miércoles, 14 de marzo de 2018

Fidelidad mia


El detergente que me protegía las manos al principio pareció darme buen resultado; luego, al igual que los demás, también falló, de manera que inevitablemente veía como las manos se me surcaban y envejecían a pesar de mis treinta y cinco años. En alguna de las tareas, como la de amasar la harina del futuro budín, podía ensimismarme durante casi una hora; entonces sonaba el teléfono, pero no era fácil tomar el tubo con las manos sucias de masa, y porque las formas usuales de conversación palidecen y pierden sentido cuando el interlocutor lleva una vida rutinaria y sin atractivos para contar. Así habían ido menguando mis amistades con los años.

- Lamentablemente te tengo que confirmar lo que sospechábamos - me dijo su amiga. - ¿Estás completamente segura? - pregunté con lágrimas en los ojos. - Lo vi salir del hotel ayer por la noche con esa mujer. - Se me dibujó el rostro sonriente y complaciente de Jorge, mi marido; a quien le había mantenido la más absoluta fidelidad durante casi cinco años; con quien había pasado las penurias económicas de los primeros tiempos; a quien había intentado complacerlo de tantas maneras; a quien le preparaba aquellas comidas que engullía al llegar de la oficina, sin siquiera entender el sacrificio de la resignación y el abandono de las metas personales. ¡Cinco años de mi vida! Me quité la ropa manchada de harina, en silencio y con la rabia contenida; desde hacía un tiempo sospechaba que mi esposo me era infiel, por eso, en las últimas semanas, había optado por escuchar a aquella amiga que decía haberlo visto con otra. Me palpé los pronunciados senos desnudos frente al espejo; no podía entender qué había ido a buscar mi compañero en otra mujer, pero tampoco quería quedarme para preguntárselo cuando regresara. Debía soportar este mal momento con frialdad; calcular, con el mayor pragmatismo posible, qué hacer para remediar cinco largos años de sumisión inútil. Luego de bañarme y perfumarme, busqué entre mis prendas íntimas las más insinuantes, las que sólo había usado en la intimidad para mi marido. Me sabía aún con sensuales y proporcionadas formas; elegí un ajustado vestido salmón que no usaba hacía tiempo y, posteriormente, alisé mi cabello negro con un cepillo frente al espejo del baño, peinándolo a un costado de la manera en que le parecía más insinuante.

- El mundo nos envicia de responsabilidades absurdas - me dije -. El ser humano no merece tan poco.

Primero iría a visitar a Federico, el mejor amigo de Jorge.

Guardé el coche en el estacionamiento y me tomé unos minutos para retocarme el maquillaje . La persona encargada del aparcamiento recibió las llaves y le adelanté una generosa propina, extraída del dinero que Jorge me daba semanalmente para las compras. La luz del sol era débil y se filtraba por entre las densas nubes con un tenue resplandor grisáceo. El edificio en que trabajaba Federico, se asemejaba a un enorme bloque de cemento, erguido a un costado del estacionamiento. La entrada se parecía a la de cualquier edificio. Había dos grandes puertas de hierro con vidrios, tras las cuales se veía un corredor muy débilmente iluminado bajo un cartel que rezaba: "Transportes Sur". Alcancé a distinguir las pequeñas lámparas de luz difusa alineadas a lo largo de la pared del corredor. Entré saludando alegremente al portero.

- ¡Qué bueno verte por aquí! - me saludó Federico apenas hubo cerrado la puerta de su oficina haciéndome pasar. - Espero que te de gusto verme - respondí quedándome de pie y mientras el otro se sentaba detrás de su escritorio.

Giré hasta detrás del mueble y me arrodilló entre las piernas del hombre. Federico no tuvo tiempo para reaccionar. Pero sus ojos siguieron absortos mi acción cuando, desprendiéndole el cierre del pantalón, en un solo movimiento me coloqué el miembro flácido en la boca y comencé a succionar enérgicamente; no podía dar crédito a lo que estaba sucediendo, con mi lengua húmeda me esforzaba por inflar la glande que, al tacto tibio, comenzaba a reaccionar. Consideró en un momento que debía detenerme, frenar aquel arranque de locura. Pero terminó aflojándose hacia atrás en su asiento, para disfrutar de las sensaciones que, a esas alturas, eran demasiado placenteras para cortarlas. Yo ya sentía el miembro palpitante, duro, aprisionado, acorralado por un tacto suave y jugoso; era una sensación distinta la de tener, después de tantos años, el miembro de otro hombre en mi boca. Me había ensimismado completamente; con el propósito de dar el mayor placer posible, recurría a cuanta estratagema con la lengua y con los labios. Una catarata de fluido chocó contra mi garganta. Finalmente me puse de pie y miré a Federico secándome las comisuras:

- Cuando lo veas, saluda a Jorge de mi parte.

El próximo en visitar, sería un sobrino de mi marido. Entré al apartamento de soltero en actitud firme, serena. Comenzaba a divertirme el papel que estaba desempeñando. Ramiro, con la capacidad de sorpresa intacta a sus diecinueve años, confundido, superado por la circunstancia de ver a su tía visitarlo en aquella actitud intimidatoria; pero sin ánimo para la menor rebeldía, observó impávido cómo me desnudaba completamente en el living de su pequeña vivienda. Permaneció así, sin palabras, avergonzado, reprimiendo cualquier expresión; pero observando. Le exhibí un cuerpo que, seguro, le pareció espectacular, con mis largas y consistentes piernas algo abiertas y desafiantes, con mi vello púbico expuesto, donde se me asomaba claramente una raja que le cautivaba la atención. Me convertí en una descolocada presencia que le estaba llenando de sensualidad; el cabello me lo había soltado hasta casi caerme sobre los senos, redondos y perfectos, coronados por unos rozados pezones que parecían llamarlo. Entonces con una voz, demasiado sensual, pero en tono firme, murmuré unas palabras que le erizaron la piel:

- Ahora tú... Quiero que te desnudes completamente.

Ramiro permaneció inmóvil, temblando desde su rincón. Así que yo tuve que hacer el trabajo de quitarle la camisa y bajarle los pantalones. Al agacharme para deslizarle la ropa interior, le saltó frente a mi cara un miembro completamente erecto y palpitante. Sentí, otra vez, mientras colocaba al muchacho de espaldas en el piso, la misma emocionante sensación de trasgresión que había experimentado con Federico. Excitada, ya húmeda, me dejé caer en cuclillas sobre el miembro empinado de mi sobrino que ahora se animaba a acariciarme los pechos; y podía percibir en el joven la mirada de placer que iba sustituyendo a la de sorpresa. A mí también me sorprendía mi propio deleite por el morbo de la situación, y no recordaba otro momento que me hubiera hecho correr tan rápido los jugos del cocoy. En aquella posición, orgullosa después de tanto tiempo de mi poder femenino, reivindicaba mi cuerpo con embates, introduciéndome el falo del muchacho hasta mis entrañas. Ramiro intentó contener unos instantes la eyaculación; pero terminó inundando rápidamente mis conductos y, al sentir el cálido líquido por dentro, me retorcí también en un placentero orgasmo. Me sentí en aquel instante dueña de mi vida y mi éxtasis.

- Jorge debería estar orgulloso de tener un sobrino tan viril - le dije a Ramiro con una sonrisa mientras me vestía.

No quería perder la oportunidad de también visitar al jefe de Jorge. Sabía, gracias a la oportunidad de haber concurrido una vez a una cena, la dirección del veterano y gordo solterón que le causaba tantas angustias a mi esposo; también estaba segura de encontrarlo en su domicilio, donde lo imaginaba frente a un televisor, mientras una cocinera preparaba la gula de su enorme barriga, y sus empleados se afanaban con la esperanza de un pequeño aumento salarial para el mes entrante. Comprobé mis ideas al ser atendida por él mismo; el viejo me recibió en bata y con un gesto duro e interrogante; pero reconociéndome de inmediato.

- ¿Algún problema con su esposo? - me inquirió sin saludar. - Sí - sonreí -; si me permite pasar le explico.

El hombre me contempló sin entender; no le gustaban las visitas inoportunas por las mañanas; pero también sentía curiosidad, le complacía desentrañar cualquier situación que se le presentara imprevistamente; se ajustó el cinto de tela y me hizo pasar al amplio comedor que estaba más allá de un angosto pasillo. Me cercioré, mirando a todos lados, de que estuviera solo, como efectivamente comprobé al encontrarme con una mesa revuelta con un desayuno sin recoger.

- Felisa recoge el desayuno sobre el mediodía; cuando llega - se disculpó el veterano al ver que contemplaba la mesa; esto también sirvió para confirmar las sospechas. - No importa - sonreí sentándose insolentemente y sin ser invitada en uno de los sillones que había allí. - Explíqueme a qué se debe su visita - se apuró a interrogar él.

Yo, sin más, me bajé los breteles de mi vestido dejándome los dos pechos al descubierto; sonreía con picardía viendo la cara de sorpresa del viejo, que se apuró a colocarse unas gafas que extrajo de un bolsillo, y no atinaba a decir nada. Me saborie el dedo índice como había visto hacerlo una vez en una película, y luego me humedecí lentamente ambos pezones con mi propia saliva.

- Señora - dijo el viejo tratando de mantener inconmovible la voz -, le voy a tener que pedir que se retire de mi casa. - Es que todavía no ha visto nada - contesté.

Me quité las bragas remangándome la pollera y, ante el asombro del jefe de mi marido, abrí las piernas dejando ver la abertura de mi sexo en todo detalle; con dos dedos ayudé a que se percibiera un inflamado y húmedo clítoris como consecuencia de la introducida de mi sobrino momentos antes. Pero, por más que insistía en provocar al viejo, sólo conseguía que a este le viniera un color morado en todo el rostro sin atinar a pronunciar mas palabras. Me arrimé desprendiéndole la bata, tras la cual se asomó una gran barriga cubierta de una anticuada camisilla, y sobre unos calzoncillos gigantes de tela con rombos rojos estampados. Con dificultad, saqué un diminuto miembro completamente flácido, que introduje en la boca sin que el hombre me lo impidiera. Mientras succionaba animadamente, observé que el sexagenario se quitaba los lentes y buscaba apoyo en la mesa. Por fin conseguí que aquel miembro tomara cierta vida. Me divirtió observarle cerrar los ojos y gemir; y viendo que, lo tenía completamente a su merced, lamí con pasión la glande que cambiaba todo el tiempo de tamaño; sabía lo que un hombre esperaba de una mujer, y aunque durante muchos años había contado con uno sólo para poner en práctica mis conocimientos, reconocía al sexo opuesto como salido de un mismo molde de fantasías y delectación. Pero aquel individuo era demasiado añoso; sus ganas iban más lejos de lo que su cuerpo respondía; no creía poder hacerlo llegar así a un orgasmo por lo cual, incorporándome, le sonreí dispuesta a emplear otra estrategia.

Apoyé el torso sobre la mesa dejándole el trasero desnudo y expuesto ante los ojos del viejo que titubeó ante aquel espectáculo.

- ¿Qué debo hacer? - preguntó inseguro, pero deseando la respuesta que, sabía, iba a obtener. - Ahora por detrás - dije, colocando ambas manos hacia atrás y sobre las nalgas, que se le presentaban redondas y provocativas; por la frente del hombre corrió una gota de sudor que secó con una de sus mangas.

Arrimó su miembro un poco flácido a aquella entrada; sintió el contacto del ano, y empezó a refregarlo para lograr la suficiente dureza. Los gemidos intencionales que hice lo animaron, logrando la suficiente erección para intentarlo. Empujó lentamente, pero sólo logró que se le doblara sin cumplir con su cometido, por lo cual se inclinó sobre la mí buscando con las manos los senos para estimularse aún más. Le acomodé el miembro otra vez en aquella estrecha abertura; no había nada en el mundo que el viejo deseara más en ese momento y, preso de la impaciencia, empujó con más brusquedad. Le auxilié dilatándome lo más que pude, y finalmente, la cresta pudo entrar algún centímetro sin que pudiera evitar una exclamación de dolor. El viejo empujó más. En un instante, el falo entero estaba embutido completamente en mi orificio; comenzamos un movimiento acompañado de gemidos de placer, al tiempo que el sexagenario le agradecía a la vida aquella oportunidad de placer que ya creía perdida. Al cabo de unos minutos, y luego de varias embestidas furiosas, ambos estallamos en un orgasmo, lo que dejó al veterano sentado en el piso y con una tonta sonrisa en la boca.

- Gracias - balbuceó incoherentemente.

Miré satisfecha al jefe de mi esposo, sintiendo complacida mi venganza por la fidelidad no respetada.

- No era él - dijo mi amiga. - ¿¡Qué!? - temblé sujetando fuertemente el teléfono. - El que vi salir del hotel no era tu esposo, lo siento; me confundí.

No sabía cómo salir del aquel estado de confusión en el cual me encontraba; para peor, el tubo telefónico que sostenía con firmeza, me recordaba en algo al miembro de Federico, ó al de Ramiro, ó quizá al finalmente endurecido miembro del jefe de Jorge.


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Tercer trio


Habíamos vuelto a quedar con el mismo chico para realizar nuestro tercer trío.

Como siempre fuimos a recogerle al Hotel para ir a cenar. Durante la cena estuve mucho más melosa y femenina, en el sentido tradicional, es decir coqueteando con los dos, con mi marido y con Miguel. Aquella noche me apetecía dejarme hacer, no hacer yo, no ser, como las veces anteriores, las que más actuara, la más activa. Solamente tomé la decisión al salir del restaurante de decir que fuéramos directamente al Hotel, que no me apetecía ir a tomar una copa antes como las veces anteriores.

Esta vez me senté al lado de mi marido en el asiento de al lado del conductor, no como la vez anterior que me puse atrás con Miguel para poder darnos el lote mientras mi marido conducía.

Ellos se debieron dar cuenta de mi actitud, pues al entrar en la habitación, Miguel me preguntó si me apetecía que primero, para empezar nos diéramos un baño los tres, a lo que le respondí que no.

Sin decirme nada más Miguel puso música en la radio de la habitación y mi marido y él me rodearon con sus brazos y empezamos a bailar.

Me gustaba bailar con los dos a la vez, sentirme rodeada por sus brazos, dejarme llevar y atender a la música, suave y sensual que salía de los altavoces, situados a los lados de la cama.

Mientras bailábamos, como si se hubieran puesto de acuerdo, empezaron muy lentamente a desnudarme. Cada parte de mi cuerpo que quedaba desnuda era inmediatamente objeto de sus besos y caricias, lo que me producía una languidez y bienestar especial. Mi estado de ánimo era sensual, me encantaba dejarme hacer, no hacer yo nada, dejar que me desnudaran, sentir sobre mi piel las manos, bocas y lenguas de dos hombres pendientes de mí, pendientes de ir despertando en mí el deseo que hiciera que mi cocoy fuera lubricándose, preparándose para la metida que, ya notaba, que ellos deseaban realizar, pues al terminar de desnudarme, mientras seguíamos bailando, notaba sus miembros erectos, a través de sus ropas, presionar mi cocoy.

Desnuda completamente se dedicaron, Miguel a mis pechos y boca y mi marido a mi espalda y nalgas. La boca de Miguel atrapaba mis pezones saboreandolos uno detrás del otro y su mano acariciaba mi cocoy mientras mi marido recorría con su lengua toda mi espalda, bajando por ella hasta llegar a mis nalgas y al agujero de mi trasero que lubricó abundantemente con su saliva, volviendo a subir hasta mi nuca, mientras Miguel metía dos de sus dedos en mi cocoy que ya estaba abundantemente lubricado.

Mientras mi marido seguía recorriendo mi espalda y trasero con su lengua, Miguel se separó para desnudarse, cuando volvió, ya desnudo a mi lado, y me abrazó, su miembro  erecto se deslizó entre mis piernas, rozando mi cocoy, haciéndome vibrar y fue ahora mi marido el que se separó para desnudarse, momento que aprovechó Miguel para levantarme y introducirmelo y así, empalada en él, llevarme a la cama donde nos dejamos caer sin dejásemos salir a su miembro introducida en la profundidad de mi cocoy, se tumbó encima mío besándome suavemente en la boca y acariciándome los pechos con su mano, suave y dulcemente, mientras mi marido que había acabado de desnudarse se sentaba en un sillón y nos observaba.

Miguel continuó con sus besos y caricias por todo mi cuerpo, su boca pasaba de mi boca a mis pezones, su mano pasaba de mis pezones a mi cocoy, mientras mi cocoy introducida por su erecto y caliente miembro, se empapaba cada vez más. Mientras el miembro de Miguel entraba y salía de mí, haciendo que mi cocoy segregara más y más y que mis jugos, escurriéndose de mí, mojaran la sábana, mi marido se situó a nuestro lado y dirigiéndose a Miguel le dijo: "Levántala las piernas para dejarme ver mejor como tu miembro introduce en su cocoy y como su cocoy abierto y húmedo recibe tu miembro encantado, Miguel", sacando su miembro sólo lo suficiente para poder pasar mis piernas por encima de sus hombros, volvió a introducirlo en mí, introduciendo su miembro hasta el fondo de mi cocoy mientras mi marido miraba cómo entraba y salía de mí la gorda y caliente miembro de Miguel y cómo mi cocoy se humedecía más y más para facilitar la introducida, haciendo que cada vez que el miembro salía lo hiciera más y más mojada de mis jugos, mi marido se acercó a mi cabeza y empezó a acariciarme los pechos, mientras su boca se pegó a la mía y su lengua la introducia como el miembro de Miguel introducia mi cocoy.

Mi deseo sexual había hecho, a esas alturas, irrupción plenamente en mí, haciendo que mi pubis se levantara para buscar una todavía mayor introducida de el miembro que horadaba mis entrañas, con movimientos lentos y profundos que se hicieron más rápidos al sentir mi pubis buscar una mayor introducida y oír que mis suspiros subían de volumen y mi cuerpo agitarse cada vez más intensamente. Mientras sentía el orgasmo de Miguel acercarse y su miembro vibrar cada vez más y más rápidamente, apresada y apretada por mi cocoy, mi orgasmo empezó a acelerarse, haciéndome gritar: tirame fuerte Miguel, no pares, sigue, sigue, tirame con todas tus fuerzas, introducemelo hasta el fondo, tirame como si fuera tu buscona, soy tu cualquiera, tu amante, lo que tú quieras pero tirame bien fuerte, mientras mi boca seguía apresada por la de mi marido, Miguel y yo explotamos en un orgasmo que empapó su miembro y mi cocoy del fluido caliente que salió a borbotones de su interior.

No tuve descanso pues en cuanto el miembro de Miguel se deslizó de mi interior al reducir su tamaño, fue mi marido quien, dándome la vuelta boca abajo, me lo introdujo, mientras Miguel me acercó el miembro a la boca y mientras sentía el miembro de mi marido tirarme el cocoy con desenfreno, sentía el miembro de Miguel en mi boca y el regusto salado y caliente de nuestros jugos, los suyos y los míos, que habían empapado su miembro en el orgasmo que hacía pocos instantes habíamos compartido. Al sentir que mi marido se acercaba al orgasmo, solté el miembro de Miguel, por un instante, para decirle: "Cariño, espera un poco, me apetece sentir tu orgasmo y el de Miguel al mismo tiempo, que me llenéis el cocoy y la boca de vuestro fluido en el mismo instante". Mi marido ralentizó sus idas y venidas en mi cocoy para complacerme y que su orgasmo coincidiera con el de Miguel. En ese momento, introducida en la boca por Miguel y en el cocoy por mi marido, me vino a la cabeza el deseo de estar ensartada al mismo tiempo en mi trasero y mientras me imaginaba esa situación, dicha fantasía me produjo tal morbo y deseo, que aceleró mi orgasmo que se anticipo por unos instantes al de mis dos compañeros y mientras sentía el fluido de los dos llenarme el cocoy y la boca, me prometí a mi misma realizarla en otra ocasión.

La noche terminó con los tres tumbados en la cama y mis manos acariciando, distraídamente, los genitales de los dos hombres que habían disfrutado conmigo y de los cuales había disfrutado yo.


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Las Aventuras de Eduard


Mi nombre es Eduard tengo actualmente 30 años vivo en una ciudad turística de Colombia y me dedico a complacer a las señoras que de una u otra forma no consiguen placer en su hogar, con esto me gano la vida a veces se me presentan muchas citas, y otros días no tengo ni una sola.

Un día en que no tenía nada que hacer, me fui con un amigo a una de las discotecas de la ciudad para ver qué conseguíamos, cabe anotar que era temporada turística y había bastante de donde escoger, al cabo de algún rato, saqué a bailar a una chica y comenzamos a conversar, su nombre era Claudia media 1,70 buen cuerpo, buenos senos y un buen trasero, tenía 21 años y a decir verdad era bastante extrovertida, le pregunté que con quién estaba y me dijo que con su hermana Carmen una mujer de 36 años y su cuñado Nelson de 38, después de bailar le dije que si luego bailaríamos nuevamente y ella me dijo que sí que si quería nos podíamos sentar en su mesa que ella estaba sola, al llegar me presentó a su hermana y su cuñado, era una pareja mayor y estaban bastante aburridos, aunque Carmen ya tenía un hijo se conservaba muy bien y tenía un trasero más grande que el de Claudia, pero Claudia era más bella .

Ahí intercambiamos muchas palabras y risas pero mi mirada se cruzaba mucho con Carmen, después de bailar muchas veces con Claudia, le pregunté a Nelson que por qué no bailaban que Carmen estaba que se bailaba sola a lo que me contestó que no porque él no sabía bailar, que la sacara yo. A lo que acepté, un poco desconfiado pero con muchas ganas.

Por las constantes miradas de Nelson nos fuimos confundiendo con las demás personas que bailaban y aproveché para acercármele más, como vi que no puso ningún tipo de resistencia, seguí en mi juego, la verdad el alcohol me había dado más valor para seguir adelante.

Bailamos uno y otra vez pero no pasó a mayores, sólo manoseos y apretones, luego volvimos a la mesa y me senté al lado de Claudia, algo me decía que mejor asegurara lo que tenía, ya que con ella había avanzado mucho y si todo salía bien podría cogérmela esa misma noche.

Como hice muy buena liga con Nelson, las chicas planearon seguir la rumba en el apartamento donde estaban alojados, así que compramos otra botella de ron y la seguimos allá, entre manoseos y besos con Claudia, Carmen no nos quitaba la vista, hasta el punto que nos dijo que no comiéramos delante de los pobres, fue cuando me di cuenta que esa mujer estaba sedienta de sexo, y me di cuenta también que le daba el vaso bien lleno de trago a Nelson hasta que éste no pudo más y se lo llevaron a dormir bien borracho, Carmen se quedó con su marido en el cuarto dejándome a solas con Claudia en la sala, apagamos algunas luces y bajamos un poco la música, y comenzamos a besarnos con muchas ansias, y desespero. Claudia a pesar de su edad se notaba que tenía demasiada experiencia, lo que me dio valor para seguir a mucha más velocidad, así fue como le quité la blusa y el sujetador quedando frente a mí ese par de melones que ya había tocado por encima de la blusa, sin perder tiempo empecé a saborearlas con ansias, pegando ella unos quejidos que sin duda su hermana escucharía pero eso me excitaba aún más, ella se ayudó quitándose los pantalones y fui bajando hasta llegar a esa concha, rosadita y jugosa, se notaba que se la cuidaba, estaba bien depilada y bastante mojada, le di lengua haciéndola retorcer, aproveché y le saborie el trasero con ganas hasta que logró correrse por primera vez de una manera espectacular sus flujos me mojaron toda la cara pero yo estaba gozando de placer también.

Luego ella me bajó los pantalones y empezó a mamarla como loca, se notaba que no era la primera vez, porque lo saboreaba súper bien, enseguida me senté en el sofá, y ella como sabiendo lo que venía se me montó encima y comenzó a menearse de una forma espectacular, era toda una perra en celo, comenzó a cabalgar y a gemir de tal forma que me excitaba aún más, de inmediato miré para el cuarto de Carmen y se notaba una sombra, ella estaba escuchando todo, no se acercó ni dijo nada aunque me hubiese gustado que en ese momento se uniera a la fiesta pero no lo hizo, aunque se quedó allí detrás, escuchando el espectáculo.

Después cambiamos de forma quedando a Claudia recostada al sofá dándome la espalda, donde le pude apreciar ese trasero maravilloso que tenía, aunque insistí para romperla ella se negó, así que no tuve otra opción y la clavé por delante desde esa postura podía ver cómo mi palo entraba y salía y cómo golpeaba con ese gran trasero, ella comenzó a gemir y pedirme que la cogiera duro, eso me puso a mil y empecé a clavarla salvajemente, ella se moría de la dicha hasta que no pude más y llegué a un gran orgasmo junto con ella, la verdad fue una gran clavada, pero me mataba la idea de cogerme a Carmen, descansamos un rato y nos vestimos, al rato salió Carmen en bata y se hizo la sorprendida porque pensó que me había ido, le dije que no que nos quedamos esperando a que acostara a Nelson y regresara.

Ella dijo que estaba muy cansada y se había quedado dormida y que salió ahora fue por un vaso de agua.

De inmediato Claudia se paró y se dirigió al baño, yo sabía que iba a limpiarse, después de semejante cogida, pero me estaba dando una última oportunidad, mi mirada se cruzó con la de Carmen de manera desafiante y sin pensarlo dos veces le dije, que ahora que saliera Claudia, yo me iba pero que dentro de 10 minutos estaría en la puerta esperando que ella me abriera.

Le dije que yo sabía que ella había estado escuchando todo y que si quería volver a sentir aquello que sintió cuando estábamos bailando sólo tenía que abrir la puerta cuando Claudia se durmiera.

Así fue, me despedí de Claudia con un beso le hice un guiño con el ojo a Carmen, al salir estaba más excitado que al principio, quería cogerme a Carmen y hacerle sentir lo que hace tiempo no sentía, pasaron los 10 minutos y mi desespero fue grande al ver que no abría, tanto que pensé en irme, pero al dar la espalda se abrió la puerta, me devolví enseguida y entré, pero ella me dijo que no que quería, que me fuera, yo le dije que yo sé que ella quería si no, no me hubiese abierto la puerta y de inmediato le di un beso a lo que ella correspondió, me separé y le dije viste que sí quieres, luego se apartó y me dijo que sí pero que ahí no, que nos fuéramos al cuarto de lavado.

Entramos y de inmediato le quité la bata de dormir no tenía sostenedor y me clavé enseguida en esos pechos que aún estaban firmes, Carmen gemía, pero tenía miedo de que alguien se levantara y nos sorprendiera, yo también tenía algo de susto pero eso me excitaba cada vez más, fui bajando y haciéndole a un lado los pantys le saborie ese cocoy que también la tenía cuidadita, y que estaba súper húmeda, se retorció como loca y se corrió rápidamente, luego le puse mi palo en la cara a lo que trató de decirme algo, pero yo no la dejé sólo le dije que la saboreara, se notaba su poca experiencia, pero de todos modos le enseñé cómo hacerlo aunque no fue muy bueno, el hecho de saber que el cornudo de su marido estaba durmiendo en otro cuarto me calentaba aún más, luego me le monté encima y comencé a clavarla, me di cuenta que se corrió enseguida se veía feliz y yo más excitado aún.

Luego le levanté las piernas como pollo asado y yo arrodillado la clavé fuertemente que dio un grito, que nos asustó un poco pero ella misma dijo que siguiera, que no parara, que ese pobre idiota no se despertaría por ahora, así fue que seguí con el vaivén unas veces suave y otras fuerte, ella era orgasmo tras orgasmo, le dije que se pusiera en cuatro y otra vez, ese trasero más grande que el de Claudia lo tenía a mi antojo, la clavé un par de veces y le dije que la iba a encular, a lo que también se negó, así que le dije, que si se iba a dejar ganar de Claudia, a lo que sorprendida me dijo no, pero es que nunca lo he hecho por ahí, yo le dije que no se preocupara que a Claudia no le dolió, claro más adelante se enteró que a Claudia no la había enculado, pero ese truco me sirvió para lograr mi propósito, y ahora con ese trasero virgen puesto a mi merced lo fui metiendo suavemente, la verdad fue que me costó trabajo y ella quería gritar pero no podía por miedo a despertar a alguien, hasta que logré romperla toda, al cabo de un rato ella mezcló el dolor con el placer y logró venirse una vez más. yo que estaba a punto le dije que quería que se la tragara y ella aceptó, me dio una buena saboreada y le vacié toda mi leche en su boca y su cara, le dije que teníamos que repetirlo y ella aceptó encantada, que todavía le quedaban seis días de vacaciones, luego salió primero ella para percatarse que no había nadie y de inmediato salí.

A pesar que fue hace cinco años aún me la sigo cogiendo, yo sé que ahora es mucho más feliz y el cornudo de su esposo también lo es, cada vez que viene de vacaciones me llama, y a veces me manda los pasajes para que vaya a visitarla, a ella no le cobro nada, Nelson y yo seguimos siendo amigos aunque él cree que me sigo cogiendo a Claudia. Claudia ella sabe de mi relación con Carmen y nos ayuda para que Nelson siga creyéndolo. Carmen ha aprendido bastante y me dice que muchas cosas la ha puesto en practica con su marido menos el anal, pero quien la hace sentir soy yo. Verdad o no,... yo me la sigo cogiendo...


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Noche de Copas y Algo más!


Sábado por la noche, no estaba de mucho ánimo pero decidí salir con mi amiga Sissi (yo me llamo Lyzz)...que llegó a casa a buscarme... ella vestía espectacularmente, como siempre... una mini roja muy cortita, un top negro que ceñía sus senos y dejaba

verlos a la mitad... y sobre el top solo una blusa transparente, abierta... la melena suelta, zapatos de tacón alto. Así de impresionante, me sentí la fea del cuento... pero ella en verdad tenía otros planes para mi... así que sacó de un bolso algo de

ropa... me ordenó ir a darme un baño y al salir me hizo vestir... mini negra, cortita, blusa azul semi-transparente, zapatos altos y listas para la aventura!!! Yo no sabía que tan cierto seria eso de la aventura...

Fuimos a un bar céntrico, nos sentamos cerca de la barra y empezamos a tomar unas copas... se acercaron varios chicos, pero no teníamos ganas de lidiar con borrachos, así que no les hicimos caso... Hasta que llego un chico, Guillermo, se acercó a

nosotras y nos dijo que si le permitíamos invitarnos unas copas... No sé bien por que aceptamos... Se sentó y comenzamos a platicar, hablamos de su vida, de la nuestra... de todo y al cabo de un par de horas parecía que éramos amigos de muchos años...

Seguimos tomando y de repente él se puso de pie y nos invitó a bailar a las dos... debo reconocer que el alcohol nos llevó a aceptar y a los pocos minutos éramos el centro de atención del lugar... nos observaban todos... bai lamos, reímos, y sí, debo

decir que hasta empezamos a cachondearnos un poco... La música se hacia cada vez mas provocativa, exótica... Y nosotros cada vez, y sin proponérnoslo, nos estábamos calentando...

De repente él nos mira fijamente y nos dice: "Sissi, Lyzz, que les parece si nos vamos de aquí, a un lugar más íntimo..." nos quedamos sorprendidas, pero aceptamos, ese día teniamos ganas de jugar juegos distintos... Así que salimos y nos dirigimos

a mi auto... le preguntamos si él traía coche pero nos dijo que no... así que subimos al mío... Salimos rumbo a un motel, pero como solo admiten a una persona, pues nos dispusimos a esconder a una, que resulto ser Sissi, pues yo iba manejando... Al

llegar entramos, pagamos y al cerrarse la puerta, ella salió del auto... y entramos los tres a la habitación...Era amplia, limpia, encendimos la tv y nos tiramos los tres a la cama... Guillermo, desde luego, en el centro... y cada una de nosotras a un

lado d e él... buscamos por consenso una película porno y como si lo hubiéramos hecho muchas veces, Sissi y yo comenzamos a acariciar a Guillermo... yo me vi ágil, y le gané a Sissi la boca de Guillermo, comenzamos a besarnos mientras ella le abría la

camisa y comenzaba a besarle el pecho... Sus manos nos acariciaban a las dos, ya debajo de la ropa... no sé bien como es que quedamos los tres desnudos, pero sucedió rápidamente... Entonces Sissi comenzó a acariciarle el miembro, suavemente, mientras yo

empezaba a vagar por su pecho... Él se dejaba querer... Sissi se colocó entre sus piernas y se dedicó a mamarle el miembro, ella se lo saboreaba suave, tragándose todo lo que podía... mis manos y mi boca recorrían su pecho y mi destino final era ayudar a

Sissi con el miembro de Guillermo... entonces él me tomó por las caderas y me hizo montarlo... dejándole mi raja en su cara.. y mi boca quedó cerca de Sissi... quien al ver esto sacó el miembro de su boca y me lo ofreció, quedando así trenzados en un 69...

su boca me derretía, su lengua dentro de mi raja me excitaba demasiado... sus dedos no dejaban en paz mi clítoris... De repente estallé en un orgasmo espectacular... Sissi entonces comenzó a lamerle los huevos, se metía uno y luego otro a la boca mientras

yo no paraba de hacer un mete y saca a mi boca con el miembro de Guillermo, cada vez mas dura... No se cuanto tiempo estuvimos así, pero estabamos excesivamente calientes...

Nos detuvimos y entonces Guillermo me guió hacia su miembro, y me hizo sentarme en ella, dándole la espalda... tomó a Sissi de la mano y la hizo ponerse de espaldas a mi, haciendo que se sentara en su cara... así que mientras yo cabalgaba su miembro,

él devoraba la raja de mi amiga... yo comencé a subir y a bajar sobre esa caliente y delicioso miembro, apretando mi cocoy cada vez que bajaba para que él sintiera mas rico y mientras eso pasaba, el tenia su boca, dedos, lengua, dientes, clavados dentro

de la raja de mi amiga... debo decir que los tres gemíamos como locos, yo estaba gozando, mientras mi amiga casi gritaba del éxtasis. .. Cuando él estaba a punto de correrse, me pidió detenerme... y vino cambio de posición...

Guillermo puso a Sissi en cuatro y me pidió ponerme debajo de ella, como si fuéramos a hacer un 69... pero que éramos libres de hacerlo o no... lo único que me pedía era que a la hora que él estuviera cogiendo a Sissi, yo le mamara los huevos...

así que él primero me hizo mamar su miembro un poco y luego empezó a enterrársela a mi amiga bien adentro... y yo empecé a mamarle los huevos... nos movimos salvajemente durante un rato y al calor de la calentura que teníamos, mi amiga sacó de su bolso

(que estaba a la mano) un envase de desodorante, muy parecido a un miembro y empezó a metermelo dentro de mi raja húmeda... No se que sentí, casi al entrar esa cosa en mi cuerpo, me corrí salvajemente, pero ella no dejo de darme un mete y saca, al ritmo

en que ella era cogida por Guillermo... yo no sabía si gemir, gritar, mamarle los huevos a Guillermo o que, solo sé que estabamos gozando salvajemente los tres...

Una vez mas, cuando Guillermo estuvo a punto de correrse, se detuvo... hizo que cambiáramos de lugares Sissi y yo... ella abajo, yo en cuatro sobre ella y Guillermo detrás de mí. Tomó un crema de algún lado y empezó a meterme un dedo en el trasero...

yo sentía delicioso... Sissi le disfrutaba el miembro a Guillermo en lo que él me preparaba el trasero... y yo le enterraba el desodorante a mi amiga que ya estaba muy mojada... Una vez listo mi trasero, Guillermo sacó elmiembro de la boca de Sissi y me la puso en

la entrada de mi trasero...yo esperaba que lo introdujera suave, pero tomándome con fuerza de las caderas, me enterró el miembro hasta el fondo, por lo que de mi garganta salió un alarido de dolor... pero él no me dejó en paz, empezó a cabalgarme rápidamente, como

poseído... y después de unos instantes estaba gozando como loca con cada arremetida de su miembro en mi trasero... Los tres caímos en un salvajismo loco, nunca antes vivido... estábamos tan coordinados que cuando él por fin empezó a acelerar para correrse,

por fin en mi trasero, yo aceleré el mete y saca del desodorante en la raja de mi amiga, para ponerme totalmente a tono, Guillermo empezó a jugar con mi clítoris hasta que yo también quedé a punto de correrme.. y así los tres nos dimos los unos a los otros

hasta que, la primera en correrse fue Sissi, luego yo y casi de inmediato Guillermo se derramó en mi trasero...

Al terminar los tres, después de unos instantes, nos levantamos al baño y nos duchamos... regresamos a la cama, nos acostamos y acariciándonos suavemente, totalmente satisfechos, fuimos quedándonos dormidos...


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Al salir del trabajo


Muchos me han preguntado como soy. Se me olvido describirme en mi otro relato, asi que saldo la deuda: soy de tez morena clara, mido 1.80, tengo 29 años, estoy algo llenita, pero mis medidas son 96-87-94. Tengo, creo yo, bonitas piernas y lo que mas me miran los hombres es mi busto. Acostumbro caminar muy erguida, asi que se nota mas aun.

Quiero contarles lo que me paso la otra vez que tuve que salir tarde de donde trabajo. Para que se den una idea, trabajo por la periferia de la ciudad. Contamos con transporte para llegar a la planta yapra salir de ella. El tomar los autobuses a esas horas en esos lugares es un suplicio para una. Nunca faltan los que te encajan su miembro, te manosean el trasero y que otro te quiere agarrar los melones. Normalmente nunca lo uso. Solo cuando se me hace tarde o cuando tengo que llegar muy temprano.

Pero el otro dia, surgio un problema y nos quedamos bastante tarde en la fabrica. Mi jefe, al ver que ya eran las 9, me dijo que me fuera, y que pidiera un taxi, que el me pagaria mañana el gasto. Yo le agradeci el gesto y sali a Recepcion.

Ahi decidi que no era tan tarde, eran solo las 9:20 y podria tomar el camion. Asi ue me despedi de los guardias y me puse a esperar el autobus.

Paso en 20 minutos, ya estaba apunto de regresarme y llamar un taxi, pero como vi que venia, decidi tomarlo.

El autobus iba bastante lleno y a obscuras. Una mala costumbre de los camioneros, pero creo que lo hacen para que los que ya van tan tarde puedan dormir un rato tranquilamente. Lo malo para nosotras, es que se aprovechan de la obscuridad y del tumulto para propasarse.

Como pude me abri paso hasta quedar cerca de la otra orilla del camion. Durante el camino note claramente como me agarraban las nalgas, como me sobaban e incluso un descarado me pico el trasero.

Al llegar a donde queria estar, me agarre de los pasamos y segui de pie. Nadie se ofrecio a dejarme el lugar. Estaba rodeada de varones. Eramos muy pocas las mujeres que ibamos a esa hora.

Dejenme decirles que ese dia llevaba una falda, no muy entallada, y que me lelga a la rodilla. Y una blusa de cuello de cisne, pero con un ovalo en el busto, de manera que quedaba escotada.

El run-run del camion me fue arrullando poco a poco. Senti en eso como un tipo (el que iba detras de mi) me clavaba su miembro en la raja de mis nalgas, y empezaba a frotarse, como si me estuviera cogiendo. Incomoda, me hice un poco a un lado. El se volvio a acomodar y volvio a las andadas. Decidi que no tendria de otra mas que soportarlo, pues era la unica mujer en medio de tantos hombres y ademas, no podria pasar a mayores.

Siguio dandole con su vaiven, y, animado por mi ndiferencia, me sujeto las caderas con una mano, jalandome hacia el en cada embestida que me daba. Sentia asco, me repugnaba lo que estaba haciendo. Pero no tenia caso hacer nada. Era obvio que estaba punto de terminar, y entonces seguramente me dejaria en paz.

Y asi fue, no duro ni dos minutos, pero a mi se hicieron eternos. Senti que soltaba un suspiro y me dio un fuerte agarron en mis nalgas cuando se alejo.

Me relaje, ya todo habia terminado. Espere que el resto del camino fuera tranquilo.

Me estaba acercando a donde debia de bajarme para transbordar. Cosa de 10 minutos o 15, dependiendo del trafico. Empece a fijarme por las ventanas para ir viendo por donde andaba. Sentia como de vez en cuando se agarraban de mis nalgas, pero ninguno tan atrevido como el otro tipo.

De repente senti una mano fuerte, que me tapo la boca. Al mismo tiempo otras manos me sujetaron mis brazos. En cuestion de segundos me dejaron totalmente inmovilizada. Seguro eran mas de tres, por que otras manos empezaron a subir mi falda. Sentia sus manos que exploraban mi piernas, forzandome a separarlas, explorando cada parte de mis nalgas, y jalandome los calzones, hasta que los metieron en la raja de mis nalgas.

Sentia su magreo, otras manos me estrujaban los senos, y yo por mas que intentaba zafarme, esta firmemente agarrada de mis muñecas y esa mano sobre mi boca no se quitaba por mas que lo intentaba. Estaba completamente a su merced.

Trate de relajarme, pensando que unicamente me sobarian toda, si acaso me meterian el dedo, pero no pasaria a mayores.

Senti que rompian mis calzones. Los jalaron y me "limpiaron" el trasero con ellos, sin soltarme, utilizando mis propios calzones me amordazaron. Era una verdadera orgia, sentia manos por todos lados explorando mi cuerpo, y seguia firmemente sostenida. No podia creer que nadie mas en el autobus se diera cuenta.

Creo que seria dificil. Unicamente habia puros hombres a mi alrededor. Y los tipos que estaban delante de mi me manosearon la concha de lo lindo.

Pegue un brinco cuando me metieron un dedo en el cocoy y otro en el trasero. Aun cuando ya lo esperaba, me sobresalte. Se movian con frenesi. Me estaban tirando con los dedos.

Poco a poco me habian colocado en medio del pasillo, y asi un tipo se coloco frente a mi y otro atras de mi. Entre los dos me levantaron y pude ver que traian sus miembros de fuera. Tiesas, listas para taladrame. Otros tipos me sostenian de los tobillos, estaba sostenida por seis hombres!! y apunto de ser violada por dos!!

No podia creerlo. Nunca me hubiera imaginado algo asi. Me retorci cuando el de atras empezo a clavarme su miembro en mi trasero, estaba caliente y humeda. Sentia como se abria paso entre mis intentestinos, quemandome, rozandome con su rugosa herramienta. Al poco rato, empezo a entrar el otro tipo en mi concha. Era doloroso en verdad. Me estaban perforando por los dos lados. Estaba segura de que de un momento a otro sus miembros iban a chocar dentro de mi.

Por fortuna, si se puede hablar de fortuna, la forma en que me estaban violando impedia que me bombearan. Asi que mas bien se mantuvieron dentro de mi, empujandome hacia ellos de manera ritmica. Solamente salian un poco de mi, y luego otra embestida.

Sus compañeros no perdian el tiempo, y me sobaban y estrujaban los melones con fuerza, y sentia sus manos exploradoras por mis piernas. Facilmente he de haber sentido mas de 10 manos, recorriendo todo mi cuerpo contra mi voluntad, y amordazada con mis propios calzones.

Lo unico que podia hacer era agitar la cabeza, girar de un lado a otro, arquear mi cuerpo y tratar de zafarme. No dejaba de luchar. Me estaban violando estos cerdos y nadie hacia nada!! Al contrario, todos querian participar. Unicamente se oian sus jadeos, y uno que otro gemido. Era una violacion silenciosa. Nadie daba ordenes, nadie decia nada. Nadie gritaba. Solamente yo gemia y me debatia.

Senti de repente que algo me quemaba el trasero. Seguramente el tipo de atras ya se habia corrido. Igual hizo el de enfrente.

Se salieron de mi, y como era de esperarse, otro tomo su lugar. Ahora solamente uno, puesal parecer habian notado que entre dos no podian hacer mucho.

Este otro tambien escogio mi trasero para introducirmelo. Senti que se escupio en el, para lubricarme. Y despues lo tenia dentro de mi, entrando y saliendo, como poseso. El si me lastimo. Entraba y salia completamente, sentia sus huevos golpearme en cada ensartada. Me senti morir, su vaiven me estaba matando. Al cabo de unos segundos, termino, llenandome de leche nuevamente mis entrañas.

No bien se habia alejado, se coloco un tercero. Hasta cuando me soltarian? Cuantos mas me violarian?

Igual que el otro, me lo introdujo por atras, y aun cuando mi trasero ya habia recibido dos miembros, seguia estrecho. Me volvio a lastimar, entrando con fuerza, sosteniendome de las caderas, para que no me zafara. Y luego nuevamente el mete-saca, frenetico, sin delicadeza, metiendome el miembro cada vez mas y mas, hasta que volvi a sentir el tercer par de huevos en mis nalgas. Al mismo tiempo, exploto, quemandome con su esperma. Senti que me chorreaba por las piernas. Ya no cabia en mi trasero, ya me habian llenado.

Vino un cuarto, e igualmente me sodomizo. Y asi fue en lo sucesivo, senti que me ensartaron 8 miembros en mi entrada trasera. Solamente uno, el primero, me violo por el cocoy. Los demas se divirtieron a lo lindo con mi trasero. Yo no dejaba de llorar, ya queria que parasen.

El ultimo realmente me lastimo. La tenia muy grande y muy gruesa. Batallo mucho para metermela. Y cada que entraba sentia que me partia en dos. Nunca pudo metermela completa, no senti sus huevos golpeando mis nalgas. Pero su miembro era descomunal. No podia soportar mas. Cuando termino, fue demasiada la leche, senti que realmente estaba ardiendo, pues me lastimaba las heridas que me habia hecho al abrirme completamente el esfinter.

Se salio rapidamente de mi, volviendome a lastimar. Casi tan rapido como me sometieron, me soltaron.

Yo cai al suelo, cansaday presa de un ataque de nervios. Senti que se bajaron a tropeles del camion. Como pude me quite mi calzon de la boca y empece a gritar pidiendo ayuda, diciendoles que me acaban de violar.

El camion se detuvo de repente, y prendio las luces. La vision que ofreci no debio haber sido la mas grata. Empepada de fluido en las piernas, con las ropas totalmente desarregladas, los senos de fuera y con el maquillaje corrido por las lagrimas. Ya casi no habia nadie mas, hacia mucho que me habia pasado de mi bajada.

Y aun cuando llamaron a la policia y se les dio parte, no pudieron dar con ninguno. Unicamente pude ver a uno, el que me violo por el cocoy y no lo describi muy bien.

Desde entonces, ya no tomo el autobus, les tengo panico. Prefiero ir en taxi.


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Me iniciaron


Una joven huérfana y adinerada es iniciada en la relación lésbica por una sirvienta y su amiga deportista despertando un auténtico volcán sexual.

Me dicen Kitty, soy una chica de 15 años y un cuerpo como de 20, 1.60, piel de durazno y melones grandes para mi edad. Rubia de nacimiento y bastante buena. Hace mas de un año que me ocurrió algo de lo que no puedo apartarme más. Yo soy hija única de padres que murieron después de que cumplí los 15 (un accidente vial), desde entonces he vivido solo con la tutela del abogado de mi familia que me provee de todo lo que me hace falta, pero vivo en mi casa sola, con una señora mayor que viene todos los días a cocinar y a limpiar. Como decía esa señora se ocupaba, de esos asuntos hasta que los de la agencia dijeron que la señora estaba muy enferma y enviarían a otra persona a reemplazarla. No me preocupe demasiado ese día y fui al colegio como siempre. Al llegar ese mediodía toqué a la puerta y abrió la nueva empleada. Era una mujer como de unos 30 años, pelo negro y rostro hermoso, parecía muy recia cuando la miré, y me dijo: Vaya, pensé que eras una niña pero veo que eres toda una mujer ya. La mire y sonreí pensando en el halago sin darle importancia y le dije que tenía casi 16 años. Me miró de arriba abajo y sonrió, me dijo que la comida estaba servida. Fui al comedor y me serví, era un manjar. Lo disfrute y pensé en nunca volver a llamar a Juana, la antigua señora. La tarde transcurrió tranquila, hice un poco de gimnasia en el patio mientras veía pasar a esta mujer extremadamente bonita para ser camarera. Luego de transpirar un poco, fui a darme una ducha pero no recordé de llevar una toalla para mí. Grité desde la ducha para pedirle una a Laura (así se llamaba), en unos segundos pude escuchar sus pasos, estaba tratando de sacarme el shampoo del rostro cuando vi que ella había estado parada hace un rato ya con una sonrisa entre sus dientes, me asusté un poco y estiré mi mano para recibir la toalla pero ella parecía embobada mirándome, cuando la miré enojada se dio cuenta y me la alcanzó. Esa situación pasó y los días volaron como si nada, siempre notaba que cuando yo estaba haciendo gimnasia o estaba probándome ropa ella siempre estaba cerca y presta para ayudarme. Un día mientras me probaba un mini infartante se acercó a mí me ayudó abrocharme por detrás, vino por detrás y me agarró entre sus manos la cintura como atrayéndome hacia ella y pude sentir el roce de sus melones en mi espalda, me excité un poco por el roce y ella pareció darse cuenta porque cuando estaba por darme vuelta ella desapareció a sus tareas. Esta conducta estaba empezando a afectarme, cada vez que ella me miraba era como que me miraba en forma extraña e insinuante. Un día que no estaba fui a su habitación para ver sus pertenencias y saber algo mas de ella pero mi sorpresa fue mayúscula cuando encontré en un cajón una braguita mía que pensé que había perdido, estaba medio húmeda, y tenia un olor extraño, la dejé y me quedé un poco indignada pensando en el por qué. Ella decía que una chica como yo debía alimentarme bien, por lo que todos los días me preparaba un plato dulce con mucha miel y bananas. Yo disfrutaba porque soy media golosa. El hecho es que notaba que luego de ese postre siempre quedaba medio excitada todo el día y tenía que halarme el ganzo en el baño a escondidas de ella. Yo siempre fui una chica de leer textos novelísticos, y todavía leo, pero mi calentura iba creciendo cada día que la pasaba con esta mujer, un día noté que ella leía unas revistas que yo imaginé eran de moda o ropa femenina, pero grande fue mi sorpresa cuando descubrí a escondidas que eran revistas pornográficas. Lo particular era que me empezó a gustar leer esas revistas cuando ella no estaba. Era como una enfermedad, me  2 a 3 veces al día viendo aquellas fotos e historias eróticas. Llegaron la vacaciones de mitad de año y me encontré sin nada que hacer, todas mis amigas habían viajado al exterior con sus adineradas familias, aunque yo también tenia plata no tenia quien me llevara. En mi casa estaba uno de esos días cuando noté que Paula estaba vestida con una mini de esas que dejan ver todo y una camiseta pequeñísima, llevaba también unos tacos realtos, le dije que cómo aprendió a caminar en ellos y me dijo: Es muy fácil una vez que aprendes, ¿quieres probártelos? La miré y le dije que sí, al fin y al cabo no tenía nada que hacer. Me tomó de la mano y fuimos a su habitación, me sorprendió ver la cantidad de zapatos que tenía, tomó unos muy altos y me los alcanzó. Una vez que me paré en ellos, caí para atrás en su cama, me incorporé como pude y ella me tomó por detrás levantándome, sentía su respiración detrás de mi nuca, hice un paso más y sentí sus manos en mis duros melones. Era un sensación divina ser sostenida por mis melones, estas se excitaron y mis pezones estaban por reventar. Ella lentamente fue quitándome la ropa y ella me besaba en el cuello sin soltarme. Estaba muy caliente y no podía pensar. Una vez que estuve desnuda frente a ella me empujó contra su cama y caí como rendida, con mis tacos puestos parecía un perra y ella se desvestía como insinuando un streep tease. Yo no sabía que hacer, nunca me había ocurrido algo así, cuando estuvimos desnudas ellas me acariciaba el cuerpo con una media de seda que tenia en sus manos. Me hizo explotar esa sensación, y comenzó mi cuerpo como a retorcerse a cada caricia. Su boca me lamía los melones y el cuello lentamente como si estuviera sedienta, la humedad en mi conchita era ya demasiado, tanto que creí que mojaba la cama con algún fluido, esto era lo mejor que había experimentado nunca. Ohhh, suspiré y ella pareció adivinar el momento, por lo que con un movimiento de su mano me introdujo un dedo en mi hendidura haciéndome saltar casi de la cama, Ahora vas a conocer lo que es que te claven algo... buscona, esa frase hizo que me excitara peor y entonces con su dedo índice me tiraba rápido y yo respiraba como en una maratón, el ritmo era infernal y pronto tuve un orgasmo que sacudió todo mi cuerpo virgen. Pensé que todo había terminado para mí pero no sabía, que éste era sólo el comienzo... A duras penas me incorporé sobre su cama con los melones y el trasero al aire respirando fuertemente cuando ella me plantó un beso de lengua que casi me ahoga, y me dijo: No, chiquita, no te escapas de ésta tan fácil... Pero... No alcancé a emitir ninguna palabra al tiempo que me tomó de nuevo las piernas y llevó su boca a la puerta de mi cocoy, y con lamidas increíbles me llevaba a otra cascada de orgasmos más intensos que los anteriores. Yo gritaba peor que si estuviera pariendo un hijo, pero ella no se detenía. Me amasaba los melones, me pellizcaba los pezones y con la boca metía y sacaba su larga lengua de mi concha. Mi cocoy despedía un liquido viscoso semitransparente, y mi cuerpo convulsionaba al ritmo de sus lamidas. Todo esto era algo único para mí. Luego de hacerme el amor por espacio de unas ¡6 horas! No podía incorporarme. Era ya de madrugada. Estaba sobre su cama desnuda, mojada como en desde el primer instante, Laura estaba dormida con su boca metida entre mis piernas. Su despertar fue dulce, especialmente para mí, saboreó mi cocoy como si fuera su desayuno, tuve 3 orgasmos esa mañana. A partir de ese día ella me sometía a una actividad sexual que yo no imaginaba posible. Me agarraba 3 a cuatro veces al día donde me encontrase, encima al estar en vacaciones, tenía todo el día para hacerlo. Había fines de semana en los que me la pasaba desnuda por la casa y con sus manos sobre mí a cada momento. Mis fuerzas me abandonaban de a poco hasta que quedaba dormida o inconsciente (no lo sé). Era prácticamente su esclava, algunos días me obligaba a vestir sus ropas de sirvienta pero sin nada debajo, me decía que era su chica de la limpieza y cuando yo pasaba con el trapeador me acariciaba entre los muslos como queriendo perforar mi trasero. Estaba totalmente sometida a esta mujer ninfómana y a la cual seguía su juego. - Te tengo una sorpresa... me dijo un día besándome los melones. Metiéndome un dedo por mi trasero parado. Suspiré un poco ya nunca me había metido nada por ese huequito, empujaba su dedo mayor mas y mas haciéndome retorcer. Con su lengua me lamía hasta adentro el cocoy hasta que de un salto me dejó tirada sobre el sillón del salón principal y se fue. Terminé por halarme el ganzo con mi mano suavemente para quitarme la calentura con que me dejó. - A la hora sonó el timbre de la casona, fui y era ella junto a una mujer que podría ser tranquilamente una modelo. - Ella es Marita, me dijo sonriendo, tiene 26 años y es capitana del equipo de lucha libre. - Hola le dije, no sabiendo que más decirle a esta chica rubia y muy bien formada. Me miró y besó a Laura en la boca mirándome de nuevo. Posó su manos en el trasero de Laura diciendo: ¿ Esta es la mocosa que me prometiste? Está buena esta, ¿en serio que tiene 15? La miré un poco asustada pero se acercó a mi diciendo: Conmigo vas a aprender algunas cosas que los mayores hacemos con una chica guarra como tú. Me tomó entonces y mi cuerpo semidesnudo se apretó contra el de ella, se sacó la mini y el top que llevaba no tenia ropa interior, pero sí llevaba puesto un consolador de esos que atan a la cintura, no era muy ancho pero era largo y tenia una pequeña pija por debajo finita y larga. Me recostó sobre la alfombra de la sala besándome furiosamente los melones poniéndome los pezones a punto de explotar, Laura en un sillón miraba halandose con sus dedos incrustados dos en el cocoy y uno en el trasero, Marita me besaba chupaba la concha como sorbiendo un néctar muy preciado hasta que estuve muy mojada. Ahora cierra los ojos me dijo. Así lo hice, de repente sentí como el consolador entró en mí con facilidad, Marita comenzó a bombear aquel aparato en mí volviéndome loca al ritmo infernal que le ponía, ya que al ser doble el consolador también se la introducia a ella. Me movía al ritmo exacto, nunca me habían hacho eso y los disfrutaba al máximo gimiendo como una perra, en un momento llevó su mano hasta abajo y me puso la punta finita que estaba sobrándole en el trasero, mi cogida estaba completa. Nos corrimos como animales durante varias horas, ella me excitaba, era muy hermosa y sensual. Laura le besaba el trasero y le metía un vibrador por la concha. Las tres pasamos días enteros en nuestra orgía personal, no comíamos, no hablábamos, solo nos hacíamos el amor como diosas desenfrenadas. Aprendí muchas cosas con mis adultas compañeras, me abrieron cada agujero de mi cuerpo y aprendí a excitarme con ello. Era el juguete sexual de esta mujeres guarras y aprovechadoras. A veces Marita me buscaba en el cole y me llevaba a su departamento donde me hacía lo que quería. Como decía la actividad sexual que tenia me obligaba a tomar complejos vitamínicos de alta competición. Luego en casa la ninfómana de Paula me reventaba la concha de tanto tirarme con su arnés. Hemos probado con el tiempo muchas cosas divertidas, sexualmente hablando, hasta un día probamos la zoofilia. Pero esa es otra historia.


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Estrenando tu trasero


Tu cuerpo está palpitando de deseo, noto tu ansiedad, que no es menor que la mía. Debo controlarme con un resto de cordura antes de que el instinto me obligue a abalanzarme sobre ti.

El espectáculo de tus muslos abiertos, de tus nalgas abiertas por tus manos y el oscuro agujero de tu ano, contrayéndose y guiñándome su ojo ciego, hacen que me enardezca, me excite hasta casi olvidar la ternura. Algo en mí desea tomarte con violencia, sin miramientos. Quiere que te lo introduzca sin más, hasta satisfacer salvajemente el deseo que dirige mi entrepierna, que levanta mi miembro como el hocico de un depredador, buscando una presa, amenazando un estallido de violencia seguido del silencio y el olvido.

Pero la suavidad de tus costados, la piel perlada de sudor de tu espalda y la mirada que me dirigen tus ojos, entre el pelo desordenado, la boca entreabierta, me dan la clave para que la cordura vuelva a mí. Me hace sentirte como mujer, no como mero objeto de mi pasión. Y a la vez me desvela tu imagen de hembra anhelante, de mujer amante primigenia.

Te levanto de la alfombra. Te pegas a mis labios como si fuera el último acto que fueras a cometer en esta vida. Nuestras lenguas se enroscan y restallan, buscando absorber al otro. Te tomo en mis brazos y te levanto del suelo, adelantando mi pelvis y pegando mi miembro a tu vientre.

Alzas las piernas y rodeas mi cintura. Siento tu humedad en mi miembro que queda justo debajo de tu cocoy y sestea entre tus nalgas, quizás tocando levemente el botón oscuro de tu ano.

Me muerdes en el hombro y clavas tus dientes sin piedad. Lo que normalmente sería una salvajada mi cuerpo lo analiza como una parte del ritual amatorio y, en vez de provocar un rechazo, es sólo una señal de la pasión que te embarga y me calienta aún más.

Clavo mis dedos en tus nalgas y te alzo más arriba. Giro por el salón llevándote como una pluma. Aplasto tu cuerpo contra la pared y mi pecho se funde con el tuyo, como si quisiera romper tus huesos cuando, en realidad, lo que quiero es fundirme contigo, visceralmente, con piel, entrañas, uñas...

Me muerdes otra vez y hasta me tiras del pelo en tu frenesí. Recorres mi cuello con tus labios y buscas mi oreja. Siento tu respiración agitada y ronca. Separo tus nalgas y en mi mente imagino tu ano abriéndose aún más, dejando escapar gotas de la vaselina que te apliqué y de la saliva que ayudó en el introducir de mis dedos.

Me vuelve loco la imagen de tu trasero. Y te llevo por el pasillo, golpeándonos con las paredes, y enfilo el dormitorio. La cama, grande, vacía, con la ropa desordenada, es la meta donde te voy a depositar.

Te dejo caer en ella y el somier cruje por el impacto. De inmediato me tumbo sobre ti y busco tus labios, los muerdo, meto mi lengua en tu boca, repaso tus dientes, la llevo debajo del tu labio superior mientras mis dedos pellizcan tus pezones y la otra mano toma posesión de tu clítoris.

Un fuerte gemido escapa de tu boca. Tu espalda se arquea y formas un puente en el colchón, los talones y tu cabeza son las únicas partes que contactan con la cama. Mi peso te empuja hacia abajo y la urgencia de mi miembro se hace insoportable. Levanto tus piernas y llevo las rodillas a tus hombros. Tus pechos se mueven libres, los pezones dilatados y duros.

Ahora tu cocoy es una invitación prominente. Separas los labios con tus propios dedos y tu mirada se vuelve lasciva.

Mira... mira... - me dices con voz ronca y proyectas tu pelvis hacia delante mientras me muestras tu cueva rosada.

Meto mi pulgar derecho en tu boca y lo saboreas como si fuera un miembro. Lo llenas de saliva y tu lengua culebrea en torno suyo. Lo saco y lo dirijo a tu gtrasero. Lo introdujo tu ano lentamente con él. Un nuevo gemido escapa de tus labios mientras cierras los ojos...

Podría introducirtelo desde atrás, a cuatro patas, pero quiero ver tu cara cuando desvirgue tu ano... quiero introducirtelo desde delante, con la flor de tu cocoy abierta sobre tu ano y mi miembro fundidos en uno.

Escupo en la palma de mi mano, pero mi boca está casi seca por la excitación, mi respiración es trabajosa, como si hubiera hecho un tremendo esfuerzo. Sin embargo eras ligera como una pluma cuando te cargaba por el pasillo. No tiene nada que ver con el cansancio, sino con el deseo casi animal que me inunda.

Llevo a mi miembro la poca saliva que he podido reunir y cubro con ella la cabeza, todo el glande aparece hinchado, rojo, a punto de estallar.

Te das cuenta de que ha llegado el momento que deseabas. Hay un destello de miedo en tu mirada, pero también de determinación y urgencia.

Pasas tus manos por tus corvas y mantienes las piernas alzadas, medio abiertas. Es la postura primigenia del parto. Pero en vez de eso voy a introducirtelo, vamos a hacer un camino inverso y por otro agujero, no menos sagrado.

Tomo mi miembro y la dirijo a la entrada de tu ano.

Apoyo justo la punta y mientras dilato tu ano con mis dedos. Esta manando líquido, viscoso, caliente.

Presiono levemente, el esfínter comienza a abrirse y tu cuerpo se tensa por el primer chispazo de dolor y sorpresa. La invasión continúa muy despacio. Sé que es difícil acogerme, aunque sea lo que estás deseando. Una capa de sudor en tu frente y sobre tus labios me dice que te esfuerzas por no gritar. Cierras tus ojos brevemente y levantas aún más las piernas. Aprietas los dientes y gruñes:

- Entra...., entra..., tirame  el trasero...

Aprieto un poco más y todo el glande entra. Noto una convulsión en tu recto. El esfínter se dilata todo lo que da de sí. Es el momento crítico, cuando en tu mente una voz pide que salga desesperadamente y quiere que la tortura acabe. Sin embargo otra, creciendo en intensidad, se sobrepone al dolor y al instinto de conservación y pide que me recibas en plenitud.

Te miro fijamente a los ojos. Espero tu decisión. Y tu mirada me dice... ¡adelante!.

Entro un poco más, muy despacio, intentando que tu angosto conducto se adapte a mi volumen. Paro. Me retiro apenas medio centímetro. Noto la presión de las paredes y, cuando siento que se relajan, empujo de nuevo. Un grito ahogado escapa de tu garganta, mitad dolor, mitad triunfo, cuando te anuncio que dos terceras partes están ya dentro.

Aún no estás preparada para sentir placer con la metida anal, lo sé. Pero en este momento puede en ti la satisfacción de estar siendo perforada, de iniciar un camino en tu sexo, de sentir que un día podrás disfrutarlo tanto como por tu cocoy, aunque ahora esté doliéndote más que cuando perdiste tu virginidad por delante. Aunque te hayan dicho que eso es sucio; que sólo debe usarse para una función "natural" de expulsión de heces; que sólo las busconas desean ser enculadas. Tu instinto femenino está triunfando y con una mirada directa me pides más, que entre más profundo, quieres vencer...

Y te lo introduzco. Más adentro, más profundo...

Acaricio tu clítoris y siento tu cocoy más grande que nunca, más jugoso, más cálido.

Tu cuerpo se empieza a mover, muy despacio, reacciona ante los dos estímulos contradictorios: el fuego placentero en tu cocoy y el fuego lacerante en tu ano.

Ninguno es más fuerte que el otro, son distintos, pero en tu cabeza se están uniendo y ya pierdes la conciencia del origen de las sensaciones. El morbo de sentir tu trasero introducido se engarza sobre el placer que te proporciona tu clítoris y tu cocoy hasta que el dolor en tu ano pasa a un segundo plano. Y un orgasmo pequeñito quiere asomar en tu pecho. Y me pides que te de fuerte, que te tire, que no me importe si te hago daño.

Voy a llenarte el trasero de leche, cariño...

Y esta sencilla frase hace rebosar tu instinto de hembra caliente. La idea de mi leche llenando tu conducto trasero dispara el resorte. Una vez más la imaginación y el morbo dominan el cuerpo.

Y mientras mi miembro deja escapar fluido en tu interior, en disparos intermitentes, en la oscuridad de tu ano, tú te corres, gritando y arañando mis brazos.


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Fidelidad


Cuando mi querido hermano Oscar se casó con Magdalena, consideré la persona de su esposa, con el tradicional punto de vista crítico con que solemos comportarnos todas las cuñadas del mundo.

Sin embargo, después de un análisis detallado y prolijo de su aspecto físico, realizado en sentido vertical, desde arriba hacia abajo, pasando por mis drásticos filtros sus ojos verdes profundos, su nariz casi perfecta, su boca moderadamente sensual, su cuello diáfano, sus pechos cercanos a la perfección, sino fuera que el izquierdo es ligeramente más grande que el derecho, su vientre de una curva delicada, sus muslos de concurso, esa piel de un semi tostado legitimo y ese trasero frente al cual lo único que había que hacer, era ponerse de pie y aplaudir, debí reconocer que no tenía otra alternativa que hacerme su aliada, sino quería yo pasar a último plano en la jerarquía familiar.

Porque mi familia es de principios.

Somos ese grupo que conserva lo mejor de los valores tradicionales, con todas las ventajas y facilidades que proporciona el dinero y la consiguiente incorporación de la tecnología en todos sus aspectos.

Por eso mismo, yo no me he casado, porque difícilmente voy a conseguir un ambiente como el que tengo, que me permite ser decente y liberada al mismo tiempo. Eso no es posible con un macho posesivo al lado.

Pero era justamente en el terreno de los valores donde mi adorada cuñada nos iba a dar su máxima lección y donde se origina esta historia que si no la cuento me reviento.

Habían transcurrido casi cinco meses de matrimonio, no solo feliz sino que perfecto, como no podría ser de otro modo en mi familia, cuando una tarde de Domingo, luego del acostumbrado asado familiar, mi hermosa cuñada estaba tendida en el césped como una. Diosa. A su lado lucia yo mi anatomía menos perfecta, pero que bastante satisfacciones me ha proporcionado, cuando ella me dijo con esa voz suave, grave y seductora.

- Mercedes... tengo que hablarte.

Dicha así en ese contexto de intimidad, uno sabe que esa frase no se pronuncia para hablar del tiempo o de los precios de la bolsa, sino que, entre mujeres, es el preámbulo de algo personal , más que personal , íntimo, más que intimo, erótico y considerando que era yo la interlocutora, inmediatamente pensé en algo sexual promiscuo y prohibido, de modo que movida como por un resorte me puse de pie ante la perceptiva y le dije .

- Vamos a mi pieza

Yo no estaba equivocada.

Magdalena, para hacer un poco de honor a su Bíblica antecesora, esbozó unas lágrimas, pero estas se negaron rotundamente a salir , de modo que abandonando el intento dramático, mi cuñada comenzó la confesión que tenia atragantada al parecer desde semanas.

Comenzó por decirme que ella no había llegado virgen al matrimonio y que antes de mi hermano, algunos varones, no muchos, habían visitado sus santos lugares, con su pleno asentimiento a lo que yo le dije, así como por solidaridad gremial, que eso era lo normal en estos tiempos y que por mi parte había sido yo bastante generosa al compartir mis atributos femeninos con varios machos no merecedores de tales favores.

Eso pareció tranquilizarla y le dio ánimos para continuar

.Me dijo que eso no la acongojaba tanto, sino que el verdadero problema era Felipe.

Felipe... dije yo, como si lo conociera, pero solamente era para darle confianza porque la curiosidad me incendiaba.

La bella me dijo que Felipe, era el último hombre que había conocido antes de mi hermano y que cuando ella se casó, dio largas a Felipe dejándole muy claro que todo terminaba entre ellos para siempre, pero que el Felipe, le había dicho, muy suelto me cuerpo, que el no se hacía problemas, que no era nada de celoso ni posesivo y que se casara tranquila, que el la llamaría unos cuatro meses después de la boda para reiniciar sus encuentros de los días jueves y cuando se despidió, así como con un toque mesiánico le había dicho.

- Te vas a dar cuenta que soy un hombre inolvidable.

Magdalena me dijo, y yo le creo, que ella se había olvidado por completo del Felipe, sobre todo porque era tan feliz en su matrimonio que nunca ni un solo instante había añorado nada de lo vivido antes de casarse y que la dicha le rebosaba por todos los contornos. Pero que, el último jueves del mes pasado, como a eso de las cuatro de la tarde, había sonado el teléfono y al levantar el auricular había reconocido espantada la voz del Felipe.

Y que hiciste? , le dije yo , con los ojos dilatados.

- Nada... me contestó.. No hice nada. Me dominé y no dije palabra, pero paralizada no pude colgar el teléfono y escuché claramente cuando Felipe me dijo.

- Bueno... preciosa. Te espero el próximo jueves a la hora de costumbre.

La Magdalena estaba nerviosa, se apretaba los dedos de las manos y se estiraba el cabello a cada instante y luego mirándome a los ojos y tomando mis manos entre las suyas me dijo.

- Mercedes ...para mi por sobre todas las cosas del mundo esta la fidelidad.

- De acuerdo - le dije- porque en realidad no se me hacía la idea de un hermano cornudo- No veo el problema , si tu estas en esa disposición.

La hermosa mujer guardó silencio unos segundos y luego continuó.

- No es tan sencillo - me dijo... Desde ese jueves, he debido comenzar una lucha contra mis propios pensamientos que me abrazan a cualquiera hora del día. Comencé a recordar cosas que había sepultado. La imagen de Felipe se me aparecía diabólicamente antes de dormir y tenía verdadero miedo que llegara el próximo jueves. Pensé en cortar el teléfono, pero por alguna razón no llegué a hacerlo. El miércoles en la noche casi no dormí y el jueves en la tarde salí a caminar por el barrio regresando solamente cerca de las seis. Apenas entré en la casa sonó el teléfono, por supuesto no contesté, pero volvió a sonar. El sonido me producía una inquietud rara, incomoda, me di cuenta que tenia tibia la piel y con horror comprobé que, sin quererlo, el sonido del teléfono me había excitado a tal modo que la ropa parecía molestarme.

La mujer me miraba ahora con los ojos brillantes y el rostro tenso, como asustada. Me dijo que, por último no pudo resistir y levantó el auricular para poner fin a ese tormento y allí escuchó la voz de Felipe que simplemente le dijo.

- Te estoy esperando.

En ese momento había pasado por su mente la idea de tomar su coche y correr hacia la oficina donde Felipe la esperaba para de alguna forma recuperar la tranquilidad. Pero se había sobrepuesto, que se había quedado con el teléfono en la mano ,pero sin poder contenerse se había acariciado con el aparato, porque lo necesitaba, primero en el rostro ardiente y luego en los pechos por sobre la blusa, para liberar luego sus melones y rozar sus pezones con el auricular ocasionándose un placer enloquecedor y luego recorrerse los muslos con verdadero deleite, aprisionar el aparato entre ellos e introducirlo luego bajo sus bragas para acariciar su sexo loco hasta producirse un orgasmo salvaje que la volvió a la tranquilidad.

Lo que mi cuñada me había relatado me produjo una natural reacción de excitación sexual. ¿Cómo podía quedarme indiferente si una mujer monumental como la que ahí estaba sentada en mi cama tan solo cubierta por un bañador pequeño me contaba una intimidad de tamañas características eróticas?.

Pero no dije nada y seguí escuchando

Me dijo luego, que no estaba arrepentida de lo que había hecho porque de ese modo , ese día, había salvado su fidelidad.

Me parecía francamente increíble lo que había escuchado. Era una 
historia en parte excitante, en parte admirable. Aunque yo con mi mente semi perversa en primera instancia habría querido aconsejarle que se acostara con Felipe para que la dejara tranquila de una vez por todas, por otro lado me conmovía en cierto sentido la lucha que mi cuñada estaba dando contra los demonios que atentaban contra su fidelidad.

Raro, pense yo... pero excitante y no pude seguir pensando porque Magdalena continuó.

Tu creerás Mercedes que estoy perturbada, pero no es así, simplemente te cuento la que me pasa realmente.

Fíjate que después de esa tarde, decidí unirme a mi marido con mayor pasión, para, de ese modo, barrer de mi mente y de mi cuerpo toda tentación de infidelidad.

De ese modo me comporté cada noche de la forma más provocativa que podía imaginar. Inventé mil juegos algunos de los cuales no me atrevo a contarte, hice que mi marido me recorriera de todas las formas que quisiera, nos levantábamos del lecho para hacer el amor en la cochera, bajo las plantas del jardín, sobre el comedor y me comporté como una prostituta excitando a tu hermano a niveles nunca soñados quedando los dos rendidos por el sexo.

Creí realmente haber superado mi problema de tal modo que ese jueves me quedé tranquilamente en la casa y me alegré, cuando a las cuatro de la tarde el teléfono permaneció silencioso, de modo que continué viendo mi programa de tv.

Transcurridos varios minutos me puse de pie para ir a la cocina por un vaso de jugo y al pasar junto al teléfono me detuve y levanté el auricular para cerciorarme que el teléfono estaba funcionando y comprobé que en realidad Felipe no me había llamado.

Ya cerca de una hora había pasado cuando me di cuenta que estaba muy inquieta, en lugar de estar tranquila, me paseaba nerviosa por la habitación y en un momento creí escuchar pasos en la entrada y pense que quizás Felipe, en su audacia había decidido ir a la casa. Corrí a la puerta y no había nadie. Mi corazón palpitaba aceleradamente, cuando volví al lugar del teléfono, tan solo para cerciorarme que hacia minutos que estaba deseando que el maldito teléfono sonara porque el deseo me había embriagado y ya no podía contenerme.

Me estaba acariciando locamente había colocado entre mis piernas el respaldo de la silla de descanso y rozando mi sexo rítmicamente sobre el lo hacia acariciar mis labios estrujando mis bragas contra el, en un movimiento que por momentos me parecía enloquecedor.

Con la vista fija en el teléfono que seguía silencioso me fui tendiendo sobre la alfombra arrastrando la silla conmigo y fue entonces cuando el sonido del teléfono desencadenó en mi cuerpo un orgasmo mucho mayor que todos los que durante las noches de la semana había sentido junto a mi esposo.

Cuando luego de unos minutos recomponía mis ropas me di cuenta que había pasado otro jueves y había permanecido fiel.

La mujer permaneció ahora en un silencio que yo respeté, si bien debí reconocer que su relato me había conmovido brutalmente en algunas partes de mi cuerpo, porque no podía permanecer impasible escuchando como este monumento de hembra me describía con todo lujo de detalles las más formidables haladasde ganzo que ella desarrollaba todos los jueves como un homenaje en el altar de la fidelidad.

Me di cuenta que seguramente esas prácticas solitarias, junto a las incendiarias sesiones de sexo con mi hermano, eran las que habían convertido su cuerpo en un volcán a punto de estallar.

En ese momento Magdalena se puso de pie dejando sus muslos a la altura de mis ojos y mientras yo los contemplaba deslumbrada escuche su voz diciéndome.

- Ya no puedo resistir mas... quiero que el próximo jueves me acompañes porque sé que si estoy sola no podré resistir y volaré a los brazos de Felipe.

Fue así como ese jueves , con el pretexto de una invitación a tomar el té, me aparecí en la casa de mi cuñada a las cuatro de la tarde.

Magdalena estaba alegre con mi presencia y llena de felicidad porque su confidencia conmigo nos había acercado lo suficiente como para compartir su problema y poder ayudarla.

A las cuatro treinta en punto sonó el teléfono y le dije a Magdalena que no contestara.

Ella obedeció. Después de un corto momento de silencio el aparato volvió a sonar y casi en forma automática nos pusimos de pie y caminamos hacia la mesa.

Ella quiso alargar la mano y levantar el auricular pero yo se la retuve. Su mano estaba caliente, le toqué el rostro y parecía estar afiebrada.

La abracé entonces tiernamente, como para protegerla, y me di cuenta que su corazón latía desbocado. Junté mi mejilla a la suya y como el teléfono había dejado de sonar le hablé suavemente mientras acariciaba su rostro.

Magdalena, vamos, cálmate... yo estoy aquí para ayudarte.

El teléfono volvió a sonar y Magdalena abrazándome, parecía gemir al decirme.

- Tengo que ir... no resisto mas

. Entonces la retuve con fuerza contra mi pecho y metí mi mano entre sus piernas levantando su falda. Sus muslos ardían y luego pude constatar que su braga estaba mojada.

La estaba desnudando y apareció en mi mente, en forma nítida, la idea que se me había alojado desde nuestra conversación del domingo.

Porque todos estos días no había hecho otra cosa que desearla. Busqué sus labios y la besé, comprobando con alegría que la hembra respondía a mis besos en forma incendiaria.

Nuestras lenguas dialogaban locamente mientras ella me desnudaba presurosa para que luego de unos minutos deliciosos nuestros cuerpos desnudos se reconocieran plácidamente.

Sin dejar de besarnos nos fuimos deslizando hasta la alfombra y allí nos buscamos con deleite.

Eramos dos hembras que de tanto compartir la situación pasional de Magdalena, habíamos acumulado una tensión erótica descomunal y que por fin teníamos la oportunidad de desplegarla a plenitud sin privarse de nada y así buscamos los mejores ángulos para nuestros cuerpos ardientes y dimos rienda suelta a nuestra imaginación y pude comprobar por fin la real hermosura de esta hembra haciéndola mía de formas cada vez más audaces.

Me abrí para recibir sus dedos y su lengua y me apoderé de sus pezones mientras ella buscaba mis profundidades repitiendo mi nombre.

Nos hicimos el amor durante un tiempo que no terminaba de pasar y recogimos en nuestras bocas los orgasmos que nos ocasionaba el teléfono cada vez que sonaba.

Caía la noche cuando en medio de las últimas y más provocativas de las caricias, nos juramos repetir esta ceremonia subyugante todos los jueves, asegurando de ese modo que mi hermosa cuñada conservaría para siempre su fidelidad.

Creo que es algo que tengo que hacer por la felicidad de la familia.

¿ No lo creen así Uds.?


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