domingo, 11 de febrero de 2018

El club de las adictas a el esperma (2)


El cine estaba muy oscuro. La película a exhibir era de un autor europeo bastante famoso entre los cinéfilos cultos, pero desconocida para el gran público. Eso garantizaba que la sala estuviera casi vacía. Con capacidad para casi 200 personas, no llegarían a una docena los asistentes.

Héctor llegó temprano y se ubicó en la última fila. Era el lugar más oscuro de la oscura sala. La película estaba por empezar. Vio unos avances de los próximos estrenos mientras miraba la hora en su reloj, un poco impaciente.

Georgette y Karen llegaron poco después. Les fue fácil ubicar a Héctor a pesar de la oscuridad debido a lo preciso de la descripción que él les hizo del lugar y porque se guiaron con unas pequeñas linternas. Ambas sonrieron al verlo. Lo saludaron con un cariñoso beso en la mejilla y se sentaron a ambos lados de él. Georgette a su izquierda y Karen a su derecha.

Héctor tenía más de cincuenta años pero muy bien conservados. Era divorciado y se dedicaba a la compra y venta de inmuebles. Lo habían contactado por una web de ligues eróticos y desde el primer momento les agradó por su cultura y su cortesía. Parecía de esos galanes del siglo XIX con frases corteses y mucha caballerosidad.

Las dos mujeres fingieron mirar la película mientras sus manos recorrían la endurecida entrepierna del hombre. Héctor las dejó hacer, mientras pensaba que iba a estallar por esos previos a lo fundamental que los tres habían venido a hacer.

La película avanzaba y Karen fue la primera en agacharse para empezar a lamer el pene de Héctor. Él se recostó con los ojos cerrados mientras su mano derecha acariciaba los cabellos de Karen y su mano izquierda jugueteaba sobre la falda de Georgette. Él les había pedido amablemente que fueran con falda y ellas habían accedido sin chistar.

Karen abrió la cremallera y dejó que el endurecido falo del hombre brotase libre. Empezó con calma, chupando de arriba abajo y de abajo arriba provocándole un sumo placer a Héctor. Chupaba muy suavemente el capullo, pasando su lengua por el tronco de la polla, una y otra vez. Sus deditos acariciaban con mucho cuidado los testículos del hombre. Karen se metía casi toda la polla en su boca. La metía y la sacaba una y otra vez e intercalaba con su mano para hacerle una paja. Héctor estaba totalmente extasiado, estaba seguro que con ese tratamiento no tardaría en correrse.

El hombre estaba cada vez más cachondo. Su mano izquierda ya no estaba sobre la falda de Georgette sino directamente sobre el muslo de la mujer. Había ido subiendo la tela de la prenda hasta poder tocar la piel directamente, ahora la falda estaba casi completamente recogida sobre las bragas de ella, que lo dejaba hacer mientras se relamía de gusto viendo a su amiga lamiendo el falo de Héctor.

Lo cierto era que pocas veces le habían hecho a Héctor un tratamiento oral como en esa ocasión. Le estaban haciendo una mamada monumental. Karen era una auténtica profesional de la felación. Héctor introdujo su mano derecha por el espacio que quedaba libre para cogerle los pechos y manosearlos a su regalado gusto.

Héctor estaba en el momento más alto de excitación, lo que más deseaba era correrse dentro de su boca de la mujer, y ella lo que más deseaba era tragarse su semen. Esa conjunción perfecta de deseos alcanzó su pináculo de gloria en una erupción espermática que inundó la sedienta boca de Karen.

Fue una explosión de placer, Karen había alcanzado el momento justo. La corrida dentro de su boca le proporcionó una sensación indescriptible. Ella se tragó todos los borbotones de leche que salían de la punta del capullo. Héctor se estremecía con cada nueva emisión de semen. Por un instante supremo pensó que eso no terminaría nunca. El lugar y la habilidad femenina le estaban proporcionando una de las eyaculaciones más prolongadas y copiosas de su vida.

La mano izquierda de Héctor apretó el muslo de Georgette mientras se venía. Ella tuvo que apartarlo con delicadeza haciendo uso de ambas manos, pero no fue necesario hacer mayor esfuerzo porque era notoria la pérdida de fuerza del hombre.

Cuando Karen se levantó, tenía una sonrisa de oreja a oreja. Una gota pícara quería escaparse por la comisura de sus labios, pero ella la atrapó con su dedo meñique. La introdujo en su boca y se la tragó.

“Ahora es tu turno”, le dijo Héctor a Georgette quien se extrañó de la rapidez de la invitación pero no se hizo repetir tal ofrecimiento. Se acomodó sobre el regazo del hombre y empezó a lamer la morcillona pieza de carne donde pudo atrapar los restos que su amiga había dejado escapar.

Karen estaba un poco más relajada, pero la traviesa mano derecha del hombre levantó su falda y empezó a juguetear directamente sobre sus bragas. Ella no se hizo de rogar y abrió las piernas en lo que le permitía la estrecha butaca. El hombre no desperdició la oportunidad e introdujo sus dedos por debajo del elástico de la prenda y se dirigió directamente hacia el endurecido clítoris.

Gracias a la habilidad bucal de Georgette y la potencia viril de Héctor, no fue necesario mucho tiempo de estímulo previo para que el mástil del hombre volviese a ondear la bandera en su total plenitud.

La mujer empezó a subir y bajar la cabeza con vehemencia. El hombre bufó de gusto mientras sus dedos se introducían en la húmeda vagina de Karen quien tuvo que morderse una mano para que sus gemidos no atrajesen la atención del escaso público de la sala.

La película llegaba a su punto culminante, en su correcta acepción de mayor interés para los escasos asistentes así que faltaba el tiempo suficiente para que Georgette completase su faena.

Y vaya que ella era dedicada a su tarea. Fijando con su mano la base del pene, la mujer se dedicó a dar lengüetazos cada vez más fuertes al capullo masculino. Héctor sentía ya hervir la sangre nuevamente, con su mano izquierda le imprimió el ritmo que deseaba a los movimientos de la cabeza de Georgette, mientras su mano derecha hacía que Karen llegase a un breve pero intenso orgasmo.

La segunda erupción fue menos copiosa que la primera pero le permitió a Georgette beber el líquido sagrado que tanto necesitaba. Ella continuó prodigando sus caricias bucales hasta que la verga de Héctor cayó completamente rendida, esta vez sí por un buen rato.

Georgette se levantó y sonrió al ver la expresión de su amiga quien parecía un poco avergonzada por haber alcanzado el orgasmo. Héctor le preguntó en voz baja si deseaba el mismo favor pero ella se negó con un agradecimiento cariñoso.



Las dos amigas salieron antes que termine la función. Héctor pudo ver el final de la película que había visto docenas de veces. Era una excelente obra pero se veía mucho mejor después de que dos felatrices expertas lo habían dejado completamente satisfecho.

El club de las adictas a el esperma (1)


Georgette y Karen parecían dos adolescentes en su primera cita mientras esperaban en el parque a la llegada del hombre al que habían conocido dos semanas antes por internet. Tenían varios meses inscritas en varias páginas web de contactos eróticos pero nunca se había decidido a dar el paso al contacto real, por varias razones.

Georgette era casada, sin hijos. Su esposo viajaba con mucha frecuencia lo cual la dejaba permanentemente insatisfecha. Como había sido criada en una familia de valores conservadores, no quería tener un amante pero necesitaba gozar del sexo. Específicamente de una variedad a la que se había hecho adicta en la adolescencia. Era de contextura mediana, ni flaca ni gorda, no muy alta, de piel blanca, cabello castaño, de ojos azules, nariz aguileña, poseía una figura que no llamaba mucho la atención.

Karen era su amiga desde los años de colegio. Compartían el mismo gusto específico por una variedad del sexo que no era fácil de conseguir. Ella era un poco más bajita que su amiga. Tenía una sonrisa pícara con los incisivos grandes que la hacían parecer una conejita. Gordita de curvas no muy exageradas, pero muy ardiente en la cama. Era soltera pero había tenido largos compromisos que no la habían satisfecho totalmente.

Las dos eran adictas al semen masculino. Georgette había disfrutado de esa afición desde la adolescencia, con un primo lejano con el cual había aprendido todo lo relacionado al sexo oral. Lamentablemente no había podido disfrutar de esa adicción con sus parejas posteriores. Si bien a la mayoría les gustaba el sexo oral, no parecían disfrutar del hecho que ella se lo tragase. Con su marido le había ido peor ya que él al principio lo había disfrutado pero luego le había dicho que eso le parecía pecaminoso. Por si fuera poco, sus continuos viajes los habían alejado muchísimo más. Estaba al borde del divorcio pero había decidido darle unos años más de plazo antes de separarse definitivamente. Ella había sido criada en la idea de que el matrimonio era para siempre.

Karen por su parte, había descubierto su adicción de manera tardía. Fue recién en la universidad que su novio de esos años, le rogó primero y le exigió después que se tragase el semen. Desde la primera vez, ella se dio cuenta de que le gustaba y posteriormente le fascinó por completo. Lamentablemente ese novio le fue infiel y sus dos novios posteriores no eran tan proclives a disfrutar de esa afición suya. Desde hace un año salía con un muchacho un año menor que ella con el cual gozaba del sexo pero a él no le agradaba tanto terminar en su boca, prefería hacerlo en su vagina lo cual la estaba sacando de quicio.

Ambas frisaban la treintena pero parecían veinteañeras con la ropa informal que usaban para esa ocasión especial. Georgette usaba unos anteojos oscuros enormes pasados de moda que se había demorado varias horas en encontrar en casa. Ninguna tenía ni pizca de maquillaje. Querían pasar desapercibidas si por alguna extraña casualidad alguien las veía en ese lugar.

Fue Georgette la que empezó a buscar posibles parejas masculinas para satisfacer su adicción. Ella era la más alocada de las dos. Habían conversado de ese tema varias veces cuando estaban a solas y con unas copas de más, pero nunca habían pasado a la acción. Fue una noche mientras leía relatos eróticos para excitarse, que Georgette dejó a un lado su vibrador y puso manos a la obra. Se creó un perfil en varias páginas de contactos y puso un par de fotos. De inmediato empezaron a llegar las invitaciones de contactos y a conocerse en el mundo real.

A Karen le gustó la idea. Ella empezó a manejar la cuenta y pronto escogió a tres posibles candidatos. Los contactaron vía chat y los fueron descartando. Luego llegó el intercambio de fotos y finalmente la webcam. Después de unos días llegaría el ansiado contacto real. Para esa ocasión eligieron un lugar público aunque poco frecuentado, un parque en el otro extremo de la ciudad donde vivían.

El elegido fue Renato, alto y bien parecido. Casado con hijos pero infeliz en su matrimonio por la falta de sexo y específicamente de sexo oral. Parecía el candidato ideal para ambas, ya que era muy discreto y con ganas de disfrutar del sexo sin mayor compromiso. Acordaron que se verían en un lugar público donde ellas le harían sexo oral por turnos. A él le llamó la atención que ambas le repitiesen varias veces que su principal interés era tragarse su semen.

Renato llegó puntualmente. Ambas contuvieron el aliento al verlo. Era más alto y guapo de lo que habían pensando. Las fotos que él colocó en su perfil de la página web de contactos no le favorecían.

El hombre las miró un poco decepcionado. No esperaba ver unas beldades pero tampoco pensaba que eran tan mayores. No es que le gustasen las adolescentes pero se notaba que no eran tan jóvenes como pretendían hacer creer. De todas maneras ya estaba ahí y tenía pensado pasar un buen rato.

Conversaron un poco en una de las banquitas centrales del parque. De vez en cuando pasaba una pareja de jubilados o una nana con algún párvulo. Después de unos minutos de charla fueron a los parquecitos interiores. Los preferidos por los enamorados y parejas amantes del sexo en lugares públicos. Ese lugar era muy conocido por eso. Hasta habían hecho un documental en la tele hace unos años.

A esa hora del día, a media mañana, los lugares privados estaban casi todos disponibles. Renato las dejó elegir. Las notaba un poco nerviosas, así que no las presionó ni las hizo apresurase.

Una vez ubicado el lugar ideal, con árboles pequeños que cubrían el 90% de la vista, se sentaron. Georgette en la misma banquita que Renato, y Karen en otra que daba frente a la entrada del lugar. Fingía leer un periódico mientras no se perdía detalle de lo que sucedía entre su amiga y Renato, además podía vigilar la entrada por si aparecía algún paseante inoportuno. Era un lugar privilegiado para el espectáculo que se avecinaba y para hacer las funciones de vigilancia.

En la otra banquita, Georgette estaba emocionada. Hace buen rato que miraba, cada vez con mayor descaro, el abultado paquete entre las piernas de Renato. El hombre no se apresuró en pasar a la siguiente etapa. Dejó que ella se pusiera cómoda. Poco a poco extendió su brazo rodeándole el hombro. La mujer hablaba sobre varios temas como una cotorra. Cuando él supo que había llegado el momento, simplemente la atrajo hacia sí y le metió la lengua hasta la garganta.

Hubo un segundo en que Georgette se resistió, poniéndose tensa. Fue un corto tributo a sus valores conservadores. Era la primera vez desde su matrimonio que otro hombre distinto a su esposa, la besaba. Luego de ese breve intervalo de reticencia, cedió completamente, dejó que la lengua del hombre entrase en su boca. Instintivamente las delgadas manos de la mujer se dirigieron al paquete del hombre. Abrió torpemente la cremallera para que el pene de Renato brotase libre al fin después de estar buen rato en una posición apretada e incómoda.

Karen no se perdía detalle de lo que sucedía. A medias oculta por el periódico y mordiéndose nerviosamente los labios, se relamía de gusto al ver a su amiga disfrutando de los ósculos del hombre. Parecía que ambos querían devorarse mutuamente. Pero lo mejor estaba por venir.

Tragó saliva cuando Renato guió con firmeza a la cabeza de su amiga sobre su pene erecto. Georgette abrió la boca completamente para atrapar con sus labios todo el glande y posteriormente el falo entero del hombre. Parecía que no lo hacía desde hace años. Karen maldijo la mala suerte que tuvo el día anterior al perder en el lanzamiento de moneda que definió quién sería la primera en disfrutar del sexo oral con el hombre que ambas habían escogido en la página web de contactos eróticos.

Georgette, con los ojos cerrados, se deleitó de la barra de carne que tenía entre los labios. Chupaba todo el largo del falo de Renato. Había soltado los botones de su pantalón además de soltar la cremallera. El hombre le acariciaba el cabello y la espalda sin mucho entusiasmo. Estaba más concentrado en disfrutar de las caricias orales que ella le prodigaba.

“Lo chupas bien”, le dijo con la voz enronquecida.

“Grampciasss…”, masculló ella sin soltar prenda.

Desde la posición que estaban, era difícil alcanzar los testículos del hombre. Georgette se dedicó a acariciarlos un poco con la punta de los dedos. Renato estaba completamente depilado. Eso la excitaba sobremanera.

La mujer era toda una experta. Lamía el falo de arriba abajo y luego lo alternaba con la boca abierta para meterse todo el capullo en la boca. Lo apretaba entre sus labios y luego bajaba lai cabeza poco a poco, disfrutando como su polla entraba milímetro a milímetro dentro de su boca. Georgette era capaz de metérsela entera en la boca, aunque le faltara el aire, pero el placer que eso le proporcionaba era mayor que esa sensación desagradable.

Continuó mamándosela así, metiéndosela en la boca todo lo que podía y comenzó a ir cada vez más rápido, moviendo su boca arriba y abajo por su polla. La respiración de Renato era cada vez más acelerada, señal de que lo estaba disfrutando.

Renato lanzó un besito volado a Karen que se sonrojó aun más de lo que estaba y se rió, cubriéndose el rostro con el periódico. Tuvo que echarse aire con las hojas del periódico para calmarse un poco.

El hombre cerró los ojos y cogió la nuca de Georgette. “Ya viene” gruñó, para advertir a la mujer. No había pasado mucho tiempo, ella era realmente una experta.

El momento tan esperado había llegado. Por un instante Georgette pensó que sería terrible que los interrumpieran en ese instante. Pero cuando el semen empezó a brotar solo pensó en el placer que tragarlo le proporcionaba.

Renato comenzó a empujar la cabeza de Georgette hacia abajo. Ese movimiento hizo que su polla entrase entera en su boca, más profundo de lo que ella había sido capaz de meterla antes y de súbito, un líquido caliente empezó a desparramarse en la boca de la mujer. No podía respirar a causa de su corrida e instintivamente intentó sacarme la polla de la boca para poder respirar pero él seguía empujando su cabeza contra su polla por lo que le fue totalmente imposible sacársela de la boca. Además que ella no quería hacerlo, pues lo que Georgette realmente deseaba era tragarse todo su semen, su leche divina.

Unos segundos después, la presión de la mano sobre su nuca se aflojó, por lo que pudo sacar el falo de su boca para respirar un poco y acto seguido, volver a tragarse el pene. La corrida de Renato fue espectacular, con gruesos goterones brotando sin parar.

Fue como un volcán en erupción. Georgette no recordaba haber recibido tanto esperma en su boca antes. A riesgo de atorarse, se lo tragó sin parar. Renato soltó un bufido conforme sentía como brotaba esa semilla natural de sus entrañas. La mujer no dejó escapar ni una gota.

Karen, como testigo privilegiada de lo que ocurría a unos cuantos pasos de ella, vio los estertores de placer del hombre y pudo adivinar como su amiga se aferraba al miembro viril de Renato para captar hasta el último microlitro de ese líquido tan preciado para ambas.

Cuando Georgette se incorporó, para tomar aliento, su rostro era un poema. Completamente despeinada pero feliz, con una sonrisa de oreja a oreja, le dio un pico en los labios a Renato. De su cartera extrajo unos pañitos perfumados y se limpió el rostro. Renato respiraba pesadamente, lo había disfrutado.

“Lo haces bien, flaquita”, le dijo.

Sin esperar más, Karen se puso de pie. Georgette la miró con los ojos vidriosos y comprendió sin necesidad de mediar palabra que era el turno de su amiga. Intercambiaron lugares con presteza.

Renato quedó con las piernas abiertas y su pene fláccido a medias cubierto por la ropa. El también tuvo la precaución de llevar una chaqueta ligera a pesar del calor para cubrirse y así escapar de miradas indiscretas por si los interrumpían. Era media mañana así que las probabilidades eran bajas pero era mejor prevenir. Se cubrió la entrepierna con la chaqueta mientras descansaba su fiel compañero.

Karen estaba impaciente pero también nerviosa. Su amiga estaba un poco más tranquila después de haberse tragado una buena porción del líquido sagrado de Renato. Estaba segura que ella quería irse para hacerse un dedo o pasar una larga sesión con su vibrador, pero debía hacer las funciones de guardiana ahora que era el turno de su amiga. Se preguntó cuánto debería esperar para que el hombre esté nuevamente listo para otra mamada.

No tuvo que esperar mucho, solo pasaron unos minutos y vio cierto movimiento en la chaqueta de Renato. Sin dudarlo, envalentonada por lo que había visto antes, apartó la chaqueta y vio la erección tan deseada.

A pesar de la excitación supo contenerse un instante y antes de colgarse del pene de Renato, le preguntó.

“¿Podrías ponerte de pie?”

El hombre lo pensó un instante, se encogió de hombros y se levantó.

De pie junto a la banquita, con los pantalones y los calzoncillos a la altura de la rodilla, Renato tenía una mejor vista del parque y de los paseantes, semioculto tras las ramas. Y Karen tenía un mejor acceso a su erección.

Arrodillada sobre el duro pavimento, la mujer estaba un poco más incómoda que su amiga, pero podía acceder a todo el falo, además de poder lamer los testículos completamente depilados de Renato.

La erección del hombre no era tan firme como la que había podido apreciar hace un rato pero igual la satisfizo. Karen se dedicó a lamer y chupar con fruición, deleitándose con los flujos del hombre. Su amiga se relamía recordando lo que había gozado poco antes y lamentándose de no haber tenido esa idea. Como su posición de vigilante ya no era tan necesaria, pudo dejar a un lado el periódico y concentrarse en ser una observadora privilegiada de la soberana mamada que su amiga le prodigaba a su nuevo amigo.

Karen se ayudó con las manos para hacer que el hombre alcanzase la eyaculación. Él la sujetó por la nuca mientras ella chupaba sin parar conforme el líquido seminal empezó a brotar. No fue una erupción tan potente como la que gozó Georgette, pero tampoco fueron unas cuantas gotas. Renato no les había mentido al señalar que producía gran cantidad de semen.

Luego de chupar hasta que el pene se redujó a la mínima expresión, Karen se puso de pie. Adolorida pero satisfecha, usó los pañitos perfumados que Georgette le alcanzó. Se limpió el sudor de su rostro.

Renato también se limpió el pene. Luego de arreglarse un poco, la ropa y el cabello, fueron caminando por el parque. Comentaron un poco sobre lo ocurrido y luego sobre otros temas. El hombre era un conversador ameno y las hizo reír con un par de bromas.

Al momento de despedirse, ambas le pidieron su número del móvil. Renato les advirtió que no llamaran por la tarde o en la noche pues se encontraría en compañía de su esposa. Pero en horas de oficina podrían encontrarlo disponible.

Mientras regresaban a casa, en el carro de Georgette, las amigas no pararon de hablar de Renato y su pene. El tipo les parecía guapísimo, lástima que su esposa fuese una arpía frígida que lo desaprovechase. A las dos les había fascinado el sabor de su semen. Georgette estaba realmente fascinada por la cantidad que se había tragado. Karen había podido disfrutarlo más a su satisfacción.

“No puedo esperar a tenerlo en la cama”, dijo Georgette.

“Yo espero tenerlo primero”, reclamó Karen. Ambas rieron.

ijera con el conejo de Alicia


Ella me miraba con deseo, bajando la vista si la sorprendía con sus ojos clavados en mí. Alicia es muy vergonzosa, tendrá unos veintitrés años como yo, pensaba. Ella me gusta mucho y antes de acabar el curso la convencí de jugar a hacer "la tijera" las dos, como un juego travieso y erótico. Su grieta húmeda me enamoró.

Alicia es una compañera de facultad, no somos del mismo grupo de amigas, solo nos sentimos atraídas y nos comemos con los ojos.

Nuestras miradas se cruzaban en clase continuamente, como una atracción sin palabras, solo esa sensación de deseo intenso hacia alguien. Alicia es pelirroja, como yo. Yo suelo acariciarme, deseándome a mí misma: me encanta deslizar mis manos por mis muslos blancos y desnudos y retorcer mi sexo hasta casi hacerme daño; también juego con mis pechos. Desde siempre, me atraen otras chicas pelirrojas, no sé si será autoestima alta o solo son mis preferencias. Alicia me observaba en clase a diario, ruborizándose si la sorprendía con su vista puesta en mí. Yo soy bisexual y creo que ella también, pero también creo que le da vergüenza que le gusten otras chicas. En los últimos días del pasado curso fui acercándome a ella en clase, cambiándome de sitio, cada día más cerca de ella. Me excitaba mucho ver como se ponía nerviosa al sentirme cada vez más cerca, ¡cómo me gustó provocarla!

Alicia no es tímida cuando está con su grupo de amigas, al contrario, se la ve muy decidida. Su timidez hacia mí no es más que su negación a tener deseos lésbicos, estoy segura...ahora.

Sinceramente, creo que me estaba enamorando de Alicia y eso me dio alas para ser más audaz que nunca con una chica heterosexual, o casi. Ella tiene un cabello muy cortito; su cogote blanquito es una tentación; yo por el contrario tengo una melena rizada que me llega por los hombros, el color de nuestros cabellos es de un pelirrojo intenso en las dos, bueno,en ella más que en mí (se nota que me gusta mi pelo, ¡verdad!, ja ja. 

El día que me "abalancé" sobre ella, acosándola, para intentar tenerla; ese día me perfumé de Dior y me puse mi vaporosa minifalda estampada de seda, que me queda de vicio, con su colorido estampado. Ese día fue el primero que me senté junto a ella, rozándose la parte externa de nuestras rodillas; la piel de su muslo, en contacto con el mío, se erizó. Le hablé así, y me respondió nerviosa pero excitada:

_ Cómo te llamas, te veo a diario y no se tu nombre; yo me llamo Margarita, eres preciosa.

_Me llamo Alicia, yo también te miro a diario; eres muy bella, ¿sabes?, hay chicos que te desean, me lo han dicho, eres muy atractiva y tus minifaldas son la bomba chica.

_ Gracias Alicia, ¿tomamos algo después de las clases?

_ Vale.

Durante tres días, después de las clases, fuimos de paseo las dos, nos brillaban los ojos al mirarnos y no parábamos de hablar, nos contábamos todo, bueno, casi todo, por lo menos yo. Nos sentíamos muy a gusto y solo el tercer día me atreví a hablar abiertamente sobre mi deseo hacia ella:

_ Alicia, me gustaría verte desnuda y acariciar tu piel, te deseo, preciosa.

_ Margarita, yo nunca he estado con otra chica, no creía que me gustaran las chicas siquiera... pero cuando me sorprendo mirándote el culo, dudo.

_ Alicia, podemos jugar a estar desnudas las dos y si no te apetece no nos tocamos; solo nos miramos, ¿vale? 

_ Vale Margarita, yo también quiero verte desnuda, saber cómo es tu cuerpo. Me estas llevando al "otro lado" jajaj.

La llevé a mi piso compartido y, a petición mía, nos duchamos juntas en el baño, cerré la puerta porque estaba en el piso una de mis compis, Julia. Sin pedirle permiso a Alicia, besé su cogote peladito y le di un mordisquito... solo me dijo: _ tontita que haces _. La enjaboné con mis manos, sin esponja, sintiendo su piel. Su chochito estaba muy poblado como una selva roja y llena de jabón; le pregunté:

_ Quieres que te afeite el chocho aquí en la bañera, se hacerlo muy bien, ¡anda déjame!

_No sé, la última vez me corté, si prometes no cortarme te dejo.

_ Prometido Alicia.

Cogí mi maquinilla íntima y, agarrando a Alicia por la cintura con mi mano izquierda, con la derecha comencé a "despoblar" el espeso vello de su pubis, con pasadas continuas, no dejando ni un pelo, ¡a ras de piel! Alicia había separado sus piernas para dejarme hacer y se mordía los labios excitada por mi tacto en su sexo... retorcí su sexo con mis dedos hasta conseguir llegar a todos los rincones de su chochito, no dejándole ni un solo atisbo de vello pelirrojo. Recogí del fondo de la bañera un puñado de pelos muy suaves, más suaves que los míos, los apreté en mi puño frente a su ruborizado rostro, como mostrándole que apretaba en mi puño parte de ella; después los tire al váter sin dejar de mirarla, diciéndole con esa acción que era mía. Después de tirar de la cisterna abrí la alcachofa del agua y nos enjuagamos las dos. Yo no me afeité, mi chocho lo tenía también rasurado, desde el día antes.

Nos secamos, nos vestimos y nos encerramos en mi habitación, pasando junto a Julia en el pasillo, la cual miró a Alicia con desdén.

Ya en mi habitación nos desnudamos otra vez; encendí la luz del techo y jugamos con los móviles a hacernos fotos en poses muy atrevidas, fotos que nos mandábamos al instante por wasap, conservo las suyas como un tesoro, ¿su cuerpo? Alicia es muy delgadita, sus caderas son pequeñas pero su pequeño culito es muy firme. Su piel es muy clarita pero no tan clarita o pecosa como la mía. Sus pechos son muy pequeños, pero con unos pezones como dados, gordos y duros, su rostro era tan tierno que le tuve que preguntar:

_ Aunque estás en mí mismo año de carrera, ¿seguro que no vas adelantada?

_No Margarita, tengo más edad que tu; aunque parezco muy joven, tengo veinticuatro años, tu veintitrés, ¿verdad?

_ Si, Alicia, es que pareces un pimpollo. ¿Puedo acariciarte un poco Alicia?

_Te veo muy lanzada Margarita, pero yo no estoy segura de que quiera tener sexo con otra chica, lo de las fotos ha estado bien, también ver tu cuerpo rotundo, tus firmes caderas, tus grandes pechos, tu cintura estrecha y ese coño que tienes, que parece un bollo de confitería, ¡es perfecto! No te digo que no me apetezca Margarita, lo que pasa es que no me siento lesbiana.

_No tienes que sentir nada distinto a ti, solo dejarte llevar por lo que te guste en cada momento; si quieres que mantengamos en secreto nuestra atracción, no diré nada en la facultad, palabra.

_ Bueno, así si Margarita, ¡pero solo por probar un poco!, ¿vale?

_ Vale Alicia.

Me puse detrás de ella, acaricié su culo con las dos manos, apretándole un cachete con cada mano (tenía el tatuaje de un escorpión en su cachete derecho) luego la agarré por la cintura, acercándome a ella y aplastando mi pubis contra su firme y pequeño culito. A la vez, bese su cogote desnudo de cabellos, su melenita estaba pelada en disminución como el cabello de un chico.

Le mordí sus orejitas, olía a ternura y a limpieza. Me puse frente a ella y rocé con mis uñas esmaltadas su sexo desnudo y diminuto y, sin pedirle permiso, la besé en los labios. Alzó sus manos como para apartarme de ella, pero los detuvo en el aire como alas de paloma estática. Le dije:

_ Alicia, te quería preguntar, ¿has oído hablar alguna vez de "hacer la tijera" dos chicas?... no tienes curiosidad por saber qué se siente al aplastarse tu coño contra otro coño. ¿Hacemos la tijera las dos?, solo como un juego, no te vayas a creer, nuestro secreto, una experiencia íntima.

_ Desde luego Margarita que hoy me quieres volver del revés, ¿tú has hecho eso antes?

_No, no lo he hecho nunca; he hecho cosas más fuertes, pero la tijera no; pero hoy quiero probar contigo. Será nuestro secreto.

_ Bueno Margarita, pero solo un ratito; que me da un no sé qué, ¿cómo me pongo?, ¿en qué postura?, ¡qué fuerte chica!, si lo supiera mi novio jajaj, ¡o mis amigas!

_ Pero no lo sabrán. Alicia, recuéstate en la cama de costado, y alza una pierna.

_Ok Margarita.

Alicia estaba caliente como una perrita en celo empezando a experimentar. Al tumbarse de costado y alzar su pierna derecha dejó el chochito expuesto para que yo, tumbada en los pies de la cama, en postura horizontal, ascendiera por las sábanas hasta tocar sus pechitos con mi pierna derecha y su cogote con mi extremidad izquierda. Rastreé mi culo por la cama hasta sentir como mi gran bollo "atrapaba" como una medusa sedienta el pequeño y oscuro chocho de Alicia... unnnn su chocho estaba dentro del mío... alcé mi culo repetidas veces para restregarme contra su grieta, me dijo ella:

_Margarita, me gusta mucho, de verdad, me siento querida y muy húmeda.

Estábamos las dos empapadas, mis labios mayores se aplastaban contra su coño y contra sus muslos al moverme. Alicia se corrió como " un disparo húmedo" muy fuerte contra mi chocha abierta, ¡muy caliente!, ¡con mucho impulso!, me llegó dentro de mi vagina.

Después y, sin pedirle permiso, me senté sobre su cara, apretando mi coño contra su boquita de piñón... pero antes de eso le dije:

_ Alicia, zorrita; me has puesto el coño perdido con tus fluidos, ahora, por favor, con tu lengua, ¡límpiamelo! Clavé mi ojete en su nariz y mi bollo lo aplasté contra su boca. Su boca me limpió el coño a fondo, cada pliegue; su lengua rebuscaba entre los dobleces de mi sexo, "desecándomelo" a lengüetazos... tan requetebién lo hizo, tan bien; ¡que me corrí en su boca!, ¡¡como una escopeta!! , soltándole uno de mis "trallazos húmedos". Alicia no cerró la boca, no, al contrario; la abrió del todo, como un pajarito en el nido esperando su alimento.

Mi flujo llenó su boca y salpicó toda su cara... ruborizada, muy excitada e impregnada de mí ser, Alicia me dijo bajito:

Margarita, pero que me has hecho que te deseo más que nunca he deseado a nadie.

Hemos repetido después. Cuando tardo en escribirle me manda fotos desnuda, en poses que me calientan el coño tanto que tengo escribirle y que quedar con ella.

La enfermera abusó de mi


Me llamo Miguel y tengo 25 años. Vivo en una casa de una familia acomodada y desde pequeño nunca me faltó de nada. A los 18 años, en cuanto me saqué el carnet de conducir, mi padre me compró un coche de segunda mano. Aunque era de segunda mano, era un buen coche y me duró bastante tiempo. Entonces era un chico responsable y conducía bien. Supongo que por eso no he tenido que cambiarlo hasta hacer relativamente poco, dos años.

Cuando ya trabajaba, decidí comprarme uno nuevo. Un deportivo, para fardar con las chicas y eso. 

Después de un mes, empecé a salir con una chica. Nos llevábamos bien y nos íbamos por ahí en mi coche. La verdad, no se si le gustaba mas yo o mi coche. No me importaba, lo único que quería era llevármela al huerto.

Un día nos lo montamos en el coche. Estaba follándomela sin condón y cuando estaba a punto de correrme, me rayé, no porque pudiera dejarla embarazada, sino porque pudiera manchar la tapicería con mi semen. 

-Ah, ah, ah, gemía ella. 

Yo estaba a punto y cuando me corrí, casi no me dio gusto por lo preocupado que estaba. Me quedé dentro de ella después de irme. 

-¿Que haces tío? me dijo. Salte ya. 

-Espera, ¿tienes un clinex?

-Si, creo que tengo uno en el pantalón. 

Tenia el pantalón y las bragas por los tobillos, y ella se agachó para cogerlo y yo con la polla dentro de ella. La situación era un poco rara. 

-Toma, anda. 

La saqué con cuidado y me limpié el semen. Después nos vestimos y la llevé a su casa.

-Hasta otra. Me dijo. 

No sabia aun que no la volvería a ver mas. 

Cogí la carretera de la playa para volver a casa y a los 5 km mas o menos, otro coche adelantó por el carril contrario y acabó estrellándose contra el mío.

Me llevaron al hospital, de eso me enteré después. Tenia varias costillas rotas y estaba todo escayolado. 

Cuando mis padres se enteraron, enseguida acudieron a verme. Estaba grave, pero me habían dicho que saldría adelante. Solo que me esperaban unas cuantas operaciones. 

Unas semanas después de mi primera operación, un clavo en la rodilla, me aconsejaron que empezara a andar por la habitación. La tenia para mi solo, porque como mis padres tenían mucho dinero, me habían llevado a un hospital privado, y ademas era grande. 

Aunque no me desenvolvía mal andando solo, (me habían quitado la escayola del pecho) no podía ducharme solo, con el suero, la escayola y eso. 

Tenia una cuña puesta y la enfermera me la cambiaba cada poco. Al principio no me importó que pudiera verme el pene. 

Me dijeron que avisara enseguida en cuanto necesitara ir a ducharme. Así que ese día toqué el timbre para avisar de que tenía que ducharme. 

Carmen, la enfermera del turno de mañana, que llevaba mi habitación y alguna mas, se presentó enseguida. 

-Hola Miguel, ¿que tal te encuentras hoy?

-Mejor, gracias. 

-Anda, vamos a la ducha. 

La verdad es que Carmen era guapísima, debía de tener un año o dos mas que yo, y mientras me llevaba a la ducha, me vino a la cabeza el morbo ese que nos dan a los hombres los uniformes y mas el de enfermera. 

Me quitó la bata con cuidado y me dejó desnudo. Tenia los brazos escayolados y la verdad es que ella tendría que hacer casi todo el trabajo. 

Abrió el grifo y me mojó todo el cuerpo. Me había cubierto los brazos y la pierna con un plástico especial para que no se mojaran. 

Entonces vino lo peor. Empezó a enjabonarme y claro, cuando bajó a mi pene, este reaccionó. Ella pareció no enterarse de que se estaba poniendo duro como una piedra. 

Siguió con pecho y espalda y bajó hasta el culo. Para entonces estaba a punto de estallar. Ella seguía a lo suyo, sin decir nada. 

Luego volvió de la espalda al frente y frotó con la esponja todo mi pene. Si no fuera por como estaba, le habría preguntado que forma tan rara era esa de lavarme. Porque ella estaba subiendo y bajando la esponja por mi pene, claramente masturbándome. 

Ella aceleró un poco mas el movimiento y entonces no pude mas, me agarré a su hombro y me corrí con un gemido, que esperé que el agua de la ducha tapara. 

Como si no hubiera pasado nada, ella terminó de aclararme, llevándose el desagüe todo el jabón y el semen. Después me secó y me vistió y me tumbó en la cama.

-¿Que, que tal?¿Te has relajado con la ducha?

Iba a contestarle que me había relajado con la paja que me había hecho, pero preferí callarme.

Me dormí un poco y mas tarde, me despertó porque traía la comida. 

-¿Tienes hambre? La comida esta muy rica. Anda, pruébala. 

Comí y la miré a la cara. Estaba a punto de decirle algo, pero me callé.

El día pasó relativamente rápido y llegó la hora de acostarme. Carmen me ayudó y luego se despidió de mi, apagó la luz y cerró la puerta. 

Tuve un sueño algo raro, en el cual tenia relaciones sexuales con una de mis amigas. Aunque también me había parecido oír abrirse la puerta de la habitación y luego cerrarse. 

Me desperté pronto y Carmen entró al poco a tomarme la temperatura y la tensión. Después retiró la sabana para incorporarme y estaba manchada de semen. Vaya por dios, había tenido una polución nocturna. Bueno, eso pensé entonces. 

Ella me llevó al baño y me lavó el pene con cuidado. 

-Eres un poco guarrote, me dijo sonriendo. Tu amiguito ha tenido una noche movida. 

-Pues si. Eso parece.

-No te preocupes. Estoy acostumbrada a ver de todo en mi trabajo. Al menos tu pene es hermoso.

¿Hermoso había dicho? No podía creerlo.

El día volvió a transcurrir relativamente rápido, con visitas de mi familia y eso, y volvió a llegar la hora de acostarse. Estuve pensando todo el día en una cosa, después de lo de la paja en la ducha y la polución nocturna. 

Cogí mi móvil, que estaba cargado a tope de batería y lo puse en un rinconcito de un armario que tenia justo enfrente de mi cama, pese al esfuerzo que tuve que hacer, supuse que valdría la pena. Esperaba que al día siguiente tuviera la prueba de que, si tenia otra polución nocturna, era ella que me habría echo una paja.

Al día siguiente, en cuanto me quedé solo, miré el teléfono y vi que solo había grabado el vacío. ¿Se habría imaginado algo y había preferido no hacer nada esa noche? No tenia ni idea. 

Al poco rato entró Carmen.

-Hola buenos días, me dijo muy sonriente. ¿Listo para la ducha?

No dije nada e intenté incorporarme yo solo.

-¿Que haces? No te muevas, yo te levanto. Es mi trabajo.

Llegamos a la ducha y otra vez el mismo proceso, me moja bien y me enjabona y empieza a frotarme todo el cuerpo. Intento resistir para no tener una erección, pero no se como lo hace, que enseguida mi pene vuelve a empinarse. 

Ella sigue frotando y un poco mas tarde que el día anterior, vuelve con el movimiento masturbatorio. 

-¿Porque haces esto? Le digo. 

-Porque soy tu enfermera y estoy aquí para cuidarte, es mi trabajo y eso incluye ducharte y aliviarte un poco. 

-No quiero. Solo quiero que me laves, pero no que me la menees. 

-¿Ah, no te gusta?

Ella empieza a acelerar, estoy al limite y casi no puedo hablar. 

-No, si, si, me...me... no puedes hacerme esto. Estas...estas...abusando de mi...Me voy a correr si no para enseguida.

-Si dices algo a alguien, no volveré a verte, ni a ducharte, ni a cambiarte la cuña. Así que ya sabes, calladito estas mas guapo.

En eso que acelera al máximo y yo me vuelvo a correr. Una corrida larga. Mi polla expulsa varios chorros de semen. La tía es una experta haciendo pajas. 

De vuelta a la cama se despide tras dejarme la comida en la bandeja. Me quedo pensando si decir algo a mis padres o que. Mi padre conoce al director del hospital. Pero si digo algo o la denuncio, ella podría tomar represalias. 

Estoy en sus manos y seguro que esta loca, o es una adicta al sexo. Mejor me callo y espero a que me den el alta. Espero que no tarden mucho pienso.

Pasan dos días y ella no ha vuelto a masturbarme en la ducha. La verdad, me siento un poco mas tranquilo, aunque no sabia lo que estaba a punto de ocurrir. 

Esa noche, serian las nueve o así, tenia mucho sueño. No acababa de encontrar nada que me gustara en la televisión, así que la apagué y decidí dormirme. 

Estaba girado del lado derecho intentando dormirme, cuando oigo un ruido. Me giré y no vi nada. 

Horas mas tarde, un ruido me despertó. La puerta se había abierto y era Carmen que entraba en la habitación. Me tomó la temperatura y tras comprobar que estaba bien, cerró la puerta. Me quitó la sabana de un tirón. Abrió mi bata y como estaba desnudo debajo, tenia acceso a mi pene. 

Empezó a chupármela. Lo hacía con ansia, como si nada mas importara. Yo di un empujón e intenté zafarme. 

Ella me pegó en la cara. Entonces cogió unas vendas que llevaba preparadas en el bolsillo de su bata. Supongo que lo esperaba, y me ató con ellas de pies y manos a la cama.

-Pórtate bien y no digas nadas. 

-Maldita puta. Alcancé a decir. 

Me tapó la boca con otra venda. Se quitó la bata y la dejó en el sofá que había junto a mi cama. Luego se quitó también el sujetador y las bragas, y se quedó en pelotas delante mío.

Cogió un condón que traía preparado también del bolsillo de su bata y me lo puso. Para entonces, después de ver su culo inclinado cogiendo el condón, yo estaba empalmado. Se subió encima mío y despacio, fue bajando sobre mi, hasta que se la clavó toda.

Comenzó a follarme, cabalgándome con fuerza. Me estaba violando literalmente, y yo no podía hacer nada. Pese a que estaba disfrutando, me sentía ultrajado. Intenté liberarme, pero no podía soltarme. 

Después de estar un rato así, ella se corrió con un gemido que ahogó metiéndose unos dedos en la boca. Se salió de mi, y se dio la vuelta. Ahora me montó de espaldas. Siguió follándome un rato mas de espaldas. La visión de su culo me hizo tranquilizarme un poco. Ella se corrió de nuevo unos minutos después. 

Luego inclinó aun mas su espalda y terminó de violarme, porque entonces me corrí yo. Salió de mi de nuevo y me quitó el condón, me limpió el pene y me desató. Después de limpiarse sus jugos, se vistió y salió de la habitación, deseándome buenas noches. 

Durante un mes mas, estuvo violándome un día si y otro no. Pensaba que seguía atemorizado por sus amenazas y que no diría nada. Un noche después de haberlo hecho, ni siquiera me limpió el semen y me dejó todo el pene pringoso. Después de que se fuera, cogí mi móvil y le envié un mensaje a mi hermana, para que me trajera su otro móvil. Carmen siempre guardaba mi teléfono en el armario mientras me follaba, para que así no pudiera grabar nada. 

Pero no se imaginaba que al día siguiente mi hermana me trajo su móvil y así puede grabarla violándome. 

Cuando mis padres se enteraron, se pusieron muy nerviosos y se sintieron humillados como yo. Carmen fue denunciada y despedida del hospital.

Meses después, yo ya estaba de alta, me enteré de que había tenido un accidente similar al mío. Me enteré en que hospital estaba y fui a llevarle un ramo de flores.

-Soy un amigo de Carmen. Les dije a sus familiares que estaban en la habitación. Ella se quedó de piedra al verme. Estaba escayolada casi como yo. 

Cuando dejé las flores junto a ella, me acerqué para darle un beso y le dije al oído:

-Esta noche vendré a visitarte. 



Casi se muere del susto.

El viejo invidente la sabe meter


Regresaba a casa de vuelta de buscar trapitos en tiendas de ropa, cuando al pasar un paso de peatones una bicicleta golpeo a un invidente que cruzaba justo delante, cayendo ambos al suelo, aunque resultaron ilesos, quedando todo en un susto, si bien el bastón del invidente quedo dañado y no podía hacer su función, por lo que amablemente me ofrecí para acompañarlo si vivía cerca, pues el pobre abuelo quedo un poco aturdido.

Cuando ya le acompañaba me fije que para la edad que tenía aquel abuelo invidente, era muy atractivo, y aunque seguramente rondaba por el color de su pelo los sesenta y cinco años o alguno más, me quede anonadada de la fuerza de sus brazos y manos cuando se me sujetaba en mi cuerpo, si bien una es pequeña y delgada la fuerza que aparentaba aquel abuelo me dejo un poco impresionada.

Insistió en que podía llegar solo si bien persistí en acompañarle pues el susto lo había dejado algo desorientado.

Ya en casa insistió en invitarme a un café para darme las gracias , presentándose como Rodrigo, diciendo que vivía solo aunque recibía varios días a la semana la ayuda de un familiar y una asistenta que le arreglaban la casa.

Me pregunto por mi edad y mi aspecto , pidiéndome si podía tocarme mi cara para saber lo guapa que era, sintiendo una electrificante sensación de placer cuando sus fuertes manos recorrían mi pequeña cara, dulcemente palpando cada centímetro de ella para saber mis facciones.

Me transmitía una sensación de placidez aquel abuelo que me dejo un poco noqueada, pues cuando le miraba su porte y planta masculina, me hacía sentir un cosquilleo que me agradaba mucho.

Se desenvolvía bien en su casa y ya tomando el café y tras charlar un buen rato donde nos contamos rápidamente un poco de nuestras vidas, pidió disculpas para ir un momento al baño que estaba frente al salón, a desaguar el canario como él llamaba cómicamente.

Me había fijado bien pues no me sentía observada cuando miraba su grueso paquete que aquel abuelo portaba de buen armamento, y me recorrió una morbosa idea rápidamente por la cabeza de mirarlo cuando entro en el aseo, pues no cerro la puerta. 

Me levante haciendo que llevaba las tazas a la cocina mientras el entraba al baño, quedándome disimuladamente en la puerta a la espera de poder ver aquel canario cuando hacia pis, quedando anonadada cuando bajo la cremallera del pantalón y metiendo la mano saco aquella tremenda morcilla, descubriendo su cabezón de la piel que la recubría para orinar más cómodo.

Me sentí sucia por estar espiándolo, pero a la vez mi chochito hacia aguas pensando si aquello entrara por allí, y más cuando veía salir el enorme chorro de pis por la boca de aquel trabuco, que aunque dormido tenía un tamaño envidiable.

Me había quedado atónita mirándolo, y más cuando sacudió con unos leves movimientos de mano aquel coloso, para eliminar las últimas gotas de aquella enorme cabeza.

Cogió papel del baño y limpio con cuidado las últimas gotas antes de guardar el arsenal y tras lavarse las manos, salió a mi encuentro en la cocina.

Choco contra mí, aunque una fue la que provoco dicho tropezón, pues me había dejado ardiendo la visión anterior y deseaba rozar su cuerpo.

Me pidió disculpas y me dijo que parecía tenía un cuerpo muy delicado y fino, que además acompaña a mi belleza de cara, como el la llamo, pues decía que aunque no me veía sabia era muy guapa tras haber palpado mi cara.

Le agradecí el cumplido diciendo que él se conservaba muy bien y que también tenía un aspecto muy masculino y atractivo, pidiéndome si no me sentía violentada si podía palpar un poco mi cuerpo para poder hacerse una idea total de cómo era.

Le dije que no me importaba y cogiendo sus manos para ponerlas sobre mis pequeños hombros le deje tocar el lateral de mi cuerpo, pues recorría cada centímetro con tacto y suavidad, llegando a las caderas para pararse, pasando acto seguido por parte de la espalda, quedándose cortésmente en las inmediaciones de mi trasero, si bien le dije, puede tocarlo y así se hace una idea más global.

Paso sus manos por mis posaderas con una suavidad que me hacía mojarme, pues realmente quería me apretujara y me hiciera suya, provocándome aquella situación una excitación que me tenía loca.

Ummm dijo eres muy muy atractiva, afortunado el hombre que sienta tu compañía, pues tienes un cuerpo de diva.

Una intenta cuidarse le respondí, retirando el seguidamente las manos de mi trasero y llevándolas hacia mis caderas y barriguita, para seguir palpando, parando justo ahí como con miedo a seguir hacia arriba.

No se preocupe puede seguir le dije mientras guie sus manos cogiéndolas por sus fuertes muñecas hacia mis pechos.

Rosa, eres preciosa, hacía tiempo no tenía entre mis manos semejantes pechos, madre mía esto levanta a un muerto.

Pues déjelo se levante, le respondí descaradamente, pues vi sus manos se recreaban con sutileza por mis pezones haciéndome ablandar mi tono de voz y escapándoseme un leve suspiro.

Ahí dijo, tu eres una belleza y yo un pobre viejo ciego, ojala algún día pudiera tener una mujer así.

Me quede muda un momento tras sus palabras, pero al final decidí dar un paso más acariciando sus fuertes brazos y besarlo ante su sorpresa.

Quedo un poco aturdido, pero correspondió con un beso tan dulce que me hizo casi doblar mis rodillas y hacerme sentir un poco ligera por haber sido tan lanzada y probablemente darle una idea de una mujer fácil.

¿Estas segura de esto tesoro? Mira que soy un viejo ciego y tu una belleza que tendrá los hombres que quieras con toda seguridad.

Si esto más que segura, me hace tilín su presencia y más cuando me acaricia de una forma que hacía tiempo no sentía y quiero hoy me haga suya.

Ummmmm intentare complacer y agasajar esta belleza que aunque no veo, sí que se es especial.

Volvió a besar y sus manos ahora no solo recorrían nuevamente mi cuerpo, sino que lo desnudaban con una tranquilidad que me hacía estremecer de placer, mordisqueando mi cuello con delicadeza mientras me dejaba totalmente desnuda.

Palpo mi sexo sin brusquedades con una sutiliza que me hacía estar mojada de una forma tan descarada que casi me daba vergüenza, en los pechos se recreaba con una naturalidad que mis pezones parecían pitones a punto salir disparados, haciéndome gemir como una loba en celo, mientras, también lo iba desnudando, intentando no hacerlo rápidamente como mi mente caliente me pedía.

Al abrir la camisa y ver su pectoral masculino, me encontré con una franja espesa y velluda de pelo blanco tapando parte de sus masculinos pezones, bajando un hilito de fino pelo hacia su ombligo, frenado estos por el cinturón que ya rápidamente desabrochaba y dejaba caer junto a los pantalones al suelo.

Quedaron unos slips de pata blancos que apenas podían contener lo que allí se protegía, pues no era de piedra él y ya empujaba duro hacia el exterior lo que estos escondían.

Espero estar a tu altura, me dijo mientras mi mano entraba por el slip y palpaba aquel duro y gordo rabo que antes había visto morcillón en el aseo.

Estuve a punto de perder la compostura y decirle lo que había cambiado, pero habría descubierto lo indiscreta que había sido en el aseo, mordiéndome los labios y conteniendo mis palabras, aunque no tarde nada en agacharme y comenzar a besarle la cabeza mientras lo descapullaba.

Suspiro, y casi también se le doblan las rodillas cuando su cabezón ya libre y suave entraba en mi boca para ser chupado con pasión, mientras mis manos sobaban y masajeaban aquel par de hermosas pelotas forradas por un espeso y rizado pelo canoso que hacia gotear mi sexo.

Eres una maestra en el arte de dar placer tesoro, me dijo con voz entrecortada, hacía tiempo no sentía este placer y menos ver lo dura que se me puso en tan poco tiempo…

Me recree varios minutos, haciendo supurara por su enorme cabezón liquido trasparente y blanquecino que denotaba su enorme excitación, aunque una no tenía dudas viendo como palpitaba aquel enorme tronco sujeto por una de mis finas manos, que parecían de juguete junto aquel colosal rabo.

Me hizo levantarme cogiéndome dulcemente por los hombros y tomándome en sus brazos, me llevo a su cama, si bien me sentí algo temerosa por su chocábamos con algún mueble dado su ceguera, pero con una tranquilidad y seguridad, me deposito en ella.

Se acomodó a mi lado, y buscando con su mano mi sexo para orientarse, guio su cabeza para comenzar a besarlo y comerlo con dulzura y maestría.

Rompí en pocos segundos mi compostura, con un orgasmos que lo dejo aturdido pues no esperaba explotara tan pronto y más ver mis manos como presionaba su cabeza para aguantar aquella dulce comida.

Afloje este pues había presionada casi con exceso y pensé lo dejaba sin respirar, cuando resoplo como un macho al ver su éxito conseguido y con tan poco tiempo…

No cambio su posición y continuo como un experto gurú en el arte de dar placer a las mujeres, comiendo y degustando con sutileza y delicadeza todos los rincones de mi mojado conejito que apenas podía sujetar con los impulsos eléctricos de mis caderas.

Le pedí entre sollozos de placer y suspiros que se girara y me diera a comer nuevamente su enorme y duro apéndice, pero parecía lo quería reservar para la sesión que pronto me iba a dar… pues entre aquel juego con su boca y lengua, quede sorprendida cuando una mano bajo hacia mi agujero trasero y comenzó a jugar con el también, dilatándolo con un tacto que me dejo medio anestesiada de placer.

Mi segundo orgasmo no tardó en llegar ante la tesitura y expertas artes sexuales de aquel viejo invidente que mitigaba su incapacidad con una maestría soberbia, aprovechando el para levantarse y ponerse de rodillas entre mis piernas frente a mis supurantes agujeritos.

Levanto mis piernas posicionándolas en una postura medio forzada sobre sus hombros y agarrando su enorme y gordo rabo, lo restregó por todos los labios exteriores de mi conejito para empaparlo en sus jugos, introduciendo levemente la cabeza para volver a sacarla y llevarla a la puerta de mi otro agujerito.

Le costó meter está un poco debido a su tamaño por él, pero con un leve empujoncito me vi ensartada por aquella gruesa y gorda punta, mientras uno de sus dedos gordos entraba y acariciaba mi clítoris, hiéndeme gritar como una posesa.

La fue metiendo hasta su base y mis ojos creo imitaron a los suyos reflejando aquella mirada perdida, pues sentí se me nublaba la vista, y más cuando tras varias suaves estocadas, la volvió a sacar para meter ahora por mi húmedo chochito.

Mis manos casi arrancan parte del matorral de su pecho pues el placer que sentía me hacía perder la compostura, convirtiéndome en una fiera excitada que anhelaba aquel macho con pasión desbordada.

Alternaba mis dos agujeros con una sabiduría y ritmo que me hacía estar gustosamente sometida ante las expertas artes de aquel viejo ciego.

Entraba por ambos con ritmo más acelerado ya, alternando tras varia estocadas por cada uno, pues había dilatado los dos con sabiduría, haciendo mi cuerpo convulsionara nuevamente ante aquel enorme y explosivo orgasmo que acababa de tener, dándole pie ahora a mantener la penetración por mi conejito que ahora castigaba con estocadas más intensas, marcando en la puerta de este sus enormes pelotas que parecían se habían contraído antes del mana que me iba a regalar.

Tenso su cuerpo con espasmos y gruñidos de placer que me hizo temblar de gusto el verme ensartada por aquel macho mientras soltaba y afloraba a ráfagas su pastosa y cremosas nata que anhelaba también para mi boca, aunque ahora era este el que gratamente recibía aquel manantial.

Parecía haber estado tiempo sin haber practicado sexo, pues aquellos depósitos hicieron una descarga que me dejaron atónita, quedándose un minuto reposando su cuerpo sobre el mío con aquel rico arsenal aun medio palpitando en su interior.

Al final tras recobrar un poco el aliento se dejó caer a un lado de la cama para liberar mi pequeño cuerpo del peso del suyo, desclavando para mi desesperación aquel grueso apéndice que tanto placer acababa de darme.

Varios minutos en silencio, manifestaba el buen polvo que acaba de darme aquel viejo ciego, quedándome ahora observándolo con dulzura todo su cuerpo así como su mirada perdida hacia el techo de la habitación.

No sé porque pero me puse a llorar, sin poder contener aquel sentimiento, haciéndole sentir pena, pues me dijo no sabía que me había causado aquello o si había hecho algo que no me gustaba.

Le dije que no que todo lo contrario, que había sido un momento único y su presencia me trasmitía una paz y un sentimiento que me había hecho llorar como una magdalena, además para mi sorpresa era un gran amante y experto en la cama.

Gracias, me dijo, me vas a ruborizar, espero esta amistad y estos momentos no sean efímeros, y podamos repetirlos cuando te guste y desees.

Yo rápidamente casi cortando su frase le dije, que no lo dudara que me iba a tener que echar de la casa más de una vez, pues había creado en mí en tampoco tiempo algo que no sabía explicar y además me atraía físicamente muchísimo.

Puede ser, me dijo, que mi defecto de vista te cree un falso sentimiento que realmente sea lastima o pena, pero no te preocupes estoy acostumbrado a ello.

Le dije que no que todo lo contrario, que había sido la dulzura de su trato y había algo en el que le hacía sentirme eléctrica y no menos cuando siento su roce y algunas cositas más….

Se reía por mi respuesta, y agarrando su morcillón rabo, dijo… a este hoy lo has sacado de punto rápido, madre mía como se me puso, nada más sentir acariciar tu cuerpo e imaginar cómo era.

De rápido nada, que casi me deja fundida y sin aliento, menuda máquina y que maestría por ambos sitios le respondí entre risas, pecando de ser un poco lanzada y calenturrona, ahora solo queda uno para terminar y dejarlo reposar durante todo el día.

Y levantándome, apoye mi pequeño cuerpo sobre el suyo, acerque mi mano y agarrando aquel musculo medio dormido, me lo lleve a la boca para comenzar a degustarlo y saborearlo con paciencia mientras una de mis manos se recreaban jugosamente en sus colgantes apéndices que aun mantenían el calor del rico y jugoso caldo que antes me había inyectado.

No tarde en oír los suspiros en el silencio de la habitación, cuando absorbía y jugaba con su brillante cabeza en mi boca, recorriendo a veces mi lengua todo el tramo de aquel mástil que aunque no duro, si mantenía cierta tensión, bajando hacia sus velludas pelotas que también lamia y saboreaba, para al final bajar por estas hasta jugar con su agujero trasero.

Le hizo dar un respingo, seguramente de gusto y esto me hizo animarme pues vi rápidamente cambiaba de dureza su espigado y gordo instrumento de placer. 

Subí nuevamente hacia su punta para ahora dedicarle unos largos y jugosos minutos de lubricación.

Levantaba a veces su cadera y su cuerpo se tensaba ante mi experta comida que le hacía golpear la cama con las palmas de las manos cuando su cabeza era estrujada en mi boca, vociferando gruñidos de placer que me hacían poner más énfasis en aquella rica mamada.

Tras varios minutos más así, vi su respiración se entrecortaba y su cabeza se levantaba a impulsos de la almohada, sintiendo de golpe unos fuertes chufletazos golpear en mi paladar y garganta, inundando esta de una forma que casi me hacen atragantar.

No me podía creer aquella segunda explosión de pastosa y rica nata, fuese tan intensa, y es que paria tener guardado reservas para aquel momento cumbre.

Quede satisfecha como si me hubiese corrido de gusto, viendo aquel semental casi levitando en la cama cuando le extraía las ultimas gotas tras estrujar mi mano el largo de aquel apéndice que tan rica y sabrosamente había degustado.

Quedo varios minutos aturdido y relajado sobre la cama con mi cara sobre su frondoso pecho acariciando levemente su barriga y oyendo como su respiración recobraba su ritmo normal. 

Le dije iba a ducharme y cortésmente me dijo si podía acompañarme pues era algo que nunca hacía con una mujer y soñaba con sentir el agua bajo la ducha junto a un cuerpo femenino, aunque ya no tenía fuerzas para más, solo quería sentir mi presencia allí.

Le dije que me encantaba y más ser enjabonada por el con la maestría y delicadeza que mostraba en sus manos.

Cuando le llegue la factura del agua y el gas se va a acordar de aquel momento, pues nos recreamos tanto tiempo con caricias y besos bajo el agua, que al final sus dedos consiguieron hacerme explotar como una loba en celo, pues tacto y recreación de estos allí, hizo no pudiera contener el placer que sentía, a la vez que nuestras bocas se besaban y transmitían sentimientos.

Nos secamos mutuamente sin prisa continuando las caricias y juegos eróticos aunque ya una más calmada y relajada, viendo como colgaba dormido su gordo musculo del placer al que en los próximos días volvería sin lugar a dudas a catar.

Me quede ese día allí invitada a cenar, aunque le dije me dejara preparar la cena a mí, y tras un velada muy romántica, me marche a casa, esperando un nuevo y pronto encuentro con aquel viejo invidente que me había dejado noqueada y anonadada.