jueves, 15 de marzo de 2018

La concepción nupcial (I)


Mi historia ocurrió hace casi tres años este mes. Mi nombre es Lisa y el de mi marido Roberto. Me considero atractiva y siempre me he cuidado físicamente. Me enorgullece decir que los amigos de mi marido siempre le dicen que le envidian por tenerme. La mayoría de los hombres encuentran bonita mi cara, pero les atrae mas mis puntiagudos pechos, mi estómago plano y mis redondas nalgas, aunque debo de admitir que mi forma de vestir es a manera de no presumir. No soy anticuada pero siempre he vestido conservadoramente, supongo que por mi formación tradicionalista.

Roberto y yo fuimos novios desde la época de estudiantes y nos casamos tan pronto nos graduamos. Permanecí virgen hasta la noche de bodas, porque fue algo en lo que insistió mi esposo, quizá por su educación también anticuada. Él es un comerciante exitoso, así que no tenía yo por qué trabajar. De todas maneras continué haciéndolo de tiempo parcial en uno de sus comercios, hasta que decidimos que era tiempo de iniciar una familia. Como somos católicos siempre habíamos utilizado el método del ritmo, así que hasta ese momento no había tomado ninguna píldora anticonceptiva. Después de tratar infructuosamente por dos años, decidimos buscar ayuda profesional.

Me volví experta en determinar mi momento más fértil del mes y cuando lo era muchas veces mi marido tenía que correr a casa para acoplarse a mi tiempo. Desgraciadamente sin resultado. Fuimos entonces a todas las pruebas que se les hacen a las parejas en nuestra condición para encontrarnos con que yo estaba bien, pero mi marido estaba un poco bajo en el conteo de espermatozoides. Decidimos ignorar a quienes nos sugerían que consideráramos adopciones o inseminación artificial, esto último porque mi esposo dijo que no lo podría aceptar considerando sus valores morales y su orgullo masculino y sabiendo del tiempo y dificultades para la adopción nos dejó a ambos bastante deprimidos. Así que seguimos tratando.

Eventualmente encontramos un doctor que había tenido éxito con otras parejas que nosotros conocíamos. Después de examinarnos nos dijo que no había nada verdaderamente malo en nosotros y que nuestras oportunidades eran muy buenas con que tan sólo cambiáramos de método. Nos dijo que estábamos esforzándonos demasiado, un error que cometen muchas parejas en nuestra situación. Lo cual provoca estrés emocional. Sugirió que nos abstuviéramos de sexo durante unas seis semanas, para permitir que se "espesara" el esperma de mi esposo y además lo combinaría suministrándome una fuerte droga de fertilidad. Entonces en el siguiente momento más fértil de mi ciclo trataríamos nuevamente. Debo admitir que tenía sentido. Revisamos el calendario y precisamente teníamos una boda en seis semanas a la que pensábamos asistir. Resultaba una oportunidad perfecta para una muy necesitada noche juntos. Marcamos el calendario como nuestra "cita".

Mi esposo es un comerciante muy taimado. Uno de sus anteriores amigos y rival de negocios estaría también en la boda. Se llama Esteban. Ellos habían sido buenos amigos, pero eran muy competitivos y estaban siempre tratando de ser cada uno mejor que el otro. Parecía que siempre lo que uno tenía el otro lo quería y ambos tenían mucho éxito en la vida. Finalmente tuvieron un rompimiento hace algunos años. Roberto esperaba usar la boda como pretexto para suavizar las cosas ya que admitía haber sacado ventaja de su amigo. Aunque yo sólo lo había tratado un par de veces, sabía que su relación con Roberto se había enfriado y hacía poco tiempo que se habían vuelto a hablar. Pero en realidad no tenía nada que ver conmigo, bueno, eso pensé. Roberto había estado trabajando muchas horas todas las noches dejándonos a ambos más bien frustrados y además sin sexo. Fueron seis larguísimas semanas.

Como la noche de la boda coincidiría con mi momento más fértil del mes había planeado sacarle el mayor provecho comprando un vestuario muy diferente al que normalmente uso para sorprender a Roberto. Como a él le gusta presumirme delante de sus amigos, sabía que aprobaría mi nueva imagen. Él siempre está tratando de que me vista más atractiva. Era un vestido muy corto , color esmeralda de una especie de material como nylon expansivo con una especie de brillo metálico que se abrazaba estrechamente a mis curvas. Mostraba bastante escote y también por atrás se cerraba muy abajo con un zipper. Para combinar compré unas pantaletas del mismo color y material y decidí no usar sostén, algo que jamás había hecho, porque sabía cuanto se mostrarían mis pezones si me daba un poco de frío o me excitara.

Empecé a arreglarme temprano, al caer la noche, ya que la recepción estaría a casi una hora de camino. Me había tomado la temperatura y estaba contenta de ver que estaba en plena ovulación de acuerdo al cronograma. Perfecto. Para celebrar y para relajarme me preparé un trago, algo que nunca hago, pero tampoco me había mostrado así en público. Me empecé a preocupar porque Roberto no llegaba y me serví otro trago. Me puse el vestido y me paré frente al espejo. ¡Guau! No era yo, ni me parecía a mí. El vestido que se suponía un tanto clásico, estaba como pintado sobre mi cuerpo. Me veía sensual y apenas podía esperar para ver la reacción de Roberto. Ya estaba sintiendo un cosquilleo en la entrepierna por la forma como me hacía sentir el usar este atuendo provocativo. Ni siquiera va a querer ir a la boda, pensaba.

En eso sonó el teléfono, era mi marido diciendo que tenían serios problemas con el nuevo sistema de cómputo y que no creía que pudiera escaparse. Por el tono de su voz supe lo disgustado que se sentía. Me dijo entonces que estaba muy apenado y que quizá fuera bueno que fuera yo sola a la reunión. Podrán imaginar mi decepción, pero le ofrecí que lo esperaría hasta que él pudiera llegar a casa. Me dijo que estaría hasta muy tarde y que podría muy bien ir sin él y pasarla a gusto. Que no había razón para que se arruinara la noche para ambos. Además todavía podríamos tener nuestra "cita" cuando ambos regresáramos a casa. Normalmente no hubiera aceptado, pero considerando que ya traía un par de tragos encima y sin ganas de pasarme otra larga noche esperando yo sola, accedí a ir sin él. Estaba un poco preocupada porque no conocía a mucha gente, pero Roberto me convenció de que Esteban estaría ahí y podría atenderme y presentarme con los demás invitados. Me pidió que suavizara la situación entre ellos, incluso que lo invitara a cenar con nosotros algún día. No conocía realmente a Esteban, pero recordaba que era un tipo alto de 1.93 m y con una constitución fuerte como el sueño de una mujer. Era del tipo mujeriego, yo suponía que ya estaría casado a estas alturas y que podría sentarme con él y su esposa. Consideré cambiarme el atuendo, pero ya se estaba haciendo tarde y de todas maneras no conocía a nadie en la fiesta, así que decidí ir como estaba. Al salir de la cochera observé mi regazo y noté que por el borde de mi falda asomaba la punta de mis pantaletas y pensé que debería tener cuidado en la forma en que me sentara esa noche. Me reí pensando si Roberto me hubiera insistido en que fuera, si hubiera sabido lo bien que me veía.

Al llegar me sentí un poco incómoda ya que no reconocí a nadie y por la forma en que se me quedaban viendo los otros invitados. Entonces lo vi. Esteban estaba mejor de lo que yo recordaba. Me di cuenta de que él también estaba impresionado por mi apariencia. Su expresión me decía que yo era la más atractiva que había en la recepción esa noche. Él sonrió, caminó hacia mí y me saludó con un beso preguntándome por Roberto. Le expliqué la situación lo cual no pareció desagradarle demasiado y con un curioso brillo en los ojos me preguntó si quería platicar y un trago. Conforme caminábamos hacia la mesa me dijo que también estaba solo, que le encantaba bailar y que sería un honor para él ser mi pareja esa noche. Como no conocía a nadie mas y él se comportaba como todo un caballero, le dije que sí. Además Roberto me había solicitado que tratara de suavizar las cosas. Y como mi marido no es muy buen bailarín supuse que sería divertido.

Platicamos un rato acerca de Roberto y de mí, también sobre él y su reciente divorcio y mencionó que afortunados éramos. Le dije que no todo era perfecto y le mencioné nuestros problemas de fertilidad como ejemplo. Reímos acerca de nuestros planes deshechos de la noche y le dije que probablemente tendría que regresar temprano a casa para salvar algo de la "cita" con mi marido, pues la espera de seis semanas había sido una espera demasiado larga. Él me dijo que también pensaba que debía reanudar su amistad con Roberto y que no tenía resentimientos del pasado. Yo sabía que esto le agradaría mucho a mi marido.

Después de eso me pareció que bailamos todas las piezas, deteniéndonos únicamente para que él trajera otra ronda de tragos o tomar aire mientras continuábamos platicando. Las horas volaron y me encontré con que él era muy encantador, aunque tenía que cuidarme un poco en las melodías lentas, para evitar que me apretara demasiado. Más tarde conforme avanzaba la noche me empecé a relajar y me encontré disfrutando de tenerlo tan cerca. Comencé a esperar las melodías lentas. Me sentía muy bien apretada contra él mientras nos deslizábamos al ritmo de la música. Uno de los problemas fue que su musculoso cuerpo rozaba la delgada tela que cubría mi pecho y me excitaba y causaba un renovado cosquilleo en mi entrepierna, nunca me esperé esta sensación ya que nunca antes había estado sin sostén. Mis pechos siempre han sido muy sensibles y mi esposo sabe que es la manera más rápida de calentarme. Varias veces cuando nos sentábamos estoy segura de que Esteban tuvo accidentalmente una visión clara de mis pantaletas estrechamente ajustadas a mi monte de Venus. Me sentía apenada de que él pudiera apreciar lo excitada que estaba. ¡Dios mío! Me estaba calentando al bailar con este hombre. Y no era la única que lo notaba. Volteé hacia Esteban y lo vi atento al delgado material que cubría mis pezones y me di cuenta que estaban erectos y sobresaliendo de la tela, duros como piedras. Pude sentir la sangre correr por mi cara al sonrojarme, varias veces durante la noche tuve que ir al tocador. Estaba sorprendida de mi reacción, pues nunca había pensado siquiera estar con nadie que no fuera mi marido. Deseché el pensamiento considerando que era un efecto colateral de las pastillas de fertilidad sobre mis hormonas y después de todo, habían sido seis largas semanas.

Los tragos me volvieron un poco más desinhibida. Cuando bailamos nuevamente él me rodeaba y su mano llegaba hasta mi cola acariciándola conforme nos mecíamos juntos. No lo pude resistir. Podía decir cuánto le agradaba sentir la tela sobre las pantaletas que cubrían mi trasero, porque podía sentir su creciente erección contra mi vientre. No podía adivinar qué tan grande era, pero sí que era más grande que mi esposo. Empecé a imaginarme mientras nos contoneábamos, como se sentiría un gran cacho y empecé a tallarme contra él hasta que para mi desencanto terminó la melodía. Esto sirvió para que reaccionara y me diera cuenta de que estaba yendo muy lejos. Supe que debería irme a casa antes de que me ofuscara más. Me estaba quedando bastante ebria.

Cuando le dije a Esteban que debería irme, él insistió en que esperara un poco para que me recuperara. Tengo que admitir que tenía problemas hasta para caminar. Le dije que quería llamar a mi esposo para que viniera por mí y le pregunté si quería acompañarme a buscar un teléfono. Él estuvo de acuerdo y comenzamos a caminar hacia el lobby, ya que la fiesta fue en un salón de un moderno hotel. Pero conforme caminábamos y reíamos, nos dimos cuenta de que ninguno traía tarjeta para usar el teléfono. Él me ofreció entonces el teléfono de su cuarto y yo bromeé sobre lo indebido de que una dama vaya con un extraño a su cuarto de hotel. Reímos nuevamente mientras él me hacía una reverencia y aseguraba que era todo un caballero. Yo no quería continuar caminando, así que me convencí a mí misma que no tenía nada de malo ir a su cuarto y nos dirigimos allá.

Una vez adentro, me paré tratando de marcar el número para llamar a Roberto. Aunque ya me estaba sintiendo mejor aún estaba muy inestable. Esteban se paró detrás de mí para sostenerme mientras marcaba. Mientras llamaba él empezó a tallarme suavemente los flancos de mis caderas. Al no haber respuesta de Roberto, me volteé a comentárselo a Esteban y lo siguiente que supe es que su boca estaba tocando la mía. Sus labios no se parecían para nada a los de mi marido y aunque sabía que no debería estar haciendo esto, abrí mi boca y empezamos a besarnos. Él empujó su lengua dentro de mi boca y me jaló hacia él mientras volvía a acariciar mi trasero. Se sentía taaan bien, pero sabía que debía detenerlo. Me separé de su beso y le recordé que era una mujer casada además de ser la esposa de su amigo. Le dije entonces que deberíamos regresar a esperar al lobby. Él me susurró una disculpa al oído y me dijo que le era difícil controlarse por lo bien que me veía contoneándome en ese apretado vestido. Me dijo que Roberto era un hombre muy afortunado por tener una mujer que se veía y vestía así y que lástima que yo no lo deseara a él, pero que por supuesto lo comprendía. Caramba él sí que sabía qué decir y además era todo un caballero. Y yo estaba taaan caliente.

Le dije que no era que no lo deseara, pero que estando casada no debía dejarme llevar. No sé por qué, pero... yo tenía que besarlo nuevamente. Abrí mi boca para sentir su lengua una vez más antes de retirarme. Seis semanas son demasiado tiempo. Estaba a punto de dar por terminada nuevamente la sesión, cuando él empezó a acariciar muy suavemente mi seno izquierdo a través de la ligera tela de mi vestido. ¡Mi talón de Aquiles! Lo sentí tan bien, que las rodillas me temblaron. Lo permitiría unos minutos más y luego me retiraría. No estaba preocupada porque sabía que podía detenerlo en cualquier momento, pues todo el tiempo él se había comportado caballerosamente, nunca forzando la situación. Me convencí a mí misma que sólo era un poco de agasaje sin consecuencias, algo que había hecho con otros tipos mientras éramos estudiantes. Roberto nunca supo. Sólo un poco de emoción insustancial.

Se sentía tan bien que lo dejé que continuara. Él jaló la parte superior de mi vestido un poquito quedando a la vista mis pezones mientras nos besábamos. Empezó entonces a girarlos con la yema de sus dedos mientras yo le acariciaba su musculoso pecho. Este hombre es maravilloso. Cuando él me bajó el zipper y sacando mis pechos empezó a lamerlos y besarlos me sobresalté. Traté de separarme pero él incrementó la succión a un punto que se sentía demasiado bien para detenerlo. No podía creer lo que estaba yo haciendo, mi mente giraba rápidamente. Mis piernas no me sostenían y me senté en la orilla de la cama. Sólo un minuto más me dije, después de todo han sido seis semanas. Por alguna razón era tremendamente emocionante ser tan lasciva con alguien que no era mi marido, especialmente con su mayor rival.

Nos recostamos en la cama y pude sentir sus manos que acariciaban el sedoso interior de mis muslos. Cuando no pude resistir sus manos empujó el borde de mi vestido hacia arriba y pude sentirlo masajeando suavemente mi conejito por encima de la suave tela. Contacto directo, es lo que necesitaba. Gemí. Sus manos separaron mis piernas y con gentileza ahuecó la húmeda suavidad de mi vulva a través de mis pantaletas. Pensé que las empaparía ahí mismo. Se sentía tan bien. Pensé dejarlo unos minutos más y entonces lo obligaría a detenerse. Esteban hizo a un lado la tela de mis pantaletas y ya su mano estaba en mí, colocó su dedo sobre la cerrada abertura de mi vulva y empezó a introducirlo suavemente, conforme me humedecía más y más el insertaba mas dedos. Finalmente gemí:

Esteban tenemos que detenernos, me estoy excitando demasiado, no debo de estar aquí.

Por respuesta él colocó sus labios sobre mi clítoris, por encima de la tela. ¡Dios mío va a comerme el conejito! Eso es algo que mi esposo nunca ha hecho. Cuando empezó a quitarme las bragas finalmente lo detuve, le dije que nos estábamos dejando llevar demasiado lejos y que no podía permitir que eso pasara. Él me dijo que entendía y prometió nuevamente que no haría nada que yo no quisiera, que se detendría en cuanto yo se lo pidiera y que nadie lo sabría. Con esas promesas levanté mis caderas para permitirle que me sacara las pantaletas. Quería realmente sentir su boca sobre mi abertura.

continuara....


Si te Gusto el Relato Únete a mi Pagina en FaceBook: https:/https://www.facebook.com/misrelatoshot/

No hay comentarios:

Publicar un comentario