillaban con las gotitas del agua.

- vamos a probarte unas tangas
- venga, ahora tiene que quedar bien,

me ofreció una tanga blanquita, pero no me acabé de meter todo el hilito dentro, por lo que volvió a ayudarme. Me abrió los dos cachetes, y me lo puso dentro, me estiró la parte de delante, poniéndome toda la mano en mi sexo intentando, según ella, que quedase bien ceñido.

Vi una tanga negra, y me la quise probar, pero al sacarme la blanquita, había una manchita, estaba algo mojada.
- uy, aún quedaba algo de agua, dije, dudando
- agua o vete a saber,
- que quieres decir, dije sonriendo,
- que igual es que estás mojadita,
- mujer, con tanto sobeteo, es normal, no, contesté enrojecida,
- ven, deja que te seque, abre las piernas,

su mano con un papel se pegó a mi sexo, sacó el papel, y lo olió, supongo que mis ojos delataban mi excitación.
- que bien te huele,
- como a todas supongo,

volvió a estirar su mano, buscando que no quedase nada, y se me escapó un gemido.

- ven siéntate en el sofá,
- para qué, que vas a hacerme
- nada, ya verás como te gusta

me senté en el sofá, cerca del borde y con las piernas bien abiertas. 
Encarna hundió su cabeza en mi sexo y empezó a lamérmelo con fruición.


Sólo gemía, y gemía, era mil veces mejor que con mi novio, ella era rápida y suave, lenta y fuerte, lo era todo. A los dos minutos me empecé a correr como una loca, convulsionándome y gimiendo como siempre.....

Encarna se levantó la falda y se sentó en mi sitio, me acerqué a su sexo, el olor era intenso pero excitante, la primera lamida fue deliciosa, y la segunda y la tercera, así hasta que me lancé y la lamí toda, pasando de delante a atrás según sus indicaciones, el culito era sabroso y su sexo una delicia. Cuando se corrió nos abrazamos y me besó.

Llevamos seis meses jugando juntas, ni mi novio ni su marido saben nada.